El toreo siempre ha sido solidario. No sé si por el
origen caballeresco de los primeros lidiadores a caballo o por los
extremadamente humildes de casi todos los lidiadores de a pie durante casi toda
la historia reciente. Tanto da. Muchos hospitales se han financiado con
recursos de festejos benéficos, estos festejos han sido de larga tradición en
casi todas las plazas (Beneficencia en Madrid, Asprona en Albacete, Cruz Roja
en Sevilla,…) y ante acontecimientos especiales, de alguno de los suyos o de la
sociedad en general, el toreo ha reaccionado con generosidad para tratar de paliar
económicamente las consecuencias de algunas tragedias.
Sin embargo, el modo en que se expresa esta
generosidad no puede ser igual ahora que hace diez años. Y menos aun seguir
pautas de siglos pasados. La solidaridad del toreo no puede ser un modo de tratar
de mejorar la imagen de la Fiesta, ni un argumento para su defensa. No debemos
tener mala conciencia, porque la tauromaquia no debe pedir perdón ni requiere justificaciones
externas para existir. Si la tauromaquia es solidaria en la actualidad es por
las mismas razones por las que las empresas potencian y desarrollan su
Responsabilidad Social, porque estamos insertados en una sociedad, con la que
compartimos anhelos, desgracias y alegrías.
Y en la sociedad actual un valor imprescindible es
la transparencia. Valor del que la organización taurina carece de modo
absoluto. Y este es, probablemente, el origen de gran parte de sus actuales
debilidades. Y si en algún ámbito la transparencia es imprescindible es en las
actividades solidarias.
Quizá el ejemplo más sangrante es lo ocurrido con la
“encerrona” de Juli en Cáceres, corrida televisada por TVE, en la que el Juli
donó sus honorarios y a la que se dio una más que razonable difusión mediática.
Diversas organizaciones de lucha contra el cáncer infantil eran las
destinatarias de los ingresos que se consiguieran… Ingresos de los que seis
meses después nada se sabe. Una escueta nota de prensa de hace unos días
anunciaba que con los ingresos de aquella corrida se habían puesto en marcha
algunas iniciativas, y se reproducían declaraciones que creo están extraídas de
lo que se dijo antes del festejo, y no ahora. Tal vez porque las organizaciones
no quieren que se utilice su nombre después de aportaciones poco menos que
simbólicas.
En todo caso, en ningún sitio se ha dicho cuánto se
ha recaudado y cómo se ha repartido. No es de recibo que con plaza casi llena y
sin que el torero cobre sus honorarios no se pueda salir con orgullo, explicar
las cifras de ingresos y gastos de la corrida y aclarar la cantidad que se dona
a cada organización.
Algo parecido sucede con la corrida en la que Castella
lidió seis toros este verano en El Puerto. El pasado sábado, en Tendido Cero,
el torero se quejaba de que algunas organizaciones no querían que les llegara
dinero del toreo. Tiene razón en la queja. Pero tanta como la que pueden
expresar organizaciones encomiables cuyo nombre se ha utilizado en distintos
sitios para atraer público, mejorar la imagen de empresarios y toreros, y que
después no reciben apenas nada de estos.
Como en tantas cosas, la punta de lanza y quien
probablemente está dictando el modo de ser solidarios en el toreo para el
futuro es José Tomas. Que impone con rigor sus honorarios y luego, cuando
considera oportuno, da un cheque de cifras nada despreciables a las entidades
que libremente decide. No se hace publicidad para atraer público o lavar
conciencias; reclama lo suyo al empresario y dona lo que considera a quien
quiere. Con cámaras o sin ellas. Como hacen empresarios y artistas en los países
en los que la sociedad civil está mejor organizada.
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