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miércoles, 12 de diciembre de 2018

La Ley de Protección Animal de La Rioja - Un atentado contra la civilización (I)

La aprobación de la Ley 6/2018, de 26 de noviembre, de protección de los animales en la Comunidad
Autónoma de La Rioja es una muy mala noticia. No porque trate de proteger a los animales, algo que puede tener su sentido, sino por dos razones básicas: (i) parte de una fundamentación del respeto a los animales que constituye un atentado a los principios básicos de nuestra civilización; e (ii) incluye derechos y prohibiciones manifiestamente absurdos.

En cuanto a lo primero, baste con mencionar algunas afirmaciones del apartado I de la Exposición de Motivos y apuntar su falsedad:

- "Numerosos experimentos científicos avalan la conexión entre el maltrato a los animales y la violencia a las personas." Esto es MENTIRA. De hecho, la historia enseña que las primeras leyes de protección animal se proclamaron en el régimen nazi mientras se masacraba a millones de personas.

- "El abuso hacia los animales puede indicar la existencia de un problema más profundo". Sí. Y también el empecinamiento con un equipo de fútbol, una alimentación vegetariana o una determinada religión. Las enfermedades mentales tienen vericuetos peculiares en los que se manifiestan. Pero a nadie se le ocurriría prohibir el fútbol, los calabacines o el anglicanismo, porque alguno de sus devotos hayan padecido una enfermedad mental.

- "El hecho de que los animales puedan sufrir es razón suficiente para tener la obligación moral de no causarles daño". Esto es lo más peligroso de todo. NO. Es la base del animalismo. La consideración de los "seres sintientes" y la equiparación por una sensación de daño de los animales y los hombres socava nuestra civilización. Por citar sólo un ejemplo, impide cualquier tipo de alimentación animal (de los hombres y de los propios animales). Si los animales sufren (que está por ver) eso no impide que los seres humanos puedan cazarlos o matarlos para alimentarse de ellos, o hacer que sufran enfermedades para experimentar métodos de curación. Por cosas como estas la civilización ha avanzado. Renunciar a ellas es devolver al ser humano al primitivismo a costa de hacer perder a los animales su esencia animal.

- "El principio de justicia postula que las acciones son justas en la medida que tienden a promover la felicidad y bienestar, e injustas en cuanto tienden a producir dolor e infelicidad.  Este principio extendido a los animales demandaría no provocar dolor ni sufrimiento a nadie susceptible de sentirlo independientemente de la especie a la que pertenezca." La insensatez alcanza en este párrafo su expresión máxima. Ningún principio de justicia puede extenderse a los animales, que ni son ni pueden ser sujetos de derechos y obligaciones (y si no lo pueden ser de obligaciones no lo pueden ser de derechos). Y, además, poner en pie de igualdad a las especies (=especismo) no supone dotar de más dignidad a los animales (lo cual ya sería un dislate), sino que implica rebajar la dignidad de los humanos a la de los mosquitos o las cucarachas. Bastante ha costado considerar que todos los seres humanos somos libres e iguales (y en algunos lugares del mundo no se ha conseguido aun) para que algunos urbanitas venga a decirnos que no, que lo que somos los humanos es iguales que las ratas.

- "Un sistema en el que se ignore a los más débiles no puede ser justo ni ético. El abuso hacia los que se encuentren en situación de desventaja degrada la condición humana de quien lo ejercita. Son indignos de personas civilizadas y contrarios a sociedades evolucionadas, democráticas y solidarias." Nuevamente, la redacción es sibilinamente abyecta. En las dos primeras frases se igualan animales y personas y en la tercera se alude a las personas como incívicas de igual modo si atacan a un ser humano débil que si matan a un escarabajo pelotero. Es de una bajura moral indescriptible. Por eso, el párrafo requiere ser reescrito: "Un sistema en el que se ignore a los seres humanos más débiles no puede ser justo ni ético. El abuso hacia los seres humanos que se encuentren en situación de desventaja degrada la condición humana de quien lo ejercita. Son indignos de personas civilizadas y contrarios a sociedades evolucionadas, democráticas y solidarias." Fíjense: sólo con añadir "seres humanos" en las dos primeras frases el párrafo cobra valor. Tal y como está publicado en el Boletín Oficial de La Rioja equipara matar a un indigente y a un cerdo, humillar a una persona moribunda o sacrificar a un perro que tiene una enfermedad incurable, matar a un mosquito que nos incordia en verano o a un familiar del que puede heredarse una buena fortuna.


