No sé muy bien si la actitud de El Cid al no querer salir en hombros de la plaza debido a las protestas por el indulto era una señal de enfado con el público o de respeto. De ser lo primero estaría totalmente injustificado, porque la faena que ha realizado a ese cuarto toro de la tarde ha sido una grandísima faena, en la línea del mejor Cid. Y el público así lo ha reconocido. La forma de citar al toro más allá del tercio al natural para empezar el toreo con la muleta nos recordó, salvando la diferencia de toro y de plaza, a la de un día de San Isidro de hace dos o tres años en Las Ventas. Luego, las series con ambas manos han sido realmente primorosas, profundas, hondas y templadísimas. Ha toreado con mucho gusto y mucha profundidad a un toro noble que ha humillado y ha seguido muy bien los engaños. Pero de ahí al indulto va un trecho. Y ese trecho lo ha recorrido el Presidente por su propia cuenta y riesgo, sin que apenas se lo pidiera nadie (al menos, casi nadie de los que estaban en el tendido, porque sí que ha habido algunos comentarios y gestos al ir a cambiar el Cid la espada que han resultado un tanto peculiares). A partir de ese momento, el Cid ha seguido gustándose y el toro ha seguido embistiendo, aunque, obviamente, cada vez con menos codicia. Faena importante y muy inteligente de Manuel Jesús. Tras simular la suerte de matar y conducir con la muleta al toro a los corrales, el público no ha pedido los trofeos, pero no, desde luego, porque no le hubiera gustado la faena (importantísima, como digo), sino porque me da la impresión de que el personal asume que el indulto equivale a las dos orejas y el rabo para el matador, como por otro lado ha sucedido. Pero hay que recordar que no es así y que el reconocimiento al comportamiento del toro que supone el indulto es independiente del que merezca la faena del torero, que puede ser de dos orejas y rabo (esta faena, en una plaza como San Sebastián de los Reyes y con indulto por medio probablemente lo era), de dos orejas, de oreja, de silencio o de protestas, que de todo puede haber. El Cid ha estado muy bien, y querríamos ver en esta faena la constatación de que se está volviendo a encontrar como torero. ¡Olé por él! El indulto ha sido excesivo, pero tampoco me parece que eso sea para montar una revolución. Ni para que se enfade con el público, si este ha sido el caso.
El resto de la tarde ha sido todo lo anodina que pueda imaginarse con otros cinco toros sosos y desclasados, sin casta ni fuerza de ninguna clase. Los tres toreros (Cid, Talavante y Luque) lo intentaron, pero se estrellaron contra un encierro lamentable. Aun así Talavante consiguió instrumentar series muy buenas con ambas manos a su primero, de un trazo y un temple primorosos; lástima que la absoluta sosería del animal hicieran imposible que aquello transmitiera un ápice de emoción. Y Luque con el tercero, el único que se movió y transmitió un tanto además del indultado, cortó una oreja después de una faena con pases de interés con ambas manos, en la que destacó el inicio tremendamente quieto, llevando al toro por ambos pitones varias veces, y los adornos.
El viaje no ha sido en balde. Hemos visto a un gran Cid y a un buen toro. Aún así, da pena ver dónde está para algunos el listón de la bravura. Porque si lo de este toro es el paradigma de la bravura, si esto es lo que se quiere como semental, no me extraña que a poco que el cruce no mejore mucho lo que aporte el padre, haya serios riesgos de que la descendencia sea sosa y floja, que se pare o se defienda al embestir. Como el resto del encierro, vamos.
sábado, 28 de agosto de 2010
lunes, 23 de agosto de 2010
La majestad de Manzanares
(21-VIII-2010, la Goyesca del Puerto)
Al hablar de José María Manzanares se pondera su corte de torero clásico y se acude con frecuencia a un término, pobre a mi juicio, como es el de “empaque”, pero con el que los aficionados se entienden, algo así como el “trapío”, pero aplicado a las formas del toreo.
Sin embargo, Manzanares, ya se hace innecesaria la distinción entre el padre y el hijo, está muy por encima de este concepto limitado. Intuyo que Manzanares aporta “majestad” a la tauromaquia. La “majestad” es una cualidad luminosa que excede el ámbito taurino y que alumbra a los dioses y a los hombres.
No se trata de celebrar las cualidades áticas de su toreo, semejantes, si no superiores, a las del maestro Antonio Ordoñez, se trata de que Manzanares, hoy por hoy, es la expresión taurina de “lo apolíneo” en el arte.
Remedando al diccionario: Manzanares posee los caracteres de serenidad y elegante equilibrio propios de Apolo.
Esto, que lo hemos visto tres años seguidos en la feria de Sevilla, pero también en Barcelona o, recientemente, en Huelva, quedó firmado junto al mar de la Argónida la otra tarde en la goyesca del Puerto de Santa María.
Firmó dos obras maestras con dos soberbios estocadas que quedarán enmarcadas en las ánforas del recuerdo.
En el primero de sus toros con una grandísima exposición porque, habiendo un vendaval en el ruedo que hacía prácticamente imposible todo toreo, embarcó en series templadísimas a un animal, bravo, sí, y fiero, de Cuvillo.
Cuando salen estos toros y los cogen estos toreros, nuevamente los conceptos de temple y mando se quedan chicos, lo que sucedió rompió el molde de lo clásico.
Da casi pudor decir que el toro se durmió en las verónicas o que los cambios de mano fueron de una cadencia prodigiosa y los pases de pecho espeluznantes –es el único torero que los sabe instrumentar perfectamente desde la cabeza a la penca del rabo-, porque es repetirse y el prodigio al que asistimos será irrepetible.
Y hay que decir que en el segundo de sus lotes la primera de las series fue un sueño, un milagro de los que convencen a cualquier descreído, la aparición de lo divino, el resto de la faena se vino un poco abajo luego, por el toro, abatido ante tan sublime juego. Pero el público se había vuelto loco y tras un pinchazo en lo más alto, se le dieron el total de 4 orejas que es un cómputo bien mundano para lo que vivimos.
Si el toreo es ligazón y redondez, aquello, aquella serie, fue el “toreo”.
Se lidiaron toros de Cuvillo, ¿por qué estos toros si embisten y transmiten miedo? y de Gavira, de juego más manso, malos. Morante no estuvo suerte en su lote, aunque dio alguna bonita serie.
Daniel Luque, estuvo muy bien en su primero, pero por contraste, sólo por contraste, nos supo a poco.
Si Manzanares es lo apolíneo, Morante, lo hemos dicho, es lo dionisíaco, acudiendo otra vez al diccionario, diremos que posee los caracteres de ímpetu, fuerza vital y arrebato atribuido a Dioniso. O sea, el duende.
Esto no hay donde aprenderlo, lo dan los dioses.
Entre Apolo y Dioniso hay sólo espacio para los héroes, ese espacio que ocupaba José Tomás y al que se acerca a veces el Juli y, excepcionalmente, Perera, Cid o Castella.
Es en el ocaso de la tauromaquia, porque el escalafón renquea y no esperamos nuevos novilleros, cuando se puede ver el mejor toreo de todos los tiempos. Los siglos de oro suelen ser la punta brillante, la última luz de una decadencia previsible.
En este canto del cisne a mí ya sólo me merece la pena ver torear a Morante y a Manzanares.
Lo demás me parece vulgar, aunque engrandecido por el trágico año de percances sufridos.
Sé que un buen aficionado no debería afirmar esto, pero a mí no me corresponde desmentirlo, sino a los otros toreros, los que no llenan las plazas.
Morante, Juli, Manzanares, el cartel de la feria de San Miguel.
El cartel del Domingo de Resurrección.
El Cartel.
