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lunes, 24 de septiembre de 2012

Manzanares, otra vez en Sevilla

Ayer, cuando habían transcurrido apenas veinte minutos desde el comienzo del festejo, estábamos ya exhaustos de la intensidad de lo vivido sólo en el primer toro: Manzanares yendo a recibir a su primero a porta gayola, meciéndolo por verónicas, rematando en dos medias impresionantes; cogida espeluznante a su banderillero Blázquez a quien el toro tuvo en el suelo golpeándolo contra el estribo de la barrera más de un minuto y faena sensacional de muleta a un toro noble y encastado rematada con una sensacional estocada recibiendo.

No hubiera sido posible mantener aquel nivel apabullante de emociones durante dos horas más. Y aun así, aun disfrutamos de otra faena grandiosa al quinto de la tarde en la que hubo algunos muletazos y series enteras de una despaciosidad y hondura realmente sublimes. En el tercero, por desgracia, el toro se vino abajo al comenzar la faena de muleta y era imposible hacer nada.

Talavante tuvo también momentos lucidos, aunque menos. Es cierto que tuvo también menos fortuna en el sorteo, pero aun así se le vio con tremenda disposición aunque sin tanta claridad como la que mostró Manzanares.

Y es que Manzanares torea en Sevilla mejor que en cualquier otra plaza. En Madrid se le nota rígido, con una presión que a menudo le puede. Y en otras plazas, manteniendo un alto nivel no alcanza la profundidad que en La Maestranza. Él entiende a la perfección la plaza y sus gentes, llena completamente el espacio, maneja los tiempos, equilibra estética y poderío. Y los aficionados le esperan, le jalean y le agradecen lo mucho y bien que aquí ha toreado.

Teníamos la sensación de que esta no era una corrida más para él. Que, por diversas razones, Manzanares quería demostrar que él es quien manda en esta plaza. Que hoy por hoy es el "consentido" de los sevillanos. Y su nivel de concentración y motivación se noto desde el comienzo de la tarde hasta su nueva salida por la Puerta del Príncipe.

Otra gran tarde de toros. Nuevas razones para seguir esperando el milagro de la belleza en cada festejo.

Creo que la tarde permite, además, algunas lecturas que no deberían descuidarse. En el lado ganadero, por ejemplo, los tres toros de Núñez del Cuvillo tuvieron bastante interés, con bastante más casta de la habitual. Y por eso, lo que se les hizo llegó con más importancia a los tendidos. Ese es el paso más que deben dar las ganaderías: toros que embistan por abajo pero que además dejen la sensación de que hay que poderles, pararles y templarles, no sólo acompañar una embestida lenta de por sí.

Y en el de los toreros, la sensación de que cuando las figuras salen a la plaza completamente mentalizadas de su deseo de triunfo las posibilidades de vivir una tarde irrepetible aumentan exponencialmente. Esto es lo que le pasó a Manzanares. Esto es lo que es posible hacer cuando un torero tiene una temporadas de diez o quince tardes, donde cada una es un acontecimiento, pero no puede exigirse si se torean cuarenta o cincuenta.

Cada vez queda menos de esta temporada del 2012. Cada día que pasa los toreros, ganaderos y empresarios tienen más razones para reflexionar sobre cómo debe enfocarse la próxima. Se juegan y nos jugamos mucho. Ojalá acierten.

martes, 18 de septiembre de 2012

José Tomás en Nimes - liturgia y serenidad


José Tomás ha dejado escrita la fecha del 16 de septiembre de 2012 como un hito en la historia de la tauromaquia. Un acontecimiento singular, primero, por el marco, porque torear en un Coliseo de Nimes abarrotado debe ser una sensación única, que enlaza al héroe moderno con las raíces de nuestra historia mejor, la que desde Roma nos lega el derecho, la arquitectura, la lengua y la filosofía. Un festejo sorprendente, además, porque no fue un resumen de la tauromaquia de José Tomás, sino, más bien, en momentos contados, una sublimación de lo que le habíamos visto hasta ahora; pero, en la mayor parte de la corrida, una propuesta de nuevas maneras de enfrentarse al toro, abriendo caminos para quien quiera (y pueda) explorarlos.

José Tomás ofició con una liturgia medida y desde una serenidad que pocas veces le habíamos visto. Tranquilo y poderoso por igual. Estuvo variado con capote y muleta y despachó a cada toro (de los cinco que mató) de un espadazo certero en lo alto. Las cuadrillas, sin grandes alardes, cumplieron más que aceptablemente su cometido. Los toros, más que correctamente presentados, de buen juego en general, aunque con muchos matices que el torero convirtió en argumentos para la improvisación y la técnica. Y el público, festivo y a favor, no tuvo en ningún momento razones para poner reparos.

