Que la tauromaquia no vive uno de sus mejores momentos es algo evidente. Y no tanto porque no haya extraordinarios toreros y grandes ganaderos, sino porque el conjunto de la Fiesta se ha mantenido en la esfera de una organización manifiestamente perezosa y repetitiva que aleja de las Plazas a los más jóvenes y a algunos de sus aficionados más cabales. La presente propuesta de actuaciones no pretende ser un remedio milagroso para la regeneración de la afición, sino un elemento más de un debate que los antitaurinos han obligado a iniciar, pero que puede servir para mucho más que defenderse de las prohibiciones en determinadas regiones de nuestra querida España.
Algunas son del todo utópicas, pero ahí van, por si alguien quiere escucharlas:
Las cinco de los ganaderos
1. Abrir las tientas a los aficionados y a los medios de comunicación y permitir que haya transparencia para que sea posible conocer los criterios de la selección de madres y padres, y sus combinaciones.
2. En las ganaderías que más lidian, apostar en la selección por aportar un punto más de bravura y de emoción que la que consideran que querrán las figuras.
3. Mantener a toda costa los diferentes encastes, y hacer lo posible por demostrar que es posible hacer grandes faenas a toros de los encastes menos demandados por los toreros. También aquí la selección es importante. Muchos de estos encastes dan en un gran porcentaje toros mansurrones y peligrosos, sin interés para el aficionado que no quiere ver en la plaza una lucha a muerte sino una faena artística.
4. Denunciar cualquier exigencia o intento de manipulación de los toros, ya sea en las astas o mediante sustancias que puedan afectar a su comportamiento.
5. Negarse a lidiar corridas diferentes de las que considere deben ir a cada una de las plazas.
Las cinco de los toreros
6. Realizar una campaña acorde con su categoría, que permita la existencia de diferentes circuitos para cada tipo de toreros. Por ejemplo, no torear en plazas de tercera (o torear sólo dos o tres, si hay razones para hacerlo en una plaza concreta) aquellos matadores que toreen más de veinticinco o treinta corridas al año.
7. (Las figuras). Tratar de garantizar, con la indicación de ganaderías y compañeros de terna, que cada tarde se convierta en un acontecimiento. Más aún si se trata de la comparecencia en una plaza relevante. Esto implica renunciar a la comodidad (asumiendo que en el toreo nada es cómodo y siempre existe el riesgo) y apostar por las ganaderías más importantes y los compañeros con los que pueda haber mayor rivalidad.
8. (Las figuras) Ajustar los honorarios para permitir lo indicado en el apartado anterior, siendo especialmente exigentes en materia retributiva cuando puedan garantizar que, fuera de tardes señaladas, pueden llevar mucho público a una plaza.
9. Dignificar con su preparación y actitud cada comparencia en una plaza, significando la seriedad, el rito y el rigor que exige la celebración de una corrida de toros.
10. Permitir medios para hacer llegar a los aficionados y al público en general su opinión, real y sin cortapisas, de sus actuaciones, su visión de la Fiesta, de las ganaderías, de los empresarios, etc.
Las cinco de los empresarios
11. Denunciar todos aquellos Pliegos de condiciones elaborados por Ayuntamientos o Comunidades Autónomas que: (i) no permitan garantizar la celebración de Ferias de primer nivel con honorarios ajustados a la categoría de toreros y ganaderos; o (ii) establezcan la experiencia y/o el canon como criterio/s fundamentales para la elección de los empresarios (en vez de la propuesta de festejos, actividades de promoción, culturales, etc.).
12. Informar de forma transparente de los resultados económicos de la gestión de cada plaza y de cada feria importante, indicando, al menos, el porcentaje de ingresos que suponen las entradas por taquilla, la televisión y otros ingresos (bar, almohadillas, etc.) y el porcentaje de gastos que suponen el canon de la plaza, los honorarios de los toreros, el coste de los toros, la inversión en publicidad, los impuestos y seguridad social, los costes asociados a la celebración del espectáculo (trabajadores, etc.) y su porcentaje de beneficios.
13. Proponer (en aquellos casos en los que esté limitado por los Pliegos de condiciones) y establecer (en aquellos casos en los que puedan hacerlo libremente) diferentes esquemas de precios de las localidades en función del interés del espectáculo.
14. Invertir en publicidad y promoción de los espectáculos y de la Fiesta, creando alrededor de las Ferias actividades que conciten el interés general y fuera de ellas eventos que acerquen el mundo de la tauromaquia a los más jóvenes y a los que habitualmente no acuden a las plazas. Dentro de la promoción se incluye la celebración de novilladas con interés (y con novillos que sean tales, no toracos contra los que estrellar a los chavales).
15. No tener ninguna ganadería, ni apoderar a ningún torero, para evitar tentaciones en la confección de los carteles o intercambios con otros empresarios.
Las cinco de las Administraciones
16. Elaborar Pliegos de Condiciones realistas donde la concesión se realice, exclusivamente, tomando en consideración la propuesta relativa a la Fiesta que realicen los diferentes licitadores (originalidad en la elaboración de los carteles, actividades culturales, promoción, acercamiento a los jóvenes, etc.).
17. Consideración y tratamiento de la Fiesta como actividad cultural y realización y apoyo de la misma similar a la que tienen otras actividades culturales (bibliotecas, cine, pintura, teatro, etc.).
18. Difusión de la tauromaquia como actividad cultural en el proceso educativo de los más jóvenes.
19. Modificación de la normativa taurina existente, de forma que se garantice que el desarrollo artístico del festejo no esté sujeto a reglamentaciones administrativas susceptibles de sanción y que los aspectos precisos para el mantenimiento de la protección de la Fiesta y el orden público son regulados de modo uniforme en toda España.
20. Creación de instituciones que permitan el acercamiento e intercambio cultural entre los distintos países con tradición taurina.
Las cinco de las autoridades (Presidentes y veterinarios)
21. Establecer mecanismos que permitan los reconocimientos en el campo y eviten bailes de corrales o situaciones indignas como las vividas este año en El Puerto de Santa María, Málaga, Sevilla,...
22. Revisión de los criterios que definen el trapío en las plazas de mayor relevancia, permitiendo la lidia de toros más ajustados en peso y presencia, pero más acordes con lo que siempre ha sido la presencia de toros de esos encastes.
23. Entendimiento de que, para la mayoría de los aficionados, lo importante es que el toro se mueva y dé juego para realizar grandes faenas. Y que en el reconocimiento debe valorarse, sobre todo, si eso será posible con los toros presentados o no (hasta donde esto puede valorarse). Pero sin entrar en otras zarandajas.
24. Asunción de que su labor es garantizar el orden público en las plazas, pero que no es ni debe ser de su incumbencia la valoración de los aspectos artísticos de la labor del torero, que es algo que sólo corresponde a la relación del torero con el público.
25. Informar de forma precisa a la finalización de los reconocimientos y de los festejos de cualquier incidencia acaecida y de cualquier intento de influencia por parte de apoderados, toreros, ganaderos, empresarios o aficionados.
Las cinco de los medios de comunicación
26. Eliminar los elementos que puedan condicionar su opinión de toreros, ganaderos o empresarios, o dar cuenta de ellos. Especialmente si lo que sucede es que algún torero no es receptivo a sus llamadas de radio o tv, que algún empresario paga al medio en el que uno trabaja por televisar la feria o paga al periodista por escribir algún artículo, dar alguna conferencia, etc.
27. Tratar de efectuar crónicas y reportajes que acerquen el mundo del toro al gran público, eliminando, hasta donde es posible, el lenguaje para iniciados, y siendo mucho más didácticos en las explicaciones.
28. Tener siempre presente que la verdad es insoslayable. Pero que una perpetua queja de lo aburridos que son todos los festejos, todos los toreros y todas las ganaderías, no es el mejor modo de hacer afición (además de suponer un sufrimiento para quien deba ganarse la vida a costa de tanta inmundicia).
29. Realizar periodismo divulgativo en relación con las ganaderías y con los toreros.
30. Realizar periodismo de denuncia en relación con Administraciones Públicas, presidentes, veterinarios, empresarios, ganaderos, aficionados,… Fomentar con su actuación la transparencia de la organización de la Fiesta.
Las cinco de los aficionados
31. Acudir a la plaza a disfrutar de la Fiesta y con los menores prejuicios posibles respecto a toreros y ganaderías, Juzgar en función de lo que realmente suceda, no de lo que a uno le gustaría que pasara.
32. Reconocer que cada torero tiene su tauromaquia y cada toro su lidia. Y que un solo espectador (o un grupo) no puede imponer con sus gritos o actuaciones un forma concreta de torear, porque puede haber muchos otros espectadores en la plaza que lo que quieren es que el torero cree su obra de arte en libertad, y si existen esos gritos y mofas, esa libertad no puede existir.
33. Recordar siempre que todos los toreros (de oro y de plata) se están jugando permanente la vida en la plaza. Y que necesitan una concentración extrema para desarrollar su labor. Aplaudir o pitar teniendo en cuenta lo anterior.
