Ayer, cuando habían transcurrido apenas veinte minutos desde el comienzo del festejo, estábamos ya exhaustos de la intensidad de lo vivido sólo en el primer toro: Manzanares yendo a recibir a su primero a porta gayola, meciéndolo por verónicas, rematando en dos medias impresionantes; cogida espeluznante a su banderillero Blázquez a quien el toro tuvo en el suelo golpeándolo contra el estribo de la barrera más de un minuto y faena sensacional de muleta a un toro noble y encastado rematada con una sensacional estocada recibiendo.
No hubiera sido posible mantener aquel nivel apabullante de emociones durante dos horas más. Y aun así, aun disfrutamos de otra faena grandiosa al quinto de la tarde en la que hubo algunos muletazos y series enteras de una despaciosidad y hondura realmente sublimes. En el tercero, por desgracia, el toro se vino abajo al comenzar la faena de muleta y era imposible hacer nada.
Talavante tuvo también momentos lucidos, aunque menos. Es cierto que tuvo también menos fortuna en el sorteo, pero aun así se le vio con tremenda disposición aunque sin tanta claridad como la que mostró Manzanares.
Y es que Manzanares torea en Sevilla mejor que en cualquier otra plaza. En Madrid se le nota rígido, con una presión que a menudo le puede. Y en otras plazas, manteniendo un alto nivel no alcanza la profundidad que en La Maestranza. Él entiende a la perfección la plaza y sus gentes, llena completamente el espacio, maneja los tiempos, equilibra estética y poderío. Y los aficionados le esperan, le jalean y le agradecen lo mucho y bien que aquí ha toreado.
Teníamos la sensación de que esta no era una corrida más para él. Que, por diversas razones, Manzanares quería demostrar que él es quien manda en esta plaza. Que hoy por hoy es el "consentido" de los sevillanos. Y su nivel de concentración y motivación se noto desde el comienzo de la tarde hasta su nueva salida por la Puerta del Príncipe.
Otra gran tarde de toros. Nuevas razones para seguir esperando el milagro de la belleza en cada festejo.
Creo que la tarde permite, además, algunas lecturas que no deberían descuidarse. En el lado ganadero, por ejemplo, los tres toros de Núñez del Cuvillo tuvieron bastante interés, con bastante más casta de la habitual. Y por eso, lo que se les hizo llegó con más importancia a los tendidos. Ese es el paso más que deben dar las ganaderías: toros que embistan por abajo pero que además dejen la sensación de que hay que poderles, pararles y templarles, no sólo acompañar una embestida lenta de por sí.
Y en el de los toreros, la sensación de que cuando las figuras salen a la plaza completamente mentalizadas de su deseo de triunfo las posibilidades de vivir una tarde irrepetible aumentan exponencialmente. Esto es lo que le pasó a Manzanares. Esto es lo que es posible hacer cuando un torero tiene una temporadas de diez o quince tardes, donde cada una es un acontecimiento, pero no puede exigirse si se torean cuarenta o cincuenta.
Cada vez queda menos de esta temporada del 2012. Cada día que pasa los toreros, ganaderos y empresarios tienen más razones para reflexionar sobre cómo debe enfocarse la próxima. Se juegan y nos jugamos mucho. Ojalá acierten.
lunes, 24 de septiembre de 2012
martes, 18 de septiembre de 2012
José Tomás en Nimes - liturgia y serenidad
José Tomás ha dejado escrita la fecha del 16 de
septiembre de 2012 como un hito en la historia de la tauromaquia. Un
acontecimiento singular, primero, por el marco, porque torear en un Coliseo de
Nimes abarrotado debe ser una sensación única, que enlaza al héroe moderno con
las raíces de nuestra historia mejor, la que desde Roma nos lega el derecho, la
arquitectura, la lengua y la filosofía. Un festejo sorprendente, además, porque
no fue un resumen de la tauromaquia de José Tomás, sino, más bien, en momentos
contados, una sublimación de lo que le habíamos visto hasta ahora; pero, en la
mayor parte de la corrida, una propuesta de nuevas maneras de enfrentarse al
toro, abriendo caminos para quien quiera (y pueda) explorarlos.
José Tomás ofició con una liturgia medida y
desde una serenidad que pocas veces le habíamos visto. Tranquilo y poderoso por
igual. Estuvo variado con capote y muleta y despachó a cada toro (de los cinco
que mató) de un espadazo certero en lo alto. Las cuadrillas, sin grandes
alardes, cumplieron más que aceptablemente su cometido. Los toros, más que
correctamente presentados, de buen juego en general, aunque con muchos matices
que el torero convirtió en argumentos para la improvisación y la técnica. Y el
público, festivo y a favor, no tuvo en ningún momento razones para poner
reparos.
No tiene sentido glosar una por una las faenas.