No tiene sentido glosar una por una las faenas. Baste decir que toreó con una pureza exquisita, una hondura excepcional y una originalidad inimaginable.

Ciertamente un acontecimiento así debería hacer pensar a todos los que forman parte del mundillo taurino. Obviamente, José Tomás no agota la tauromaquia, ni sus propuestas son las únicas posibles. Pero si no es desde la mezquindad, no puede dejar de reconocerse que el planteamiento que hace, dentro y fuera del ruedo José Tomás, es el que más y mejor llega al conjunto de la sociedad y dota a la tauromaquia de una combinación perfecta entre la tradición y lo más moderno.

Por eso, las preguntas surgen sin respuestas claras, con el pánico a lo desconocido, pero con la sensación de que detrás de la zozobra existe un camino mucho más ilusionante.

Si un torero puede torear “sólo” tres corridas una temporada y demostrar un estado perfecto de forma en cada una de ellas, ¿es preferible torear cuarenta o cincuenta con los inevitables altibajos o torear muchas menos tardes pero con una convicción plena de que cada tarde tiene que ser excepcional?

¿La rivalidad consiste en torear con todos, muchas veces y en cualquier sitio para hacer faenas que se olvidan antes de llegar al coche para volver a casa o proponer cada tarde que uno haga el paseíllo senderos nuevos de pureza en la Fiesta?

¿Puede ser vulgar o aburrida una tarde de toros, como lo son la mayoría de los festejos que vemos a lo largo de un año?

¿Por qué éstas cosas a menudo suceden en Francia? ¿Por qué allí se vive con una ambiente tan excepcional la tauromaquia? ¿Por qué no dejar que, con libertad, al margen de Pliegos y zarandajas, Simón Casas pueda gestionar una plaza y proponer ferias como las que hace en Nimes?

El debate está servido. Creo que, de los que estuvimos allí, muy pocos pudieron salir decepcionados. De los que no acudieron ha habido de todo, desde los que reconocen su “envidia” (a veces sana, otras no tanto), hasta los que lo ponen todo en duda (trapío, lidia, rivalidad, verdad, exigencia,…). De estos últimos, nada puede esperarse, son uno de los elementos más perjudiciales para la Fiesta.

Ahora queda que se acabe Logroño, San Miguel, Otoño, El Pilar y pocas cosas relevantes más. Luego, un invierno en el que habrá que pensar en muchas cosas. La temporada ha tenido momentos muy duros en lo que respecta a público y a intensidad taurina. Pero también momentos sublimes. José Tomás, en la corrida de Nimes, ha demostrado que el toreo sigue siendo algo que, bien planteado, mueve a las masas, se convierte en portadas de periódico y en tema de conversación en oficinas y cafés. Son muchos los que deberían coger el testigo y hacer, varias veces al año, cosas memorables. El resto de las tardes sirven para disfrute de los convencidos, pero esa excepcionalidad es básica para atraer a nuevos aficionados y colocar de forma permanente la tauromaquia en el lugar social que se merece.

Para acabar (de momento) un sueño. ¿Por qué no editar el vídeo de la corrida –seguro que está grabada en su integridad- con comentarios de toreros, ganaderos, artistas, que uno pudiera ir seleccionando o no mientras ve la corrida… y distribuirlo allá por diciembre? Seguro que se convertiría en el regalo de las navidades de este año. Habrá quien buscará defectos y pondrá pegas. Pero estoy seguro que se convertiría en el mejor elemento de difusión del toreo en muchos años.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Yo sí estuve en Dax


Desde el pasado domingo por la noche, portales y blogs taurinos se hacen eco de unos comentarios de El Juli después de su corrida en Dax y a la respuesta que ha dado días después André Viard.

Yo estuve en Dax el fin de semana. Coincidiendo con la feria “Toros y Salsa” se han celebrado los cuartos encuentros de Derecho Taurino organizados esta vez por el Colegio de Abogados de Dax, con asistencia de cerca de cien juristas, la inmensa mayoría franceses. Han sido unos días de encuentro y reflexión sobre diversos aspectos jurídicos de la Fiesta, que permiten también compartir vivencias con aficionados de otros lugares. Por supuesto, fuimos a los festejos del sábado y del domingo, tras el cual surgió este enfrentamiento.

No quiero entrar a explicar en detalle lo que dijo El Juli y la respuesta de Viard y los orígenes de esta polémica, pues ya ha habido quien lo ha hecho de forma brillante, se esté o no de acuerdo con sus comentarios (desde diferentes posiciones, puede consultarse, por ejemplo, Taurología o Recortes y Galleos). Pero sí me gustaría hacer algunas reflexiones sobre la afición francesa y sobre el debate acerca de las figuras, el trapío y la responsabilidad de cada uno en el futuro de la Fiesta, del cual la discusión entre Juli y Viard no es sino una derivada muy menor.