34. Formar su afición con la lectura de libros y crónicas, con la asistencia a conferencias, charlas y tertulias y con la visión de vídeos de faenas de otras épocas. Acudir, cuando se pueda, a alguna ganadería.
35. Ir a los toros en distintas plazas y ver a diferentes diestros y ganaderías. Como decían los clásicos, el mejor aficionado es aquel al que le caben más toreros en la cabeza.
Y tres comunes para todos
36. Creación de un organismo que agrupe a los diferentes estamentos relacionados con la Fiesta con el objetivo de potenciar su difusión, garantizar su autenticidad y aumentar la afición. Es decir, algo distinto a la Mesa del Toro donde, a pesar de la buena intención de muchos de sus miembros, lo que se trata de garantizar el negocio de los que están, mediante una mesa sectorial, como puede ser la de la aceituna o la del ganado porcino.
37. Institucionalización de unos Premios Anuales de la Tauromaquia, que se concedieran al final de la temporada en una Gala que permitiera difundir de forma general lo mejor de la tauromaquia.
38. Creación de algún mecanismo que permitiera la difusión de los mejores momentos de las grandes faenas de las principales ferias en los espacios informativos de los medios de comunicación, al menos, una vez a la semana con espacios de tres a cinco minutos.
sábado, 30 de octubre de 2010
miércoles, 27 de octubre de 2010
De vuelta - Resumen de noticias y novedades
Hace más de tres semanas que no actualizamos el blog y han pasado tantas cosas que necesitaríamos diez o doce entradas para ponernos al día, pero el ritmo laboral no ha permitido otra cosa.
Trato de apuntar algunas reflexiones de urgencia sobre determinadas cuestiones que han sucedido. Muy escuetas, sólo para dejar anotada la preocupación. Si hay tiempo más adelante, ya profundizaremos.
1.- El traspaso a Cultura. El debate organizado en los medios de comunicación, blogs y tertulias de aficionados ha sido de órdago. Con radicales posiciones a favor y en contra. En general, quienes son contrarios creen que no se arregla nada por ir a Cultura, que los toreros tratan de escapar de la exigencia del Ministerio del Interior y que no es bueno que unos pocos toreros (y, además, las figuras) tomen tanto protagonismo. Los favorables, creen que es un acto de justicia que coloca al toreo en la dependencia administrativa que, como actividad artística, le corresponde, más allá de otras competencias que también existen (bien por haberlas asumido las Comunidades Autónomas, bien por ser funcionalmente atribuibles a otros organismos como el Ministerio de Agricultura).
Mis reflexiones son, sobre todo, tres. La primera, que no puede existir una permanente sospecha sobre los toreros, y menos aun sobre figuras como las que están liderando estas actuaciones. Es una bendición para la Fiesta su protagonismo social. Sí creo, sin embargo, que no tiene ningún sentido hacer un cambio de Ministerio sin saber para qué se hace. Hay que tener claro cuáles son los pasos que hay que dar, en qué orden, y para conseguir qué cosas. Y hay que explicarlos en detalle. Dicho lo cual, creo que el Ministerio de Cultura es quien debe asumir la defensa y promoción de la Fiesta, como hace con el cine o el teatro. Y que el mundo del toro debe organizarse con esquemas similares al de estas actividades para realizar actividades de promoción en las que el Ministerio colabore (vuelvo a los premios anuales, recuerdo la necesidad de dar información en TV, etc.)
2.- El final de la temporada. Que ha sido, en general, poco atractivo, excepción hecha de la maestría demostrada, una vez más, por el Juli. Entre los retos que tiene el mundo del toro (empresarios, ganaderos y toreros) está el de construir una celebración "previsible" en la emoción ética y estética cada tarde. Si no, sí que estamos perdidos.
3.- Lo de Cataluña. Parece que el PP va a presentar un recurso de inconstitucionalidad. Bienvenido sea. Permitirá saber qué piensa el TC, que es quien al fin y al cabo tiene la última palabra en nuestro sistema cuando existan (y en este caso, existen) dudas sobre si una Ley es acorde con nuestra Carta Magna. Es el modo ordenado de hacer las cosas en una democracia. Y no es politizar el asunto. Politizar ha sido llevar a un Parlamento la regulación de las costumbres. Que creo que no es constitucional; pero, sobre todo, es una invasión flagrante en las libertades individuales (lo cual es mucho más peligroso que prohibir veinte o veinticinco corridas de toros).
4.- Las Azores, Sevilla y otros eventos. Se han multiplicado los eventos taurinos. No está mal, pero no hay modo de que ninguno de ellos trascienda al ámbito de los iniciados. Hay que concentrar esfuerzos y mejorar en comunicación. Nos jugamos mucho en ello. Mi enhorabuena a la iniciativa de la Escuela de Madrid (Curso para aficionados) y a la UNED (Curso de Presidentes). La formación siempre ayuda. Y a ver si es verdad lo que han dicho en Las Azores (un toro que dé más emoción, unas ganaderías que se abran más a los aficionados,...).
5.- Plazas y apoderamientos. Con la reducción de festejos y de espectadores, los números empiezan a no cuadrar en muchas plazas y para muchos toreros. Hay empresarios que han renunciado a seguir gestionando plazas y Ayuntamientos que están cambiando los Pliegos (bajando los cánones). Hay que repensar de verdad cómo está organizado esto y cómo debe/puede estarlo.
Podríamos seguir, pero no quiero aburrirles. Sólo algunas noticias de eventos en los que hemos participado últimamente.
El pasado día 17 tueve la ocasión de participar en la tertulia de "El Albero" junto a Joaquín Moeckel, José Luis Moreno-Manzanaro, Víctor Pérez y, por supuesto, Rafael Cabrera, gracias a cuya amable invitación pudimos compartir esas horas intempestivas, pero siempre cálidas cuando la Fiesta está presente. Reconozco que disfruté mucho charlando en las ondas con tan grata compañía sobre algunas de las preocupaciones que venimos exponiendo en el blog desde hace tiempo. Si alguien está interesado, puede descargarse el podcast en la página web www.cope.es.
El pasado día 21 estuve en la Jornada de Defensa de la Fiesta con la que la Universidad CEU inauguraba su X Aula de Tauromaquia. Las reflexiones de los participantes estuvieron muy interesantes y el acto estuvo razonablemente concurrido. Interesante no quiere decir que se comparta en su integridad lo que se dijo. De hecho, creo que en algunos momentos ciertos ganaderos se excedieron en la crítica a otras ganaderías y a las figuras, sin las cuales la Fiesta actualmente no existiría. Pero profundizar en ello exigiría mucho más espacio.
El próximo día 25 de noviembre participo como ponente precisamente en ese Aula de Tauromaquia, en Madrid, con una conferencia titulada "Anecdotario jurídico-taurino". Creo que pasaremos un rato entretenido (se intentará) y aprovecharé para apuntar también algunas de estas reflexiones sobre la Fiesta. Es en la calle Julián Romea de Madrid a las 19:30h.
Y el 27 de noviembre estaré en Logroño para dar también una conferencia taurina en el Otoño Cultural Taurino organizado por la Peña El Quite. El título "La tauromaquia en los Tribunales. Algunas curiosidades del toreo para el derecho". Habrá cosas parecidas a las de Madrid y otras diferentes... Es en el Centro Cultural de Ibercaja, c/ Portales (Logroño) a las 20:00h.
... Y hace ahora justo un año que aparecía en las librerías "La tauromaquia a través de sus conflictos". Muchas gracias a todos los que me han animado por su publicación. Jamás imaginé que me diera tantas alegrías y me permitiera conocer a tanta buena gente.
(De José María Jurado les informo que ha presentado en la Casa del Libro de Sevilla su bellísimo libro de poemas "La Memoria frágil" y que anda también bastante atareado. Aunque seguro que pronto vuelve a dejarnos retazos de su magisterio por aquí. Lo esperamos ansiosos).
Trato de apuntar algunas reflexiones de urgencia sobre determinadas cuestiones que han sucedido. Muy escuetas, sólo para dejar anotada la preocupación. Si hay tiempo más adelante, ya profundizaremos.
1.- El traspaso a Cultura. El debate organizado en los medios de comunicación, blogs y tertulias de aficionados ha sido de órdago. Con radicales posiciones a favor y en contra. En general, quienes son contrarios creen que no se arregla nada por ir a Cultura, que los toreros tratan de escapar de la exigencia del Ministerio del Interior y que no es bueno que unos pocos toreros (y, además, las figuras) tomen tanto protagonismo. Los favorables, creen que es un acto de justicia que coloca al toreo en la dependencia administrativa que, como actividad artística, le corresponde, más allá de otras competencias que también existen (bien por haberlas asumido las Comunidades Autónomas, bien por ser funcionalmente atribuibles a otros organismos como el Ministerio de Agricultura).