Baste decir que toreó con una pureza exquisita, una hondura excepcional y una
originalidad inimaginable.
Ciertamente un acontecimiento así debería hacer
pensar a todos los que forman parte del mundillo taurino. Obviamente, José
Tomás no agota la tauromaquia, ni sus propuestas son las únicas posibles. Pero
si no es desde la mezquindad, no puede dejar de reconocerse que el planteamiento
que hace, dentro y fuera del ruedo José Tomás, es el que más y mejor llega al
conjunto de la sociedad y dota a la tauromaquia de una combinación perfecta
entre la tradición y lo más moderno.
Por eso, las preguntas surgen sin respuestas
claras, con el pánico a lo desconocido, pero con la sensación de que detrás de
la zozobra existe un camino mucho más ilusionante.
Si un torero puede torear “sólo” tres corridas
una temporada y demostrar un estado perfecto de forma en cada una de ellas, ¿es
preferible torear cuarenta o cincuenta con los inevitables altibajos o torear
muchas menos tardes pero con una convicción plena de que cada tarde tiene que
ser excepcional?
¿La rivalidad consiste en torear con todos,
muchas veces y en cualquier sitio para hacer faenas que se olvidan antes de
llegar al coche para volver a casa o proponer cada tarde que uno haga el paseíllo
senderos nuevos de pureza en la Fiesta?
¿Puede ser vulgar o aburrida una tarde de
toros, como lo son la mayoría de los festejos que vemos a lo largo de un año?
¿Por qué éstas cosas a menudo suceden en Francia?
¿Por qué allí se vive con una ambiente tan excepcional la tauromaquia? ¿Por qué
no dejar que, con libertad, al margen de Pliegos y zarandajas, Simón Casas
pueda gestionar una plaza y proponer ferias como las que hace en Nimes?
El debate está servido. Creo que, de los que
estuvimos allí, muy pocos pudieron salir decepcionados. De los que no acudieron
ha habido de todo, desde los que reconocen su “envidia” (a veces sana, otras no
tanto), hasta los que lo ponen todo en duda (trapío, lidia, rivalidad, verdad,
exigencia,…). De estos últimos, nada puede esperarse, son uno de los elementos más
perjudiciales para la Fiesta.
Ahora queda que se acabe Logroño, San Miguel,
Otoño, El Pilar y pocas cosas relevantes más. Luego, un invierno en el que
habrá que pensar en muchas cosas. La temporada ha tenido momentos muy duros en lo
que respecta a público y a intensidad taurina. Pero también momentos sublimes.
José Tomás, en la corrida de Nimes, ha demostrado que el toreo sigue siendo
algo que, bien planteado, mueve a las masas, se convierte en portadas de periódico
y en tema de conversación en oficinas y cafés. Son muchos los que deberían
coger el testigo y hacer, varias veces al año, cosas memorables. El resto de
las tardes sirven para disfrute de los convencidos, pero esa excepcionalidad es
básica para atraer a nuevos aficionados y colocar de forma permanente la
tauromaquia en el lugar social que se merece.
Para acabar (de momento) un sueño. ¿Por qué no
editar el vídeo de la corrida –seguro que está grabada en su integridad- con
comentarios de toreros, ganaderos, artistas, que uno pudiera ir seleccionando o
no mientras ve la corrida… y distribuirlo allá por diciembre? Seguro que se
convertiría en el regalo de las navidades de este año. Habrá quien buscará
defectos y pondrá pegas. Pero estoy seguro que se convertiría en el mejor
elemento de difusión del toreo en muchos años.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Yo sí estuve en Dax
Desde el pasado domingo por la noche, portales
y blogs taurinos se hacen eco de unos comentarios de El Juli después de su
corrida en Dax y a la respuesta que ha dado días después André Viard.
Yo estuve en Dax el fin de semana. Coincidiendo
con la feria “Toros y Salsa” se han celebrado los cuartos encuentros de Derecho
Taurino organizados esta vez por el Colegio de Abogados de Dax, con asistencia
de cerca de cien juristas, la inmensa mayoría franceses. Han sido unos días de encuentro
y reflexión sobre diversos aspectos jurídicos de la Fiesta, que permiten también
compartir vivencias con aficionados de otros lugares. Por supuesto, fuimos a
los festejos del sábado y del domingo, tras el cual surgió este enfrentamiento.
No quiero entrar a explicar en detalle lo que
dijo El Juli y la respuesta de Viard y los orígenes de esta polémica, pues ya
ha habido quien lo ha hecho de forma brillante, se esté o no de acuerdo con sus comentarios (desde diferentes posiciones,
puede consultarse, por ejemplo, Taurología o Recortes y Galleos). Pero sí me
gustaría hacer algunas reflexiones sobre la afición francesa y sobre el debate
acerca de las figuras, el trapío y la responsabilidad de cada uno en el futuro
de la Fiesta, del cual la discusión entre Juli y Viard no es sino una derivada
muy menor.
