Ayer, las palabras fluyeron sin necesidad de papeles. Pero dejo aquí lo que tenía preparado por si los nervios hubieran tratado de ganarme la partida...
Buenos días.
Quisiera agradecer, en primer lugar, su presencia,
su compañía en este acto. Y agradecer también, de forma muy especial, a la
editorial “La Esfera de los Libros” su interés en la publicación de esta obra y
la gran calidad y compromiso con el que han acometido todo el proceso. Gracias
a Ymelda Navajo, que tan pronto acogió el proyecto, a Mónica Liberman que ha
hecho un trabajo tremendamente eficaz y que entendió perfectamente lo que
pretendíamos Andrés y yo. Gracias a Alberto Fernández que ha hecho una
magnífica labor de producción y ha conseguido que el libro tenga una presencia
y una calidad muy importante. Y a Mercedes que está desarrollando de un modo
ejemplar las labores de difusión que tanta falta hacen en tiempos como estos.
Por supuesto, gracias también a Carlos Abella,
primero por acogernos en esta sala Antonio Bienvenida y por su infatigable
esfuerzo en que la Plaza de Las Ventas sea un lugar de encuentro permanente de
la cultura taurina en sus más variadas vertientes. Carlos es, además, a mi
juicio, el mejor biógrafo de José Tomás (su libro “Un torero de Leyenda” es una
referencia imprescindible) y tenerle aquí es una gran alegría.
Y gracias, cómo no, a Simón Casas, que consiguió
confeccionar el año pasado en la Vendimia una feria extraordinaria, en la que
se produjo el milagro de esos seis toros de José Tomás que recordamos en el
libro, que ha hecho de Nimes una pieza clave en la temporada taurina y que
tantos carteles atractivos para los aficionados ha confeccionado en las plazas
que gestiona.
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“Has abierto las puertas de la Muerte toreando en el
vértice del miedo. Y detrás de las puertas había luz, la deslumbrante luz de la
pureza. Entrabas y salías de la muerte como el buzo entra y sale del abismo,
sumergido en campanas de silencio, en solares silencios espectrales donde el
aire vacío se completa con el lance y el trance tan reunidos que suspenden la
razón y la despeñan al borde mismo del espanto. (…)”
Para hablar del libro, de la hazaña de José Tomás en
Nimes, quería empezar con el comienzo de este poema de mi amigo y compañero de
blog José María Jurado, un poema incluido en el libro “Plaza de Toros”, con
textos de José María e ilustraciones de Pablo Pámpano (ganador hace unos años
del concurso de carteles de Las Ventas y que ayer mismo presentaba exposición
taurina y flamenca en la taurina localidad cacereña de Coria). Un poema que ha
sido incluido, junto con otro del mismo libro, en la antología que ha hecho
Carlos Marzal de poesía taurina desde los años 50 del siglo pasado hasta
nuestros días, junto con obras de autores como Claudio Rodríguez, Paco Umbral,
Ángel González, Luis Alberto de Cuenca o Jacobo Cortines.
Y quería hacerlo no sólo porque es un poema que me
encanta y porque siempre es una alegría recordar a los amigos, sino porque creo
que refleja a la perfección, casi de forma premonitoria, lo que supuso para
José Tomás Aguascalientes (“Has abierto
las puertas de la Muerte toreando en el vértice del miedo”) y lo que
significó Nimes como superación de aquello (“Y
detrás de las puertas había luz, la deslumbrante luz de la pureza”).
Aguascalientes y Nimes. Como dijo recientemente el propio
torero en la entrega del premio Paquiro: sin Aguascalientes no habría sido
posible Nimes.
Pero afortunadamente, Nimes fue posible. Y Andrés y
yo estábamos allí para contarlo. Bueno, a decir verdad estábamos allí para
disfrutarlo. Y lo de contarlo vino después.
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* *
Andrés y yo
nos conocemos años, a través de un buen amigo común. Y el proyecto de hacer el
libro surgió de un modo un tanto peculiar.
Andrés no
era aficionado a los toros. Llega a los toros muy recientemente a través de la
fotografía. Aunque es abogado de profesión tiene algunas aficiones de las que
es un verdadero maestro. Una es la música (es un auténtico experto en música
clásica) y la otra la fotografía (cualquiera que haya echado una ojeada al
libro puede ver también su magisterio).