Mis reflexiones son, sobre todo, tres. La primera, que no puede existir una permanente sospecha sobre los toreros, y menos aun sobre figuras como las que están liderando estas actuaciones. Es una bendición para la Fiesta su protagonismo social. Sí creo, sin embargo, que no tiene ningún sentido hacer un cambio de Ministerio sin saber para qué se hace. Hay que tener claro cuáles son los pasos que hay que dar, en qué orden, y para conseguir qué cosas. Y hay que explicarlos en detalle. Dicho lo cual, creo que el Ministerio de Cultura es quien debe asumir la defensa y promoción de la Fiesta, como hace con el cine o el teatro. Y que el mundo del toro debe organizarse con esquemas similares al de estas actividades para realizar actividades de promoción en las que el Ministerio colabore (vuelvo a los premios anuales, recuerdo la necesidad de dar información en TV, etc.)
2.- El final de la temporada. Que ha sido, en general, poco atractivo, excepción hecha de la maestría demostrada, una vez más, por el Juli. Entre los retos que tiene el mundo del toro (empresarios, ganaderos y toreros) está el de construir una celebración "previsible" en la emoción ética y estética cada tarde. Si no, sí que estamos perdidos.
3.- Lo de Cataluña. Parece que el PP va a presentar un recurso de inconstitucionalidad. Bienvenido sea. Permitirá saber qué piensa el TC, que es quien al fin y al cabo tiene la última palabra en nuestro sistema cuando existan (y en este caso, existen) dudas sobre si una Ley es acorde con nuestra Carta Magna. Es el modo ordenado de hacer las cosas en una democracia. Y no es politizar el asunto. Politizar ha sido llevar a un Parlamento la regulación de las costumbres. Que creo que no es constitucional; pero, sobre todo, es una invasión flagrante en las libertades individuales (lo cual es mucho más peligroso que prohibir veinte o veinticinco corridas de toros).
4.- Las Azores, Sevilla y otros eventos. Se han multiplicado los eventos taurinos. No está mal, pero no hay modo de que ninguno de ellos trascienda al ámbito de los iniciados. Hay que concentrar esfuerzos y mejorar en comunicación. Nos jugamos mucho en ello. Mi enhorabuena a la iniciativa de la Escuela de Madrid (Curso para aficionados) y a la UNED (Curso de Presidentes). La formación siempre ayuda. Y a ver si es verdad lo que han dicho en Las Azores (un toro que dé más emoción, unas ganaderías que se abran más a los aficionados,...).
5.- Plazas y apoderamientos. Con la reducción de festejos y de espectadores, los números empiezan a no cuadrar en muchas plazas y para muchos toreros. Hay empresarios que han renunciado a seguir gestionando plazas y Ayuntamientos que están cambiando los Pliegos (bajando los cánones). Hay que repensar de verdad cómo está organizado esto y cómo debe/puede estarlo.
Podríamos seguir, pero no quiero aburrirles. Sólo algunas noticias de eventos en los que hemos participado últimamente.
El pasado día 17 tueve la ocasión de participar en la tertulia de "El Albero" junto a Joaquín Moeckel, José Luis Moreno-Manzanaro, Víctor Pérez y, por supuesto, Rafael Cabrera, gracias a cuya amable invitación pudimos compartir esas horas intempestivas, pero siempre cálidas cuando la Fiesta está presente. Reconozco que disfruté mucho charlando en las ondas con tan grata compañía sobre algunas de las preocupaciones que venimos exponiendo en el blog desde hace tiempo. Si alguien está interesado, puede descargarse el podcast en la página web www.cope.es.
El pasado día 21 estuve en la Jornada de Defensa de la Fiesta con la que la Universidad CEU inauguraba su X Aula de Tauromaquia. Las reflexiones de los participantes estuvieron muy interesantes y el acto estuvo razonablemente concurrido. Interesante no quiere decir que se comparta en su integridad lo que se dijo. De hecho, creo que en algunos momentos ciertos ganaderos se excedieron en la crítica a otras ganaderías y a las figuras, sin las cuales la Fiesta actualmente no existiría. Pero profundizar en ello exigiría mucho más espacio.
El próximo día 25 de noviembre participo como ponente precisamente en ese Aula de Tauromaquia, en Madrid, con una conferencia titulada "Anecdotario jurídico-taurino". Creo que pasaremos un rato entretenido (se intentará) y aprovecharé para apuntar también algunas de estas reflexiones sobre la Fiesta. Es en la calle Julián Romea de Madrid a las 19:30h.
Y el 27 de noviembre estaré en Logroño para dar también una conferencia taurina en el Otoño Cultural Taurino organizado por la Peña El Quite. El título "La tauromaquia en los Tribunales. Algunas curiosidades del toreo para el derecho". Habrá cosas parecidas a las de Madrid y otras diferentes... Es en el Centro Cultural de Ibercaja, c/ Portales (Logroño) a las 20:00h.
... Y hace ahora justo un año que aparecía en las librerías "La tauromaquia a través de sus conflictos". Muchas gracias a todos los que me han animado por su publicación. Jamás imaginé que me diera tantas alegrías y me permitiera conocer a tanta buena gente.
(De José María Jurado les informo que ha presentado en la Casa del Libro de Sevilla su bellísimo libro de poemas "La Memoria frágil" y que anda también bastante atareado. Aunque seguro que pronto vuelve a dejarnos retazos de su magisterio por aquí. Lo esperamos ansiosos).
jueves, 7 de octubre de 2010
La tauromaquia como parte del patrimonio cultural
(Es un poco largo -quedan advertidos-. Pero creo que merece la pena)
El pasado día 30 de septiembre tuve ocasión de participar en unas Jornadas organizadas por la Universidad Católica de Valencia, la Diputación de Valencia y la Generalitat valenciana sobre la protección de la tauromaquia en el marco de las competencias autonómicas en materia de protección del patrimonio cultural. Hay que aplaudir iniciativas como estas en las que la Universidad permite un debate sosegado y riguroso sobre la tauromaquia y lo acerca a los más jóvenes (el Aula Magna estaba llena de alumnos de los dos primeros cursos de la Facultad de Derecho). Mucho tiene que ver con esta iniciativa su Decano, José Vicente Morote, gran jurista y muy buen aficionado.
Mi conferencia se titulaba “La Fiesta de los toros como parte del patrimonio cultural”. En primer lugar hice una pequeña exposición sobre cómo la tauromaquia ha dejado de formar parte de la realidad cotidiana de la sociedad, cómo para la mayoría de nuestros conciudadanos la tauromaquia es algo invisible, algo de lo que probablemente no habían oído hablar nunca o lo han hecho escasamente en programas de información general en los últimos cinco o seis años, salvo si se trataba de alguna noticia relativa a José Tomás, como su reaparición o su cogida en Méjico. Este ninguneo sólo se ha roto cuando el debate en el Parlamento catalán lo ha vuelto a sacar a la luz pública y lo ha colocado en el debate social. Explicaba cómo, a mi juicio, esto ha sucedido por la incapacidad que ha tenido el mundo del toro para adaptar sus estructuras y su organización a lo que exige una sociedad compleja y mediática como la actual. Y cómo, para mí, en una sociedad como ésta cada festejo taurino tiene que ser un acontecimiento único por el que merezca la pena dejar casi todo. Y un acontecimiento que rebase los límites de los taurinos de siempre. Sólo de este modo se volverá a tener una repercusión social que se ha perdido, y sin la cual es imposible (o muy difícil al menos) asegurar la pervivencia de la Fiesta en el medio plazo.
Defender la Fiesta de los toros como parte del patrimonio cultural implica, por eso, establecer unos esquemas de organización de la Fiesta coherentes con este planteamiento. Y las Administraciones tienen que tenerlo claro y actuar en consecuencia.
Que la tauromaquia es cultura, es arte, es algo evidente: forma parte de las creaciones simbólicas y rituales que nos identifican. Y este carácter cultural de la tauromaquia no lo niegan, incluso, algunos de los antitaurinos más feroces. Su crítica no se realiza a la belleza que pueden tener ciertos momento de la lidia, sino al hecho (para ellos moralmente inaceptable) de que para esa creación artística se “utilice” a un animal y se le haga sufrir. El debate con los antitaurinos, por tanto, es un debate moral y no tanto un debate estético.
* * * * *
A partir de aquí, mi intervención se centró en cinco puntos. En primer lugar, realicé un breve análisis de lo que supone legalmente en la Comunidad Valenciana y en España el patrimonio cultural. Y, en concreto, el patrimonio cultural inmaterial. Repasando la definición de esta normativa es claro que la Fiesta es parte de este patrimonio cultural (tradiciones, ocio, “conocimientos y actividades que son o han sido expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español en sus aspectos materiales, sociales o espirituales”, etc.).
