La admisión a trámite parlamentario de la iniciativa para prohibir las corridas de toros en Cataluña constituye un fracaso que pone en evidencia tanto las debilidades de nuestro pluriforme sistema democrático, empecinado en legislar sobre el vacío y al margen de competencias irrenunciables, como las debilidades del taurinismo profesional, ese circuito cerrado de oscuros mecanismos y prácticas ignotas por donde trashuman la mediocridad y la vulgaridad.
El toreo es consecuencia de la belleza, de la inteligencia y de la verdad, ningún argumento más incontestable a favor de la fiesta de los toros que una faena de José Tomás en la Monumental de Barcelona o una verónica y media de Morante de la Puebla en la Maestranza.
Aún así, y toda vez que se han desterrado los toros de la vida pública por su nula o tergiversada presencia en la televisión, se hace cada vez más necesaria una exaltación de la tauromaquia cuya estrategia no puede ser otra que la del arte y la ciencia, y cuya única táctica posible es la de la excelencia.
Afortunadamente algunos, muy pocos, han llegado a este hora con los deberes hechos. Es el caso de Lorenzo Clemente Naranjo (Cáceres, 1970) autor del libro “La Tauromaquia a través de sus conflictos (Jurisprudencia Taurina)”, a mi juicio uno de los libros más trascendentes para la tauromaquia que se han escrito en los últimos años.
Lorenzo Clemente es socio abogado de Garrigues, abonado de la Plaza de las Ventas, abonado de honor de la Maestranza, crítico taurino, aficionado conspicuo e incansable (desde lo alto de las gradas de la pasada temporada más de sesenta tardes lo contemplan), además de un gran escritor y un buen amigo.
Yo he aprendido a ver los toros con Lorenzo, en los años de estudiante durante muchas tardes en Madrid y luego en las plazas de Sevilla, El Puerto y, claro está, Barcelona, donde asistimos a la reencarnación del monstruo de Galapagar.
Siempre he admirado en Lorenzo Clemente, así en los toros como en la vida, el don innato para analizar los problemas, reducirlos a los puntos esenciales y ofrecer soluciones ponderadas y razonables. Y, todavía más, la capacidad de hacerlo por escrito dejando que el argumento fluya como un río transparente lo cual es una cosa dificilísima.
Confieso que cuando me apremia la necesidad de tener una opinión sobre algo -porque hoy en día, según se sabe, hay que tener opinión de todo-, llamo a Lorenzo Clemente y al rato se despeja mi incertidumbre. Es bueno tener consejeros así que lo alivien a uno de la agotadora tarea de pensar.
De la intersección de la afición de Lorenzo por los toros, de su prestigioso talento como abogado y su natural capacidad para el análisis tenía que nacer esta obra, “La tauromaquia a través de su conflictos”, donde el autor hace un recorrido por la Jurisprudencia taurina de los últimos veinte años de una forma amena y elegante, extrayendo del farragoso y complicado mundo judicial un conjunto ilustrativo de sentencias que constituyen una vindicación en sí misma de la Fiesta y una clara exposición de motivos sobre el hecho evidente de que los toros están ahí y han sido, son y serán, objeto de Derecho. Lo cual, siendo el Derecho una cosa tan seria, es una afirmación más seria de lo que parece.
Aunque se trata de un libro para especialistas, y por eso ha sido editado por Aranzadi (Thomson Reuters), la habilidad de Lorenzo Clemente ha consistido en intercalar entre cada sentencia jugosos comentarios que no son anotaciones o escolios a pie de página sin más, sino prosa de clara calidad que permiten al no especialista e incluso al no aficionado regocijarse según se avanza en la lectura.
El libro consta de ocho capítulos, el primero de ellos se centra en la normativa y los reglamentos, el segundo analiza la concesión y explotación de las plazas, en el tercero se trata el conflictivo tema del apoderamiento, el cuarto es una surte de guía fiscal taurina, el quinto versa sobre las relaciones laborales y en el sexto se estudian algunos conflictos derivados de la competencia entre los variados gremios que intervienen en una corrida de toros.