Al hablar de José María Manzanares se pondera su corte de torero clásico y se acude con frecuencia a un término, pobre a mi juicio, como es el de “empaque”, pero con el que los aficionados se entienden, algo así como el “trapío”, pero aplicado a las formas del toreo.
Sin embargo, Manzanares, ya se hace innecesaria la distinción entre el padre y el hijo, está muy por encima de este concepto limitado. Intuyo que Manzanares aporta “majestad” a la tauromaquia. La “majestad” es una cualidad luminosa que excede el ámbito taurino y que alumbra a los dioses y a los hombres.
No se trata de celebrar las cualidades áticas de su toreo, semejantes, si no superiores, a las del maestro Antonio Ordoñez, se trata de que Manzanares, hoy por hoy, es la expresión taurina de “lo apolíneo” en el arte.
Remedando al diccionario: Manzanares posee los caracteres de serenidad y elegante equilibrio propios de Apolo.
Esto, que lo hemos visto tres años seguidos en la feria de Sevilla, pero también en Barcelona o, recientemente, en Huelva, quedó firmado junto al mar de la Argónida la otra tarde en la goyesca del Puerto de Santa María.
Firmó dos obras maestras con dos soberbios estocadas que quedarán enmarcadas en las ánforas del recuerdo.
En el primero de sus toros con una grandísima exposición porque, habiendo un vendaval en el ruedo que hacía prácticamente imposible todo toreo, embarcó en series templadísimas a un animal, bravo, sí, y fiero, de Cuvillo.
Cuando salen estos toros y los cogen estos toreros, nuevamente los conceptos de temple y mando se quedan chicos, lo que sucedió rompió el molde de lo clásico.
Da casi pudor decir que el toro se durmió en las verónicas o que los cambios de mano fueron de una cadencia prodigiosa y los pases de pecho espeluznantes –es el único torero que los sabe instrumentar perfectamente desde la cabeza a la penca del rabo-, porque es repetirse y el prodigio al que asistimos será irrepetible.
Y hay que decir que en el segundo de sus lotes la primera de las series fue un sueño, un milagro de los que convencen a cualquier descreído, la aparición de lo divino, el resto de la faena se vino un poco abajo luego, por el toro, abatido ante tan sublime juego. Pero el público se había vuelto loco y tras un pinchazo en lo más alto, se le dieron el total de 4 orejas que es un cómputo bien mundano para lo que vivimos.
Si el toreo es ligazón y redondez, aquello, aquella serie, fue el “toreo”.
Se lidiaron toros de Cuvillo, ¿por qué estos toros si embisten y transmiten miedo? y de Gavira, de juego más manso, malos. Morante no estuvo suerte en su lote, aunque dio alguna bonita serie.
Daniel Luque, estuvo muy bien en su primero, pero por contraste, sólo por contraste, nos supo a poco.
Si Manzanares es lo apolíneo, Morante, lo hemos dicho, es lo dionisíaco, acudiendo otra vez al diccionario, diremos que posee los caracteres de ímpetu, fuerza vital y arrebato atribuido a Dioniso. O sea, el duende.
Esto no hay donde aprenderlo, lo dan los dioses.
Entre Apolo y Dioniso hay sólo espacio para los héroes, ese espacio que ocupaba José Tomás y al que se acerca a veces el Juli y, excepcionalmente, Perera, Cid o Castella.
Es en el ocaso de la tauromaquia, porque el escalafón renquea y no esperamos nuevos novilleros, cuando se puede ver el mejor toreo de todos los tiempos. Los siglos de oro suelen ser la punta brillante, la última luz de una decadencia previsible.
En este canto del cisne a mí ya sólo me merece la pena ver torear a Morante y a Manzanares.
Lo demás me parece vulgar, aunque engrandecido por el trágico año de percances sufridos.
Sé que un buen aficionado no debería afirmar esto, pero a mí no me corresponde desmentirlo, sino a los otros toreros, los que no llenan las plazas.
Morante, Juli, Manzanares, el cartel de la feria de San Miguel.
El cartel del Domingo de Resurrección.
El Cartel.
domingo, 22 de agosto de 2010
Mosterín et álii
"Las incomprensiones y oposiciones que lo rechazan [el toreo] no son otra cosa, en definitiva, más que odio mortal a la inteligencia: acumulación impotente de rencores sentimentales en civilizaciones inferiores por primitivas aún y bárbaras. Es el rencor sentimental de intelectuales de improvisación, que son sentimentales disfrazados, sin sensibilidad todavía para su natural, y sobrenatural, entendimiento,"
José Bergamín, El Arte de Birlibirloque, citado en "Sentimiento del Toreo" (Ed. de Carlos Marzal, Tusquets)
José Bergamín, El Arte de Birlibirloque, citado en "Sentimiento del Toreo" (Ed. de Carlos Marzal, Tusquets)
miércoles, 18 de agosto de 2010
Rafael Alberti, los progres y los toros
El fin de semana taurino en El Puerto de Santa María dio para algunas cosas más. No sólo vimos la absoluta genialidad de Morante en sus dos faenas (¡no nos cansamos de recordarlo!), la elegancia y el empaque de Manzanares, el poderío de El Juli, el pundonor de Cayetano, los apuntes para la recuperación de El Cid y de Perara,… También dimos buena cuenta de los manjares de aquellas tierras un día en El Pescaíto y otro en Casa Flores (en una comida ya tradicional, con buenos compañeros de quehaceres y de afición). Degustamos buen flamenco en una de las peñas de la localidad, paseamos por sus calles, visitamos algunas de sus iglesias,…
Y exploramos con pasión el mundo de Rafael Alberti en el museo de la Fundación que lleva su nombre. Alberti fue un personaje peculiar. Miembro de la generación del 27, aunque con obras interesantes y hallazgos de tremenda fuerza y belleza (“se equivocó la paloma”, “a galopar”, “el mar, la mar”,…) no fue uno de los mejores poetas congregados en aquel encuentro en el Ateneo de Sevilla para reivindicar a Góngora (ahí están, si no, Lorca, Salinas, Cernuda,…). Pero su largo exilio, su longevidad y su buen marketing literario y vital le convirtieron, sobre todo tras su vuelta a España, en un intelectual de cabecera de los progresistas. Su foto junto a Pasionaria en la mesa de apertura de aquellas Cortes del 77 en las que aun tenían asiento renombrados franquistas eran un símbolo del esfuerzo por lograr una España para todos. Aunque entre esos “todos” estuvieran fascistas y marxistas, extremistas cuyas ideologías abominaban por igual el respeto al ser humano, a la democracia y los derechos humanos, a la libertad individual. Porque el pensamiento de Alberti, como el de muchos de los que se fueron, como el de tantos de los que se quedaron, no era precisamente el de la mesura y la moderación.
Pues bien, en aquel museo había multitud de elementos que evocan el mundo taurino, una realidad de la que Alberti siempre se sintió cercano. En la planta superior, por ejemplo, había un curiosísimo juego de la oca-toro, como había poemas dedicados a la tauromaquia, recuerdos de la amistad con Picasso (otro aficionado en el exilio…). Pero quiero detenerme en dos imágenes: la primera es la de un Alberti ya casi centenario (1993) en la Plaza de Pontevedra. En aquella plaza, muchos años antes, hizo el paseíllo vestido de luces en la cuadrillas de Ignacio Sánchez Mejías, sintiendo desde el callejón tal temor cuando salió el toro que no intervino en toda la lidia. Tantos años después, Alberti está en el ruedo con el cuerpo erguido, una sonrisa entre burlona e infantil, la mano izquierda apoyada en la cintura y la derecha citando imaginariamente al burel en una postura perfectamente torera pese a sus años. Sobre la fotografía, una leyenda a mano: “Que un español, si es sincero, / sólo puede ser torero”.
