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domingo, 6 de diciembre de 2015

Política, políticos y toros

Después de los resultados de las últimas elecciones autonómicas y municipales y de las consecuencias que ello ha traído al mundo del toro, muchos se movilizan en estos días previos a las elecciones generales reclamando a los partidos una postura clara respecto a la tauromaquia en sus programas electorales y en sus declaraciones públicas. Como si de ellos dependiera la supervivencia de nuestra afición. Como si no hubiera razones económicas, morales y sociales más relevantes que la tauromaquia para decidir un voto.
Pero lo que resulta terrible es que puede ser que los políticos tengan bastante que decir sobre lo taurino. Lo cual no puede considerarse sino un desatino consecuencia, por un lado, de la dejadez y los complejos de los de dentro (taurinos) y, por otro, de una sociedad que, temerosa de la libertad, exige a los poderes públicos que regulen hasta los aspectos más nimios de la convivencia. Veamos.
Siempre me ha parecido asombroso, como jurista, la existencia del Reglamento taurino. Y, sobre todo, la defensa que del mismo hacen los aficionados como instrumento para preservar “la pureza de la Fiesta”. Que una actividad cultural y lúdica como la taurina requiera para su organización que la autoridad pública diga cuándo y cómo puede celebrarse (“con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide”), cuáles son los requisitos que deben cumplir los toros, y los toreros, cuánto tiempo deben durar las faenas, por qué razones deben darse los trofeos,… es tan absurdo como si hubiera una normativa que regulara cuándo y cómo pueden celebrarse espectáculos teatrales, quiénes pueden ser actores, cuánto deben durar las obras, qué adaptaciones caben o no de las obras clásicas o que un funcionario público dictaminara en cada función cuántas veces pueden saludar los actores. Absurdo, ¿no? Pues no lo es menos en el toreo. Delegar en la autoridad la defensa de la pureza de la Fiesta porque si no los de dentro son unos sinvergüenzas que nos van a engañar es tan patético como si se hiciera para el teatro, la zarzuela, el flamenco o la ópera. Donde la catadura moral de actores y empresarios probablemente no difiera mucho de la de los taurinos, lo cual no dice nada bueno ni de unos ni de otros.
Junto a esto, que por una mezcla de tradición y exigencia de los aficionados perpetúa la intervención administrativa en la Fiesta, hay otro elemento que pone la tauromaquia en manos de los gobernantes: la propiedad pública de muchos de los cosos. Ya lo he indicado muchas veces en este mismo blog y no me cansaré de hacerlo: en esto reside nuestra principal debilidad. Sin la propiedad de los cosos, una posición adversa de las administraciones estrangula el espectáculo sin necesidad de prohibirlo. Lo cual sería perfectamente lícito y democrático, cosa que no sucede con la prohibición. Y esto ya ha empezado a pasar y sus consecuencias las veremos incrementarse la próxima temporada, sobre todo en cosos pequeños.
Por tanto, tenemos una preceptiva intervención administrativa exigida por la tradición y por muchos aficionados y una propiedad pública de los cosos que pone en manos de nuestras autoridades la posibilidad de celebrar festejos taurinos.
Pero por si esto no fuera bastante, tenemos una sociedad que, cada vez con mayor virulencia, exige que los estados prohíban todo aquello que no consideran bueno, conveniente o moralmente apropiado. No solo aquello que pone en peligro la convivencia social (robar, matar, abusar de un menor,…) o que es manifiestamente inadmisible porque incide en la libertad y seguridad de los otros (simular una profesión sin tenerla, no auxiliar a un herido en un accidente,…), sino aquello que no se considera bueno o que solo pone en peligro a uno mismo (cinturón de seguridad, beber en la calle, tomar según qué cosas, etc.). Hace unos días, Sánchez Dragó publicaba un polémico artículo con ocasión del cuarenta aniversario de la muerte de Franco en el que afirmaba que él, ahora, era menos libre que en 1975. Más alá de la evidente boutade que supone minusvalorar la actual existencia de derechos y libertades básicos antes inexistentes (libertad de expresión, de reunión, de manifestación, de prensa, de creación de partidos políticos,…) el artículo ponía la mano en la llaga sobre un hecho que tiene poco que ver con el tránsito en nuestro país de la dictadura a la democracia y que se refiere a una tendencia constante en los países occidentales: el miedo a la libertad. Un miedo que ha conducido a exigir que los estados regulen ámbitos que tradicionalmente se consideraban exentos de la presencia de lo público y exclusivamente restringidos a la libertad individual. La mayoría de la sociedad trata de que se prohíba la comida que no es sana, los comportamientos de riesgos, que se impongan conductas saludables o moralmente adecuadas,… O que se prohíban ciertos comportamientos por el riesgo de que, en algunos casos, puedan suponer un abuso, aunque en otros muchos casos ese mismo comportamiento no implique abuso de ningún tipo.
En definitiva, cada vez son más los que tratan de que su particular catecismo respecto a la cultura, la convivencia, la educación, los valores, lo políticamente correcto, la comida, los animales, los menores,… se convierta en Código Penal. Hemos abdicado, como sociedad, de la apasionante aventura y los riesgos de ser libres para trasladar al Estado la facultad de protegernos y cuidarnos, aunque sea impidiéndonos comportarnos como ciudadanos adultos.
Para la tauromaquia, un espectáculo que exalta la más profunda de las libertades: la de poner en riesgo la propia vida luchando con un animal solo por el hecho de sentirse más pleno y libre (el que lo ejecuta), permitiendo que otros (los que lo contemplan) aprecien la belleza y la verdad como solo en un acto tan tremendamente real puede sentirse, este miedo a la libertad es absolutamente letal.