Pero sin duda lo más interesante para el aficionado figura en los capítulos séptimo y octavo, en el primero, titulado “De lo taurino como excusa” asistimos a una suerte de conflictos delirantes o surrealistas como la compatibilidad de los menesteres de alguacilcillo con la baja por depresión, las consecuencias de la caída de un ascensor por la avalancha de los fans o la servidumbre de paso en el balcón de una plaza de pueblo.
Esta miscelánea es digna por si misma de figurar en un apéndice del Cossío, como el anecdotario taurino que consta en el tomo primero.
Hace gala Lorenzo Clemente en este capítulo de un fino humorismo que se torna más grave al analizar en el epígrafe octavo –“Tres procedimientos nada ejemplares y una apología del currismo”- el juicio por la propiedad de la cabeza del toro que segó la vida del Yiyo, el derecho de retransmisión de las imágenes de la agonía de Paquirri o la sentencia del Tribunal de Justicia de Cataluña –ahí es nada la actualidad del asunto- que dio la razón a Távora y a su Carmen, contrariando las disposiciones de la Generalidad que impidieron la lidia de un toro durante el espectáculo, entendiendo el Tribunal que la prohibición constituía “una conculcación del derecho fundamental invocado, libertad de creación artística.”
Si las competencias de este tribunal se extendieran, que deberían, a la iniciativa prohibicionista, estaríamos de suerte.
Termina el libro con una deliciosa apología del currismo en la que se revisa la sentencia que obligó a al declarar improcedente el despido de un reconocido “currista”, cuya afición le provocó un altercado con clientes y proveedores sobre la base de que el currismo es un sentimiento “indudable y notoriamente altruista a favor del diestro, arraigado y profundo como el que más, creador de una esperanza incondicional y de una forma de entender la vida por la que se exige el máximo respeto de quienes no –o sí- lo tienen y, cuando se falta a él, es previsible la reacción ardorosamente defensiva de quien lógica y naturalmente se siente ofendido”
Como nos sentimos ofendidos los aficionados con la admisión a trámite de la iniciativa para prohibir las corridas de toros en Cataluña de la que la única consecuencia positiva que puedo inferir es que Lorenzo Clemente nos debe regalar necesariamente una edición ampliada de esta magna obra que ya ha agotado en apenas un trimestre su primera edición y que lleva en la portada un precioso dibujo del reconocido ilustrador cacereño Pablo Pámpano.
lunes, 28 de diciembre de 2009
domingo, 27 de diciembre de 2009
Frágil memoria... de la temporada del 2009
Este año he visto probablemente más toros y en más plazas que ninguno otro de los anteriores. He añadido a mi lista de plazas las de Valdemorillo, Huelva, Badajoz, Almendralejo y Nimes, de las cuales destaco sin duda alguna esta última (interesantísimo ver toros allí) y la del Huelva. He vuelto después de algún tiempo a Toledo y he repetido en Vistalegre, Olivenza, Sevilla, Las Ventas, Barcelona, El Puerto de Santa María, San Sebastián de los Reyes y Zaragoza. He faltado a Algeciras por imposibilidad de cuadrarlo en el calendario lúdico-festivo, aunque espero que haya sido sólo por este año.
Al final, ha habido grandes tardes, momentos de tremenda emoción: el festival homenaje a Adrián Gómez, los capotazos de Morante en Madrid el 21 de mayo, la encerrona de José Tomás en Barcelona y su última tarde de la temporada en esa misma plaza, la cornada a Israel Lancho, el gran ambiente previo al mano a mano de Morante y el Cid con toros de Victorino en La Maestranza,... Ha habido un plantel de toreros extraordinarios, algunos de ellos en verdadera sazón. Pero la temporada no ha sido buena. Tengo para mí que los toros han embestido menos que otras temporadas y eso ha arruinado completamente ferias como la de Abril y, junto con unos carteles muy mal diseñados, han reducido notablemente la posibilidad de triunfos en Madrid.
