Cerramos el taurino mes de agosto y damos paso al aún más taurino septiembre. Lo que para la mayoría de nosotros es la vuelta a la normalidad con once duros meses de trabajo por delante, para los taurinos es el último esfuerzo de una temporada que, al final, está teniendo no pocos alicientes. De la rotundidad desde el inicio de temporada de Juli y Manzanares hemos pasado a la eclosión de Morante en dos tardes memorables (El Puerto y Bilbao), al completísimo mes de Luque, a la recuperación de Talavante (hasta esa inoportuna lesión en la clavícula) y al paso al frente de David Mora, Iván Fandiño y Diego Urdiales, como ejemplos más claros de la necesaria renovación de muchos carteles.
Aún quedan Nimes, Salamanca, Valladolid, San Miguel, La Merced (esperemos que no sea la última), El Pilar,… Queda el cierre de la temporada, las vacaciones para los profesionales y la época de las reflexiones, las tertulias y los encuentros para la mayoría de los impenitentes aficionados.
Mucho nos tememos, sin embargo, que los principales deberes del sector aún están por hacer. El paso al Ministerio de Cultura en virtud del Real Decreto 1151/2011, de 29 de julio, que hoy publica el BOE, es un impulso en la dirección correcta, pero hay que hacer que las actuaciones de todos (autoridades, profesionales y aficionados) se alineen para dotar de contenido real al cambio de dependencia administrativa. Es una satisfacción leer frases tan contundentes como que "el servicio de la cultura como deber y atribución esencial del Estado, prescribe que la Administración del Estado pueda adoptar medidas destinadas a fomentar y proteger las actividades a las que se refiere dicha ley, en atención a la tradición y vigencia cultural de la fiesta de los toros." o que "Entendida la tauromaquia como una disciplina artística y un producto cultural, se entiende que las competencias del Estado en orden a su fomento y protección tienen su correcta ubicación en el Ministerio de Cultura, por lo que, (...) se traspasan al Ministerio de Cultura las funciones que hasta ahora detentaba el Ministerio del Interior, respecto a dicho órgano colegiado de carácter consultivo [Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos], a los registros taurinos y al fomento y protección de la tauromaquia." Creemos que no es una novedad, que ya había base legal para defender este carácter cultural, pero la rotundidad de estas afirmaciones obliga al Estado a no abdicar de su obligación de defensa, protección y fomento de la Fiesta.
Pero no podemos descuidarnos. La temporada está siendo muy dura en los despachos y en los tendidos, con más cemento que nunca. La crisis está haciendo mella. Y sólo los grandes acontecimientos (reaparición de JT, mano a mano Morante-Manzanares,…) consiguen llenazos en las plazas. El próximo año será aún más difícil y por eso será más necesario que nunca centrarse en una mayor calidad y en dar festejos de verdadero contenido. Como será preciso apostar por toros con bravura, nobleza y movilidad (¡son tantas las tardes que se están echando a perder por toros sin fondo ni clase…!).
En este escenario, el nuevo Pliego de Las Ventas tiene mucho que decir. Parece que saldrá en breve (los plazos son ya muy ajustados) y, como hemos reiterado en no pocas ocasiones, del enfoque que tenga, de las ofertas que se presenten y de la elección de empresario que haga la Comunidad de Madrid dependerán muchas cosas del futuro de la Fiesta. Un futuro que tiene que estar ligado, más que nunca, a la defensa y protección de la Tauromaquia.
Me consta que las reflexiones que hicimos en su día en este blog y que luego publicó Taurología han llegado a algunos despachos y han generado comentarios a favor y en contra de muchas de sus propuestas. Y que algunos amigos, teniendo en cuenta su extensión, han aprovechado el verano para leerlos. Tras esa lectura, unos han manifestado su sorpresa con algunos de los hechos que se narraban, otros su aprobación o desacuerdo con los criterios de valoración que se proponían (algo imprescindible y lógico) y otros me han pedido que amplíe y clarifique lo que se exponía sobre dos de los aspectos clave que se indicaban, y que en gran medida definirán cuál es la posición de la Administración respecto a la Fiesta: el canon y la experiencia.
Respecto al canon, el economista Juan Medina, en su blog (El escalafón del aficionado), hizo un análisis de la evolución del mismo en términos económicos, proponiendo luego cuál podría ser su cuantía ponderando los efectos de la crisis. Creo que es un estudio que debería tenerse en cuenta. Pero, sobre todo, creo que sería bueno que cuando se publique el Pliego se explicara cómo se ha calculado el canon que se propone y qué se piensa hacer con el dinero que se obtenga. Entre otras cosas, porque en los últimos años, tal y como señaló también oportunamente Los Toros en el Siglo XXI, el importe que la Comunidad dedica a actividades taurinas es inferior al que obtiene por el canon de Las Ventas. Y es escandaloso que, siendo eso así, tengamos que seguir soportando las críticas de los antitaurinos que alegan que se trata de un espectáculo subsidiado (¡qué bien podría serlo, como otras tantas actividades culturales, pero que no sólo no lo es, sino que además genera ingresos para prestar otros servicios sociales!). Un posicionamiento claro de la Comunidad en este sentido sería de agradecer.
Por otro lado, ya dijimos en su momento que lo mejor sería que el canon fuera fijo y no estuviera sujeto a mejoras, para evitar que el elemento económico fuera el determinante (o uno de los elementos determinantes) en la elección del futuro empresario de Las Ventas. En una situación como la actual, con unas manifestaciones tan claras como las de la Exposición de Motivos del Real Decreto de Traspaso de Competencias al Ministerio de Cultura y habiendo sido declarada la Tauromaquia Bien de Interés Cultural por parte de la Comunidad, no parece que lo más adecuado sea premiar la oferta económica frente a elementos de promoción o culturales.
El otro asunto que delimitará de modo sustancial el Pliego es el tratamiento que se le dé a la experiencia. La primera vez que me pronuncié sobre este asunto fue en enero de 2010 en unas jornadas sobre gestión de plazas de toros organizada por la Federación de Municipios de Madrid y la Unión de Abonados Taurinos. Ya indiqué allí que, a mi juicio, la experiencia debería ser sólo un criterio para ser admitido en la licitación. Pero que, acreditada la experiencia mínima que se fijara, el exceso sobre este mínimo establecido no debería ser objeto de valoración. Algo que sorprendió a algunos de los alcaldes y concejales de festejos que estaban presentes en aquellas jornadas, habituados a incluir este elemento en los Pliegos, por inercia o por imitación.