La otra es una curiosidad que da idea de lo que podría evolucionarse en todo lo que rodea al arte taurino. Es un cartel que Alberti pintó para una corrida que se celebró el 10 de junio de 1971 en la Plaza de Toros de… GRAN CANARIA. Sí, Canarias. Sí, Alberti. Sí, 1971. Sí, toreo, en Canarias y con un cartel dibujado por un comunista. ¡Uffff, los mitos….! El cartel, toros de Don Antonio Pérez de San Fernando para Antonio BIENVENIDA, Luis Miguel DOMINGUÍN y Miguel MARQUEZ. (¿Qué era eso de que a Canarias no iban las figuras…?). Pero lo realmente impresionante es la belleza y novedad artística del cartel. Muy en Alberti, muy poco en los aburridos dibujos que aún hoy, treinta años después, siguen anunciando los festejos de nuestras ferias y son premiados en los concursos de carteles taurinos (¿o no, Pablo?). Una referencia para quienes quieran darse cuenta de que hay mucho nuevo que se puede hacer. Que hay muchos a los que se puede involucrar.
Pero el problema de los progres de ahora es que ni siquiera se reconocen en sus clásicos. Y que seguirán hablando de costumbres caducas cuando uno de sus mitos, mucho más progre que todos ellos juntos, hablaba de España y de los toros con naturalidad y desde lo más hondo.
(Perdón por la escasa calidad de la fotografías, pero entre mi escasa destreza con las lentas y que las hice con el iphone, es lo que salió).
lunes, 16 de agosto de 2010
Enredos de corrales
Decíamos en la anterior entrada que había que hablar de lo ocurrido en los corrales de El Puerto de Santa María y de Málaga. Haremos primero un breve resumen de los hechos, mencionaremos luego la extraña amalgama que hacen algunos con lo de Cataluña y finalmente daremos nuestra opinión.
En El Puerto el día 8 a punto estuvo de suspenderse la corrida: los veterinarios rechazaron los toros inicialmente reseñados de Zalduendo y los representantes de los toreros se negaban a torear si no se mantenía un número mínimo de los toros inicialmente previstos; al final, en un gesto insólito, emitieron un comunicado horas antes de celebrarse la corrida indicando que finalmente torearían por respeto al público. Los astados finalmente fueron de Zalduendo (3), de Hermanos Sanpedro (2) y de Parladé (1). Los de Zalduendo no tuvieron casta alguna, salvo uno de ellos que tuvo algo de gracia, los dos de Hermanos Sanpedro fueron bastante buenos y el de Parladé fue descastado y sin fondo como en general lo está siendo su camada y la de Juan Pedro.
En Málaga se ha suspendido la primera de las corridas de toros anunciadas en su Feria. Un cartel no de toreros de relumbrón, sino un cartel de veteranos que lo siguen intentando y una promesa: Manolo Sánchez, César Jiménez y Oliva Soto. El problema difiere según las fuentes: el empresario (Puche) alega la falta de flexibilidad y de criterio de la Presidenta y los veterinarios en el reconocimiento y alega que se presentaron muchísimos toros de la ganadería anunciada (Ribera de Campocerrado), que la presencia era impecable (de hecho, han enviado fotos a los portales y medios de comunicación) y se ha insinuado que había cuentas pendientes que saldar de la Presidenta con la empresa. La Presidenta dice que los toros no tenían la presencia requerida para Málaga y que el empresario se negaba a que no hubiera al menos cuatro toros de la ganadería anunciada, ya que eso permitiría a los abonados devolver sus localidades y teniendo en cuenta el escaso tirón del cartel, hubieran sido muchos los que hubieran ejercido su derecho, lo que hubiera supuesto un importante perjuicio económico para él. Y que este fue el motivo por el cual se negó a llevar toros de otras ganaderías que hubieran podido remendar la corrida (¡será por toros en el campo!).
Las huestes taurinas, en un curioso ejercicio de ligazón intelectual, han puesto el grito en el cielo por el flaco favor que los taurinos están haciendo a la Fiesta con noticias como esta en momentos tan duros como los que ha supuesto la prohibición de Cataluña. Debo reconocer que no encuentro la vinculación y que si de lo que se trata es de defender la Fiesta y proclamar la necesidad de su integridad tanto da que haya prohibición o no. Debe defenderse por los que estamos y a los que nos gustan los toros, no por los que la prohiben. La prohibición, ya lo hemos dicho muchas veces, no es un grave problema para la tauromaquia (y, sobre todo, no lo es para los taurinos); es un problema para la libertad. Y por eso los que tendrían que clamar contra lo de Cataluña serían taurinos y no taurinos, porque el hecho de que los políticos restrinjan ámbitos de libertad es algo que nos afecta a todos, sea o no nuestra libertad. Porque la libertad no es fraccionable. Que el cine español que se difunde en las salas (es un poner) sea malísimo, no justificaría en absoluto su prohibición, sería sólo un problema de los aficionados al cine español. Y si se prohibiera, los aficionados al cine español y los que no lo sean deberían hacer todo lo posible para impedirlo: por respeto a la libertad, que no al cine español.
Dicho lo cual lo del Puerto y Málaga es una vergüenza, con prohibición en Cataluña o sin ella. No es de recibo que en uno de los dos carteles de más interés en una plaza tan significativa como la de El Puerto (el otro es el del próximo día 21), haya un baile de corrales que pudiera haber acabado en suspensión. Y no es de recibo que en la principal Feria del sur en Agosto (la de Málaga) se suspenda una corrida de toros por falta de toros en un año en el que hay cientos de toros en el campo que se quedarán sin vender. En ambos casos se plantea un debate que no es nada fácil de resolver y que acecha de raíz a la tauromaquia: autorregulación versus protección de los derechos de los espectadores y de la integridad de la Fiesta con carácter preventivo por los agentes de la autoridad. O dicho en sencillo: si deben ser los taurinos los que organicen los festejos como quieran y sólo se les pueda sancionar a posteriori si vulneran las normas que existan o si debe haber una autoridad que (supuestamente velando por la Fiesta y los aficionados) pueda imponer su criterio a la hora de no aprobar los toros que deben lidiarse.
Este debate es mucho más complejo que lo que algunos quieren hacer creer: porque ni los taurinos son todos unos golfos (que es lo que parece deducirse al leer muchas de las informaciones aparecidas), ni son unos benditos. Pero tampoco todos los Presidentes y veterinarios son almas puras con una clarividencia celestial de cuyos designios puedan venir sólo bondades para la Fiesta: también los hay rencorosos y los que hay que tienen prejuicios frente a algunas ganaderías, toreros, apoderados y empresas. La bondad y la estulticia están repartidas en porcentajes al azar en todos los gremios.
Por eso, creo que debería caminarse hacia una mayor autorregulación (no soy nada aficionado a los deportes, pero creo que en esto podrían ser un buen ejemplo). Primero: por convicción: porque creo que la Administración sólo debe intervenir en aquellos espacios en los cuales su presencia es imprescindible para el buen orden social. Y ellos excluye su intervención en la tauromaquia y en otra cantidad de espacios y situaciones en las que no pinta absolutamente nada. Pero, además, porque eso significaría una mayor responsabilidad de todos los que intervienen en el negocio taurino. Y les obligaría a asumir sus aciertos y sus errores. Con pérdidas manifiestas de espectadores cuando lo hagan mal y con incremento sensible de ingresos cuando acierten.
