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sábado, 21 de noviembre de 2015

Solidaridad taurina


El toreo siempre ha sido solidario. No sé si por el origen caballeresco de los primeros lidiadores a caballo o por los extremadamente humildes de casi todos los lidiadores de a pie durante casi toda la historia reciente. Tanto da. Muchos hospitales se han financiado con recursos de festejos benéficos, estos festejos han sido de larga tradición en casi todas las plazas (Beneficencia en Madrid, Asprona en Albacete, Cruz Roja en Sevilla,…) y ante acontecimientos especiales, de alguno de los suyos o de la sociedad en general, el toreo ha reaccionado con generosidad para tratar de paliar económicamente las consecuencias de algunas tragedias.

Sin embargo, el modo en que se expresa esta generosidad no puede ser igual ahora que hace diez años. Y menos aun seguir pautas de siglos pasados. La solidaridad del toreo no puede ser un modo de tratar de mejorar la imagen de la Fiesta, ni un argumento para su defensa. No debemos tener mala conciencia, porque la tauromaquia no debe pedir perdón ni requiere justificaciones externas para existir. Si la tauromaquia es solidaria en la actualidad es por las mismas razones por las que las empresas potencian y desarrollan su Responsabilidad Social, porque estamos insertados en una sociedad, con la que compartimos anhelos, desgracias y alegrías.

Y en la sociedad actual un valor imprescindible es la transparencia. Valor del que la organización taurina carece de modo absoluto. Y este es, probablemente, el origen de gran parte de sus actuales debilidades. Y si en algún ámbito la transparencia es imprescindible es en las actividades solidarias.

Quizá el ejemplo más sangrante es lo ocurrido con la “encerrona” de Juli en Cáceres, corrida televisada por TVE, en la que el Juli donó sus honorarios y a la que se dio una más que razonable difusión mediática. Diversas organizaciones de lucha contra el cáncer infantil eran las destinatarias de los ingresos que se consiguieran… Ingresos de los que seis meses después nada se sabe. Una escueta nota de prensa de hace unos días anunciaba que con los ingresos de aquella corrida se habían puesto en marcha algunas iniciativas, y se reproducían declaraciones que creo están extraídas de lo que se dijo antes del festejo, y no ahora. Tal vez porque las organizaciones no quieren que se utilice su nombre después de aportaciones poco menos que simbólicas.

En todo caso, en ningún sitio se ha dicho cuánto se ha recaudado y cómo se ha repartido. No es de recibo que con plaza casi llena y sin que el torero cobre sus honorarios no se pueda salir con orgullo, explicar las cifras de ingresos y gastos de la corrida y aclarar la cantidad que se dona a cada organización.

Algo parecido sucede con la corrida en la que Castella lidió seis toros este verano en El Puerto. El pasado sábado, en Tendido Cero, el torero se quejaba de que algunas organizaciones no querían que les llegara dinero del toreo. Tiene razón en la queja. Pero tanta como la que pueden expresar organizaciones encomiables cuyo nombre se ha utilizado en distintos sitios para atraer público, mejorar la imagen de empresarios y toreros, y que después no reciben apenas nada de estos.

Como en tantas cosas, la punta de lanza y quien probablemente está dictando el modo de ser solidarios en el toreo para el futuro es José Tomas. Que impone con rigor sus honorarios y luego, cuando considera oportuno, da un cheque de cifras nada despreciables a las entidades que libremente decide. No se hace publicidad para atraer público o lavar conciencias; reclama lo suyo al empresario y dona lo que considera a quien quiere. Con cámaras o sin ellas. Como hacen empresarios y artistas en los países en los que la sociedad civil está mejor organizada.

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