Hay que recordar que, para concurrir a un concurso administrativo hay que acreditar que se tiene una cierta solvencia económica, financiera, técnica y profesional. Solvencia que deberá acreditarse dependiendo del contrato de que se trate y de lo que establezcan las normas del concurso. Esto es algo lógico para asegurar que quien gane el concurso es alguien que puede desempeñar adecuadamente el servicio, la obra, el suministro,… que la Administración quiere encomendar. Y es aquí donde tiene su encaje la “experiencia”. Porque se trata de establecer el listón por debajo del cual no puede encomendarse el contrato de que se trate (en este caso, el de la gestión de una Plaza de Toros). Alguien que nunca ha hecho una determinada labor, o que no tiene medios para hacerlo, no debe probar suerte en un contrato con la Administración, y menos para algo tan relevante como gestionar la plaza más importante del mundo. Aunque proponga las cosas más maravillosas que ocurrírsele puedan…
El problema que a menudo sucede en los concursos para gestionar plazas de toros (aunque cada vez, afortunadamente, sucede menos) es que la “experiencia” se incluye no como requisito de solvencia técnica (o no sólo de ese modo), sino también como un elemento de “mejora”, de modo que, a más experiencia, más valoración. De este modo, no se establece un mínimo que asegure a la Administración que el licitador puede prestar el servicio, sino que se impone una barrera de entrada a nuevos empresarios. Y así, hay empresarios que, a pesar de estar realizando una labor encomiable en multitud de plazas, es tremendamente difícil que puedan aspirar a gestionar plazas más importantes por las limitaciones que se establecen en los Pliegos. O se producen hechos tan curiosos como que una plaza se adjudica a quien teniendo mucha experiencia, hace la peor oferta en todos los demás aspectos sujetos a valoración (programación, difusión, etc.).
Además, tanto la Junta Consultiva de Contratación como nuestros Tribunales han declarado en diversas resoluciones, algunas muy recientes, que la experiencia no debe valorarse en la adjudicación de contratos con la Administración, ya que hacerlo vulneraría el principio de libre competencia en la contratación administrativa, que es un principio esencial en nuestro ordenamiento.
El Pliego de Las Ventas, como decimos, es sustancial para el futuro de la Fiesta y es un referente para los Pliegos que se elaboran para otras plazas. Por eso sería hora ya de que se ajustara a estos pronunciamientos y eliminara la referencia a la “experiencia” como elemento de adjudicación.
Canon y “experiencia” suponen en muchos concursos para gestionar plazas de toros más del 50% de la baremación, algo cuando menos llamativo si de lo que se trata es de determinar los criterios por los que debe adjudicarse una gestión cultural. Si efectivamente se quiere que Las Ventas sea un referente real de la Tauromaquia como celebración de la cultura que es (tal y como pregona la Exposición de Motivos del RD 1151/2011), los criterios de valoración que incluya el nuevo Pliego tendrán que ser coherentes con este planteamiento.
Por cierto, que aunque estemos en agosto habría que acordarse también del frío, del viento y de la lluvia. O sea, de la cubierta y de la comodidad de los asientos. Por aquello de tratar a los artistas y a los aficionados taurinos como usualmente se trata a los artistas y aficionados a cualquier otra actividad cultural.
miércoles, 31 de agosto de 2011
domingo, 28 de agosto de 2011
Alcalá de Henares (27 de agosto de 2011) - Decisión efímera
Los últimos días de agosto, en Madrid, han sido tradicionalmente taurinos en Colmenar y en San Sebastián de los Reyes. Las otras ferias que se celebran en los pueblos de alrededor tienen un peso menor. Sin embargo, la empresa de Alcalá de Henares había programado para el día 27 una corrida de interés con Morante, El Juli y Cayetano (finalmente sustituido por Matías Tejela).
Acudimos a la cita y lo primero que nos alegró fue ver una plaza cómoda, de asientos amplios y donde era fácil el acceso y la salida a la localidad. Eso, si uno estaba dentro de la plaza, porque entrar o salir de ella era toda una odisea teniendo en cuenta que sólo una de las múltiples puertas con las que cuenta estaba abierta. Las empresas, ¡siempre dando facilidades!
La tarde transcurrió sin nada que vayamos a recordar durante mucho tiempo.
Morante tuvo mala suerte con su lote y le tocaron los dos peores toros del encierro. Además, por lo que supimos después, se resintió de la lesión de Almería y se le ha recomendado reposo. No vimos nada.
Juli demostró en sus dos toros una profesionalidad y unas ganas desmesuradas. Es figura porque tiene una afición y un orgullo fuera de lo común. Si en vez de a esto se dedicara a la gestión de empresas, llevaría a lo más alto a la compañía que tuviera que organizar. Las faenas a sus dos toros fueron distintas, porque también fue diferente el comportamiento de sus dos oponentes. El primero tenía movilidad y cierto brío (aunque se fue apagando) y lo toreó bien con el capote, tanto en las verónicas de recibo, como en el quite por chicuelinas. La faena de muleta, casi siempre con la diestra, no incomodó al toro y le hizo pasar con eficacia y sin obligarle mucho. Una oreja. El quinto fue un toro más parado con el que se ganó la oreja a base de aguantarle y de meterse al final entre los pitones llevando al toro de un lado a otro, péndulo y pases por alto incluidos.
Tejela demostró unas enormes ganas de agradar y tuvo momentos de toreo bueno, que, además, fueron jaleados con profusión por el paisanaje. Lo mejor estuvo en el tercero de la tarde, probablemente el mejor toro del encierro, con el que se mostró variado con la capa y muy serio con la muleta, dejando algunas tandas de toreo largo de calidad. Cortó dos orejas. El sexto fue un toro que ayudó menos, pero con el que también estuvo animoso y le sacó los pocos pases que tenía. Una oreja y felicidad en los tendidos por el triunfo de su torero.
Tarde, en fin, con momentos de cierto interés. Con un público festivo y bullicioso. Pero donde echamos de menos una vez más toros con algo más de casta y movilidad (sólo se salvaron el segundo, que se acabó pronto a pesar de no haberlo picado casi nada, y el tercero). Y echamos de menos también que Morante tenga algo más de suerte con los lotes (¡vaya cruz que lleva, menos en El Puerto y en Bilbao!)
Acudimos a la cita y lo primero que nos alegró fue ver una plaza cómoda, de asientos amplios y donde era fácil el acceso y la salida a la localidad. Eso, si uno estaba dentro de la plaza, porque entrar o salir de ella era toda una odisea teniendo en cuenta que sólo una de las múltiples puertas con las que cuenta estaba abierta. Las empresas, ¡siempre dando facilidades!