Probablemente esto no sea posible a corto plazo por la comodidad que la inercia proporciona a ciudadanos, políticos y empresarios. Hasta tanto se pueda alcanzar, creo que sería un gesto de responsabilidad de todos: empresarios taurinos, apoderados, presidentes y veterinarios, arbitrar todos los medios para que se eviten situaciones bochornosas como las vividas. Y hay dos que son sencillísimas y bastante baratas: visitas al campo y transparencia. Lo primero es que cuando se reseña una corrida asistan, junto con apoderados, veedores, empresa y demás artistas invitados, el Presidente y los veterinarios de la plaza en cuestión. De este modo, podrán dar ya su opinión sobre el trapío y la presencia de los animalitos en cuestión. Y si no hay acuerdo, será en ese momento (muchas semanas antes de la celebración del festejo) cuando, si tiene que haber lío, se organice y se resuelva, pero no con el público ya en los aledaños de la plaza o un día antes del festejo.
Lo segundo es la transparencia, algo que debe incrementarse absolutamente en lo taurino y que bien podría empezar por este ámbito. Transparencia, por ejemplo, al reseñar una corrida en el campo. Se indican los números de los animales, se les hace una foto y se pone en los portales de la plaza de toros. Y si media mucho tiempo entre la reseña y la celebración del festejo, se hacen fotos cada treinta o cuarenta días y se ve la evolución. Y si los veterinarios creen que hay problemas en la evolución, lo dicen entonces, y no el día antes. Y transparencia también si, pese a que en el campo los toros han parecido bien y no se han detectado problemas hasta el embarque, en el reconocimiento previo hay problemas: contar las cosas como son. Por ejemplo, que si hay duda de la integridad de los pitones, se diga con estas palabras y no con eufemismos. Y que si hay cualquier otro problema, se le llame también por su nombre (por un nombre que el común de los aficionados pueda entender).
No digo yo que con esto se eliminen absolutamente los bailes de corrales. Pero lo que es evidente es que de actuarse de este modo, cada cual quedaría perfectamente retratado. Y los aficionados podrían actuar en consecuencia. Que no es poco.
En El Puerto el día 8 a punto estuvo de suspenderse la corrida: los veterinarios rechazaron los toros inicialmente reseñados de Zalduendo y los representantes de los toreros se negaban a torear si no se mantenía un número mínimo de los toros inicialmente previstos; al final, en un gesto insólito, emitieron un comunicado horas antes de celebrarse la corrida indicando que finalmente torearían por respeto al público. Los astados finalmente fueron de Zalduendo (3), de Hermanos Sanpedro (2) y de Parladé (1). Los de Zalduendo no tuvieron casta alguna, salvo uno de ellos que tuvo algo de gracia, los dos de Hermanos Sanpedro fueron bastante buenos y el de Parladé fue descastado y sin fondo como en general lo está siendo su camada y la de Juan Pedro.
En Málaga se ha suspendido la primera de las corridas de toros anunciadas en su Feria. Un cartel no de toreros de relumbrón, sino un cartel de veteranos que lo siguen intentando y una promesa: Manolo Sánchez, César Jiménez y Oliva Soto. El problema difiere según las fuentes: el empresario (Puche) alega la falta de flexibilidad y de criterio de la Presidenta y los veterinarios en el reconocimiento y alega que se presentaron muchísimos toros de la ganadería anunciada (Ribera de Campocerrado), que la presencia era impecable (de hecho, han enviado fotos a los portales y medios de comunicación) y se ha insinuado que había cuentas pendientes que saldar de la Presidenta con la empresa. La Presidenta dice que los toros no tenían la presencia requerida para Málaga y que el empresario se negaba a que no hubiera al menos cuatro toros de la ganadería anunciada, ya que eso permitiría a los abonados devolver sus localidades y teniendo en cuenta el escaso tirón del cartel, hubieran sido muchos los que hubieran ejercido su derecho, lo que hubiera supuesto un importante perjuicio económico para él. Y que este fue el motivo por el cual se negó a llevar toros de otras ganaderías que hubieran podido remendar la corrida (¡será por toros en el campo!).
Las huestes taurinas, en un curioso ejercicio de ligazón intelectual, han puesto el grito en el cielo por el flaco favor que los taurinos están haciendo a la Fiesta con noticias como esta en momentos tan duros como los que ha supuesto la prohibición de Cataluña. Debo reconocer que no encuentro la vinculación y que si de lo que se trata es de defender la Fiesta y proclamar la necesidad de su integridad tanto da que haya prohibición o no. Debe defenderse por los que estamos y a los que nos gustan los toros, no por los que la prohiben. La prohibición, ya lo hemos dicho muchas veces, no es un grave problema para la tauromaquia (y, sobre todo, no lo es para los taurinos); es un problema para la libertad. Y por eso los que tendrían que clamar contra lo de Cataluña serían taurinos y no taurinos, porque el hecho de que los políticos restrinjan ámbitos de libertad es algo que nos afecta a todos, sea o no nuestra libertad. Porque la libertad no es fraccionable. Que el cine español que se difunde en las salas (es un poner) sea malísimo, no justificaría en absoluto su prohibición, sería sólo un problema de los aficionados al cine español. Y si se prohibiera, los aficionados al cine español y los que no lo sean deberían hacer todo lo posible para impedirlo: por respeto a la libertad, que no al cine español.
Dicho lo cual lo del Puerto y Málaga es una vergüenza, con prohibición en Cataluña o sin ella. No es de recibo que en uno de los dos carteles de más interés en una plaza tan significativa como la de El Puerto (el otro es el del próximo día 21), haya un baile de corrales que pudiera haber acabado en suspensión. Y no es de recibo que en la principal Feria del sur en Agosto (la de Málaga) se suspenda una corrida de toros por falta de toros en un año en el que hay cientos de toros en el campo que se quedarán sin vender. En ambos casos se plantea un debate que no es nada fácil de resolver y que acecha de raíz a la tauromaquia: autorregulación versus protección de los derechos de los espectadores y de la integridad de la Fiesta con carácter preventivo por los agentes de la autoridad. O dicho en sencillo: si deben ser los taurinos los que organicen los festejos como quieran y sólo se les pueda sancionar a posteriori si vulneran las normas que existan o si debe haber una autoridad que (supuestamente velando por la Fiesta y los aficionados) pueda imponer su criterio a la hora de no aprobar los toros que deben lidiarse.
Este debate es mucho más complejo que lo que algunos quieren hacer creer: porque ni los taurinos son todos unos golfos (que es lo que parece deducirse al leer muchas de las informaciones aparecidas), ni son unos benditos. Pero tampoco todos los Presidentes y veterinarios son almas puras con una clarividencia celestial de cuyos designios puedan venir sólo bondades para la Fiesta: también los hay rencorosos y los que hay que tienen prejuicios frente a algunas ganaderías, toreros, apoderados y empresas. La bondad y la estulticia están repartidas en porcentajes al azar en todos los gremios.
Por eso, creo que debería caminarse hacia una mayor autorregulación (no soy nada aficionado a los deportes, pero creo que en esto podrían ser un buen ejemplo). Primero: por convicción: porque creo que la Administración sólo debe intervenir en aquellos espacios en los cuales su presencia es imprescindible para el buen orden social. Y ellos excluye su intervención en la tauromaquia y en otra cantidad de espacios y situaciones en las que no pinta absolutamente nada. Pero, además, porque eso significaría una mayor responsabilidad de todos los que intervienen en el negocio taurino. Y les obligaría a asumir sus aciertos y sus errores. Con pérdidas manifiestas de espectadores cuando lo hagan mal y con incremento sensible de ingresos cuando acierten.