He de reconocer que cuando volvía a casa desde
Dax en coche el domingo por la noche, al escuchar en los programa taurinos lo
que había escrito El Juli lo primero que me llamó la atención es la referencia
al comportamiento de la afición francesa. Y me llamó la atención porque lo que
había comentado con algunos aficionados en los encuentros era el gran comportamiento
que habíamos apreciado en aquella afición. Un comportamiento que se traduce en
una actitud tremendamente seria y respetuosa con todos los profesionales
durante la corrida, combinada con cuatro elementos que raramente se encuentran
tan bien conjugados: interés por el conjunto de la lidia, aceptación por los
distintos modos de interpretar el toreo de cada matador, deseo de disfrute y diversión
con lo que suceda en el ruedo y manifestación contundente pero exquisita en las
formas cuando algo de lo que sucede en el ruedo contraviene las elementales
normas de la tauromaquia (incorrecta forma de dejar al toro en suerte, puyazos
mal ejecutados, colocación deficiente del torero, toreo manifiestamente
despegado –más allá de las diferentes colocaciones que distintos toreros pueden
tener para interpretar su peculiar tauromaquia-, etc.). Un comportamiento en
fin, alejado tanto de la vulgaridad de las plazas menores como de la
unidireccionalidad de criterio y la violencia en las formas de aficiones como
la de Madrid. Una delicia, en fin.
Quiero creer, por eso, que El Juli no se
quejaba tanto de la actitud del público durante el festejo, sino más bien de circunstancias
que probablemente hubieran existido antes de la corrida y en la que se comparaba
la presencia de los toros a lidiar ese día con la de los Fuente Ymbro del día
anterior. Como después se compararía la pujanza de unos y otros. Creo que este
es el verdadero debate que subyace entre Juli y Viard, en el que ambos han
dicho (a mi juicio) cosas sensata e insensateces. Y en esta cuestión me temo
que estoy alejado por igual de ambos. De Viard porque creo que sigue
insistiendo en el tamaño y en la presencia cuando tengo para mí que habría que
ver muchos más vídeos antiguos y darse cuenta que los toros de plazas de
primera tenían en torno a un 20% menos de peso que el toro actual. Y sus
pitones eran a menudo de menor longitud, menos astifinos (lo de las fundas, en
esto, ha sido demoledor) y en no pocas ocasiones la conformación no era tan
aparatosa ni tan igualada como en la actualidad. A cambio (y por eso tampoco
estoy de acuerdo con El Juli) eran toros con más viveza, más movilidad y más
emoción; un toro que no quieren ver ni en pintura las figuras actuales y que
conduce inexorablemente a toros con menos casta y bravura. O sea, que para mí
hay que ir a toros más pequeños y menos cornalones, pero más bravos y
encastados. La emoción tiene que ponerla el comportamiento del toro, no una
mastodóntica presencia.
A partir de ahí, una discusión como esta es
realmente nefasta para el toreo planteada en los términos en los que los dos lo
han hecho. Y que dos personajes excepcionales en su contribución a la Fiesta
estén enfrentados en
un momento como éste es algo que nos perjudica a todos. Ciertamente, no es la
única ni la más grave. Mucho más extravagante resulta leer en el último número
de la Revista Taurodelta que J. A. Gómez Angulo, presidente de la Comisión nombrada
para la Tauromaquia por el Ministro de Cultura afirme aquello de 'Que no nos vengan a decir que los franceses
nos pueden dar lecciones'. ¡Vivir para ver! Primero, descalifica a toda una
parte de la industria y de la afición, que está dando muestra de vitalidad y
que configura la Fiesta como algo transnacional (elemento esencial para su
pervivencia). Luego, muestra una prepotencia que olvida lo que ha hecho, por
ejemplo, gente indiscutible en su aportación como Francis Wolff y otros sobre
los cuales cada uno tendrá su opinión pero que cuya aportación es también muy
importante (desde el propio Viard a Castella pasando por Simón Casas, el Museo
de Pablo Romero en Nimes, miles de aficionados que visitan cada año las plazas
y ganaderías españolas…). Esperemos que sea un despiste o una afirmación sacada
de contexto (en la entrevista parece referirse, sobre todo, a la composición de
la Comisión, sin que sea una afirmación general). Pero desde luego, no es un
enfrentamiento con Francia, con su afición y con su modo de engarzar la Fiesta
con la cultura la primera actuación pública que se esperaba de la Comisión.
Un fin de semana en Dax, en fin, que ha dado mucho que hablar. Y en el que, al menos yo, he seguido aprendiendo mucho de los franceses, que me siguen impresionando y dando envidia de cómo se preocupan de la Fiesta, cómo la aman y la defienden y cómo disfrutan de todo lo que tiene que ver con ella.
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