Las
otras dos piezas fundamentales de la Fiesta son los empresarios taurinos y los
aficionados. Sin la iniciativa de unos y la presencia continuada en los
festejos de los otros, no habría festejos.
El
principal problema de los empresarios ya lo abordamos en la cuarta entrega de
esta serie. Se trata de que, salvo muy contadas excepciones, no son
propietarios de las plazas que gestionan y los contratos para gestionar cosos
son de una duración muy escasa. Esto hace tremendamente difícil realizar
inversiones en promoción a largo plazo de las que difícilmente se van a
beneficiar. Además, la promoción individual de cada empresario tiene límites en
el alcance y en la repercusión. Para mí, uno de los ejemplos más llamativos
este año ha sido el de la plaza de Cáceres. Es difícil hacer más labor de
promoción del que ha hecho la actual empresa tanto en Colegios, como en medios
de comunicación, con aficionados, fuera de la propia ciudad,… Aun así, con dos
carteles rematados en la feria, el segundo de los cuales era una encerrona de
Juli, no se llegó a colgar el “no hay billetes”. ¿Qué faltó? Probablemente dos
cosas. Primero, que las labores de promoción con niños y jóvenes sólo ven sus
frutos años después. Y luego, que para hacer que lo taurino llegue a la
sociedad, hace falta una promoción más institucional que la que puede hacer un
solo empresario.
Cierto
es que los contratos muy largos pueden tener consecuencias desastrosas (Sevilla
en estos dos últimos años es el ejemplo más claro). Pero hay que buscar
fórmulas para que los empresarios puedan efectuar inversiones a largo plazo de
las que puedan beneficiarse si hacen bien las cosas.
Otro
elemento a destacar respecto a los empresarios es la escasa trasparencia de sus
negocios. Todos los estamentos de la Fiesta deben ser conscientes de que el
secretismo que ha presidido sus negociaciones durante tantos años ya no cabe.
Que hay que ser mucho más trasparentes para dar a conocer cómo se desarrollan
las conversaciones con toreros y ganaderos para su contratación. Sin contar con
la necesidad de ser muchos más trasparentes a la hora de saber cómo y entre quiénes
se distribuyen los dineros en torno a la Fiesta.
El
conflicto de intereses de empresarios que son a la vez apoderados y ganaderos
es otra lacra que hay que desterrar. El intercambio de toreros que apoderan
entre empresarios de distintas plazas es un fenómenos con el que hay que
acabar, porque sólo redunda en la inclusión de uno o dos toreros sin interés en
carteles que podían estar ocupados por toreros jóvenes en sazón que han
decidido mantener su independencia.
Puede
ser bueno, en fin, recordar aquí el resumen que hacía Ignacio Sánchez Mejías en
una acertadísima entrada de su blog de la explicación que Juan
Luis Villanueva (aficionado y directivo del Sevilla) daba sobre tres
diferencias entre el fútbol y el toreo: (i) en el fútbol los espectadores no
pagan más del 25% del coste del espectáculo y en el toreo pagan el 110% de ese
coste; (ii) en el fútbol hay una clara organización con una interlocución
única, organización absolutamente inexistente en el toreo; y (iii) en el fútbol
hay una apuesta decidida por la cantera con miles de niños en las categorías
inferiores. Queda mucho por hacer por parte de los empresarios, pero parte de
esta labor sólo es posible con una estructura organizada como la que
indicábamos en la segunda entrada de esta serie.
Por
último, los aficionados. Realidad compleja y variopinta. Pero en todo caso,
minoritaria entre los que acuden a las plazas. Esta debe ser la primera
consideración que creo que tenemos que hacer y que conduce a que los
empresarios rara vez los tengan en cuenta. Las plazas se llenan, tienen que
llenarse con más público que aficionados. Y, por tanto, muchas de las
decisiones empresariales están condicionadas por esta realidad.
Sin
embargo, los aficionados ejercen una labor imprescindible: sin otro interés
distinto del de tratar de dar el mejor destino posible al mucho dinero que
destinan anualmente a pagarse entradas, muestran sus preferencias por toros y
toreros, insisten en cuáles están en mejor momento y cuáles pasan un bache,
cuándo se hacen las cosas mejor y cuándo lo que se está dando lo es lo mejor de
un torero o una cuadrilla,… Sin duda, muchos son terriblemente fanáticos, a
favor o en contra de según qué toros o toreros, y como cualquier fanático,
están incapacitados para ver la realidad o juzgarla con criterio. Pero hay
otros muchos cuyo criterio debería ser un elemento importante a tener en cuenta
en la confección de los carteles.
A los
aficionados, además, sería bueno cuidarlos de algún modo. No ya en la comodidad
de las plazas, como hemos expuesto, sino en la facilidad para comprar entradas,
en tener ventajas económicas reales y sustantivas si uno es abonado, en
disponer de descuentos si uno acude a distintas plazas,… Los aficionados que
van de plaza en plaza son quizá menos que los que lo hacían hace unos años.
Pero siguen (seguimos) existiendo. Y en muchas ocasiones comprar entradas es
una odisea, llegar a las plazas se hace mucho más difícil para quienes vamos de
fuera,… Y, en todo caso, el trato personal y económico es exactamente igual que
al que acude un solo día para comprar una entrada para un solo festejo. Quizá a
los clientes habituales, a esos pocos que cada año visitan ocho o diez cosos,
habría que tratar que darle alguna facilidad.
Por
otro lado, el esfuerzo desinteresado de muchos aficionados por estudiar los más
variados aspectos de la tauromaquia: economía, aspectos fiscales, de marketing,
laborales, veterinarios,… está redundando en un conjunto de publicaciones,
estudios e ideas que deberían ordenarse, catalogarse y valorarse. No conozco
muchos sectores económicos donde sean los clientes los que, gratuitamente,
estudien el sector, les den idean, publiquen libros,… No aprovechar todo esto
sólo responde, y volvemos al comienzo de esta serie, a la inexistencia de una
estructura organizada que promueva y defienda la Tauromaquia.
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