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miércoles, 9 de mayo de 2007

Madrid (6 de mayo de 2007)

La última corrida antes de San Isidro sirvió para que un torero, Torres Jerez, reivindicara un hueco en esta competida temporada. Toreó muy bien sus dos toros. A su primero, sobre todo con la derecha, bajando mucho la mano y con una cadencia y un gusto de los que no se aprenden en las escuelas. Al natural, este toro le enganchó siempre, y nos temíamos que pudiera ser un torero manco; o, al menos, de tendencia sólo diestra. Además, mató mal al toro y tuvo que conformarse con saludar desde el tercio. Sin embargo, en el sexto demostró en varias series magníficas que también torea muy bien al natural y que es capaz de matar a los toros por arriba y a la primera. Esperemos que pueda torear más, y no sólo en Madrid. Debe cuidar, sin embargo, la lidia de sus toros, bastante embarullada, y tratar de perder menos tiempo en colocar al toro para la muerte, que enfría bastante la emoción del público y puede hacer perder no pocos triunfos.

Por lo demás, Víctor Puerto dio muchos pases a sus dos toros, pero sin que sus faenas llegaran al público. En estas situaciones uno puede pensar que el toreo ejecutado es malo, que el torero no es del agrado del público (que tiene sus manías) o que no se ha entendido la dificultad de los toros. A menudo hay un poco de todo. Me temo, sin embargo, que o cambia su forma de torear, o será difícil que este torero vuelva a tener en esta Plaza los éxitos de hace unos años. Creo que a sus dos toros, pero sobre todo a su primero, se le podía haber hecho una buena faena.

Eugenio de Mora estuvo dispuesto pero pechó con dos toros bastante insípidos que impedían que nada de lo que hiciera tuviera la más mínima emoción. Quizá lo más interesante fuera el quite por verónicas al primer toro de Víctor Puerto, que replicó por chicuelinas ajustadas.

La corrida la vi en la andanada del siete, junto con algunos aficionados de los de siempre e incontable número de extranjeros que han incluido la corrida del domingo en el recorrido turístico por Madrid. Observando las reacciones de este público sorprendido ante un rito desconocido y extraño, uno saca algunas conclusiones. La primera, es que habría que intentar facilitarles la comprensión del espectáculo para que no les resulte todo tan sorprendente que no puedan distinguir y disfrutar de los buenos momentos. La segunda es que, hasta que no consigamos explicárselo de algún modo, la mayoría toma la corrida como una competición en la que, por considerarlo la parte más débil, tienden a ponerse del lado del toro (razón por la cual, supongo, aplauden cuando éste se levanta después de un errado golpe de verduguillo).

Y digo yo,

1.- ¿Sería tan difícil -o tan caro- dar un folletito a los extranjeros que explique mínimamente las partes de la lidia, el traje de los toreros, las principales suertes, cuándo se saca el pañuelo,...? Incluyendo, por supuesto, una referencia al componente cultural de la fiesta y a los numerosos intelectuales y artistas que han sido aficionados a lo largo de la historia.

2.- ¿Cómo contar la asistencia de público cuando gran parte de este público extranjero abandona la corrida entre el segundo y el cuarto toro?

3.- ¿Por qué esa manía de algunos toreros de brindar a los micrófonos de la televisión?

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