Probablemente esto no sea posible a corto plazo por la comodidad que la inercia proporciona a ciudadanos, políticos y empresarios. Hasta tanto se pueda alcanzar, creo que sería un gesto de responsabilidad de todos: empresarios taurinos, apoderados, presidentes y veterinarios, arbitrar todos los medios para que se eviten situaciones bochornosas como las vividas. Y hay dos que son sencillísimas y bastante baratas: visitas al campo y transparencia. Lo primero es que cuando se reseña una corrida asistan, junto con apoderados, veedores, empresa y demás artistas invitados, el Presidente y los veterinarios de la plaza en cuestión. De este modo, podrán dar ya su opinión sobre el trapío y la presencia de los animalitos en cuestión. Y si no hay acuerdo, será en ese momento (muchas semanas antes de la celebración del festejo) cuando, si tiene que haber lío, se organice y se resuelva, pero no con el público ya en los aledaños de la plaza o un día antes del festejo.
Lo segundo es la transparencia, algo que debe incrementarse absolutamente en lo taurino y que bien podría empezar por este ámbito. Transparencia, por ejemplo, al reseñar una corrida en el campo. Se indican los números de los animales, se les hace una foto y se pone en los portales de la plaza de toros. Y si media mucho tiempo entre la reseña y la celebración del festejo, se hacen fotos cada treinta o cuarenta días y se ve la evolución. Y si los veterinarios creen que hay problemas en la evolución, lo dicen entonces, y no el día antes. Y transparencia también si, pese a que en el campo los toros han parecido bien y no se han detectado problemas hasta el embarque, en el reconocimiento previo hay problemas: contar las cosas como son. Por ejemplo, que si hay duda de la integridad de los pitones, se diga con estas palabras y no con eufemismos. Y que si hay cualquier otro problema, se le llame también por su nombre (por un nombre que el común de los aficionados pueda entender).
No digo yo que con esto se eliminen absolutamente los bailes de corrales. Pero lo que es evidente es que de actuarse de este modo, cada cual quedaría perfectamente retratado. Y los aficionados podrían actuar en consecuencia. Que no es poco.
domingo, 15 de agosto de 2010
Puerto de Santa María (7 y 8 de agosto de 2010) - ... Arte impresionista de Morante y algunas otras cosas
Gran fin de semana el que vivimos en El Puerto de Santa María hace ahora una semana. José María ya ha dejado constancia aquí de lo que sucedió el domingo, pero me gustaría repasar también lo del sábado y hacer algunos apuntes más de esta incursión de principios de agosto en los toros del sur.
La tarde del sábado fue una tarde de muchísimo viento y una floja entrada (menos de media plaza). Los toros no ayudaron en general al triunfo, pero cada diestro volvió a evidenciar el distinto momento de forma por el que atraviesa. Cid estuvo serio y con voluntad, pero mostrando lo que le cuesta encontrar el sitio y los recursos. En su primero sufrió muchos enganchones y no alcanzó a ver cómo superar las dificultades del toro y de la ventisca, lo cual no era fácil, pero en otras temporadas lo hubiera hecho con mayor seguridad. Aun así dibujó una muy buena tanda con la derecha y cobró una buena estocada. En el cuarto, Alcaraceño volvió a brillar con los palos y Manuel Jesús dio distancia al toro al comenzar la faena, con una serie de interés, pero luego, aunque dio muchos pases, no hubo transmisión. Mal con los aceros.
Manzanares volvió a redondear una tarde excepcional a pesar del viento y de los toros. En ambos, además, con una lidia perfecta (tiene una cuadrilla realmente excepcional). Su primero fue un toro soso, flojo y que se quedaba corto. Aun así, sacó una serie muy buena al comienzo de faena y siguió instrumentando un trasteo serio y decidido, aunque no muy lucido por las condiciones del bicho. Dio una gran estocada. La faena al quinto fue magistral, de menos a más, haciendo al toro, que cabeceaba si se le llevaba por arriba y se caía si se le obligaba. Manzanares le enseñó a embestir y ligó una faena soberbia, con majestad, empaque, maestría y elegancia. Forma sublime de torear tanto en redondos y naturales, como en los adornos, larguísimos y templados. La estocada fue una de las mejores que he visto esta temporada. Sencillamente excepcional.
Perera lo intentó con el tercero. Toreó por delantales en el recibo de capa y quitó lucido por tafalleras y gaoneras. El comienzo de faena en redondo dejó algún momento bueno, pero luego, entre la escasa codicia del animal, su colocación y las ganas de meterse entre los pitones vimos poco toreo lucido. Estocada de efecto fulminante. En el sexto vimos una ejecución perfecta de la suerte de varas (al toro se le pegó poco, pero se le citó de forma magnífica y el varilarguero le picó en su sitio, sosteniendo perfectamente la embestida con la montura) y un gran tercio de banderillas. El toro no dio facilidades y no hubo nada reseñable con la muleta.
En resumen, Manzanares que sigue brillando tarde tras tarde y Cid y Perera que lo siguen intentando, pero a quienes no hemos visto acabar de romper esta temporada.
Lo del domingo ya lo ha contado José María. Sólo algunos apuntes de la tarde (de lo que sucedió por la mañana y de lo que ha pasado en Málaga habrá que hablar también, a ver si uno de estos días…). Al salir de la plaza, quienes habíamos asistido a aquel despliegue de Morante en sus dos toros y a faenas magníficas de Juli y Cayetano (una cada uno), teníamos la satisfacción de haber vivido una gran tarde de toros. Al comprobar la información de los portales, sin embargo, tuve la sensación de que los que contaban lo que allí había sucedido tenían más interés en la voltereta de Morante y su fallo a espadas que en el magisterio cumbre de sus dos faenas. Reconozco que no consigo a entender si a estos tipos les gustan los toros, qué toros y qué toreo. Qué es lo que pretenden ver en el ruedo.
Lo de Morante (más allá de la voltereta y de su desacierto a espadas) fue sensacional. Volvió a reinventar la verónica, lenta, mecida, acompañándolas con todo el cuerpo, guiando al toro en su viaje. Un despliegue capotero sin igual. Y con la muleta dio dos lecciones completas de improvisación y gracia, de toreo hondo, profundo. A quien vaya a ver series continuadas de derechazos y naturales puede parecerle que las faenas no fueron completas, que hubo solo retazos y falta de ligazón. Pero quien quiere busca una obra de arte, con un sentido, con una trama, una obra única con un estilo distinto, reconocerá en Morante un auténtico genio. Toreó excepcionalmente con ambas manos, con una quietud impresionante, quedando inmóvil la pierna de apoyo y girando en torno a sí para llevar al toro en un toreo circular genial. La naturalidad de cada pase, del modo de andarle a los toros, de realizar el embroque, de salir de las suertes, de ejecutar cada pase, era única. No, no era una faena que pudiera traerse estudiada de casa, era una obra de arte impresionista que dota al conjunto de una coherencia absoluta. Y todo ello aderezado con momentos de inspiración sublime como esos tres o cuatro pases que le dio a su primero una vez ejecutada la suerte suprema, o el modo de salirse al tercio con la muleta calada desde las tablas y brindar como una parte más de la primera serie al cuarto de la tarde. El toreo de Morante es irrepetible. Como el de cualquier artista genial, que no crea escuela, que no puede crearla, porque la gracia no se enseña.
Juli demostró en el segundo el extraordinario momento que atraviesa, con una faena más convencional, pero con gran transmisión. Mucho toreo y del bueno, tanto con la capa, el recibo y en el quite por chicuelinas, como en las largas series con ambas manos en la faena de muleta.
Tampoco acertó con los aceros. El quinto fue un toro soso y se estrelló su voluntad con la nula clase del morlaco.
Cayetano salió espoleado en el tercero y aunque no pudo hacer nada con el capote, dio alguna serie lucida y honda con la muleta. Tiene mucha clase, casta para las citas importantes (y esta lo era), pero le falta un punto de técnica, de rapidez para ver al toro e improvisar en la cara. Brindo el sexto a sus compañeros de terna en un gesto torero para rematar una tarde grande, pero el toro no respondió y no hubo mucho más que hacer.