La tarde transcurrió sin nada que vayamos a recordar durante mucho tiempo.
Morante tuvo mala suerte con su lote y le tocaron los dos peores toros del encierro. Además, por lo que supimos después, se resintió de la lesión de Almería y se le ha recomendado reposo. No vimos nada.
Juli demostró en sus dos toros una profesionalidad y unas ganas desmesuradas. Es figura porque tiene una afición y un orgullo fuera de lo común. Si en vez de a esto se dedicara a la gestión de empresas, llevaría a lo más alto a la compañía que tuviera que organizar. Las faenas a sus dos toros fueron distintas, porque también fue diferente el comportamiento de sus dos oponentes. El primero tenía movilidad y cierto brío (aunque se fue apagando) y lo toreó bien con el capote, tanto en las verónicas de recibo, como en el quite por chicuelinas. La faena de muleta, casi siempre con la diestra, no incomodó al toro y le hizo pasar con eficacia y sin obligarle mucho. Una oreja. El quinto fue un toro más parado con el que se ganó la oreja a base de aguantarle y de meterse al final entre los pitones llevando al toro de un lado a otro, péndulo y pases por alto incluidos.
Tejela demostró unas enormes ganas de agradar y tuvo momentos de toreo bueno, que, además, fueron jaleados con profusión por el paisanaje. Lo mejor estuvo en el tercero de la tarde, probablemente el mejor toro del encierro, con el que se mostró variado con la capa y muy serio con la muleta, dejando algunas tandas de toreo largo de calidad. Cortó dos orejas. El sexto fue un toro que ayudó menos, pero con el que también estuvo animoso y le sacó los pocos pases que tenía. Una oreja y felicidad en los tendidos por el triunfo de su torero.
Tarde, en fin, con momentos de cierto interés. Con un público festivo y bullicioso. Pero donde echamos de menos una vez más toros con algo más de casta y movilidad (sólo se salvaron el segundo, que se acabó pronto a pesar de no haberlo picado casi nada, y el tercero). Y echamos de menos también que Morante tenga algo más de suerte con los lotes (¡vaya cruz que lleva, menos en El Puerto y en Bilbao!)
jueves, 25 de agosto de 2011
Ciudad Real (19 y 21 de agosto de 2011) - ¡Cuidado!
Acudíamos a Ciudad Real por la llamada, sobre todo, de José Tomás, de Morante y de El Juli. Y para ver toros con buenos amigos ciudadrealeños, que no es escasa razón tampoco.
La plaza, a decir de los habituales, mostraba un lleno que no recordaban ni los más viejos del lugar. Y mostró de ese modo, las carencias en los accesos y el acomodo. Complicadísimo y lento llegar a la localidad y desalojar la plaza. La comodidad del espectador, como siempre, descuidada. Es imprescindible hacer algo, en esta y en todas las plazas.
Luego, lo sucedido en el ruedo las dos tardes se vio condicionado por el descastadísimo comportamiento de los toros de Torrehandilla y Torreherberos el día 19 y los de Santiago Domecq y Ana María Bohórquez el 21. No hablo ya de presencia, sino de casta, fortaleza y empuje, de emoción en definitiva, que no hubo de forma plena ninguno de los dos días.
El viernes, Víctor Puerto se empeñó en reaparecer después de la cornada de Málaga, pero no estaba para hacerlo. Y se notó. Lanceó con más decisión que hondura a sus dos toros, pero con la muleta no hubo nada. En su primero, porque se rompió una pata al comienzo del trasteo y hubo que apuntillarlo (en una labor que se extendió mucho más de lo preciso); en su segundo porque se limitó a acompañar sin gracia ni poder las embestidas a media altura hasta que el toro se rajó. César Jiménez demostró firmeza, buen hacer y gusto en sus dos oponentes. Toreo variado y hondo de capa y compás abierto, riñones asentados y trazo templado con la muleta le valieron una oreja de cada oponente y la salida por la Puerta Grande. José Tomás toreó muy bien a su primero con la muleta en pases de trazo muy largo, hondo y, sobre todo al final de la faena, pasándose el toro muy cerca. Gran faena a la que le faltó toro y, por eso, toreo de capa y rotundidad. Como le faltó para redondear la tarde continuidad en el quinto, que se paró y al que era imposible sacarle nada. Hay que hacer algo para que los toros salgan con más acometividad, bravura y casta; si no, estamos perdidos.
La corrida del domingo fue una sucesión de toros flojos y descastados donde Morante sólo pudo dejar detalles en su primero, abreviando en el cuarto, lo cual generó una fuerte división de opiniones y un agrio debate en los tendidos sobre si, cuando un toro es imposible, hay que intentarlo o no (uno, quizá porque ve muchos toros a lo largo del año, prefiere que se abrevie; otros, que van mucho menos a la plaza, parece que quieren ver al torero estar allí, ganándose el jornal, aunque sepan que va a ser para nada). Juli estuvo bien con su primero (lo bien que se puede estar con un toro flojo pero que va con cierta nobleza), pero con el quinto ni siquiera eso fue posible. Y Fernando Tendero (torero de la tierra, casi desconocido, que sustituyó a Cayetano) salió a hombros después de cortar una oreja a cada uno de sus toros. Orejas de paisanaje y voluntad a partes iguales.
Así, señores, no se hace afición.
Uno no quiere el toro grande, ni discute la presencia más allá de lo imprescindible. Pero los toros tienen que moverse y tener casta. Esto no admite discusión. Si no, los llenos como los de esta Feria serán absolutamente pasajeros.
La plaza, a decir de los habituales, mostraba un lleno que no recordaban ni los más viejos del lugar. Y mostró de ese modo, las carencias en los accesos y el acomodo. Complicadísimo y lento llegar a la localidad y desalojar la plaza. La comodidad del espectador, como siempre, descuidada. Es imprescindible hacer algo, en esta y en todas las plazas.
Luego, lo sucedido en el ruedo las dos tardes se vio condicionado por el descastadísimo comportamiento de los toros de Torrehandilla y Torreherberos el día 19 y los de Santiago Domecq y Ana María Bohórquez el 21. No hablo ya de presencia, sino de casta, fortaleza y empuje, de emoción en definitiva, que no hubo de forma plena ninguno de los dos días.