Andrés se
acerca, por tanto, a los toros, sin prejuicios. Con libertad. Y ve que lo que
sucede en el ruedo es algo impresionante. Algo que tiene una expresión única. Y
le atrapa. Y va cada vez a más festejos, en Madrid y en otras plazas. Sin
embargo, comienza a indagar en el mundillo taurino y le sorprende la escasa
difusión que tienen muchos de sus acontecimientos. Lo poco que se “vende” lo
que sucede en el ruedo. Eso es algo que a los aficionados más veteranos no nos
llama la atención. Pero a él, recién llegado, le sorprende. Y, sobre todo, no entiende
por qué no intentamos abrir la Fiesta a todo el mundo. Por eso, monta una
página web con sus fotografías a la que llama “Bullfigphoto”, una página en
inglés dirigida al público internacional.
En medio de
este acercamiento cada vez mayor al mundo taurino, coincidimos cada vez en más
festejos. Y empieza a surgir la posibilidad de hacer algo para explicar y
difundir la tauromaquia a los no iniciados. Pero en medio de ese proceso, surge
la corrida de Nimes. Y es algo que realmente nos bloquea. Poco después, Andrés
me llama y me dice: ¿y por qué no hacemos un libro de lo de Nimes? Obviamente,
a poco que uno vea sus fotos es fácil animarse. Y, sobre todo, es muy sensato
pensar que cualquier texto estará bien arropado y que, aunque uno no se luzca
mucho escribiendo, la belleza y el impacto de las imágenes taparán cualquier
error.
He de
reconocer, además, que hay una cosa que, desde el principio, me animó
especialmente. Andrés estaba empeñado en que el libro tenía que “contar una
historia”. Y eso, por parte de un artista plástico, es de una generosidad
apabullante. Normalmente, cualquier artística plástico (ya sea pintor,
ilustrador, escultor, fotógrafo,…) considera que la imagen lo dice todo. Que no
hacen falta palabras. Por eso, plantear que además de las imágenes tiene que
haber unos textos que guíen al espectador es algo que le agradezco infinito.
Sobre todo, porque sólo con sus fotos el libro hubiera sido igualmente una
maravillosa obra de arte. Poder participar con unos textos es algo que uno
considera un lujo.
Siendo así,
la cuestión que se planteaba es qué es lo que podía decirse que acompañara a
las fotos o que no se hubiera dicho ya. Y para eso, me guié por las palabras de
Andrés: “hay que contar una historia”.
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* *
Por eso,
después del prólogo con una mezcla entre lo japonés y lo taurino que escribe
Andrés, intento plantear en un primer capítulo que se llama “El milagro de
Nimes” qué sensaciones me causó la corrida. Lo primero es la impresión, lo que
uno siente por la piel. Y eso, aquella mañana, fue mucho.
Un segundo
capítulo aborda de forma breve una “Semblanza de José Tomás” para aquellos que no
han seguido su trayectoria. En esta labor, el libro de Carlos (“Un torero de
leyenda”) ha sido de gran ayuda.
Luego, trato de contar brevemente cómo fue la
temporada de José Tomás en 2012 y por qué intuyo que eligió Nimes para realizar
ese gesto (por qué intuyo, saber, desde luego no lo sé –no he tratado
personalmente al maestro- y ni siquiera tengo claro si él podría explicarlo de
forma lógica, más allá de lo que siente. En todo caso, a mí se me ocurren
razones o sentimientos. Y creo que ayudan a contar la historia.
Un cuarto capítulo se titula “Antes del rito:
la expectación y el negocio” porque creo que es bueno abordar con naturalidad
que el torero, con ciertos planteamientos, es muy atractivo, genera una gran
expectación y mueve mucho dinero. No todas las artes (muchas de ellas
subsidiadas, a diferencia del toreo) pueden decir lo mismo. En eso, creo que
quien ha abierto un camino extraordinario es Juan Medina, profesor de Economía
de la Universidad de Extremadura, que está presentando ahora mismo en la Sala
Cossío junto con Nacho Lloret y otros jóvenes profesionales un interesantísimo
proyecto de Academia de la tauromaquia. Una pena no poder estar en ambos sitios
a la vez.