He de reconocer que cuando volvía a casa desde Dax en coche el domingo por la noche, al escuchar en los programa taurinos lo que había escrito El Juli lo primero que me llamó la atención es la referencia al comportamiento de la afición francesa. Y me llamó la atención porque lo que había comentado con algunos aficionados en los encuentros era el gran comportamiento que habíamos apreciado en aquella afición. Un comportamiento que se traduce en una actitud tremendamente seria y respetuosa con todos los profesionales durante la corrida, combinada con cuatro elementos que raramente se encuentran tan bien conjugados: interés por el conjunto de la lidia, aceptación por los distintos modos de interpretar el toreo de cada matador, deseo de disfrute y diversión con lo que suceda en el ruedo y manifestación contundente pero exquisita en las formas cuando algo de lo que sucede en el ruedo contraviene las elementales normas de la tauromaquia (incorrecta forma de dejar al toro en suerte, puyazos mal ejecutados, colocación deficiente del torero, toreo manifiestamente despegado –más allá de las diferentes colocaciones que distintos toreros pueden tener para interpretar su peculiar tauromaquia-, etc.). Un comportamiento en fin, alejado tanto de la vulgaridad de las plazas menores como de la unidireccionalidad de criterio y la violencia en las formas de aficiones como la de Madrid. Una delicia, en fin.

Quiero creer, por eso, que El Juli no se quejaba tanto de la actitud del público durante el festejo, sino más bien de circunstancias que probablemente hubieran existido antes de la corrida y en la que se comparaba la presencia de los toros a lidiar ese día con la de los Fuente Ymbro del día anterior. Como después se compararía la pujanza de unos y otros. Creo que este es el verdadero debate que subyace entre Juli y Viard, en el que ambos han dicho (a mi juicio) cosas sensata e insensateces. Y en esta cuestión me temo que estoy alejado por igual de ambos. De Viard porque creo que sigue insistiendo en el tamaño y en la presencia cuando tengo para mí que habría que ver muchos más vídeos antiguos y darse cuenta que los toros de plazas de primera tenían en torno a un 20% menos de peso que el toro actual. Y sus pitones eran a menudo de menor longitud, menos astifinos (lo de las fundas, en esto, ha sido demoledor) y en no pocas ocasiones la conformación no era tan aparatosa ni tan igualada como en la actualidad. A cambio (y por eso tampoco estoy de acuerdo con El Juli) eran toros con más viveza, más movilidad y más emoción; un toro que no quieren ver ni en pintura las figuras actuales y que conduce inexorablemente a toros con menos casta y bravura. O sea, que para mí hay que ir a toros más pequeños y menos cornalones, pero más bravos y encastados. La emoción tiene que ponerla el comportamiento del toro, no una mastodóntica presencia.

A partir de ahí, una discusión como esta es realmente nefasta para el toreo planteada en los términos en los que los dos lo han hecho. Y que dos personajes excepcionales en su contribución a la Fiesta estén enfrentados en un momento como éste es algo que nos perjudica a todos. Ciertamente, no es la única ni la más grave. Mucho más extravagante resulta leer en el último número de la Revista Taurodelta que J. A. Gómez Angulo, presidente de la Comisión nombrada para la Tauromaquia por el Ministro de Cultura afirme aquello de 'Que no nos vengan a decir que los franceses nos pueden dar lecciones'. ¡Vivir para ver! Primero, descalifica a toda una parte de la industria y de la afición, que está dando muestra de vitalidad y que configura la Fiesta como algo transnacional (elemento esencial para su pervivencia). Luego, muestra una prepotencia que olvida lo que ha hecho, por ejemplo, gente indiscutible en su aportación como Francis Wolff y otros sobre los cuales cada uno tendrá su opinión pero que cuya aportación es también muy importante (desde el propio Viard a Castella pasando por Simón Casas, el Museo de Pablo Romero en Nimes, miles de aficionados que visitan cada año las plazas y ganaderías españolas…). Esperemos que sea un despiste o una afirmación sacada de contexto (en la entrevista parece referirse, sobre todo, a la composición de la Comisión, sin que sea una afirmación general). Pero desde luego, no es un enfrentamiento con Francia, con su afición y con su modo de engarzar la Fiesta con la cultura la primera actuación pública que se esperaba de la Comisión.

Un fin de semana en Dax, en fin, que ha dado mucho que hablar. Y en el que, al menos yo, he seguido aprendiendo mucho de los franceses, que me siguen impresionando y dando envidia de cómo se preocupan de la Fiesta, cómo la aman y la defienden y cómo disfrutan de todo lo que tiene que ver con ella.