El viernes, Víctor Puerto se empeñó en reaparecer después de la cornada de Málaga, pero no estaba para hacerlo. Y se notó. Lanceó con más decisión que hondura a sus dos toros, pero con la muleta no hubo nada. En su primero, porque se rompió una pata al comienzo del trasteo y hubo que apuntillarlo (en una labor que se extendió mucho más de lo preciso); en su segundo porque se limitó a acompañar sin gracia ni poder las embestidas a media altura hasta que el toro se rajó. César Jiménez demostró firmeza, buen hacer y gusto en sus dos oponentes. Toreo variado y hondo de capa y compás abierto, riñones asentados y trazo templado con la muleta le valieron una oreja de cada oponente y la salida por la Puerta Grande. José Tomás toreó muy bien a su primero con la muleta en pases de trazo muy largo, hondo y, sobre todo al final de la faena, pasándose el toro muy cerca. Gran faena a la que le faltó toro y, por eso, toreo de capa y rotundidad. Como le faltó para redondear la tarde continuidad en el quinto, que se paró y al que era imposible sacarle nada. Hay que hacer algo para que los toros salgan con más acometividad, bravura y casta; si no, estamos perdidos.
La corrida del domingo fue una sucesión de toros flojos y descastados donde Morante sólo pudo dejar detalles en su primero, abreviando en el cuarto, lo cual generó una fuerte división de opiniones y un agrio debate en los tendidos sobre si, cuando un toro es imposible, hay que intentarlo o no (uno, quizá porque ve muchos toros a lo largo del año, prefiere que se abrevie; otros, que van mucho menos a la plaza, parece que quieren ver al torero estar allí, ganándose el jornal, aunque sepan que va a ser para nada). Juli estuvo bien con su primero (lo bien que se puede estar con un toro flojo pero que va con cierta nobleza), pero con el quinto ni siquiera eso fue posible. Y Fernando Tendero (torero de la tierra, casi desconocido, que sustituyó a Cayetano) salió a hombros después de cortar una oreja a cada uno de sus toros. Orejas de paisanaje y voluntad a partes iguales.
Así, señores, no se hace afición.
Uno no quiere el toro grande, ni discute la presencia más allá de lo imprescindible. Pero los toros tienen que moverse y tener casta. Esto no admite discusión. Si no, los llenos como los de esta Feria serán absolutamente pasajeros.
jueves, 18 de agosto de 2011
Otras tardes del verano
Habíamos glosado la tarde del sábado de El Puerto de Santa María, una tarde gloriosa y única. Pero faltaban algunos apuntes de Huelva y de las otras dos tardes del rincón del vaporcito. Con retraso y brevedad, pero vamos a ello.
La tarde del día 3 en Huelva una corrida descastada y sosa de El Pilar echó al traste la ilusión de tantos que nos congregamos para la primera de las comparecencias de JT en Andalucía en esta microtemporada. Silvera estuvo por allí demostrando que tiene buen gusto pero que le falta mucho oficio, aunque con lo poco que torea, bastante hizo con estar. Luque estuvo muy importante, como antes lo había estado en Santander y como después lo ha estado en casi todas las plazas en las que ha toreado en Agosto. Es un torero cada vez con más recursos y oficios, y con las mismas ganas de triunfar. Y JT demostró después de la tarde de Valencia que esa tauromaquia de compás más abierto va a ser algo que veremos con frecuencia. Nos quedó la sensación de que se ha perdido algo de liturgia, de que se ha hecho más "humano" y por eso más cálido, pero también más falible. Sigo teniendo la sensación de que le falta algo de forma física y de rodaje (algo normal, por otro lado). Veremos que pasa mañana en Ciudad Real.
La nocturna del día 5 en El Puerto (homenaje a Fermín Bohórquez Escribano) fue un auténtico fracaso de público, con menos de un cuarto de plaza. Fermín Bohórquez hijo, a caballo, tuvo en la faena al cuarto una faena más completa que al que abrió plaza, en esa escuela clásica y con una monta nada espectacular, pero eficaz. Ponce tiró de oficio con sus dos toros y dejó lo mejor en el quinto, al que sacó más de lo que se podía presagiar. Cid, que llegó en helicóptero después de haber toreado esa tarde en Huelva, toreó con mucho pundonor y queriendo triunfar. Tuvo momentos buenos, pero sigue sin ser ese torero deslumbrante de años atrás.
El domingo, Juli, Talavante y Perera dejaron momentos de muy buen toreo, aunque a veces por los toros y otras por los aceros no llegaron a rematar ninguna de sus faenas. Juli es inteligencia, ambición, oficio y afición sin límite. Es grandioso verle cómo lucha cada tarde por demostrar y ratificar su condición de figura, por sacar siempre lo mejor. Talavante está en buen momento y su toreo pausado y hondo es una delicia, aunque falta que el toro le acompañe un punto más. Y Perera estuvo sensacional, tanto dando distancia y trayendo toreado a sus oponentes (que fue lo que a mí más me gustó), como metiéndose entre los pitones y haciendo faenas de valor y de poder (que es lo que enardeció a la plaza); un torero que está volviendo a crecer, por suerte para todos.
La tarde del día 3 en Huelva una corrida descastada y sosa de El Pilar echó al traste la ilusión de tantos que nos congregamos para la primera de las comparecencias de JT en Andalucía en esta microtemporada. Silvera estuvo por allí demostrando que tiene buen gusto pero que le falta mucho oficio, aunque con lo poco que torea, bastante hizo con estar. Luque estuvo muy importante, como antes lo había estado en Santander y como después lo ha estado en casi todas las plazas en las que ha toreado en Agosto. Es un torero cada vez con más recursos y oficios, y con las mismas ganas de triunfar. Y JT demostró después de la tarde de Valencia que esa tauromaquia de compás más abierto va a ser algo que veremos con frecuencia. Nos quedó la sensación de que se ha perdido algo de liturgia, de que se ha hecho más "humano" y por eso más cálido, pero también más falible. Sigo teniendo la sensación de que le falta algo de forma física y de rodaje (algo normal, por otro lado). Veremos que pasa mañana en Ciudad Real.
La nocturna del día 5 en El Puerto (homenaje a Fermín Bohórquez Escribano) fue un auténtico fracaso de público, con menos de un cuarto de plaza. Fermín Bohórquez hijo, a caballo, tuvo en la faena al cuarto una faena más completa que al que abrió plaza, en esa escuela clásica y con una monta nada espectacular, pero eficaz. Ponce tiró de oficio con sus dos toros y dejó lo mejor en el quinto, al que sacó más de lo que se podía presagiar. Cid, que llegó en helicóptero después de haber toreado esa tarde en Huelva, toreó con mucho pundonor y queriendo triunfar. Tuvo momentos buenos, pero sigue sin ser ese torero deslumbrante de años atrás.