El grueso del libro lo ocupan las fotos del
festejo, toro a toro. El capítulo se titula “El desarrollo del festejo: las
claves” y aquí las palabras son mínimas. Todo lo ocupan las imágenes. Aquí no
hay casi nada que añadir. Sólo me extiendo algo más en lo que significó la
lidia y el indulto del cuarto toro. Porque tengo la sensación de que para un
gran festejo se convierta en algo único tiene que haber, además de mucho buen
toreo, algo absolutamente excepcional. Y lo que sucedió en ese toro lo fue. Me
detengo algo más en esa lidia, como digo, con un guiño a otro festejo que para
mí fue único: la goyesca del 2 de mayo de 1996 de Joselito en esta Plaza de Las
Ventas, donde también la lidia del cuarto toro, con el quite por crinolinas y
el toreo al natural con la mano derecha, creó una magia muy especial en una
plaza tan dura como esta.
Después de los seis toros hago un repaso con
cierto detalle del reflejo que tuvo la corrida en los medios. Los taurinos se
quejan del ninguneo de los medios generalistas al toreo. La repercusión que
tuvo la corrida en los medios (reportaje completo de Informe Semanal incluido)
creo que refleja que, cuando una corrida de toros es un acontecimiento,
ilusiona. Y ni siquiera los prejuicios impiden que tenga la relevancia pública
que se merece.
El libro finaliza con un epílogo que titulo
“La mañana del 16 de septiembre de 2012 como propuesta de futuro en la
tauromaquia” porque creo que el planteamiento del festejo por parte de José
Tomás y su desarrollo da algunas de las claves de por dónde puede evolucionar
probablemente la tauromaquia. O, al menos, de por donde debería evolucionar, a
mi juicio, la élite de la tauromaquia.
Esto es el esquema de la historia que trata de
contar el libro, de las palabras que acompañan a las imágenes.
No obstante, antes de acabar quisiera apuntar
algunas cosas que a mí me impresionaron especialmente de aquel festejo, y
algunas curiosidades del libro:
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El libro comienza con algunas fotos de templos de Japón, fotografías también
de Andrés, que no sólo demuestran su genio con la cámara, sino que le dan un
toque original al libro, lo hacen algo distinto de libros clásicos de
fotografía taurina.
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Les aconsejo que se fijen también en la verticalidad que tiene José Tomás
en las fotografías de la corrida, en la posición perfecta en cada lance y en
cada muletazo. Eso implica un nivel de autoexigencia brutal. Como me decía un
buen amigo, este libro tendría que estar en todas las escuelas de tauromaquia
para que los chavales que quieren ser toreros vean cómo hay que colocar el
cuerpo, qué es cargar la suerte, cómo se hacen las cosas.
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Un elemento fundamental de la mañana de Nimes fue que, en cada toro, José
Tomás hizo faenas de muleta con pocas series, pero muy intensas y de muchos muletazos.
Eso es algo casi imposible de ver hoy en día, pero es esencial. Reconozco que
cada vez aguanto menos las faenas largas en las que, aunque hay algún muletazo
bueno, se pierden en medio de la nada. Faenas sin estructura, en las que el
torero tarda una enormidad en “atacar” al toro. Reconozco que cada toro tiene
su lidia, pero en la medida de lo posible creo que hay que empezar con gran
intensidad desde el principio. Y lo que dure el toro es lo que ha durad. Y hay
que tratar de que las tandas sean lo más largas posibles. No esos “dos y el de
pecho” hoy tan frecuentes.
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Por último, me gustaría recordar que el toreo de José Tomás en Nimes fue de
emoción, pero una emoción basada en la belleza y en la serenidad. Salvo en el
sexto, las faenas fueron de “olé”, no de “ay”. Los que atacan a José Tomás por
su supuesto tremendismo se quedaron sin argumentos.
En definitiva, la mañana de JT en Nimes fue
especial. Y lo fue, no sólo porque es un torero grandioso y porque todo salió
bien. Lo fue porque la asumió desde un compromiso ético absoluto que, en el
toreo, exige no sólo
poner en riesgo la vida (algo que siempre sucede cuando un torero se enfrenta a
un animal), sino hacerlo para que la obra que se ejecuta en el ruedo trascienda
y emocione desde la belleza, la pureza y la verdad.
Eso fue lo que sucedió en Nimes el 16 de
septiembre de 2012 a partir de las once y media de la mañana y durante poco más
de dos horas. Por eso, desde su independencia y su misterio, José Tomás marcó
el camino. Para quien quiera entenderlo. Para quien pueda seguirlo.