Pero lo más curioso es que la definición de la UNESCO del “patrimonio cultural inmaterial” contenida en su Convención de 17 de octubre de 2003 para la Salvaguardia de este Patrimonio Cultural Inmaterial se acomoda perfectamente a la tauromaquia. Dice así:
“se entenderá por ‘patrimonio cultural inmaterial’ los usos, representaciones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentido de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”
Parece hecha específicamente para la Fiesta: celebración de la corrida de toros, con el conocimiento y la técnica precisa que requiere la lidia, junto con el instrumental específico para ello (capotes, muletas, estoques, trajes de luces, montera, castoreño,…), propiciando espacios culturales creados específicamente para su representación como son las Plazas de Toros, reconocida por grupos e individuos (Lorca, Miguel Hernández, Alberti, Hemingway,…) como parte de su cultura, transmitido de generación en generación, permitiendo así interactuar con la naturaleza y con la historia “infundiéndoles un sentido de identidad y continuidad” y constituyendo un elemento básico de diversidad cultural que contribuye de modo excepcional a la creatividad humana en sus más diversas variantes: desde la del propio torero en el ruedo hasta los que confeccionan sus trajes de luces, quienes diseñan las plazas de toros, quienes componen pasodobles, pintan carteles o se recrean en la Fiesta para sus creaciones literarias, pictóricas o escultóricas.
Sólo esto sería ya suficiente. Pero hay en la misma Convención dos elementos más fundamentales. El primero, es que se indica que el único patrimonio cultural digno de tenerse en cuenta es aquel que “que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible”. Es decir, el único límite moral establecido son los “derechos humanos” y el respeto entre las comunidades, grupos e individuos, algo que (obviamente) la tauromaquia respeta. Y, además, el punto 2 del artículo 2 señala que “El ‘patrimonio cultural inmaterial’ (…) se manifiesta en particular en los ámbitos siguientes: a) tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural inmaterial; b) artes del espectáculo; c) usos sociales, rituales y actos festivos; d) conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo; e) técnicas artesanales tradicionales”. Y en la tauromaquia se dan todos los apartados: expresiones orales y giros prestados al idioma, consideración como “arte del espectáculo”, “uso social, ritual y festivo”, modo de “conocimiento y uso relacionado con la naturaleza” y expresión que permite el mantenimiento de no pocas “técnicas artesanales tradicionales”. Lo tenemos todo.
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Como segundo aspecto, me referí al debate moral sobre la utilización de animales en espectáculos públicos, analizando si esta “utilización” puede suponer que una determinada actividad no pueda ser considerada “cultura” por este motivo.
Y es evidente que no. En primer lugar, porque el único límite (UNESCO dixit) viene establecido por los “derechos humanos”, que nunca se verán afectados por un ritual como la corrida de toros (otras manifestaciones culturales sí pueden hacerlo, y así lo recuerda Savater en “Tauroética” cuando habla de los “castrati”).
Y, además, porque el trato que se le da a los toros durante la lidia no es ni degradante ni indigno, sino un ejemplo de trato ético a los animales, al ser el conforme a su naturaleza, como ha recordado Francis Wolff (“La filosofía de las corridas de toros” o “50 razones para defender la corrida de toros”, entre otras). Además de otras razones que expone Savater (“Tauroética”) o de los estudios del catedrático de la Facultad de Veterinaria de la Complutense de Madrid, D. Juan Carlos Illera en los que ha demostrado que la segregación de inhibidores del dolor durante la lidia por el toro hace que éste “sufra” más en el traslado a la plaza que durante la propia faena en el ruedo.
Por último, y volviendo a la UNESCO, en su página web puede comprobarse que uno de los rituales considerado “patrimonio inmaterial” es el “sanké mon”, un rito de pesca colectiva en una laguna de Mali que se celebra los segundos jueves del séptimo mes lunar y que, según la propia UNESCO, da comienzo con el sacrificio de gallos y cabras y a continuación tiene lugar una pesca colectiva que dura quince horas. Y no es que se deba comparar ese ritual con la tauromaquia, ni los peces, los gallos o las cabras con los toros de lidia, pero sí subrayar que multitud de rituales colectivos tiene en el sacrificio de animales un elemento sustancial y que esto no es obstáculo para su consideración cultural.
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La tercera cuestión a la que me referí fueron las características de la tauromaquia que la hacen formar parte de este patrimonio cultural. Y desde la tauromaquia “en sí”, porque se escuchan con frecuencia argumentos para defender el carácter cultural o artístico de la tauromaquia basados sólo en el modo en que ha servido de inspiración a otras artes “tradicionales”. Y creo que esto es un argumento tramposo. El hecho de que una actividad sirva de inspiración para hacer un gran cuadro no convierte en artístico el motivo de inspiración ni legitima lo que de inmoral pueda tener. Hay cantidad de obras de arte que se han inspirado en verdaderas atrocidades del ser humano que no por ello se convierten en aceptables.
Por eso de lo que se trata es de analizar si la tauromaquia en sí tiene valores que la convierten en una manifestación artística o cultural. Y a mi juicio es evidente que así es. Sobre todo, por concentrar tres de los elementos más genuinos de cualquier creación cultural y artística: el ritual, la liturgia y la estética.
La tauromaquia es, sobre todo, un “ritual”. La corrida de toros es una depuración simbólica de ritos de celebración antiquísimos en el mediterráneo, en el que el toro es un tótem y su muerte es un símbolo sacrificial. Un sacrificio como “ofrenda”, como “comunión” o para la obtención de un favor de la divinidad. (Libros como el de Álvarez de Miranda, de 1962 -“Ritos y Juegos del toro” o el más reciente de Cristina Delgado -“El toro en el mediterráneo”- lo acreditan de forma evidente). En este último, se explican detalladamente los rituales de muerte asociados al toro, el toro como símbolo de fertilidad masculina y del poder telúrico, ritos funerarios asociados con el toro y los juegos del hombre y el toro desde la antigüedad. En la lidia convencional actual del toro no queda casi nada de aquellos juegos lúdicos de la antigüedad. Pero esto es precisamente lo que hace más grande a lo taurino, que ha sido capaz de mantener el rito sacrificial del toro, el simbolismo que encierra, adaptando su estética y su liturgia a las evoluciones sociales y convirtiendo en una actividad artística en sí el modo en que ese sacrificio, ese rito, tiene lugar.
Además, la tauromaquia tiene su componente “litúrgico”. Todo ritual tiene su liturgia y el toreo tiene una liturgia (un modo de celebración) lleno de matices y de grandezas. Desde el despeje de plaza de los alguacilillos hasta el modo en que los toreros salen de la plaza después de acabado el espectáculo (volviendo sobre sus pasos al patio de cuadrillas o a hombros por la Puerta Grande) todo lo que sucede en la plaza tiene un sentido funcional o simbólico. Por eso creo que es tan importante mantener esta liturgia. Y explicarla a los más jóvenes. Por eso es esencial que en el ruedo se haga todo bien, perfecto. Si es así, hasta los neófitos reconocen lo grande y particular que es la Fiesta. (Como aquel 2 de mayo de 1996 de Joselito…).
Como lo es el tercero de los requisitos a los que me refería: la estética. El refinamiento del ritual del toro se produce a través de una liturgia cada vez más precisa y una estética cada vez más honda. La creación de belleza del torero frente al toro es indudable. Y sólo por eso bastaría para reivindicar su carácter cultural y artístico. (Aquí, comenté algunas de las grandes tardes de toros vividas y cómo en la actualidad hay diestros que encarnan la estética como nadie, desde Morante a Ponce, al que, estando en Valencia, hay que hacer un recuerdo especial).
* * * * *
Un cuarto aspecto es aludir a algunas de las manifestaciones culturales “tradicionales” o “convencionales” a las que la tauromaquia ha servido de inspiración. Y es que, aunque sea una trampa justificar la naturaleza artística del toreo con base sólo en su carácter de “musa inspiradora”, lo que es evidente es que una vez justificado el carácter cultural autónomo de la tauromaquia esta explosión artística que genera es un importante elemento de refuerzo de su carácter cultural.
Para repasar las relaciones del toreo con la cultura basta con leer El Cossío. Creo que es difícil encontrar ninguna otra manifestación de cultura popular que tenga una enciclopedia tan completa, documentada y fiable. Casi todo está ahí. En el ámbito artístico, su tomo 8 (me refiero a la edición de 2007) es un compendio completísimo de la presencia del toreo en literatura (novela, poesía, teatro, género chico) y periodismo. Los tomos 9 y 10 incluyen la relación del toreo con otras artes: el tomo 9 se dedica a las artes gráficas, con Goya y Picasso como autores básicos, pero incluyendo también explicaciones y referencia al cartel de toros, el humorismo taurino,…; el tomo 10 se ocupa de las relaciones del toreo con la música, el cine, el flamenco, el cine o la fotografía. Son más de 2000 páginas en las que no está todo, pero, desde luego, da una explicación más que completa para cualquiera que quiera honradamente acercarse a esta relación del toreo con el arte.