Al final, la afición sigue intacta, incluso reforzada. Y ya estamos ansiosos por ver cuándo será la primera del 2010: ¿Valdemorillo, Vistalegre,...?
Los datos numéricos de 2009 son estos:
Al final, ha habido grandes tardes, momentos de tremenda emoción: el festival homenaje a Adrián Gómez, los capotazos de Morante en Madrid el 21 de mayo, la encerrona de José Tomás en Barcelona y su última tarde de la temporada en esa misma plaza, la cornada a Israel Lancho, el gran ambiente previo al mano a mano de Morante y el Cid con toros de Victorino en La Maestranza,... Ha habido un plantel de toreros extraordinarios, algunos de ellos en verdadera sazón. Pero la temporada no ha sido buena. Tengo para mí que los toros han embestido menos que otras temporadas y eso ha arruinado completamente ferias como la de Abril y, junto con unos carteles muy mal diseñados, han reducido notablemente la posibilidad de triunfos en Madrid.
Al final, la afición sigue intacta, incluso reforzada. Y ya estamos ansiosos por ver cuándo será la primera del 2010: ¿Valdemorillo, Vistalegre,...?
Los datos numéricos de 2009 son estos:
- Valdemorillo - 2
- Vistalegre - 1
- Olivenza - 3
- Sevilla - 5
- Las Ventas - 32
- Toledo - 1
- Badajoz - 1
- Barcelona - 2
- Huelva - 2
- El Puerto de Santa María - 4
- Almendralejo - 1
- San Sebastián de los Reyes - 2
- Nimes - 4
- Zaragoza - 1
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Cataluña y los toros: las trampas de algunos argumentos de defensa de la Fiesta
Finalmente, los parlamentarios catalanes decidieron seguir adelante con la ILP. Por una escasa mayoría. Aunque veremos qué pasa al final. Puede ser que haya parlamentarios que hayan considerado oportuno que se tramitara la Iniciativa, pero que finalmente no voten a favor de la prohibición, o puede ser (no es descartable) que la votación final no pueda tener lugar antes de que se disuelva el Parlament, que hace extinguirse todas las iniciativas que en ese momento se estén tramitando.
Días más tarde, el PSC ha anunciado que votará en contra y tratará de buscar fórmulas de consenso. Alguien ha aludido incluso a corridas a la portuguesa o situaciones intermedias. ¡Cuidado con quienes con defienden así! Esto no es transaccionable. En las corridas de toros el toro muere en la plaza. Y eso es más ajustado a su naturaleza y menos cruento que dejarlo varios días herido en los corrales hasta que se le lleva al matadero (como sucede a veces en Portugal).
También la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, indicó en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del pasado viernes, según afirma el diario El Mundo, que la decisión del Parlament "se sitúa en el ámbito de las competencia de esa Cámara", por lo que "el Gobierno respeta, como no puede ser de otra manera, esa decisión" y que las corridas de toros cuentan "con un amplio respaldo en la sociedad" por lo que el Ejecutivo "no es partidario de prohibir, sino de decidir en libertad".
Vayamos por partes.
Primero: NO es verdad que la decisión del Parlament se sitúe en su ámbito competencial. No es éste el lugar de extendernos en este asunto, pero baste con decir que, conforme a la Constitución, el Estado tiene la competencia exclusiva en la "Defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental español contra la exportación y la expolicación (...)" y que "Estado considerará el servicio de la cultura como deber y atribución esencial". Y de acuerdo con la doctrina del Tribunal Constitucional, al Estado le corresponde la preservación del patrimonio cultural común.
Por tanto, si convenimos (y no puede ser de otra forma) que la tauromaquia es un patrimonio cultural común en España, la prohibición de esta manifestación cultural en una Comunidad Autónoma excede cualquier competencia autonómica. Y el Estado tiene mecanismos para recurrir cualquier decisión que trate de adoptarse en este sentido.