El domingo, Juli, Talavante y Perera dejaron momentos de muy buen toreo, aunque a veces por los toros y otras por los aceros no llegaron a rematar ninguna de sus faenas. Juli es inteligencia, ambición, oficio y afición sin límite. Es grandioso verle cómo lucha cada tarde por demostrar y ratificar su condición de figura, por sacar siempre lo mejor. Talavante está en buen momento y su toreo pausado y hondo es una delicia, aunque falta que el toro le acompañe un punto más. Y Perera estuvo sensacional, tanto dando distancia y trayendo toreado a sus oponentes (que fue lo que a mí más me gustó), como metiéndose entre los pitones y haciendo faenas de valor y de poder (que es lo que enardeció a la plaza); un torero que está volviendo a crecer, por suerte para todos.
domingo, 7 de agosto de 2011
Puerto de Santa María (6 de agosto de 2011) - Quien no ha visto toros en El Puerto...
Creo que fue Joselito El Gallo quien dijo aquello de que "Quien no ha visto toros en El Puerto no sabe lo que es una tarde de toros". Ayer, esa frase se hizo realidad como pocas veces. Todo estuvo a favor, desde un público que quería disfrutar del arte de los toreros (y no examinarlos), hasta los toros de Núñez del Cuvillo, de presentación correcta y juego aceptable (más allá de que no fue la mejor corrida de este hierro, ni la tarde en la que sus pupilos derrocharon más bravura, pero sirvieron, y muy bien, para que Morante y Manzanares se explayaran).
Ya antes del festejo se notaba el runrun de las grandes tardes, de la impaciencia del disfrute. Esa sensación que, tantas veces, es lo único que queda. Pero esta no fue así.
La Plaza estaba llena, sin un solo sitio libre. Y era una maravilla verla completa (a diferencia de la nocturna del día anterior, con un escaso cuarto del aforo cubierto).
Al finalizar el paseillo, el público aplaudió a los toreros el gesto de anunciarse mano a mano y estos correspondieron desde el tercio.
Morante recibió a su primero con verónicas marca de la casa, con empaque y templanza. La última, larga y pausada, arrancó el primer olé unánime, y la media abigarrada y excelsa nos levantó a todos del asiento. Con ese toro, poco más pudo hacer. El animal tenía poca fuerza y una banderilla colocada muy delantera condicionaron su juego con un cabeceo molesto. Abrevió.
Al tercero lo recibió en el tercio toreándolo sin moverse del sitio. El toro iba de lejos, salía suelto, pero el de La Puebla no se movía de su sitio y cuando el burel volvía a reparar en él e iba hacia su llamada, impertérrito, le echaba los vuelos del capote y lo mecía con su personalísima gracia. La faena de muleta fue probablemente la más completa de Morante esta temporada. Primero dos series, una con cada mano, ligadas, hondas y por bajo. Luego, varias series de derechazos y naturales de sentimiento, pureza y verdad. Cambios de mano, pases de pecho, por bajo,... Todo con el mentón hundido, toreando con todo el cuerpo a un animal que respondió perfectamente. El tipo de toro que Morante precisa para crear un arte único, una emoción desbordada. Pinchazo y estocada. Dos orejas y vuelta al toro (protestada) al toro.
Lo del quinto fue una faena inexplicable, barroca, improvisada, llena de momentos de magia. Como esas chicuelinas del quite, o el tercio de banderillas en el que invitó a Manzanares, que allí estuvo (con más voluntad que acierto). Los dos pares de Morante reivindicaron el clasicismo en el cite y la ejecución. Al final del último, el toro le persiguió y le topó en el glúteo hasta que Morante paró al toro con una mirada fulminante y una palmada en la testuz. Hubieron de vendarle por encima del traje y pensamos que por la condición del toro (incierto, sin mucha clase, pero con movilidad), Morante tiraría de repertorio de toreo antiguo y le andaría por la cara. Pero no fue así. O, mejor dicho, no fue sólo así. Hizo una faena insólita. Le bajaron una silla de enea de los palcos y desde allí citó y toreó por alto en un pase excelso, luego, sin solución de continuidad, se fue llevando al toro a los medios con pases variados, la muleta templada en una mano y la silla en la otra. Siguió con series de una hondura excepcional, pases inspiradísimos. Toreo de cante jondo por ambos pitones. Y luego, mediada la faena, vino el repertorio del toreo a dos manos, las estampas antiguas, el pozo en el que se mezcla el arte que han destilado tantas generaciones. Se desbordó el delirio y las dos orejas después de una estocada algo tendida y ligeramente baja eran lo de menos en una tarde que ya había sido excepcional.
Manzanares no se quedó atrás y demostró que el arte y el gusto puede ser desgarrado y pasional, como el de Morante, o fruto de la clase, la inteligencia y la paciencia, como en su caso. Hizo tres faenas perfectas, acomodadas a lo que pedía cada uno de sus toros. Con una lidia excepcional (aunque se notó esa presencia de un "cuarto" que se exije en los mano a mano). Curro Javier y Juan José Trujillo estuvieron sensacionales. La lidia del segundo se hizo, desde que salió, con solo siete lances (además de los del toreo propio de Manzanares). Un prodigio. Ese segundo era un toro tardo al que Manzanares le hizo las cosas con despaciosidad y dejando tiempo entre serie y serie. Toreo cadencioso, ligado y con una clase grandiosa.
El cuarto fue un toro que no paró de ir y venir, al que era imposible parar. Manzanares tiró de sabiduría y paciencia y aprovechó el viaje del animal para, haciéndolo todo bien, dar otra lección de empaque y torería. Estocada recibiendo, aunque el toro tardó en caer.
En el sexto, con la tarde ya entrada en triunfo y Morante pasando brevemente a la enfermería a que le trataran del varetazo en banderillas, la actuación de José María y de la cuadrilla fueron para enmarcar. Lidia excepcional y toreo de altura. Series grandiosas, sobre todo al natural. Toreo hondo, profundo, con una transmisión estética sensacional. Gran estocada y dos orejas que remataban una tarde única.
Fueron más de dos horas y media de un sentimiento excepcional. Tardes así no pueden salir todos los días (no lo aguantaríamos). Pero deberían verse más a menudo. Si hubiera seis o siete como estas en Madrid cada temporada, cuatro o cinco en Sevilla, dos en Bilbao, en Valencia,... la afición se triplicaba en un par de años. Esto es el toreo. Así tiene que ser una tarde de toros. Así deben estar los toreros. Y el público. Así hay que disfrutar. Por eso nos emociona tanto. Por eso hacemos miles de kilómetros cada año. Por eso seguimos soñando con la GRAN TEMPORADA.
