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sábado, 4 de abril de 2020

En la muerte de Luis Eduardo Aute

No soy nada mitómano. Siempre pensé que Los Secretos tenían toda la razón "Pero cómo explicar / que me vuelvo vulgar / al bajarme de cada escenario". Un músico, un torero, un pintor,... pueden ser geniales creando arte, pero no tienen por qué serlo fuera de lo que hacen.

Por eso, nunca he hecho ningún esfuerzo por conocer a los artistas que admiraba. De todos ellos, en la música, a uno de los que más he admirado ha sido a Luis Eduardo Aute. Y con él, por azares de la vida, tuve la ocasión de compartir unas breves palabras un par de veces. La primera fue en 1988, cuando acababa de lanzar Templo, un ábum que sólo con el tiempo apreciamos en toda su genialidad. Aute tocaba una noche de primavera en la Plaza Mayor de Cáceres y yo, estudiante que acababa de finalizar el COU, que admiraba su obra y a quien cualquier personaje de los que salían en la televisión me resultaba completamente inaccesible, fui a rondar por la mañana por allí para ver si adivinaba algo del ensayo. Junto a unos pocos, pudimos ubicarnos en el Arco de la Estrella y desde allí contemplar las pruebas de sonido. Cuando acabaron, Aute se acercó a los que estábamos allí y uno tras otro le pidieron autógrafos. Yo sólo miraba. Cuando los hubo firmado todos me preguntó ¿y tú? Si me firmas algo, te lo agradezco, pero no tengo ni papel ni boli (yo iba sólo a escuchar, ni se me hubiera ocurrido lo de los autógrafos). Él sonrió, sacó un papel y un bolígrafo y me hizo uno de sus característicos dibujos.

La segunda vez fue en Ávila, en el año 2007, en un memorable fin de semana taurino en el que, además de un mano a mano de José Tomás y Juli (a la postre, de menos enjundia de lo que hubiéramos esperado), hubo multitud de actividades culturales. Una de ellas fue un concierto de Aute. Allí estaba yo con mi entrada cuando, una vez dentro del recinto, me encontré con gente conocida que tenía algo que ver con la organización y junto con los que acabé viendo el recital. Mediado aquello, el que tenía más cerca me dijo: pero, oye, tú te las sabes todas, ¿no? Bueno... Cuando acabó el concierto me dijeron que me acercara al camerino. "Si te sabes todas las canciones querrás hablar con él". Traté de explicar lo de Los Secretos, pero no hubo forma. Fue la primera y única vez que he estado en un backstage y cualquier mito que hubiera tenido se habría derrumbado de forma brutal: aquello era una mesa de colegio con botellas de refrescos de un litro, bolsas de patatas fritas y poco más. Eso sí, buen ambiente para regalar. En medio de aquello, mi acompañante le dijo "oye, éste se sabe todas tus canciones" a lo que Aute, sin darle ninguna importancia, para bien ni para mal, respondió "peor para él". Y siguió la conversación con la que estábamos.

Antes y después de aquella noche estuve en decenas de conciertos. De todos ellos, quizá el más rotundo fue el Mano a Mano donde ni el disco ni los vídeos que hay hacen mínimamente justicia a lo que vivimos aquella noche en Las Ventas. El comienzo con cada uno de ellos (Aute y Silvio) cantando varias canciones propias sólo con sus guitarras fue para enmarcar. Como la genialidad que se produjo cuando de forma natural cantamos a dos voces con Silvio La gota de rocío. Aquella noche Aute y Silvio nos hicieron tremendamente felices. Y no olvidaron nunca que aquello era una plaza de toros, haciendo referencias variadas a la cultura y el lenguaje taurino.

Los recuerdos más recientes (además de los discos que escucho frecuentemente) fue el comienzo de su última gira en Cáceres, en plena parte antigua. junto a San Mateo, justo enfrente del Aljibe. El mediometraje inicial quizá se hizo algo más largo de lo esperado, pero el concierto recopilatorio de toda su trayectoria fue un lujo inimaginable. Como lo fue volverlo a ver en el Price por última vez meses después.

Indagar en su trayectoria musical excede con mucho lo que podría contar en unas pocas líneas. Pero siempre me admiró la visión que tuvo tan tempranamente en un álbum como Entre Amigos, el primero en el que unos artistas compartían escenario con otro cantando sus canciones. Las interpretaciones de Serrat (De alguna manera), Pablo Milanés (Anda), Silvio Rodríguez (Dentro) o Teddy Bautista (Anda Suelto Satanás) son memorables. Sólo un año después, con Cuerpo a cuerpo, da un salto temático e instrumental enorme, con un disco absolutamente rotundo. Antes, tiene absolutas genialidades libérrimas como Babel, Sarcófago o un Forgesound que hoy no pasaría el tabú de lo políticamente correcto. Y luego, en obras como Segundos fuera, Slowly, Alevosía o Intemperie ha seguido evolucionando en temas y en unos arreglos y musicalidad cada vez más brillantes.

Aute ha sido un gran aficionado a la tauromaquia, algo que nunca ocultó y de lo que dejó menciones con naturalidad en algunas de sus canciones, a pesar de que a algunos le resulte extraño, contradictorio.

Pero, sobre todo, Aute ha sido una pieza fundamental en la educación sentimental y mítica de muchos.

Tenemos mucho que agradecerle.

Descanse en Paz.