Considerar que la actuación del Parlament se realiza en el ejercicio de sus competencias es renunciar "a priori" a esta facultad, que entiendo debería ejercer el Gobierno si finalmente llega a aprobarse una legislación que impida en Cataluña la celebración de espectáculos taurinos.
Como digo, se trata sólo de un apunte. Podría realizarse un análisis más detallado de esta cuestión y aportarse otros argumento de orden jurídico, pero no es éste el lugar adecuado. Para quienes estén interesados recomiendo fervientemente el artículo "La prohibición de los espectáculos taurinos: problemas constitucionales", de Gabriel Doménech Pascual, en el nº 40 de la Revista Jurídica de Castilla La Mancha (mayo 2006), en el que se realiza una explicación tremendamente clara y detallada de la cuestión.
Pero hay otra de las afirmaciones utilizadas por la vicepresidenta que me preocupa al menos tanto como la anterior, que es la mención al "amplio respaldo en la sociedad". ¿Qué sucede, que la libertad puede ejercitarse sólo en relación con las actividades que resultan mayoritarias? ¿Es lícito prohibir las manifestación culturales o las aficiones que sólo profesen unos cientos o miles de personas?
La necesidad de defender, potenciar y permitir la Fiesta no está vinculada con el número de adeptos con los que cuente. Eso puede ser un criterio importante para valorar el rédito electoral que puede suponer su prohibición o su defensa. Pero la defensa de la libertad y la cultura es algo vinculado con los valores, no con los votos. Aunque no sé si los políticos serán ya capaces de entender algo que esté relacionado con los principios y no con el poder.
Sí me ha resultado pertinente la invitación que ha anunciado el Presidente andaluz, José Antonio Griñán, a los diputados catalanes, para que conozcan el "proceso medioambientalmente significativo" que suponen las dehesas donde se cría el toro bravo. Y especialmente gratificantes las declaraciones que hizo el Presidente extremeño Guillermo Fernández Vara en la entrega de unos premios taurinos en la que afirmó que "en los tiempos que corren no podemos escondernos, hay que salir y dar la cara en la defensa de la fiesta de los toros porque es parte de nuestra historia y de nuestra tradición, pero además son un importante factor económico y por el valor ecológico que aporta la dehesa".
Los representantes del PP que se han manifestado sobre esta cuestión lo han hecho todos rechazando la posibilidad de que se prohiban los toros en Cataluña, pero he de reconocer que no ha habido ningún argumento que me resulte sugestivo, novedoso o provocador, para ser resaltado o comentado. Sí me resulta interesante que vaya a presentarse por el PP Andaluz una moción en el Parlamento Andaluz para defender la fiesta de los toros. Veremos con qué texto y sobre qué argumentos.
Y es que la defensa de la Fiesta resulta siempre fundamental. Y probablemente ahora más importante, o tanto, como en algunos periodos muy concretos de nuestra historia. Pero no vale cualquier argumento. Porque algunos son sólo cortoplacistas y coyunturales, y, en consecuencia, conducen a que exista una perpetua discusión sobre las razones de fondo. Son éstas las que deben ponerse sobre la mesa: las de la libertad y la cultura. Y el necesario compromiso del Estado en su defensa. Más allá de cuántos seamos, de lo que económicamente signifiquemos y de las competencias autonómicas que traten de arguirse para acabar con la libertad y la cultura.
Días más tarde, el PSC ha anunciado que votará en contra y tratará de buscar fórmulas de consenso. Alguien ha aludido incluso a corridas a la portuguesa o situaciones intermedias. ¡Cuidado con quienes con defienden así! Esto no es transaccionable. En las corridas de toros el toro muere en la plaza. Y eso es más ajustado a su naturaleza y menos cruento que dejarlo varios días herido en los corrales hasta que se le lleva al matadero (como sucede a veces en Portugal).