Además de esta referencia imprescindible, Andrés Amorós escribió en 1987 dentro de la colección “La tauromaquia” de Espasa Calpe, un interesante libro titulado “Toros y Cultura” y años más tarde, en 1993, un librito titulado “Escritores ante la Fiesta” en la que desgrana la relación de algunos escritores con la tauromaquia.
Quienes tengan dudas pueden acudir a estos libros, entre otros muchos, y si lo hacen con una mínima ecuanimidad verán que cualquier prejuicios sobre si los toros son españolistas, rancios, de una ideología o de otra, se diluirán de forma inmediata. Como recordábamos en este mismo blog este verano al hablar de Rafael Alberti en la visita a su museo.
En todo caso, si hay algo sobre la relación del toreo con el arte que hay que destacar es que no podemos vivir de los clásicos. Si repasamos las citas que se realizan para explicar las vinculaciones del toreo con el arte, casi siempre es de autores que murieron hace muchísimos años, cuando también en la actualidad se están haciendo cosas nuevas e interesantes. Creación nueva, con formatos nuevos y actuales. Artistas de hoy a los que hay que dar paso cuando se trata de hacer los carteles, la publicidad, los libros, las reseñas,… Hay mucho que avanzar en este campo. José María y Pablo, por ejemplo, han dado un gran paso, del que también hemos dejado rastro por aquí.
* * * * *
Y en último lugar, hice mención a referencias en diferentes textos legales y sentencias que apoyan también la consideración de la tauromaquia como parte de nuestro patrimonio cultural.
La primera referencia legislativa es la obvia: tanto la Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos como el Reglamento 145/1996, de 2 de febrero por el que se desarrolla la anterior consideran la tauromaquia como un evento cultural. En la Ley de 1991, como título competencial para su promulgación, la Exposición de motivos alude a su competencia exclusiva para el fomento de la cultura, lo cual, dice el propio texto, exige deslimitar las facultades que corresponden en la materia al Ministerio del Interior y a los Gobernadores Civiles. El Reglamento, por su parte, señala que la fiesta de los toros debe ser “entendida en el amplio sentido de sus diversas manifestaciones que se encuentran arraigadas en la cultura y aficiones populares” y reconoce sus propias limitaciones al indicar que la “esencia misma del espectáculo, la lidia del toro bravo, no puede ser objeto de una regulación pormenorizada de todas sus secuencias, al estar sujeta a otro tipo de normas, tanto o más esenciales que los preceptos administrativos, motivadas por criterios artísticos”.
La segunda referencia legislativa o administrativa es también conocida y ha sido bastante repetida en los últimos tiempos. Desde hace ya bastantes años, el Ministerio de Cultura incluye entre los premiados con la Medalla de las Bellas Artes a un torero. Y esa Medalla reconoce a personas que han destacado en el campo de la creación artística y cultural o han prestado notorios servicios en su difusión. Es evidente que la inclusión reiterada a lo largo de los años de profesionales de la tauromaquia entre los premiados (más allá de lo que cada uno opine sobre la procedencia o no de cada elección) es una constatación evidente de que legal y administrativa la tauromaquia es considerada una actividad artística.
También los Tribunales lo han entendido así. Como cuando el TSJ de Cataluña consideró ilegal la prohibición de la representación de la Ópera Carmen en versión de Távora por incluir el rejoneo de un toro, indicando el TSJ que esa prohibición (después de una sentencia anterior que anulaba un primer acto de la administración prohibiendo el espectáculo) es “un ejercicio de añeja, y aún vergonzante, censura, en la más ruda acepción del término”. Y es que “bajo la apariencia de autorizar el espectáculo, sometiéndolo a la condición de supresión en el mismo del rejoneo, viene, en definitiva, a prohibir una parte de la total creación artística”.
O aquella otra del Tribunal Supremo que, al anular una sanción impuesta a Curro Romero después de una tarde aciaga en Madrid, dijo que la supuesta alteración del orden público que se alegaba por la Administración “posiblemente tenga su representatividad en el curso de una ‘tarde de toros’ en la que el valor, el arte, la maestría y el dominio que son cualidades deseables para llevar a cabo artística y correctamente las faenas de la lidia de un toro bravo se vean frustradas por las razones que fueren capaces de dar paso a un estado anímico en el que el temor, la desconfianza, la irresponsabilidad e incertidumbre sean la tónica bajo las cuales discurren esas faenas”. Curro, hasta en sus peores tardes era genial. En esta consiguió que el Tribunal Supremo hablara de arte, maestría, dominio y valor como cualidades inherentes a la tauromaquia.
* * * * *
En la despedida expliqué cómo no quería entrar en el debate competencial porque, como recordó el profesor Tomás Ramón Fernandéz en el Congreso Taurino de Sevilla, la Constitución impone a todos los poderes públicos la protección de nuestro patrimonio cultural, y no permite a ninguno (sea el Estado, sea una Comunidad Autónoma o un Ayuntamiento) su prohibición o degradación.
Y apelé a los políticos para que, si realmente se considera que la tauromaquia es una manifestación cultural, más allá de cómo se proteja, de que se declare o no Bien de Interés Cultural, lo que hay que hacer es tratarla como tal. Y eso implica desde hacer unos pliegos de condiciones para adjudicar las plazas que tengan este elemento cultural como principio rector (y no el canon ni la televisión ni la experiencia), hasta desarrollar programas de formación, de educación y de patrocinio relativas a la tauromaquia. Desde hablar con normalidad de los festejos taurinos hasta difundir los acontecimientos taurinos como parte de la cultura en los espacios de prensa, radio y televisión.
Esta es su labor. Igual que es labor de los profesionales taurinos (ganaderos, toreros, empresarios) hacer que la Fiesta sea cada vez más íntegra, emocionante y estética (¡nunca aburrida!). Igual que es labor de todos (aficionados o no) reivindicar nuestros espacios de libertad frente a quienes quieren utilizar el poder de los parlamentos y las mayorías para recortarla.
El pasado día 30 de septiembre tuve ocasión de participar en unas Jornadas organizadas por la Universidad Católica de Valencia, la Diputación de Valencia y la Generalitat valenciana sobre la protección de la tauromaquia en el marco de las competencias autonómicas en materia de protección del patrimonio cultural. Hay que aplaudir iniciativas como estas en las que la Universidad permite un debate sosegado y riguroso sobre la tauromaquia y lo acerca a los más jóvenes (el Aula Magna estaba llena de alumnos de los dos primeros cursos de la Facultad de Derecho). Mucho tiene que ver con esta iniciativa su Decano, José Vicente Morote, gran jurista y muy buen aficionado.
Mi conferencia se titulaba “La Fiesta de los toros como parte del patrimonio cultural”. En primer lugar hice una pequeña exposición sobre cómo la tauromaquia ha dejado de formar parte de la realidad cotidiana de la sociedad, cómo para la mayoría de nuestros conciudadanos la tauromaquia es algo invisible, algo de lo que probablemente no habían oído hablar nunca o lo han hecho escasamente en programas de información general en los últimos cinco o seis años, salvo si se trataba de alguna noticia relativa a José Tomás, como su reaparición o su cogida en Méjico. Este ninguneo sólo se ha roto cuando el debate en el Parlamento catalán lo ha vuelto a sacar a la luz pública y lo ha colocado en el debate social. Explicaba cómo, a mi juicio, esto ha sucedido por la incapacidad que ha tenido el mundo del toro para adaptar sus estructuras y su organización a lo que exige una sociedad compleja y mediática como la actual. Y cómo, para mí, en una sociedad como ésta cada festejo taurino tiene que ser un acontecimiento único por el que merezca la pena dejar casi todo. Y un acontecimiento que rebase los límites de los taurinos de siempre. Sólo de este modo se volverá a tener una repercusión social que se ha perdido, y sin la cual es imposible (o muy difícil al menos) asegurar la pervivencia de la Fiesta en el medio plazo.
Defender la Fiesta de los toros como parte del patrimonio cultural implica, por eso, establecer unos esquemas de organización de la Fiesta coherentes con este planteamiento. Y las Administraciones tienen que tenerlo claro y actuar en consecuencia.
Que la tauromaquia es cultura, es arte, es algo evidente: forma parte de las creaciones simbólicas y rituales que nos identifican. Y este carácter cultural de la tauromaquia no lo niegan, incluso, algunos de los antitaurinos más feroces. Su crítica no se realiza a la belleza que pueden tener ciertos momento de la lidia, sino al hecho (para ellos moralmente inaceptable) de que para esa creación artística se “utilice” a un animal y se le haga sufrir. El debate con los antitaurinos, por tanto, es un debate moral y no tanto un debate estético.
* * * * *
A partir de aquí, mi intervención se centró en cinco puntos. En primer lugar, realicé un breve análisis de lo que supone legalmente en la Comunidad Valenciana y en España el patrimonio cultural. Y, en concreto, el patrimonio cultural inmaterial. Repasando la definición de esta normativa es claro que la Fiesta es parte de este patrimonio cultural (tradiciones, ocio, “conocimientos y actividades que son o han sido expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español en sus aspectos materiales, sociales o espirituales”, etc.).