Por todo ello, sería irresponsable votar solo o fundamentalmente el 20 de diciembre en función de lo que dicen (o lo que imaginamos que van a hacer) los partidos en relación con la tauromaquia. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que los resultados de estas elecciones en combinación con los de las autonómicas y municipales van a incidir de forma relevante en el porvenir de la Fiesta.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Solidaridad taurina


El toreo siempre ha sido solidario. No sé si por el origen caballeresco de los primeros lidiadores a caballo o por los extremadamente humildes de casi todos los lidiadores de a pie durante casi toda la historia reciente. Tanto da. Muchos hospitales se han financiado con recursos de festejos benéficos, estos festejos han sido de larga tradición en casi todas las plazas (Beneficencia en Madrid, Asprona en Albacete, Cruz Roja en Sevilla,…) y ante acontecimientos especiales, de alguno de los suyos o de la sociedad en general, el toreo ha reaccionado con generosidad para tratar de paliar económicamente las consecuencias de algunas tragedias.

Sin embargo, el modo en que se expresa esta generosidad no puede ser igual ahora que hace diez años. Y menos aun seguir pautas de siglos pasados. La solidaridad del toreo no puede ser un modo de tratar de mejorar la imagen de la Fiesta, ni un argumento para su defensa. No debemos tener mala conciencia, porque la tauromaquia no debe pedir perdón ni requiere justificaciones externas para existir. Si la tauromaquia es solidaria en la actualidad es por las mismas razones por las que las empresas potencian y desarrollan su Responsabilidad Social, porque estamos insertados en una sociedad, con la que compartimos anhelos, desgracias y alegrías.

Y en la sociedad actual un valor imprescindible es la transparencia. Valor del que la organización taurina carece de modo absoluto. Y este es, probablemente, el origen de gran parte de sus actuales debilidades. Y si en algún ámbito la transparencia es imprescindible es en las actividades solidarias.

Quizá el ejemplo más sangrante es lo ocurrido con la “encerrona” de Juli en Cáceres, corrida televisada por TVE, en la que el Juli donó sus honorarios y a la que se dio una más que razonable difusión mediática. Diversas organizaciones de lucha contra el cáncer infantil eran las destinatarias de los ingresos que se consiguieran… Ingresos de los que seis meses después nada se sabe. Una escueta nota de prensa de hace unos días anunciaba que con los ingresos de aquella corrida se habían puesto en marcha algunas iniciativas, y se reproducían declaraciones que creo están extraídas de lo que se dijo antes del festejo, y no ahora. Tal vez porque las organizaciones no quieren que se utilice su nombre después de aportaciones poco menos que simbólicas.

En todo caso, en ningún sitio se ha dicho cuánto se ha recaudado y cómo se ha repartido. No es de recibo que con plaza casi llena y sin que el torero cobre sus honorarios no se pueda salir con orgullo, explicar las cifras de ingresos y gastos de la corrida y aclarar la cantidad que se dona a cada organización.