Gran tarde de toros con un Morante en estado de gracia, un Juli muy importante y un Cayetano peleando a base de clase y pundonor.
La tarde del sábado fue una tarde de muchísimo viento y una floja entrada (menos de media plaza). Los toros no ayudaron en general al triunfo, pero cada diestro volvió a evidenciar el distinto momento de forma por el que atraviesa. Cid estuvo serio y con voluntad, pero mostrando lo que le cuesta encontrar el sitio y los recursos. En su primero sufrió muchos enganchones y no alcanzó a ver cómo superar las dificultades del toro y de la ventisca, lo cual no era fácil, pero en otras temporadas lo hubiera hecho con mayor seguridad. Aun así dibujó una muy buena tanda con la derecha y cobró una buena estocada. En el cuarto, Alcaraceño volvió a brillar con los palos y Manuel Jesús dio distancia al toro al comenzar la faena, con una serie de interés, pero luego, aunque dio muchos pases, no hubo transmisión. Mal con los aceros.
Manzanares volvió a redondear una tarde excepcional a pesar del viento y de los toros. En ambos, además, con una lidia perfecta (tiene una cuadrilla realmente excepcional). Su primero fue un toro soso, flojo y que se quedaba corto. Aun así, sacó una serie muy buena al comienzo de faena y siguió instrumentando un trasteo serio y decidido, aunque no muy lucido por las condiciones del bicho. Dio una gran estocada. La faena al quinto fue magistral, de menos a más, haciendo al toro, que cabeceaba si se le llevaba por arriba y se caía si se le obligaba. Manzanares le enseñó a embestir y ligó una faena soberbia, con majestad, empaque, maestría y elegancia. Forma sublime de torear tanto en redondos y naturales, como en los adornos, larguísimos y templados. La estocada fue una de las mejores que he visto esta temporada. Sencillamente excepcional.
Perera lo intentó con el tercero. Toreó por delantales en el recibo de capa y quitó lucido por tafalleras y gaoneras. El comienzo de faena en redondo dejó algún momento bueno, pero luego, entre la escasa codicia del animal, su colocación y las ganas de meterse entre los pitones vimos poco toreo lucido. Estocada de efecto fulminante. En el sexto vimos una ejecución perfecta de la suerte de varas (al toro se le pegó poco, pero se le citó de forma magnífica y el varilarguero le picó en su sitio, sosteniendo perfectamente la embestida con la montura) y un gran tercio de banderillas. El toro no dio facilidades y no hubo nada reseñable con la muleta.
En resumen, Manzanares que sigue brillando tarde tras tarde y Cid y Perera que lo siguen intentando, pero a quienes no hemos visto acabar de romper esta temporada.
Lo del domingo ya lo ha contado José María. Sólo algunos apuntes de la tarde (de lo que sucedió por la mañana y de lo que ha pasado en Málaga habrá que hablar también, a ver si uno de estos días…). Al salir de la plaza, quienes habíamos asistido a aquel despliegue de Morante en sus dos toros y a faenas magníficas de Juli y Cayetano (una cada uno), teníamos la satisfacción de haber vivido una gran tarde de toros. Al comprobar la información de los portales, sin embargo, tuve la sensación de que los que contaban lo que allí había sucedido tenían más interés en la voltereta de Morante y su fallo a espadas que en el magisterio cumbre de sus dos faenas. Reconozco que no consigo a entender si a estos tipos les gustan los toros, qué toros y qué toreo. Qué es lo que pretenden ver en el ruedo.
Lo de Morante (más allá de la voltereta y de su desacierto a espadas) fue sensacional. Volvió a reinventar la verónica, lenta, mecida, acompañándolas con todo el cuerpo, guiando al toro en su viaje. Un despliegue capotero sin igual. Y con la muleta dio dos lecciones completas de improvisación y gracia, de toreo hondo, profundo. A quien vaya a ver series continuadas de derechazos y naturales puede parecerle que las faenas no fueron completas, que hubo solo retazos y falta de ligazón. Pero quien quiere busca una obra de arte, con un sentido, con una trama, una obra única con un estilo distinto, reconocerá en Morante un auténtico genio. Toreó excepcionalmente con ambas manos, con una quietud impresionante, quedando inmóvil la pierna de apoyo y girando en torno a sí para llevar al toro en un toreo circular genial. La naturalidad de cada pase, del modo de andarle a los toros, de realizar el embroque, de salir de las suertes, de ejecutar cada pase, era única. No, no era una faena que pudiera traerse estudiada de casa, era una obra de arte impresionista que dota al conjunto de una coherencia absoluta. Y todo ello aderezado con momentos de inspiración sublime como esos tres o cuatro pases que le dio a su primero una vez ejecutada la suerte suprema, o el modo de salirse al tercio con la muleta calada desde las tablas y brindar como una parte más de la primera serie al cuarto de la tarde. El toreo de Morante es irrepetible. Como el de cualquier artista genial, que no crea escuela, que no puede crearla, porque la gracia no se enseña.
Juli demostró en el segundo el extraordinario momento que atraviesa, con una faena más convencional, pero con gran transmisión. Mucho toreo y del bueno, tanto con la capa, el recibo y en el quite por chicuelinas, como en las largas series con ambas manos en la faena de muleta.
Tampoco acertó con los aceros. El quinto fue un toro soso y se estrelló su voluntad con la nula clase del morlaco.
Cayetano salió espoleado en el tercero y aunque no pudo hacer nada con el capote, dio alguna serie lucida y honda con la muleta. Tiene mucha clase, casta para las citas importantes (y esta lo era), pero le falta un punto de técnica, de rapidez para ver al toro e improvisar en la cara. Brindo el sexto a sus compañeros de terna en un gesto torero para rematar una tarde grande, pero el toro no respondió y no hubo mucho más que hacer.
Gran tarde de toros con un Morante en estado de gracia, un Juli muy importante y un Cayetano peleando a base de clase y pundonor.
lunes, 9 de agosto de 2010
Eternidades
Lo de Huelva ha estado muy bien y Manzanares torea como los ángeles, que yo lo vi. Pero ayer asistimos en El Puerto de Santa María a la máxima expresión de la belleza taurina.
Aquí lo han sabido ver.
Tanta fue la plasticidad e intensidad de las faenas de Morante de la Puebla, con magníficos interludios del Juli y Cayetano, que agradecimos las abreviaturas de los toros quinto y sexto, aquejados como estábamos, según el feliz comentario de Lorenzo, del síndrome de Stendhal taurino.
En el primero de los suyos el de la Puebla meció al toro en una verónicas tan idénticas al ideal platónico de "la verónica" que a los cinco minutos de estar en la Plaza ya dábamos por amortizada la tarde, el viaje y aun la temporada.
-Ea, que ya me puedo ir.
El comienzo de la faena fue sublime, con unos ayudados por alto y un desmayo en los lances que siguieron que el torero se olvidó del ser y del no ser y el toro hizo por él, pero como la armonía había rendido al miedo, nuestro torero volvió, no a la cara del toro, sino a la esencia misma del arte.
En el segundo Morante inició la faena como los toreros antiguos, con la montera puesta: al hilo de las tablas lo desengañó por bajo, pero ligando los pases, y lo llevó a los medios toreado al tiempo que se quitaba la montera y brindaba al respetable.
Esta forma de brindar “in media res” –y nunca mejor al caso lo de “res”- provocó un terremoto en los tendidos que se abrieron por bulerías y por matas de romero y flores arrojadas, porque no se supo muy bien qué había pasado: si Morante toreaba con la propia montera al toro, o nos toreaba a nosotros en el místico círculo de su brindis.