Pero lo más curioso es que la definición de la UNESCO del “patrimonio cultural inmaterial” contenida en su Convención de 17 de octubre de 2003 para la Salvaguardia de este Patrimonio Cultural Inmaterial se acomoda perfectamente a la tauromaquia. Dice así:
“se entenderá por ‘patrimonio cultural inmaterial’ los usos, representaciones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentido de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”
Parece hecha específicamente para la Fiesta: celebración de la corrida de toros, con el conocimiento y la técnica precisa que requiere la lidia, junto con el instrumental específico para ello (capotes, muletas, estoques, trajes de luces, montera, castoreño,…), propiciando espacios culturales creados específicamente para su representación como son las Plazas de Toros, reconocida por grupos e individuos (Lorca, Miguel Hernández, Alberti, Hemingway,…) como parte de su cultura, transmitido de generación en generación, permitiendo así interactuar con la naturaleza y con la historia “infundiéndoles un sentido de identidad y continuidad” y constituyendo un elemento básico de diversidad cultural que contribuye de modo excepcional a la creatividad humana en sus más diversas variantes: desde la del propio torero en el ruedo hasta los que confeccionan sus trajes de luces, quienes diseñan las plazas de toros, quienes componen pasodobles, pintan carteles o se recrean en la Fiesta para sus creaciones literarias, pictóricas o escultóricas.
Sólo esto sería ya suficiente. Pero hay en la misma Convención dos elementos más fundamentales. El primero, es que se indica que el único patrimonio cultural digno de tenerse en cuenta es aquel que “que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible”. Es decir, el único límite moral establecido son los “derechos humanos” y el respeto entre las comunidades, grupos e individuos, algo que (obviamente) la tauromaquia respeta. Y, además, el punto 2 del artículo 2 señala que “El ‘patrimonio cultural inmaterial’ (…) se manifiesta en particular en los ámbitos siguientes: a) tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural inmaterial; b) artes del espectáculo; c) usos sociales, rituales y actos festivos; d) conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo; e) técnicas artesanales tradicionales”. Y en la tauromaquia se dan todos los apartados: expresiones orales y giros prestados al idioma, consideración como “arte del espectáculo”, “uso social, ritual y festivo”, modo de “conocimiento y uso relacionado con la naturaleza” y expresión que permite el mantenimiento de no pocas “técnicas artesanales tradicionales”. Lo tenemos todo.
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Como segundo aspecto, me referí al debate moral sobre la utilización de animales en espectáculos públicos, analizando si esta “utilización” puede suponer que una determinada actividad no pueda ser considerada “cultura” por este motivo.
Y es evidente que no. En primer lugar, porque el único límite (UNESCO dixit) viene establecido por los “derechos humanos”, que nunca se verán afectados por un ritual como la corrida de toros (otras manifestaciones culturales sí pueden hacerlo, y así lo recuerda Savater en “Tauroética” cuando habla de los “castrati”).
Y, además, porque el trato que se le da a los toros durante la lidia no es ni degradante ni indigno, sino un ejemplo de trato ético a los animales, al ser el conforme a su naturaleza, como ha recordado Francis Wolff (“La filosofía de las corridas de toros” o “50 razones para defender la corrida de toros”, entre otras). Además de otras razones que expone Savater (“Tauroética”) o de los estudios del catedrático de la Facultad de Veterinaria de la Complutense de Madrid, D. Juan Carlos Illera en los que ha demostrado que la segregación de inhibidores del dolor durante la lidia por el toro hace que éste “sufra” más en el traslado a la plaza que durante la propia faena en el ruedo.
Por último, y volviendo a la UNESCO, en su página web puede comprobarse que uno de los rituales considerado “patrimonio inmaterial” es el “sanké mon”, un rito de pesca colectiva en una laguna de Mali que se celebra los segundos jueves del séptimo mes lunar y que, según la propia UNESCO, da comienzo con el sacrificio de gallos y cabras y a continuación tiene lugar una pesca colectiva que dura quince horas. Y no es que se deba comparar ese ritual con la tauromaquia, ni los peces, los gallos o las cabras con los toros de lidia, pero sí subrayar que multitud de rituales colectivos tiene en el sacrificio de animales un elemento sustancial y que esto no es obstáculo para su consideración cultural.
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La tercera cuestión a la que me referí fueron las características de la tauromaquia que la hacen formar parte de este patrimonio cultural. Y desde la tauromaquia “en sí”, porque se escuchan con frecuencia argumentos para defender el carácter cultural o artístico de la tauromaquia basados sólo en el modo en que ha servido de inspiración a otras artes “tradicionales”. Y creo que esto es un argumento tramposo. El hecho de que una actividad sirva de inspiración para hacer un gran cuadro no convierte en artístico el motivo de inspiración ni legitima lo que de inmoral pueda tener. Hay cantidad de obras de arte que se han inspirado en verdaderas atrocidades del ser humano que no por ello se convierten en aceptables.
Por eso de lo que se trata es de analizar si la tauromaquia en sí tiene valores que la convierten en una manifestación artística o cultural. Y a mi juicio es evidente que así es. Sobre todo, por concentrar tres de los elementos más genuinos de cualquier creación cultural y artística: el ritual, la liturgia y la estética.
La tauromaquia es, sobre todo, un “ritual”. La corrida de toros es una depuración simbólica de ritos de celebración antiquísimos en el mediterráneo, en el que el toro es un tótem y su muerte es un símbolo sacrificial. Un sacrificio como “ofrenda”, como “comunión” o para la obtención de un favor de la divinidad. (Libros como el de Álvarez de Miranda, de 1962 -“Ritos y Juegos del toro” o el más reciente de Cristina Delgado -“El toro en el mediterráneo”- lo acreditan de forma evidente). En este último, se explican detalladamente los rituales de muerte asociados al toro, el toro como símbolo de fertilidad masculina y del poder telúrico, ritos funerarios asociados con el toro y los juegos del hombre y el toro desde la antigüedad. En la lidia convencional actual del toro no queda casi nada de aquellos juegos lúdicos de la antigüedad. Pero esto es precisamente lo que hace más grande a lo taurino, que ha sido capaz de mantener el rito sacrificial del toro, el simbolismo que encierra, adaptando su estética y su liturgia a las evoluciones sociales y convirtiendo en una actividad artística en sí el modo en que ese sacrificio, ese rito, tiene lugar.
Además, la tauromaquia tiene su componente “litúrgico”. Todo ritual tiene su liturgia y el toreo tiene una liturgia (un modo de celebración) lleno de matices y de grandezas. Desde el despeje de plaza de los alguacilillos hasta el modo en que los toreros salen de la plaza después de acabado el espectáculo (volviendo sobre sus pasos al patio de cuadrillas o a hombros por la Puerta Grande) todo lo que sucede en la plaza tiene un sentido funcional o simbólico. Por eso creo que es tan importante mantener esta liturgia. Y explicarla a los más jóvenes. Por eso es esencial que en el ruedo se haga todo bien, perfecto. Si es así, hasta los neófitos reconocen lo grande y particular que es la Fiesta. (Como aquel 2 de mayo de 1996 de Joselito…).
Como lo es el tercero de los requisitos a los que me refería: la estética. El refinamiento del ritual del toro se produce a través de una liturgia cada vez más precisa y una estética cada vez más honda. La creación de belleza del torero frente al toro es indudable. Y sólo por eso bastaría para reivindicar su carácter cultural y artístico. (Aquí, comenté algunas de las grandes tardes de toros vividas y cómo en la actualidad hay diestros que encarnan la estética como nadie, desde Morante a Ponce, al que, estando en Valencia, hay que hacer un recuerdo especial).
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Un cuarto aspecto es aludir a algunas de las manifestaciones culturales “tradicionales” o “convencionales” a las que la tauromaquia ha servido de inspiración. Y es que, aunque sea una trampa justificar la naturaleza artística del toreo con base sólo en su carácter de “musa inspiradora”, lo que es evidente es que una vez justificado el carácter cultural autónomo de la tauromaquia esta explosión artística que genera es un importante elemento de refuerzo de su carácter cultural.
Para repasar las relaciones del toreo con la cultura basta con leer El Cossío. Creo que es difícil encontrar ninguna otra manifestación de cultura popular que tenga una enciclopedia tan completa, documentada y fiable. Casi todo está ahí. En el ámbito artístico, su tomo 8 (me refiero a la edición de 2007) es un compendio completísimo de la presencia del toreo en literatura (novela, poesía, teatro, género chico) y periodismo. Los tomos 9 y 10 incluyen la relación del toreo con otras artes: el tomo 9 se dedica a las artes gráficas, con Goya y Picasso como autores básicos, pero incluyendo también explicaciones y referencia al cartel de toros, el humorismo taurino,…; el tomo 10 se ocupa de las relaciones del toreo con la música, el cine, el flamenco, el cine o la fotografía. Son más de 2000 páginas en las que no está todo, pero, desde luego, da una explicación más que completa para cualquiera que quiera honradamente acercarse a esta relación del toreo con el arte.