Algo parecido sucede con la corrida en la que Castella lidió seis toros este verano en El Puerto. El pasado sábado, en Tendido Cero, el torero se quejaba de que algunas organizaciones no querían que les llegara dinero del toreo. Tiene razón en la queja. Pero tanta como la que pueden expresar organizaciones encomiables cuyo nombre se ha utilizado en distintos sitios para atraer público, mejorar la imagen de empresarios y toreros, y que después no reciben apenas nada de estos.

Como en tantas cosas, la punta de lanza y quien probablemente está dictando el modo de ser solidarios en el toreo para el futuro es José Tomas. Que impone con rigor sus honorarios y luego, cuando considera oportuno, da un cheque de cifras nada despreciables a las entidades que libremente decide. No se hace publicidad para atraer público o lavar conciencias; reclama lo suyo al empresario y dona lo que considera a quien quiere. Con cámaras o sin ellas. Como hacen empresarios y artistas en los países en los que la sociedad civil está mejor organizada.

domingo, 18 de octubre de 2015

Sobre la Escuela de Tauromaquia de Madrid

Hace unas semanas, el Ayuntamiento de Madrid anunció su intención de retirar la subvención que anualmente daba a la Escuela de Tauromaquia de Madrid y, lo que es peor, impedirle utilizar desde junio de 2016 las instalaciones del Batán.
Ante este anuncio, si el sector taurino estuviera organizado (siquiera mínimamente) creo que debería hacer tres cosas:
1.- Explicar los logros que la Escuela ha conseguido desde su creación, insistiendo en un doble ámbito: la inclusión en el “mercado laboral” de muchos chavales que de otro modo no hubieran tenido nada fácil ganarse la vida (toreros, banderilleros, etc.) y cómo en muchos casos se ha evitado la caída de sus alumnos en otros hábitos, a cuya rehabilitación se dedican muchos más fondos. Tan escaso dinero público para tan grandes logros es algo para pensárselo. Si todo esto se adereza con fotos de los grandes triunfos y el gran toreo de muchos de los alumnos de la Escuela, mejor que mejor.
2.- Investigar, denunciar y recurrir todas las restantes subvenciones del Ayuntamiento de Madrid. Que sepan que hay diez, quince o veinte personas que van a escudriñar cada uno de sus actos para financiar y dar dinero a sus partidarios para tratar de anularlos y, como se dice en el argot, adoptar cualesquiera medidas que legalmente nos asistan...
3.- Considerar que lo que se ha hecho es una oportunidad. Una gran oportunidad para insertar de una vez por todas la Escuela en la ciudad de Madrid. Como apuntaba Zabala, la Escuela debería ubicarse en Las Ventas. Pero es que además deberían buscarse fórmulas para que cada vez más gente la conozca y participe de sus actos. Y apunto un par de ellas: que un día a la semana o un par de días al mes, haya clases abiertas a los aficionados que quieran aprender el toreo de salón. Eso permitiría, además del disfrute de aficionados y el entendimiento de la dificultad de manejar los trastos, que muchos aficionados tomaran conciencia de los chavales que quieren ser toreros, aprendieran sus nombre y fueran siguiéndoles desde que son novilleros sin caballos. Y que al menos una vez al mes haya alguna otra actividad de la escuela abierta a los aficionados: alguna clase sobre historia del toreo (Paco Aguado), toros y encastes (López del Ramo), ver el vídeo de alguna corrida histórica,…

El comportamiento sectario de los podemitas no debería quedar impune (aunque, como diría Poli Mazas, “disfruten lo votado”). Pero no es hora de lamentaciones: hay que levantarse, contraatacar y aprovechar lo que esto tiene de oportunidad.

