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sábado, 19 de mayo de 2007

Madrid (18 de mayo de 2007) - Por un quite

Por entrar al quite en el primer toro de Castella (un quite ceñidísimo por gaoneras), Perera resultó cogido en la pierna y tuvo que marcharse a la enfermería. Y probablemente quedarse sin la corrida de la Prensa del día 22, en la que volvía a estar anunciado con Castella. Aunque esperemos que esté recuperado para el 10 de junio, cuando repetía con Abellán. Tributo de sangre para algunos inútil (¿por qué entrar a ese quite?); herida que manifiesta que en esto todo es verdad, que no hay momentos muertos, que la lidia debe ser completa y que el toro puede desbaratar en un segundo las ilusiones de una temporada (o de una vida).

Por esa cogida, la corrida quedó en un mano a mano entre Abellán y Castella. Mano a mano con toros justos de fuerzas, aunque en el límite para no ser devueltos. Y con los que Abellán no ha pasado de discreto. Tardes como esta son las que exigen una decisión y una garra que o Abellán no ha tenido o no ha sabido transmitir al tendido. Ha toreado bien a sus tres toros y, sobre todo en los dos primeros, ha sacado series ligadas por ambos pitones. Pero sin hondura, sin transmisión, sin acabar de romper,... Toreo monótono (si es que este adjetivo puede aplicarse alguna vez al toreo) y sensación de que este torero tiene que arriesgar mucho más si quiere que los más jóvenes que vienen arreando con fuerza no le acaben apartando de esto.

Y por ese quite y esa cogida, Castella pudo torear a Lironcito, que el sorteo había reservado a Perera (a quien me cuentan que iba dirigido el quite que hizo a los micrófonos de la televisión) y que fue al que cortó dos orejas después de torearlo con emoción y profundidad. Antes, en el que cogió a Perera, empezó la faena citando desde el centro del ruedo con un pase cambiado a auténtico pavor. Luego, le toreó sobre todo con la derecha (por la izquierda el toro iba mucho peor) y se puso en un sitio inverosímil, en una cercanía de los pitones desde la que resulta milagroso que el toro pueda pasar y el torero templar la embestida. Pero Castella lo consigue y quien lo ve desde el tendido no puede quedarse indiferente a esa demostración de valor y técnica. Mató de un descabello después de infinitos pinchazos y eso le privó de la que podría haber sido la primera oreja.

Con el segundo de su lote, puso toda la voluntad que le faltaba al toro, de una flojedad manifiesta.

Al fin, con el sexto, que recibió un segundo puyazo muy bien ejecutado y al que instrumentó un quite por chicuelinas con gusto, Castella se destapó. Empezó por estataurios y varios pases de desprecio con hondura para sacarlo a los medios. Allí, ligó series por ambas manos sin quitar la muleta de la cara del toro, bajando mucho el engaño y reivindicando un toreo que aúna decisión y arte, valor y pellizco. Un cambio de mano por la espalda fue sencillamente magistral. Como la serie en la que, sin moverse del sitio, citó al toro por ambos pitones cambiéndose la muleta de mano cada vez que el toro dejaba de embestir por un lado. Dio varios pases de adorno, vio la muerte al toro, entró con rapidez y dejó una estocada en lo alto que le valió las dos orejas. Muchos pensaron que sólo era una, pero es que el Presidente sacó el pañuelo la primera vez muy pronto, cuando algunos no se habían levantado aún de sus asientos.

No es de Ronda, ni de Jerez, ni de Sevilla (aunque viva por allí). No ha nacido en Chamberí, ni ha vivido de pequeño en una finca de Salamanca. Es francés y tiene también sangre polaca. ¿Quién dijo que el toreo no es un arte universal? (sirva ésta como pregunta de hoy)

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