Además de esta referencia imprescindible, Andrés Amorós escribió en 1987 dentro de la colección “La tauromaquia” de Espasa Calpe, un interesante libro titulado “Toros y Cultura” y años más tarde, en 1993, un librito titulado “Escritores ante la Fiesta” en la que desgrana la relación de algunos escritores con la tauromaquia.
Quienes tengan dudas pueden acudir a estos libros, entre otros muchos, y si lo hacen con una mínima ecuanimidad verán que cualquier prejuicios sobre si los toros son españolistas, rancios, de una ideología o de otra, se diluirán de forma inmediata. Como recordábamos en este mismo blog este verano al hablar de Rafael Alberti en la visita a su museo.
En todo caso, si hay algo sobre la relación del toreo con el arte que hay que destacar es que no podemos vivir de los clásicos. Si repasamos las citas que se realizan para explicar las vinculaciones del toreo con el arte, casi siempre es de autores que murieron hace muchísimos años, cuando también en la actualidad se están haciendo cosas nuevas e interesantes. Creación nueva, con formatos nuevos y actuales. Artistas de hoy a los que hay que dar paso cuando se trata de hacer los carteles, la publicidad, los libros, las reseñas,… Hay mucho que avanzar en este campo. José María y Pablo, por ejemplo, han dado un gran paso, del que también hemos dejado rastro por aquí.
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Y en último lugar, hice mención a referencias en diferentes textos legales y sentencias que apoyan también la consideración de la tauromaquia como parte de nuestro patrimonio cultural.
La primera referencia legislativa es la obvia: tanto la Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos como el Reglamento 145/1996, de 2 de febrero por el que se desarrolla la anterior consideran la tauromaquia como un evento cultural. En la Ley de 1991, como título competencial para su promulgación, la Exposición de motivos alude a su competencia exclusiva para el fomento de la cultura, lo cual, dice el propio texto, exige deslimitar las facultades que corresponden en la materia al Ministerio del Interior y a los Gobernadores Civiles. El Reglamento, por su parte, señala que la fiesta de los toros debe ser “entendida en el amplio sentido de sus diversas manifestaciones que se encuentran arraigadas en la cultura y aficiones populares” y reconoce sus propias limitaciones al indicar que la “esencia misma del espectáculo, la lidia del toro bravo, no puede ser objeto de una regulación pormenorizada de todas sus secuencias, al estar sujeta a otro tipo de normas, tanto o más esenciales que los preceptos administrativos, motivadas por criterios artísticos”.
La segunda referencia legislativa o administrativa es también conocida y ha sido bastante repetida en los últimos tiempos. Desde hace ya bastantes años, el Ministerio de Cultura incluye entre los premiados con la Medalla de las Bellas Artes a un torero. Y esa Medalla reconoce a personas que han destacado en el campo de la creación artística y cultural o han prestado notorios servicios en su difusión. Es evidente que la inclusión reiterada a lo largo de los años de profesionales de la tauromaquia entre los premiados (más allá de lo que cada uno opine sobre la procedencia o no de cada elección) es una constatación evidente de que legal y administrativa la tauromaquia es considerada una actividad artística.
También los Tribunales lo han entendido así. Como cuando el TSJ de Cataluña consideró ilegal la prohibición de la representación de la Ópera Carmen en versión de Távora por incluir el rejoneo de un toro, indicando el TSJ que esa prohibición (después de una sentencia anterior que anulaba un primer acto de la administración prohibiendo el espectáculo) es “un ejercicio de añeja, y aún vergonzante, censura, en la más ruda acepción del término”. Y es que “bajo la apariencia de autorizar el espectáculo, sometiéndolo a la condición de supresión en el mismo del rejoneo, viene, en definitiva, a prohibir una parte de la total creación artística”.
O aquella otra del Tribunal Supremo que, al anular una sanción impuesta a Curro Romero después de una tarde aciaga en Madrid, dijo que la supuesta alteración del orden público que se alegaba por la Administración “posiblemente tenga su representatividad en el curso de una ‘tarde de toros’ en la que el valor, el arte, la maestría y el dominio que son cualidades deseables para llevar a cabo artística y correctamente las faenas de la lidia de un toro bravo se vean frustradas por las razones que fueren capaces de dar paso a un estado anímico en el que el temor, la desconfianza, la irresponsabilidad e incertidumbre sean la tónica bajo las cuales discurren esas faenas”. Curro, hasta en sus peores tardes era genial. En esta consiguió que el Tribunal Supremo hablara de arte, maestría, dominio y valor como cualidades inherentes a la tauromaquia.
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En la despedida expliqué cómo no quería entrar en el debate competencial porque, como recordó el profesor Tomás Ramón Fernandéz en el Congreso Taurino de Sevilla, la Constitución impone a todos los poderes públicos la protección de nuestro patrimonio cultural, y no permite a ninguno (sea el Estado, sea una Comunidad Autónoma o un Ayuntamiento) su prohibición o degradación.
Y apelé a los políticos para que, si realmente se considera que la tauromaquia es una manifestación cultural, más allá de cómo se proteja, de que se declare o no Bien de Interés Cultural, lo que hay que hacer es tratarla como tal. Y eso implica desde hacer unos pliegos de condiciones para adjudicar las plazas que tengan este elemento cultural como principio rector (y no el canon ni la televisión ni la experiencia), hasta desarrollar programas de formación, de educación y de patrocinio relativas a la tauromaquia. Desde hablar con normalidad de los festejos taurinos hasta difundir los acontecimientos taurinos como parte de la cultura en los espacios de prensa, radio y televisión.
Esta es su labor. Igual que es labor de los profesionales taurinos (ganaderos, toreros, empresarios) hacer que la Fiesta sea cada vez más íntegra, emocionante y estética (¡nunca aburrida!). Igual que es labor de todos (aficionados o no) reivindicar nuestros espacios de libertad frente a quienes quieren utilizar el poder de los parlamentos y las mayorías para recortarla.
Vargas Llosa Premio Nobel de Literatura de 2010
El genial Vargas Llosa, liberal y aficionado taurino, ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura de 2010. Más allá de lo que cada uno opine del galardón (que te conozco, José María,...) lo cierto es que "algo" de prestigio aún le queda (Borges mediante).
Mario ha defendido con contundencia la tauromaquia como arte y ha argumentando con rigor que su prohibición es un atentado contra la libertad. Fue pregonero de la temporada sevillana hace unos años.
Enlazo uno de sus últimos artículos sobre la tauromaquia... y la langosta
Mario ha defendido con contundencia la tauromaquia como arte y ha argumentando con rigor que su prohibición es un atentado contra la libertad. Fue pregonero de la temporada sevillana hace unos años.
Enlazo uno de sus últimos artículos sobre la tauromaquia... y la langosta
domingo, 3 de octubre de 2010
Madrid (3 de octubre de 2010) - Vuelta a la peor normalidad
Lo de ayer fue un espejismo. Una ilusión de la que aún hoy seguían hablando los cabales. Por cómo estuvo Juan Mora, natural, hondo, añejo, y por cómo le siguieron Curro Díaz y Morenito (sobre todo, el toreo de éste por la izquierda).
Hoy, la corrida del Puerto de San Lorenzo no ha servido y se han estrellado con ella Alberto Aguilar (que confirmaba), Urdiales y Tendero.
Aguilar es un torero de gran predicamento en Francia donde ha conseguido labrarse un importante cartel a base de demostrar su valor y calidad con corridas muy duras. Pero hoy, ni por esas. Con el toro de la confirmación la faena fue de más a menos, con una primera serie buena seguida de otras más irregulares y el toro que se rajó enseguida impidiendo nada más. En el quinto, un toro fatalmente lidiado, trató de brindar al público, pero el ambiente en la Plaza era de tal escándalo (el Presidente había cambiado el tercio sin que hubiera cuatro palos clavados en el costado del animal) que desistió. Me pregunto qué sentido tenía seguir haciendo pasadas en falso frente al toro, pero a algunos parace que debe hacerles ilusión ver pasarlo mal a los banderilleros, cuando era evidente que no podía haber nada lucido. Y yo, al menos, no voy a la plaza para darme el gusto de que el personal cumpla el Reglamento porque sí. En la muleta ese toro mete la cara (el único del encierro que lo hizo) pero se queda muy corto y le costaba repetir. Aguilar alternó series de cierto interés con otras menos lucidas y mucho menos confiado. Al final, inexplicable aplausos al toro y tímidos aplausos al torero que se tornaron en división cuando salió a corresponder desde el tercio.
Urdiales no tuvo ocasión con ninguno de sus dos toros y a pesar del ahínco que demostró era materialmente imposible. Sólo podía haber abreviado, que no hubiera sido mala decisión teniendo en cuenta cómo iba la tarde. Apuntar la insensatez de que el segundo saliera con los crotales puestos y las feísimas hechuras del cuarto, con unos pitones largos y abiertos de horrorosa conformación.