domingo, 23 de agosto de 2015

Reflexiones ante una situación de urgencia - 7. Conclusiones


1.- La actual situación social y política exige que la Tauromaquia cuente con una estructura de promoción y defensa de la Fiesta. Esta estructura debe ser promovida por los sectores profesionales taurinos, pero debe estar dotada de independencia económica y funcional, y regida por un profesional que venga de fuera de estos sectores profesionales.
2.- Las tres principales labores de esta estructura deben ser: elaborar e implementar los mecanismos de promoción de la tauromaquia, defender jurídicamente a cualquier profesional o aficionado taurino que sea atacado y ser el principal interlocutor de la tauromaquia con todas las administraciones. Además, debería organizar unos premios anuales taurinos, con su correspondiente gala que fuera televisada, y debería promover, alentar y sistematizar la investigación universitaria relativa a la tauromaquia.
3.- Es absolutamente prioritario que la tauromaquia tenga un espacio en los informativos generales proporcional a la importancia social y económica que tiene, en comparación con otras manifestaciones culturales (cine español, teatro,…) o deportivas. Sin la normalización en los medios y, por tanto, el conocimiento de los más jóvenes, el futuro se encuentra amenazado.
4.- Hay que instrumentar los medios para agilizar el espectáculo y hacerlo interesante y atractivo para todos (no sólo los aficionados) en todos los tercios.
5.- Es imprescindible mejorar la comodidad de los recintos taurinos.
6.- Hay que replantearse la dependencia para la celebración de espectáculos taurinos de las Administraciones Públicas en cuanto propietarias de los cosos. Hay que avanzar en recintos multiusos de titularidad privada y con una explotación durante todo el año que garantice su rentabilidad. Hay que estudiar la instalación de recintos provisionales cómodos y modernos, como los que existen para otros espectáculos.
7.- Los toreros más relevantes deben facilitar la apertura de los carteles de los que forman parte en cuanto a compañeros y ganaderías. Es responsabilidad suya que los jóvenes matadores con atractivo que pueden plantarles cara puedan hacerlo y que las ganaderías que se lidien sean las que están en mejor momento, no las de mayor comodidad.
8.- Todos los toreros tienen que tener un mayor compromiso personal en la defensa de la Fiesta. Ya sea aprovechando su tirón mediático, ya sea con una personalidad arrolladora dentro y fuera del ruedo que convoque a nuevos aficionados.
9.- Los ganaderos tienen que esforzarse por criar toros con mayor emoción, con el tipo y comportamiento que se corresponda con su encaste, aunque no sea el más demandado en la actualidad. Tienen que insistir en reivindicar la diversidad de tipos, pesos y morfologías, y hay que apoyarles en esto, desterrando un único concepto de trapío y la sobrevaloración de la presencia sobre el comportamiento.
10.- Deben abrirse los cosos y las ganaderías a la sociedad. Las plazas de toros deben ser parte de la vida ciudadana. Y las ganaderías, espacios donde conocer la selección y cría de un animal único.
11.- Todos los estamentos taurinos deben aumentar su trasparencia.
12.- Debe acabarse con empresarios que son a la vez apoderados e, incluso, ganaderos. Si es necesario, estableciendo la incompatibilidad en los Pliegos de Condiciones de las plazas de toros.
13.- Debe facilitarse el acceso de público nuevo a las plazas (debe tratarse, por ejemplo, de reducir el coste de las entradas). Pero debe cuidarse de forma especial al aficionado. Se le deben dar facilidades y ventajas para comprar entradas. No puede ser igual el trato (incluso económico) a un espectador puntual, que a otro que visita ocho o diez plazas de toros o ve cincuenta o sesenta festejos a lo largo de un año.

14.- Debe aprovecharse, en fin, el interés y el esfuerzo desinteresado de todos los aficionados que han dedican mucho de su tiempo a estudiar, divulgar y promover la Tauromaquia.