A las faenas de Morante dicen que les falta ligazón, lo que sucede es que este torero saca los pases uno a uno en lo que no hace sino parecerse a Joselito el Gallo y lo hace, haya toro o no lo haya, del centro de la misma cantera del mármol que recubre a Joselito...
Nos repetimos al decir que este torero bebe de la fuente -otra vez platónica- de los tres toreros a los que no hemos visto torear, pero que son los pilares emocionales de la tauromaquia: Belmonte, Joselito y el Gallo.
Sólo el Gallo podría hacer saltar el duende de una montera, como la chistera de un mago.
Sólo Joselito podría pisar la variedad de terrenos que pisó Morante y encontrar la gracia justa en cada pase.
Sólo Belmonte dormía el tiempo en la media verónica o se atrevería a torear a un toro después de estoqueado, cuando no se sabe si es más peligroso o está más resignado, cuando no se sabe nada y ya solo dominan al artista los enajenados duendes de la creación.
José Antonio Morante de la Puebla es la trinidad del toreo transfigurada.
El toreo desaparecerá, pero lo de ayer por la tarde, no.
Que yo lo vi.
PD: Unos haikus a la vuelta de la plaza.
Aquí lo han sabido ver.
Tanta fue la plasticidad e intensidad de las faenas de Morante de la Puebla, con magníficos interludios del Juli y Cayetano, que agradecimos las abreviaturas de los toros quinto y sexto, aquejados como estábamos, según el feliz comentario de Lorenzo, del síndrome de Stendhal taurino.
En el primero de los suyos el de la Puebla meció al toro en una verónicas tan idénticas al ideal platónico de "la verónica" que a los cinco minutos de estar en la Plaza ya dábamos por amortizada la tarde, el viaje y aun la temporada.
-Ea, que ya me puedo ir.
El comienzo de la faena fue sublime, con unos ayudados por alto y un desmayo en los lances que siguieron que el torero se olvidó del ser y del no ser y el toro hizo por él, pero como la armonía había rendido al miedo, nuestro torero volvió, no a la cara del toro, sino a la esencia misma del arte.
En el segundo Morante inició la faena como los toreros antiguos, con la montera puesta: al hilo de las tablas lo desengañó por bajo, pero ligando los pases, y lo llevó a los medios toreado al tiempo que se quitaba la montera y brindaba al respetable.
Esta forma de brindar “in media res” –y nunca mejor al caso lo de “res”- provocó un terremoto en los tendidos que se abrieron por bulerías y por matas de romero y flores arrojadas, porque no se supo muy bien qué había pasado: si Morante toreaba con la propia montera al toro, o nos toreaba a nosotros en el místico círculo de su brindis.
A las faenas de Morante dicen que les falta ligazón, lo que sucede es que este torero saca los pases uno a uno en lo que no hace sino parecerse a Joselito el Gallo y lo hace, haya toro o no lo haya, del centro de la misma cantera del mármol que recubre a Joselito...
Nos repetimos al decir que este torero bebe de la fuente -otra vez platónica- de los tres toreros a los que no hemos visto torear, pero que son los pilares emocionales de la tauromaquia: Belmonte, Joselito y el Gallo.
Sólo el Gallo podría hacer saltar el duende de una montera, como la chistera de un mago.
Sólo Joselito podría pisar la variedad de terrenos que pisó Morante y encontrar la gracia justa en cada pase.
Sólo Belmonte dormía el tiempo en la media verónica o se atrevería a torear a un toro después de estoqueado, cuando no se sabe si es más peligroso o está más resignado, cuando no se sabe nada y ya solo dominan al artista los enajenados duendes de la creación.
José Antonio Morante de la Puebla es la trinidad del toreo transfigurada.
El toreo desaparecerá, pero lo de ayer por la tarde, no.
Que yo lo vi.
PD: Unos haikus a la vuelta de la plaza.
domingo, 8 de agosto de 2010
Feria de Huelva (1 al 3 de agosto de 2010) - Cuatro grandes faenas y mucho toro descastado
Este año hemos podido ir las tres tardes de toreo a pie de la Feria de Huelva, una Feria en la que, ante la ausencia de José Tomás, la empresa ha decidido colocar a los nueve toreros más importantes del escalafón: Morante, Juli, Ponce, Manzanares, Perera, Cid, Talavante, Castella y Fandi. El público respondió con buenas entradas aunque sin agotar ningún día el papel (algo que este año está siendo habitual en todas las plazas), los toreros mostraron todos muy buena disposición aunque distinto estado de forma y claridad de ideas y los toros, como es costumbre, pusieron la nota discordante, con más ejemplares sosos, sin casta y desrazados que nobles y bravos.
Aun así, pudimos ver cuatro grandes faenas y apuntes geniales, que no impidieron que la mayoría del público, sobre todo el público local, que sólo tiene la oportunidad de ver estos tres festejos en vivo en su localidad, saliera con un cierto desencanto. Algo tendrán que hacer los ganaderos. La Fiesta, en los relativo a los toros, tiene que ser más previsible. Tiene, al menos, que haber más casta y más emoción.
El comienzo del festejo del domingo, como se hizo en otras plazas, reivindicó el rechazo de los taurinos a la prohibición de los toros en Cataluña. El Manifiesto (muy acertado, a mi juicio) lo leyó Carlos Herrera, que estuvo acompañado en el ruedo por Antonio Jiménez (Intereconomía) y el periodista deportivo Roberto Gómez. En el ruedo, el festejo tuvo dos partes claramente diferenciadas por el distinto comportamiento de los toros: una primera brillante y una segunda bastante insulsa. Morante recibió con verónicas de mucho peso a su primero, al que instrumentó tandas de muleta de gran sabor, en un trasteo que sin ser redondo, tuvo muchísimo interés para el aficionado. El cuarto era un “bicho” con peligro al que comenzó con la muleta por bajo torerísimo y estuvo mucho tiempo intentando sacarle partido, sin que de aquel animal hubiera nada bueno que extraer. Estuvo mal con la espada y el descabello, a pesar de lo cual la gente le dedicó una cariñosa ovación. Juli, en el segundo de la tarde, hizo una faena muy completa con capote y muleta, faena técnica, poderosa y artística, demostrando el buen momento en el que está. Un gran Juli que no pudo rematar la tarde en el quinto, un toro soso, que no decía nada y ante el cual nada pudo hacer. Perera hizo un gran quite al tercero por tafalleras y gaoneras y con la muleta comenzó en el centro del ruedo con dos pases cambiados y luego dejó pasajes de interés toreando en redondo, antes de meterse entre los pitones para acabar de calentar al público. Con el sexto tampoco pudo hacer gran cosa.
El lunes la corrida empezó con varios toreros de Huelva llevando por el ruedo una pancarta en apoyo al toreo en Cataluña. No sé si el proselitismo a los convencidos es el mejor modo de defender la Fiesta, pero supongo que se agradece el gesto. La corrida no dio mucho de sí. El Cid dio algunos lances buenos de recibo en su primero, un quite de menos intensidad y una primera tanda aceptable con la muleta; luego, acompañó la embestida del toro hasta que éste se rajó, sin decir mucho en el trasteo. Buena estocada, aunque el toro le golpeo en el embroque, afortunadamente sin consecuencias. En el cuarto vimos lo mejor de la tarde en varias series con la derecha trayéndose al toro de lejos y templando bien la embestida. Por la izquierda no hubo opción. Dio una vuelta al ruedo después de una estocada algo más que baja. Fandi dio el habitual recital de banderillas, más atléticas que hondas y toreras, más emocionantes en el quinto que en el segundo. Con capote y muleta, en su primero, soso, parado y sin casta alguna, no hubo opción. En el quinto hizo una faena más larga y conectó más con el público, pero salvo una serie con la izquierda, más templada, el resto no tuvo demasiada hondura. Talavante quitó con interés pero apresurada ejecución en el tercero, al que dio un par de series hondas, hasta que el toro se paró. En el sexto, fue importante la primera serie, con un cambio de mano de cartel; luego, el trasteo perdió emoción y aunque hubo más series, ninguna llegó a emocionar.