También la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, indicó en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del pasado viernes, según afirma el diario El Mundo, que la decisión del Parlament "se sitúa en el ámbito de las competencia de esa Cámara", por lo que "el Gobierno respeta, como no puede ser de otra manera, esa decisión" y que las corridas de toros cuentan "con un amplio respaldo en la sociedad" por lo que el Ejecutivo "no es partidario de prohibir, sino de decidir en libertad".
Vayamos por partes.
Primero: NO es verdad que la decisión del Parlament se sitúe en su ámbito competencial. No es éste el lugar de extendernos en este asunto, pero baste con decir que, conforme a la Constitución, el Estado tiene la competencia exclusiva en la "Defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental español contra la exportación y la expolicación (...)" y que "Estado considerará el servicio de la cultura como deber y atribución esencial". Y de acuerdo con la doctrina del Tribunal Constitucional, al Estado le corresponde la preservación del patrimonio cultural común.
Por tanto, si convenimos (y no puede ser de otra forma) que la tauromaquia es un patrimonio cultural común en España, la prohibición de esta manifestación cultural en una Comunidad Autónoma excede cualquier competencia autonómica. Y el Estado tiene mecanismos para recurrir cualquier decisión que trate de adoptarse en este sentido.
Considerar que la actuación del Parlament se realiza en el ejercicio de sus competencias es renunciar "a priori" a esta facultad, que entiendo debería ejercer el Gobierno si finalmente llega a aprobarse una legislación que impida en Cataluña la celebración de espectáculos taurinos.
Como digo, se trata sólo de un apunte. Podría realizarse un análisis más detallado de esta cuestión y aportarse otros argumento de orden jurídico, pero no es éste el lugar adecuado. Para quienes estén interesados recomiendo fervientemente el artículo "La prohibición de los espectáculos taurinos: problemas constitucionales", de Gabriel Doménech Pascual, en el nº 40 de la Revista Jurídica de Castilla La Mancha (mayo 2006), en el que se realiza una explicación tremendamente clara y detallada de la cuestión.
Pero hay otra de las afirmaciones utilizadas por la vicepresidenta que me preocupa al menos tanto como la anterior, que es la mención al "amplio respaldo en la sociedad". ¿Qué sucede, que la libertad puede ejercitarse sólo en relación con las actividades que resultan mayoritarias? ¿Es lícito prohibir las manifestación culturales o las aficiones que sólo profesen unos cientos o miles de personas?
La necesidad de defender, potenciar y permitir la Fiesta no está vinculada con el número de adeptos con los que cuente. Eso puede ser un criterio importante para valorar el rédito electoral que puede suponer su prohibición o su defensa. Pero la defensa de la libertad y la cultura es algo vinculado con los valores, no con los votos. Aunque no sé si los políticos serán ya capaces de entender algo que esté relacionado con los principios y no con el poder.
Sí me ha resultado pertinente la invitación que ha anunciado el Presidente andaluz, José Antonio Griñán, a los diputados catalanes, para que conozcan el "proceso medioambientalmente significativo" que suponen las dehesas donde se cría el toro bravo. Y especialmente gratificantes las declaraciones que hizo el Presidente extremeño Guillermo Fernández Vara en la entrega de unos premios taurinos en la que afirmó que "en los tiempos que corren no podemos escondernos, hay que salir y dar la cara en la defensa de la fiesta de los toros porque es parte de nuestra historia y de nuestra tradición, pero además son un importante factor económico y por el valor ecológico que aporta la dehesa".
Los representantes del PP que se han manifestado sobre esta cuestión lo han hecho todos rechazando la posibilidad de que se prohiban los toros en Cataluña, pero he de reconocer que no ha habido ningún argumento que me resulte sugestivo, novedoso o provocador, para ser resaltado o comentado. Sí me resulta interesante que vaya a presentarse por el PP Andaluz una moción en el Parlamento Andaluz para defender la fiesta de los toros. Veremos con qué texto y sobre qué argumentos.