¡Por favor, despierten! ¿Qué clase de políticos tenemos que pueden aprobar una ley como esta que agrede de forma tan brutal la dignidad de los seres humanos?


miércoles, 5 de diciembre de 2018

Animales vivos

El pasado martes, 4 de diciembre de 2018, la Ministra de Transición Ecológica afirmó en una entrevista en Onda Cero que era partidaria de prohibir los toros y la caza después de haber dicho lo siguiente: "desde el punto de vista personal tengo clara cual es mi opción, y mi opción es disfrutar de los animales vivos y siempre me ha resultado muy llamativo de que haya gente que disfrute de ver morir o ver sufrir animales. La verdad es que no lo entiendo. Creo que eso está cambiando rápidamente y que los patrones culturales y los valores sociales lo hacen a ese ritmo. Por tanto, y sin interferir en lo que no me toca, pero simpatizo con esa serie de planteamientos".

Estas declaraciones han suscitado no pocas críticas en las redes sociales. Pero, a mi juicio, todas las valoraciones que se han hecho (cada una de forma independiente y todas en conjunto) han sido mucho más benévolas que lo que este tremendo dislate merecía.

En primer lugar, permítaseme hacer un comentario entre jocoso y malintencionado sobre el nombre de su cartera. ¿Transición Ecológica? Transición, ¿de dónde a dónde? ¿De una sociedad urbana a una previa a la cultura sedentaria? ¿Qué es la Transición Ecológica? ¿La que nos lleva a todos al estadio previo a la civilización, a la creación de ciudades, de la industria,...? ¿Es sólo una excusa para justificar a quienes no han aprendido nada de la cultura de la Ilustración o tiene otros objetivos más profundos?

Por lo demás, la declaración de que su opción es disfrutar de los animales vivos no puede sino responder a una absoluta falta de reflexión previa. Disfrutar... ¿de qué animales vivos? ¿De los perritos con jersey de lana de los envejecidos centros de las ciudades o de los lobos que atacan a los rebaños de ovejas? ¿De los canarios enjaulados en medio de la gran ciudad o de los buitres que atacan animales vivos porque la obligación de retirar de los campos los animales muertos ha acabado con su modo natural de alimentarse? ¿De las bellas mariposas que van de flor en flor o de las avispas que con sus picaduras ocasionan varias muertes de personas al año?

La inclinación natural a admirar a animales vivos sólo puede responder a un pensamiento naif que desconoce el medio natural y que no ha reflexionado jamás sobre lo que significa la relación del hombre con la naturaleza.

Pero aun así, no es eso lo más grave. Lo peor, lo más pernicioso, es la afirmación de que no entiende que haya personas que disfruten viendo sufrir animales. ¡Sólo faltaba! Ni ella ni nadie. Pero dar por hecho que los cazadores o los aficionados a la tauromaquia van a una espera en el campo o acuden a una plaza de toros para disfrutar viendo sufrir un animal es de una simpleza y suponen una acusación a millones de españoles que no es inocua. No, señora ministra, los cazadores no van al campo a "disfrutar" viendo cómo mueren los venados, los corzos o las perdices, ni los aficionados a los toros vamos a la plaza de Sevilla a regodearnos en la muerte de un toro. Un cazador va a cobrar una pieza en una actividad propia de la especie humana, que le ha hecho crecer como tal y que ha sido fundamental para que como especie séamos mejores y más nobles. Poder revivir experiencias que el ser humano ha ido perfeccionando desde hace decenas de miles de año tiene una importancia cultural, histórica y social fuera de análisis simplistas como los suyos. Igual que la tauromaquia, en la que el refinamiento de un rito ancestral ha conseguido mantener de forma cada vez más bella distintas tradiciones propias de las culturas mediterráneas. Y aunque es ocioso repetirlo parece que en este caso resulta obligado hacerlo: los aficionados no vamos a los toros a ver sufrir al animal. Más allá del debate sobre si el animal sufre o no (que no lo hace, porque ello implica una valoración moral de la que carece), o de si siente o no dolor (que no lo siente, por la compensación a través de la generación instantánea de endorfinas), lo que es indiscutible es que los aficionados vamos a ver torear, vamos a ver cómo un torero, con un pequeño trapo, se enfrente a la bravura de un animal indómito con su inteligencia, y es capaz, si ello fuera poco, de crear belleza en ese embate.

Señora Ministra, usted tiene todo el derecho del mundo a tener la opinión que quiera respecto a la caza o respecto a la tauromaquia ¡faltaba más! Pero con dos precisiones. La primera es que prohibir manifestaciones antropológicas o culturales que no atentan contra la dignidad de un ser humano es atacar la cultura y limitar la libertad de quienes quieren disfrutar de esas tradiciones. Y la segunda, que desde una posición representativa como la de Ministro (o Ministra) antes de hacer manifestaciones tan genéricas e imprecisas como las que hizo debería conocer con mayor precisión de qué está hablando. A todos nos gustan los animales vivos, pero según cuáles y cuándo, no todos ni en todas las situaciones. Ciertos mosquitos en verano nos gustan muertos, y ciertos animales, debidamente sacrificados, destinados a nuestra cultura gastronómica. La vida, que ni siquiera en los hombres es un valor absoluto, menos aun es un elemento genérico de diferenciación moral en la relación con los animales.