Ya antes del festejo se notaba el runrun de las grandes tardes, de la impaciencia del disfrute. Esa sensación que, tantas veces, es lo único que queda. Pero esta no fue así.
La Plaza estaba llena, sin un solo sitio libre. Y era una maravilla verla completa (a diferencia de la nocturna del día anterior, con un escaso cuarto del aforo cubierto).
Al finalizar el paseillo, el público aplaudió a los toreros el gesto de anunciarse mano a mano y estos correspondieron desde el tercio.
Morante recibió a su primero con verónicas marca de la casa, con empaque y templanza. La última, larga y pausada, arrancó el primer olé unánime, y la media abigarrada y excelsa nos levantó a todos del asiento. Con ese toro, poco más pudo hacer. El animal tenía poca fuerza y una banderilla colocada muy delantera condicionaron su juego con un cabeceo molesto. Abrevió.
Al tercero lo recibió en el tercio toreándolo sin moverse del sitio. El toro iba de lejos, salía suelto, pero el de La Puebla no se movía de su sitio y cuando el burel volvía a reparar en él e iba hacia su llamada, impertérrito, le echaba los vuelos del capote y lo mecía con su personalísima gracia. La faena de muleta fue probablemente la más completa de Morante esta temporada. Primero dos series, una con cada mano, ligadas, hondas y por bajo. Luego, varias series de derechazos y naturales de sentimiento, pureza y verdad. Cambios de mano, pases de pecho, por bajo,... Todo con el mentón hundido, toreando con todo el cuerpo a un animal que respondió perfectamente. El tipo de toro que Morante precisa para crear un arte único, una emoción desbordada. Pinchazo y estocada. Dos orejas y vuelta al toro (protestada) al toro.
Lo del quinto fue una faena inexplicable, barroca, improvisada, llena de momentos de magia. Como esas chicuelinas del quite, o el tercio de banderillas en el que invitó a Manzanares, que allí estuvo (con más voluntad que acierto). Los dos pares de Morante reivindicaron el clasicismo en el cite y la ejecución. Al final del último, el toro le persiguió y le topó en el glúteo hasta que Morante paró al toro con una mirada fulminante y una palmada en la testuz. Hubieron de vendarle por encima del traje y pensamos que por la condición del toro (incierto, sin mucha clase, pero con movilidad), Morante tiraría de repertorio de toreo antiguo y le andaría por la cara. Pero no fue así. O, mejor dicho, no fue sólo así. Hizo una faena insólita. Le bajaron una silla de enea de los palcos y desde allí citó y toreó por alto en un pase excelso, luego, sin solución de continuidad, se fue llevando al toro a los medios con pases variados, la muleta templada en una mano y la silla en la otra. Siguió con series de una hondura excepcional, pases inspiradísimos. Toreo de cante jondo por ambos pitones. Y luego, mediada la faena, vino el repertorio del toreo a dos manos, las estampas antiguas, el pozo en el que se mezcla el arte que han destilado tantas generaciones. Se desbordó el delirio y las dos orejas después de una estocada algo tendida y ligeramente baja eran lo de menos en una tarde que ya había sido excepcional.
Manzanares no se quedó atrás y demostró que el arte y el gusto puede ser desgarrado y pasional, como el de Morante, o fruto de la clase, la inteligencia y la paciencia, como en su caso. Hizo tres faenas perfectas, acomodadas a lo que pedía cada uno de sus toros. Con una lidia excepcional (aunque se notó esa presencia de un "cuarto" que se exije en los mano a mano). Curro Javier y Juan José Trujillo estuvieron sensacionales. La lidia del segundo se hizo, desde que salió, con solo siete lances (además de los del toreo propio de Manzanares). Un prodigio. Ese segundo era un toro tardo al que Manzanares le hizo las cosas con despaciosidad y dejando tiempo entre serie y serie. Toreo cadencioso, ligado y con una clase grandiosa.
El cuarto fue un toro que no paró de ir y venir, al que era imposible parar. Manzanares tiró de sabiduría y paciencia y aprovechó el viaje del animal para, haciéndolo todo bien, dar otra lección de empaque y torería. Estocada recibiendo, aunque el toro tardó en caer.
En el sexto, con la tarde ya entrada en triunfo y Morante pasando brevemente a la enfermería a que le trataran del varetazo en banderillas, la actuación de José María y de la cuadrilla fueron para enmarcar. Lidia excepcional y toreo de altura. Series grandiosas, sobre todo al natural. Toreo hondo, profundo, con una transmisión estética sensacional. Gran estocada y dos orejas que remataban una tarde única.
Fueron más de dos horas y media de un sentimiento excepcional. Tardes así no pueden salir todos los días (no lo aguantaríamos). Pero deberían verse más a menudo. Si hubiera seis o siete como estas en Madrid cada temporada, cuatro o cinco en Sevilla, dos en Bilbao, en Valencia,... la afición se triplicaba en un par de años. Esto es el toreo. Así tiene que ser una tarde de toros. Así deben estar los toreros. Y el público. Así hay que disfrutar. Por eso nos emociona tanto. Por eso hacemos miles de kilómetros cada año. Por eso seguimos soñando con la GRAN TEMPORADA.
miércoles, 3 de agosto de 2011
Somos noticias - Tablero de sueños - Taurología
José Maria acaba de publicar en la colección "Inklings de Siltolá", de Edificiones de la Isla de Siltolá, un bellísimo libro de poesía titulado "Tablero de sueños". Es un aténtico regalo para quienes gusten del arte con mayúsculas que recopila poemas de temática y estilos bien distintos y que incluye un par de ellos sobre tauromaquia (el haiku "Plaza de toros" y su bellísimo poema sobre José Tomás).
El libro contiene, además, a modo de introducción, un magnífico ensayo escrito por él mismo sobre su propia obra creadora (en realidad, sobre la obra creadora en sí, y cómo él la entiende).
Es una alegría para sus admiradores, para sus amigos, ver cómo cada vez va viendo la luz una mayor parte de su obra, y cómo va siendo reconocida con mayor unanimidad.