La última de feria nos permitió ver a un Manzanares en plenitud. En el tercero hizo una faena perfecta, con pases profundísimos con ambas manos, toreo hondo, caro, de cartel. El circular, los remates y el eterno pase de pecho del final aun los tenemos en la retina. Faenas de menos a más, muy importante. En el sexto hubo un par de tandas de interés y algunos pases con empaque, pero el toro no permitió hacer una obra completa. Antes, en el primero, Ponce demostró su técnica con un toro que parecía tener algún problema en la vista. Faena algo encimista, de más a menos, con series limpias, pero en la que faltó algo de intensidad. Recetó una gran estocada, hubo petición y bronca al Presidente por no conceder la oreja. El cuarto fue un toro soso y sin transmisión con el cual ni el oficio y la voluntad de Ponce pudieron suplir la falta de gracia de su embestida. Castella en el segundo hizo una faena de emoción y buena técnica, pero faltó empaque y profundidad. En el quinto, el toro fue muy soso y sólo destacaron las dos primeras tandas, templadas y con quietud.
Una feria, en fin, en la que vimos muy bien a Morante, Juli y Manzanares. Poco despejados a Cid, Perera y Castella. Fandi a lo suyo. Y no podemos acabar de juzgar a Ponce y Talavante porque los toros no les dieron apenas oportunidad. Y esto es lo peor, la falta de casta general de los tres encierros, en los que sólo destacaron algunos (muy pocos) toros. El resto, sosos y sin transmisión alguna.
(Y este fin de semana hemos vuelto a ver en El Puerto de Santa María un Manzanares extraordinario, dos faenas impresionantes de Morante, una muy buena de Juli y otra de bastante interés de Cayetano. No es poco. Lo contaremos en breve con más detalle).
Aun así, pudimos ver cuatro grandes faenas y apuntes geniales, que no impidieron que la mayoría del público, sobre todo el público local, que sólo tiene la oportunidad de ver estos tres festejos en vivo en su localidad, saliera con un cierto desencanto. Algo tendrán que hacer los ganaderos. La Fiesta, en los relativo a los toros, tiene que ser más previsible. Tiene, al menos, que haber más casta y más emoción.
El comienzo del festejo del domingo, como se hizo en otras plazas, reivindicó el rechazo de los taurinos a la prohibición de los toros en Cataluña. El Manifiesto (muy acertado, a mi juicio) lo leyó Carlos Herrera, que estuvo acompañado en el ruedo por Antonio Jiménez (Intereconomía) y el periodista deportivo Roberto Gómez. En el ruedo, el festejo tuvo dos partes claramente diferenciadas por el distinto comportamiento de los toros: una primera brillante y una segunda bastante insulsa. Morante recibió con verónicas de mucho peso a su primero, al que instrumentó tandas de muleta de gran sabor, en un trasteo que sin ser redondo, tuvo muchísimo interés para el aficionado. El cuarto era un “bicho” con peligro al que comenzó con la muleta por bajo torerísimo y estuvo mucho tiempo intentando sacarle partido, sin que de aquel animal hubiera nada bueno que extraer. Estuvo mal con la espada y el descabello, a pesar de lo cual la gente le dedicó una cariñosa ovación. Juli, en el segundo de la tarde, hizo una faena muy completa con capote y muleta, faena técnica, poderosa y artística, demostrando el buen momento en el que está. Un gran Juli que no pudo rematar la tarde en el quinto, un toro soso, que no decía nada y ante el cual nada pudo hacer. Perera hizo un gran quite al tercero por tafalleras y gaoneras y con la muleta comenzó en el centro del ruedo con dos pases cambiados y luego dejó pasajes de interés toreando en redondo, antes de meterse entre los pitones para acabar de calentar al público. Con el sexto tampoco pudo hacer gran cosa.
El lunes la corrida empezó con varios toreros de Huelva llevando por el ruedo una pancarta en apoyo al toreo en Cataluña. No sé si el proselitismo a los convencidos es el mejor modo de defender la Fiesta, pero supongo que se agradece el gesto. La corrida no dio mucho de sí. El Cid dio algunos lances buenos de recibo en su primero, un quite de menos intensidad y una primera tanda aceptable con la muleta; luego, acompañó la embestida del toro hasta que éste se rajó, sin decir mucho en el trasteo. Buena estocada, aunque el toro le golpeo en el embroque, afortunadamente sin consecuencias. En el cuarto vimos lo mejor de la tarde en varias series con la derecha trayéndose al toro de lejos y templando bien la embestida. Por la izquierda no hubo opción. Dio una vuelta al ruedo después de una estocada algo más que baja. Fandi dio el habitual recital de banderillas, más atléticas que hondas y toreras, más emocionantes en el quinto que en el segundo. Con capote y muleta, en su primero, soso, parado y sin casta alguna, no hubo opción. En el quinto hizo una faena más larga y conectó más con el público, pero salvo una serie con la izquierda, más templada, el resto no tuvo demasiada hondura. Talavante quitó con interés pero apresurada ejecución en el tercero, al que dio un par de series hondas, hasta que el toro se paró. En el sexto, fue importante la primera serie, con un cambio de mano de cartel; luego, el trasteo perdió emoción y aunque hubo más series, ninguna llegó a emocionar.
La última de feria nos permitió ver a un Manzanares en plenitud. En el tercero hizo una faena perfecta, con pases profundísimos con ambas manos, toreo hondo, caro, de cartel. El circular, los remates y el eterno pase de pecho del final aun los tenemos en la retina. Faenas de menos a más, muy importante. En el sexto hubo un par de tandas de interés y algunos pases con empaque, pero el toro no permitió hacer una obra completa. Antes, en el primero, Ponce demostró su técnica con un toro que parecía tener algún problema en la vista. Faena algo encimista, de más a menos, con series limpias, pero en la que faltó algo de intensidad. Recetó una gran estocada, hubo petición y bronca al Presidente por no conceder la oreja. El cuarto fue un toro soso y sin transmisión con el cual ni el oficio y la voluntad de Ponce pudieron suplir la falta de gracia de su embestida. Castella en el segundo hizo una faena de emoción y buena técnica, pero faltó empaque y profundidad. En el quinto, el toro fue muy soso y sólo destacaron las dos primeras tandas, templadas y con quietud.
Una feria, en fin, en la que vimos muy bien a Morante, Juli y Manzanares. Poco despejados a Cid, Perera y Castella. Fandi a lo suyo. Y no podemos acabar de juzgar a Ponce y Talavante porque los toros no les dieron apenas oportunidad. Y esto es lo peor, la falta de casta general de los tres encierros, en los que sólo destacaron algunos (muy pocos) toros. El resto, sosos y sin transmisión alguna.
(Y este fin de semana hemos vuelto a ver en El Puerto de Santa María un Manzanares extraordinario, dos faenas impresionantes de Morante, una muy buena de Juli y otra de bastante interés de Cayetano. No es poco. Lo contaremos en breve con más detalle).
domingo, 1 de agosto de 2010
Depredadores de Guante Blanco
Ahora que los animalistas nos persiguen por los comentarios del planeta de los toros virtuales, el gran Felipe Benítez Reyes nos regala su sapiente ironía:
http://felipe-benitez-reyes.blogspot.com/2010/07/depredadores-de-guante-blanco.html
Gracias, maestro.
http://felipe-benitez-reyes.blogspot.com/2010/07/depredadores-de-guante-blanco.html
Gracias, maestro.
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