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jueves, 16 de mayo de 2019

¿Exigencia o triunfalismo?

Después de la discutida Puerta del Príncipe del Juli en Sevilla pude participar en algunos debates sobre la conveniencia de la exigencia o de un cierto triunfalismo para una mayor presencia de la tauromaquia en la sociedad, que ha vuelto a poner de actualidad la protestada Puerta Grande de Perera en Madrid.

Para algunos aficionados es imprescindible que las plazas más importantes, y sobre todo Madrid y Sevilla, sigan manteniendo un nivel alto de exigencia en la concesión de los trofeos. Deben servir de guía para tanto público de aluvión y seguir valorando con un triunfo rotundo (una Puerta del Príncipe o una Puerta Grande en Madrid) sólo tardes memorables, de toreo puro, con estocadas en lo alto, en las que el torero haya estado al menos a la altura del toro, con lidias completas,... La pervivencia de la tauromaquia, a su juicio, requiere indagar en su pureza y en sus valores, en el mejor toreo, y premiar faenas que "calientan" al público pero a las que falta rotundidad, ajuste, clasicismo,... es invitar a los toreros a caminar por sendas de toreo superficial. Si al final todo sirve para triunfar, ¿por qué hacerlo del modo más exigente?

Otros aficionados, sin embargo, también desde su honestidad y su preocupación por la presencia de la tauromaquia en la sociedad, consideran que aunque se relaje algo la exigencia, en tiempos como estos vienen muy bien triunfos sonados. Son conscientes de que no todas las formas de torear son igual de hondas y puras. Pero creen que cuando la mayoría de quienes acuden a las plazas de toros son espectadores ocasionales un triunfo les anima a volver más que una tarde con las mismas faenas que no sean recompensadas con tantos trofeos. Alguien que es relativamente ajeno a la tauromaquia preferirá cuando vuelva a la feria, a su casa o a su lugar de trabajo decir que él ha visto salir a Juli por la Puerta del Príncipe o a Perera por la Puerta Grande de Madrid que decir que ha visto torear bien pero han cortado una oreja. Si la faena va acompañada de un triunfo animará a otros a ir otros días u otros años. Divertirse es también asistir al triunfo, ser parte de algo que luego sale en la portada de los periódicos o los telediarios y poder contarlo.

Ambas posiciones, me consta, están formuladas desde la buena fe de unos y otros. Y reconozco que no acabo de tener una posición muy formada al respecto. Tiendo a creer que es importante que haya quien siga marcando un cierto límite entre el toreo hondo y el vulgar, entre las faenas rotundas y las mediocres,... Pero si hay que equivocarse en alguna dirección prefiero que sea en favor de los toreros y no de la cicatería.

En todo caso, lo que no me parece de recibo es asistir a lo que ayer vivimos con Perera, cuando un sector absolutamente minoritario le abucheó con más virulencia que si se hubiera dejado un toro vivo. Perera ayer lució un toro, dio algunas series muy importantes, y luego podrá discutirse si sacó todo lo que el toro tenía o si podía haber sacado más y no acabó de redondear la faena. Pero si parte del público pide las dos orejas y se las dan, ¿no tiene derecho a salir por la Puerta Grande? Claro que podía haberse puesto un nivel de autoexigencia mayor, pero creo que superponer esa heroicidad a la de lidiar dos toros en Madrid tampoco es obligado. Y que el abucheo que sufrió por parte de unos pocos no es de recibo. Y menos aun que estos se tomen como una afrenta personal el que el torero saliera con gestos de agradecimiento al público. Porque, nos guste o no, hubo muchos que se alegraron de que triunfara.