Para los aficionados, es una razón más para la satisfacción comprobar que la temática taurina se mezcla con naturalidad con la relativa a la música, a la literatura o a la pintura. Así ha sido siempre. Sin estridencias, con la normalidad de quien es capaz de apreciar y de sentir la belleza, uniendo a la percepción estética el sentido del rito y la conexión con todo aquello que nos hace más humanos, mejores personas.
Mucho más modestamente (por lo que me toca, que no por quienes se han fijado en este blog y han tenido a bien difundir lo que aquí vamos diciendo), dejar también constancia de que la web taurología ha recopilado las reflexiones que hicimos en este blog sobre la próxima adjudicación de la Plaza de Toros de Las Ventas y lo ha publicado en formato de PDF para facilitar su lectura. Desde aquí nuestro agradecimiento por su trabajo y su interés.
El libro contiene, además, a modo de introducción, un magnífico ensayo escrito por él mismo sobre su propia obra creadora (en realidad, sobre la obra creadora en sí, y cómo él la entiende).
Es una alegría para sus admiradores, para sus amigos, ver cómo cada vez va viendo la luz una mayor parte de su obra, y cómo va siendo reconocida con mayor unanimidad.
Para los aficionados, es una razón más para la satisfacción comprobar que la temática taurina se mezcla con naturalidad con la relativa a la música, a la literatura o a la pintura. Así ha sido siempre. Sin estridencias, con la normalidad de quien es capaz de apreciar y de sentir la belleza, uniendo a la percepción estética el sentido del rito y la conexión con todo aquello que nos hace más humanos, mejores personas.
Mucho más modestamente (por lo que me toca, que no por quienes se han fijado en este blog y han tenido a bien difundir lo que aquí vamos diciendo), dejar también constancia de que la web taurología ha recopilado las reflexiones que hicimos en este blog sobre la próxima adjudicación de la Plaza de Toros de Las Ventas y lo ha publicado en formato de PDF para facilitar su lectura. Desde aquí nuestro agradecimiento por su trabajo y su interés.
lunes, 1 de agosto de 2011
Valencia (22 y 23 de julio de 2011) - Sentimientos encontrados
La vida es paradójica a menudo. Y, de vez en cuando, cruel, muy cruel.
El fin de semana se prestaba a la fiesta y al regocijo, al reencuentro y la celebración. Pero el viernes, recién estrenada la mañana, golpeó con fuerza y donde duele.
Uno no estaba ya con cuerpo de celebración, pero fuimos a Valencia en parte con inercia por aquellos que habíamos convocado (que nos habían convocado) y en parte como homenaje. Porque no ha habido nadie que nos haya transmitido tanto ímpetu y tanta alegría.
La tarde del viernes, la corrida de Garcigrande salió sosa y sin clase, a excepción del cuarto. Con ese material, Ponce nada pudo hacer con su primero, un toro sin casta alguna al que cuidó para nada. A su segundo, el único que sirvió de la corrida, le hizo una faena marca de la casa, con temple y estética, finalizada con dos poncinas y mal rematada con la espada. Pudo haber salido a hombros, pero los aceros se lo impidieron.
El Juli demostró una afición demedida y que atraviesa un momento extraordinario, pero no hubo nada que hacer. Su primero se iba después de cada muletazo. Le aguntó y le fue haciendo las cosas cada vez mejor, con algunos pasajes de calidad. Una faena de mucho mérito que marró con la espada (pinchazo y estocada tendida). El quinto fue un toro que manseó en varas y que se puso incierto en la muleta. El julio lo intentó de todas las maneras, pero no había un gramo de bravura y nobleza que permitieran al animal venirse arriba.
Manzanares cortó una oreja a cada uno de sus oponentes, refrendando el momento excepcional que atraviesa, aunque ninguna de las faenas tuvieron la intensidad de otras que le hemos visto esta misma temporada. En el tercero, un toro sin presencia alguna muy protestado, tuvo alguna serie muy completa (la primera por la derecha y otra al natural) y pases aislados de mucha calidad. Intentó matar recibiendo, tal vez para desquitarse de la tarde de aquella inmensa faena de Fallas, y marró a la primera, acertando al segundo intento. El sexto, hizo amago continuamente para irse a tablas, pero Manzanares le retuvo a base de técnica y tesón, enjaretándole pases de una estética importantísima. Mató al toro de una estocada recibiendo con el toro apoyado en tablas, lo cual demuestra una convicción en su poder con la espada fuera de lo común.
Una tarde, en fin, de un torero que quería demostrar que esa plaza era y es la suya, pero que sólo pudo demostrarlo en el único toro de cierto interés de la corrida. Y otros dos, que querían reivindicar que la temporada es algo que se libra entre ellos. Pero son toros desigualmente presentados y, sobre todo, sin fondo de bravura y de clase, no hay manera. Algo habrá que hacer para que tardes como estas tengan una rotundidad mayor, porque los toros lo permitan.
* * *
La tarde del sábado era una tarde propicia para que los sentimientos se desbordaran. La ciudad de Valencia, los aledaños de la plaza, estaban llenos de aficionados de todo el mundo que no querían perderse el regreso del mito y que querían verlo triunfar a toda costa.
Lo importante, sin embargo, es el hombre. Recuperado sin duda en su mentalidad de triunfo y compromiso, aunque continúe aún algo mermado en lo físico y con un punto espectral en su figura que añade congoja al verle en la plaza, desde que se rompe el paseillo.
El traje de la reaparición, un malva y oro, mezclaba de forma curiosa el clasicismo del conjunto con unas lunas en cuarto creciente que le daban un toque innovador y mágico. Vimos a un José Tomás tan comprometido como siempre por hacer las cosas como las siente, por hacer el toreo desde la verdad más absoluta. Con algo más de variedad, pero sin renunciar un ápice al rigor y al estoicismo. Y toreando cada vez más por abajo y más lento.
Quitó por delantales y media abelmontada en el primer toro de Puerto, por gaoneras rotundas en su primero y por chicuelinas en el quinto. Siempre con pureza, con perfección. A pesar de que el viento molestó durante todas la faenas.
En el segundo de la tarde demostró que quiere hacer las cosas cada vez más rotundas, aunque un par de enganchones por abajo, muy por abajo, y la poca clase de su oponente, hicieron que hubiera vibración y sentimiento, pero no la rotundidad de la belleza.
La faena al quinto fue una faena más maciza, más honda. Empezando por el cite desde el centro del ruedo del que salió arrollado y del que se repuso, pese a todo. Y, luego, con series largas y de muchísima entrega y profundidad rematada con una estocada entera. ¿Era de dos orejas? Sin duda, siempre que uno no vaya a la Plaza con escuadra y cartabón, que no se deje el corazón el casa. Sin sentimientos y sin pasión el toreo queda en nada. Y a veces algunos presidentes lo olvidan de plano.