jueves, 20 de agosto de 2015

Reflexiones ante una situación de urgencia - 6. Empresarios y aficionados


Las otras dos piezas fundamentales de la Fiesta son los empresarios taurinos y los aficionados. Sin la iniciativa de unos y la presencia continuada en los festejos de los otros, no habría festejos.
El principal problema de los empresarios ya lo abordamos en la cuarta entrega de esta serie. Se trata de que, salvo muy contadas excepciones, no son propietarios de las plazas que gestionan y los contratos para gestionar cosos son de una duración muy escasa. Esto hace tremendamente difícil realizar inversiones en promoción a largo plazo de las que difícilmente se van a beneficiar. Además, la promoción individual de cada empresario tiene límites en el alcance y en la repercusión. Para mí, uno de los ejemplos más llamativos este año ha sido el de la plaza de Cáceres. Es difícil hacer más labor de promoción del que ha hecho la actual empresa tanto en Colegios, como en medios de comunicación, con aficionados, fuera de la propia ciudad,… Aun así, con dos carteles rematados en la feria, el segundo de los cuales era una encerrona de Juli, no se llegó a colgar el “no hay billetes”. ¿Qué faltó? Probablemente dos cosas. Primero, que las labores de promoción con niños y jóvenes sólo ven sus frutos años después. Y luego, que para hacer que lo taurino llegue a la sociedad, hace falta una promoción más institucional que la que puede hacer un solo empresario.
Cierto es que los contratos muy largos pueden tener consecuencias desastrosas (Sevilla en estos dos últimos años es el ejemplo más claro). Pero hay que buscar fórmulas para que los empresarios puedan efectuar inversiones a largo plazo de las que puedan beneficiarse si hacen bien las cosas.
Otro elemento a destacar respecto a los empresarios es la escasa trasparencia de sus negocios. Todos los estamentos de la Fiesta deben ser conscientes de que el secretismo que ha presidido sus negociaciones durante tantos años ya no cabe. Que hay que ser mucho más trasparentes para dar a conocer cómo se desarrollan las conversaciones con toreros y ganaderos para su contratación. Sin contar con la necesidad de ser muchos más trasparentes a la hora de saber cómo y entre quiénes se distribuyen los dineros en torno a la Fiesta.
El conflicto de intereses de empresarios que son a la vez apoderados y ganaderos es otra lacra que hay que desterrar. El intercambio de toreros que apoderan entre empresarios de distintas plazas es un fenómenos con el que hay que acabar, porque sólo redunda en la inclusión de uno o dos toreros sin interés en carteles que podían estar ocupados por toreros jóvenes en sazón que han decidido mantener su independencia.
Puede ser bueno, en fin, recordar aquí el resumen que hacía Ignacio Sánchez Mejías en una acertadísima entrada de su blog de la explicación que Juan Luis Villanueva (aficionado y directivo del Sevilla) daba sobre tres diferencias entre el fútbol y el toreo: (i) en el fútbol los espectadores no pagan más del 25% del coste del espectáculo y en el toreo pagan el 110% de ese coste; (ii) en el fútbol hay una clara organización con una interlocución única, organización absolutamente inexistente en el toreo; y (iii) en el fútbol hay una apuesta decidida por la cantera con miles de niños en las categorías inferiores. Queda mucho por hacer por parte de los empresarios, pero parte de esta labor sólo es posible con una estructura organizada como la que indicábamos en la segunda entrada de esta serie.
Por último, los aficionados. Realidad compleja y variopinta. Pero en todo caso, minoritaria entre los que acuden a las plazas. Esta debe ser la primera consideración que creo que tenemos que hacer y que conduce a que los empresarios rara vez los tengan en cuenta. Las plazas se llenan, tienen que llenarse con más público que aficionados. Y, por tanto, muchas de las decisiones empresariales están condicionadas por esta realidad.
Sin embargo, los aficionados ejercen una labor imprescindible: sin otro interés distinto del de tratar de dar el mejor destino posible al mucho dinero que destinan anualmente a pagarse entradas, muestran sus preferencias por toros y toreros, insisten en cuáles están en mejor momento y cuáles pasan un bache, cuándo se hacen las cosas mejor y cuándo lo que se está dando lo es lo mejor de un torero o una cuadrilla,… Sin duda, muchos son terriblemente fanáticos, a favor o en contra de según qué toros o toreros, y como cualquier fanático, están incapacitados para ver la realidad o juzgarla con criterio. Pero hay otros muchos cuyo criterio debería ser un elemento importante a tener en cuenta en la confección de los carteles.
A los aficionados, además, sería bueno cuidarlos de algún modo. No ya en la comodidad de las plazas, como hemos expuesto, sino en la facilidad para comprar entradas, en tener ventajas económicas reales y sustantivas si uno es abonado, en disponer de descuentos si uno acude a distintas plazas,… Los aficionados que van de plaza en plaza son quizá menos que los que lo hacían hace unos años. Pero siguen (seguimos) existiendo. Y en muchas ocasiones comprar entradas es una odisea, llegar a las plazas se hace mucho más difícil para quienes vamos de fuera,… Y, en todo caso, el trato personal y económico es exactamente igual que al que acude un solo día para comprar una entrada para un solo festejo. Quizá a los clientes habituales, a esos pocos que cada año visitan ocho o diez cosos, habría que tratar que darle alguna facilidad.
Por otro lado, el esfuerzo desinteresado de muchos aficionados por estudiar los más variados aspectos de la tauromaquia: economía, aspectos fiscales, de marketing, laborales, veterinarios,… está redundando en un conjunto de publicaciones, estudios e ideas que deberían ordenarse, catalogarse y valorarse. No conozco muchos sectores económicos donde sean los clientes los que, gratuitamente, estudien el sector, les den idean, publiquen libros,… No aprovechar todo esto sólo responde, y volvemos al comienzo de esta serie, a la inexistencia de una estructura organizada que promueva y defienda la Tauromaquia.