Tendero en el tercero demostró que tiene una muy buena cuadrilla, pero ante el toro soso sólo consiguió dar pases que no transmitieron absolutamente nada. El sexto fue un toro que pesaba 649 kilos, 140 más que el toro más chico del encierro. No dio ninguna facilidad, se pasó toda la lidia andando y huyendo del castigo. En la muleta Tendero no se dio coba y le hizo una faena de castigo porque el toro siempre quiso cogerle con malísimas intenciones.
Nuevo despropósito. Nueva ocasión perdida para los aficionados. Nueva oportunidad mentirosa para toreros a los que sólo se podrá medir con toros que permitan hacer algo lucido.
Hoy, la corrida del Puerto de San Lorenzo no ha servido y se han estrellado con ella Alberto Aguilar (que confirmaba), Urdiales y Tendero.
Aguilar es un torero de gran predicamento en Francia donde ha conseguido labrarse un importante cartel a base de demostrar su valor y calidad con corridas muy duras. Pero hoy, ni por esas. Con el toro de la confirmación la faena fue de más a menos, con una primera serie buena seguida de otras más irregulares y el toro que se rajó enseguida impidiendo nada más. En el quinto, un toro fatalmente lidiado, trató de brindar al público, pero el ambiente en la Plaza era de tal escándalo (el Presidente había cambiado el tercio sin que hubiera cuatro palos clavados en el costado del animal) que desistió. Me pregunto qué sentido tenía seguir haciendo pasadas en falso frente al toro, pero a algunos parace que debe hacerles ilusión ver pasarlo mal a los banderilleros, cuando era evidente que no podía haber nada lucido. Y yo, al menos, no voy a la plaza para darme el gusto de que el personal cumpla el Reglamento porque sí. En la muleta ese toro mete la cara (el único del encierro que lo hizo) pero se queda muy corto y le costaba repetir. Aguilar alternó series de cierto interés con otras menos lucidas y mucho menos confiado. Al final, inexplicable aplausos al toro y tímidos aplausos al torero que se tornaron en división cuando salió a corresponder desde el tercio.
Urdiales no tuvo ocasión con ninguno de sus dos toros y a pesar del ahínco que demostró era materialmente imposible. Sólo podía haber abreviado, que no hubiera sido mala decisión teniendo en cuenta cómo iba la tarde. Apuntar la insensatez de que el segundo saliera con los crotales puestos y las feísimas hechuras del cuarto, con unos pitones largos y abiertos de horrorosa conformación.
Tendero en el tercero demostró que tiene una muy buena cuadrilla, pero ante el toro soso sólo consiguió dar pases que no transmitieron absolutamente nada. El sexto fue un toro que pesaba 649 kilos, 140 más que el toro más chico del encierro. No dio ninguna facilidad, se pasó toda la lidia andando y huyendo del castigo. En la muleta Tendero no se dio coba y le hizo una faena de castigo porque el toro siempre quiso cogerle con malísimas intenciones.
Nuevo despropósito. Nueva ocasión perdida para los aficionados. Nueva oportunidad mentirosa para toreros a los que sólo se podrá medir con toros que permitan hacer algo lucido.
sábado, 2 de octubre de 2010
Madrid (1 de octubre de 2010) - Apuntes de Talavante en la víspera de Juan Mora
Por razones familiares no he podido estar hoy en Las Ventas. Era un cartel original de los que despiertan ilusiones que luego, habitualmente, la realidad se encarga de frustrar. Pero que cuando cuajan dejan un poso importante. Me comentan buenos aficionados que han estado en la plaza que Juan Mora ha estado en torero añejo, con un poso, un gusto y un empaque tremendamente singulares. Justo lo que hace falta, dicen, y con razón, en una época de tanta vulgaridad y estandarización. Ha habido, al parecer, una media de ensueño y dos tandas de naturales en los que se ha demostrado por qué se llama así ese pase, porque se ejecuta sin afectación y con hondura. Como ha hecho Juan Mora. Una pena habérmelo perdido después de la cantidad de corridas malas y sin sabor que ha habido que soportar este año en Las Ventas. Curro Díaz y Morenito de Aranda se han contagiado y también han dejado buenos apuntes.
Importante este renacer de Juan Mora. Una ilusionante alternativa, como habíamos comentado este año, para que la próxima temporada abra los carteles de José Tomás. ¿Se imaginan el Domingo de Resurrección en Sevilla a Juan Mora, José Tomás y Morante?
Queda pendiente también hablar del excelente Congreso Taurino de Sevilla, de las dos malas tardes de toros que vivimos (indignante lo del domingo). De la Jornada Taurina organizada por la Universidad Católica de Valencia en la que tuve el placer de poder conferenciar sobre la tauromaquia como parte del patrimonio cultural… A ver si a partir de la próxima semana vamos teniendo tiempo.
De la tarde de ayer en Las Ventas destacar el gusto y la torería de Talavante en una faena irregular pero con momentos de gran intensidad, como ese comienzo de faena de muleta en la que sorprendió en medio de la tanda de ayudados con una espaldina que metió a toda la plaza en la faena. Luego hubo buenos muletazos entre los que destacó un natural soberbio y grandísimos adornos (sobre todo algunas trincherillas con muchísimo gusto). Del sexto (se corrió turno por una lesión en el dedo) poco que contar.
Oliva Soto confirmó alternativa con un toro de Núñez del Cuvillo que fue a más a pesar de la lidia infame que le dieron (¡vaya cuadrilla mala que llevaba el sevillano!). No consiguió acoplarse Oliva y sólo destacó la primera serie. Luego, faltaba ajuste, decisión y temple. Tampoco se le vio sereno con el quinto, al que dio bastantes pases pero sin transmitir nada a los tendidos. Una pena la ocasión malgastada. Deberá reflexionar y torear mucho en el campo este invierno para ver si puede romper de verdad en ese torero de gusto y gracia que dicen haber visto y sueñan a la vez los aficionados de Sevilla.
El Cid estuvo desconfiado. Intentándolo con pundonor, pero sin el sitio verdadero. Se le vio con ganas de agradar, pero sin la colocación, el toque y el temple que le hemos visto otras veces. No se le puede negar su voluntad de hacer las cosas de verdad, pero ayer no fue un día de ideas claras para él. Tiene también que descansar y ahondar en su toreo este inverno el de Salteras.
Una tarde, en fin, que demuestra lo duro que es esto. Y que presagiaba una tarde de grandeza como la de hoy. Dos extremeños que han hecho de los mejor de este año en Las Ventas.
Importante este renacer de Juan Mora. Una ilusionante alternativa, como habíamos comentado este año, para que la próxima temporada abra los carteles de José Tomás. ¿Se imaginan el Domingo de Resurrección en Sevilla a Juan Mora, José Tomás y Morante?
Queda pendiente también hablar del excelente Congreso Taurino de Sevilla, de las dos malas tardes de toros que vivimos (indignante lo del domingo). De la Jornada Taurina organizada por la Universidad Católica de Valencia en la que tuve el placer de poder conferenciar sobre la tauromaquia como parte del patrimonio cultural… A ver si a partir de la próxima semana vamos teniendo tiempo.
De la tarde de ayer en Las Ventas destacar el gusto y la torería de Talavante en una faena irregular pero con momentos de gran intensidad, como ese comienzo de faena de muleta en la que sorprendió en medio de la tanda de ayudados con una espaldina que metió a toda la plaza en la faena. Luego hubo buenos muletazos entre los que destacó un natural soberbio y grandísimos adornos (sobre todo algunas trincherillas con muchísimo gusto). Del sexto (se corrió turno por una lesión en el dedo) poco que contar.
Oliva Soto confirmó alternativa con un toro de Núñez del Cuvillo que fue a más a pesar de la lidia infame que le dieron (¡vaya cuadrilla mala que llevaba el sevillano!). No consiguió acoplarse Oliva y sólo destacó la primera serie. Luego, faltaba ajuste, decisión y temple. Tampoco se le vio sereno con el quinto, al que dio bastantes pases pero sin transmitir nada a los tendidos. Una pena la ocasión malgastada. Deberá reflexionar y torear mucho en el campo este invierno para ver si puede romper de verdad en ese torero de gusto y gracia que dicen haber visto y sueñan a la vez los aficionados de Sevilla.
El Cid estuvo desconfiado. Intentándolo con pundonor, pero sin el sitio verdadero. Se le vio con ganas de agradar, pero sin la colocación, el toque y el temple que le hemos visto otras veces. No se le puede negar su voluntad de hacer las cosas de verdad, pero ayer no fue un día de ideas claras para él. Tiene también que descansar y ahondar en su toreo este inverno el de Salteras.
Una tarde, en fin, que demuestra lo duro que es esto. Y que presagiaba una tarde de grandeza como la de hoy. Dos extremeños que han hecho de los mejor de este año en Las Ventas.
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