Víctor Puerto recibió bien de capa a su primero e inició la faena de muleta de rodillas con temple y emoción. Luego, la faena se vino a menos y no hubo conexión. Igual que sucedió en el cuarto, un toro sin fuerza con el que no hubo nada que hacer.
Saldívar fue el triunfador numérico de la tarde a base de pundonor (siempre) y de buen toreo (a veces). Tuvo el mejor lote con diferencia y no siempre estuvo a la altura. Hubo ajuste, una cierta imitación de José Tomás (del José Tomás de antes, el reaparecido iba ya dos pasos por delante) y cierta sensación de falta de oficio. Hubo también entrega y verdad. Tiene condiciones, pero le falta reposo y un estilo propio.
Era la tarde de JT. Como hombre y como torero. Y con él lo celebramos. Porque si estamos aquí, mientras estemos, hay que celebrarlo.
El fin de semana se prestaba a la fiesta y al regocijo, al reencuentro y la celebración. Pero el viernes, recién estrenada la mañana, golpeó con fuerza y donde duele.
Uno no estaba ya con cuerpo de celebración, pero fuimos a Valencia en parte con inercia por aquellos que habíamos convocado (que nos habían convocado) y en parte como homenaje. Porque no ha habido nadie que nos haya transmitido tanto ímpetu y tanta alegría.
La tarde del viernes, la corrida de Garcigrande salió sosa y sin clase, a excepción del cuarto. Con ese material, Ponce nada pudo hacer con su primero, un toro sin casta alguna al que cuidó para nada. A su segundo, el único que sirvió de la corrida, le hizo una faena marca de la casa, con temple y estética, finalizada con dos poncinas y mal rematada con la espada. Pudo haber salido a hombros, pero los aceros se lo impidieron.
El Juli demostró una afición demedida y que atraviesa un momento extraordinario, pero no hubo nada que hacer. Su primero se iba después de cada muletazo. Le aguntó y le fue haciendo las cosas cada vez mejor, con algunos pasajes de calidad. Una faena de mucho mérito que marró con la espada (pinchazo y estocada tendida). El quinto fue un toro que manseó en varas y que se puso incierto en la muleta. El julio lo intentó de todas las maneras, pero no había un gramo de bravura y nobleza que permitieran al animal venirse arriba.
Manzanares cortó una oreja a cada uno de sus oponentes, refrendando el momento excepcional que atraviesa, aunque ninguna de las faenas tuvieron la intensidad de otras que le hemos visto esta misma temporada. En el tercero, un toro sin presencia alguna muy protestado, tuvo alguna serie muy completa (la primera por la derecha y otra al natural) y pases aislados de mucha calidad. Intentó matar recibiendo, tal vez para desquitarse de la tarde de aquella inmensa faena de Fallas, y marró a la primera, acertando al segundo intento. El sexto, hizo amago continuamente para irse a tablas, pero Manzanares le retuvo a base de técnica y tesón, enjaretándole pases de una estética importantísima. Mató al toro de una estocada recibiendo con el toro apoyado en tablas, lo cual demuestra una convicción en su poder con la espada fuera de lo común.
Una tarde, en fin, de un torero que quería demostrar que esa plaza era y es la suya, pero que sólo pudo demostrarlo en el único toro de cierto interés de la corrida. Y otros dos, que querían reivindicar que la temporada es algo que se libra entre ellos. Pero son toros desigualmente presentados y, sobre todo, sin fondo de bravura y de clase, no hay manera. Algo habrá que hacer para que tardes como estas tengan una rotundidad mayor, porque los toros lo permitan.
* * *
La tarde del sábado era una tarde propicia para que los sentimientos se desbordaran. La ciudad de Valencia, los aledaños de la plaza, estaban llenos de aficionados de todo el mundo que no querían perderse el regreso del mito y que querían verlo triunfar a toda costa.
Lo importante, sin embargo, es el hombre. Recuperado sin duda en su mentalidad de triunfo y compromiso, aunque continúe aún algo mermado en lo físico y con un punto espectral en su figura que añade congoja al verle en la plaza, desde que se rompe el paseillo.
El traje de la reaparición, un malva y oro, mezclaba de forma curiosa el clasicismo del conjunto con unas lunas en cuarto creciente que le daban un toque innovador y mágico. Vimos a un José Tomás tan comprometido como siempre por hacer las cosas como las siente, por hacer el toreo desde la verdad más absoluta. Con algo más de variedad, pero sin renunciar un ápice al rigor y al estoicismo. Y toreando cada vez más por abajo y más lento.
Quitó por delantales y media abelmontada en el primer toro de Puerto, por gaoneras rotundas en su primero y por chicuelinas en el quinto. Siempre con pureza, con perfección. A pesar de que el viento molestó durante todas la faenas.
En el segundo de la tarde demostró que quiere hacer las cosas cada vez más rotundas, aunque un par de enganchones por abajo, muy por abajo, y la poca clase de su oponente, hicieron que hubiera vibración y sentimiento, pero no la rotundidad de la belleza.
La faena al quinto fue una faena más maciza, más honda. Empezando por el cite desde el centro del ruedo del que salió arrollado y del que se repuso, pese a todo. Y, luego, con series largas y de muchísima entrega y profundidad rematada con una estocada entera. ¿Era de dos orejas? Sin duda, siempre que uno no vaya a la Plaza con escuadra y cartabón, que no se deje el corazón el casa. Sin sentimientos y sin pasión el toreo queda en nada. Y a veces algunos presidentes lo olvidan de plano.
Víctor Puerto recibió bien de capa a su primero e inició la faena de muleta de rodillas con temple y emoción. Luego, la faena se vino a menos y no hubo conexión. Igual que sucedió en el cuarto, un toro sin fuerza con el que no hubo nada que hacer.
Saldívar fue el triunfador numérico de la tarde a base de pundonor (siempre) y de buen toreo (a veces). Tuvo el mejor lote con diferencia y no siempre estuvo a la altura. Hubo ajuste, una cierta imitación de José Tomás (del José Tomás de antes, el reaparecido iba ya dos pasos por delante) y cierta sensación de falta de oficio. Hubo también entrega y verdad. Tiene condiciones, pero le falta reposo y un estilo propio.
Era la tarde de JT. Como hombre y como torero. Y con él lo celebramos. Porque si estamos aquí, mientras estemos, hay que celebrarlo.
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