Y es que la defensa de la Fiesta resulta siempre fundamental. Y probablemente ahora más importante, o tanto, como en algunos periodos muy concretos de nuestra historia. Pero no vale cualquier argumento. Porque algunos son sólo cortoplacistas y coyunturales, y, en consecuencia, conducen a que exista una perpetua discusión sobre las razones de fondo. Son éstas las que deben ponerse sobre la mesa: las de la libertad y la cultura. Y el necesario compromiso del Estado en su defensa. Más allá de cuántos seamos, de lo que económicamente signifiquemos y de las competencias autonómicas que traten de arguirse para acabar con la libertad y la cultura.
lunes, 21 de diciembre de 2009
Televisión Española
Sería inexplicable que todas las personalidades que se han manifestado en contra de la ILP no sumaran su energía para que se retransmitan corridas de toros en Televisión Española.
En caso de prosperar la prohibición, ¿cortarían la señal en Cataluña de Tendido Cero -nunca mejor puesto el número- y qué consecuencias (ninguna) se derivarían de ello?
Bueno, la SER, que se sepa, ya lo hacía con su señal principal en Barcelona los domingos o con su sección de toros en la edición catalana de EL PAÍS, diariamente.
¿Y por qué lo hacía? Ahora a hacerse cruces...
En fin, lo dicho, cartas a TVE, tipo ILP, para que se retransmitan corridas de toros.
Se puede hacer aquí.
Por cierto, que no consta la pregunta entre las habituales.
A ver qué nos responden (Vae victis!)
En caso de prosperar la prohibición, ¿cortarían la señal en Cataluña de Tendido Cero -nunca mejor puesto el número- y qué consecuencias (ninguna) se derivarían de ello?
Bueno, la SER, que se sepa, ya lo hacía con su señal principal en Barcelona los domingos o con su sección de toros en la edición catalana de EL PAÍS, diariamente.
¿Y por qué lo hacía? Ahora a hacerse cruces...
En fin, lo dicho, cartas a TVE, tipo ILP, para que se retransmitan corridas de toros.
Se puede hacer aquí.
Por cierto, que no consta la pregunta entre las habituales.
A ver qué nos responden (Vae victis!)
jueves, 17 de diciembre de 2009
Cataluña y los toros: ¡Es la libertad!
En estos días, casi todos los medios de comunicación se hacen eco de la votación que tendrá lugar mañana en el Parlamento de Cataluña sobre la Iniciativa Legislativa Popular que propugna una modificación legislativa que prohiba la celebración de corridas de toros en Cataluña.
Es una pena que lo taurino sólo llegue a las portadas de los periódicos o a los informativos cuando se trata de dar malas noticias (prohibiciones o cornadas), pero no cuando hay que celebrar la pujanza de una manifestación cultural de primer orden. No en el día a día de la temporada. Narrando los triunfos y los fracasos de toreros y ganaderos. Como ha sido siempre. Y como corresponde, si hubiera la más mínima ética periodística, a su importancia social y económica como segundo espectáculo de masas en España. Aunque de esto, además de una profesión periódistica bastante mediocre en general, también tienen la culpa los taurinos con su ostracismo, opacidad y nula capacidad para mirar más allá de su cuenta de resultados diaria.
En cualquier caso, es evidente que lo que se ha planteado como un debate animalista es, sin embargo, una discusión identitaria. Y, en el fondo, un debate sobre la libertad.
Si los que proponen la iniciativa y los que la apoyan fueran honestos (que es obvio que no lo son) dirían que quieren prohibir los toros para extirpar de Cataluña un espectáculo asociado con España. Pero el problema es que, planteado así, la discusión es relativamente simple. Por un lado porque, aunque les pese, en España hay una sola soberanía que reside en el conjunto del pueblo español. Y porque todo el pueblo español lo ha querido, nuestro país se ha organizado de un modo en que los distintos territorios que lo componen pueden legislar y organizar su convivencia dentro de determinados límites. Pero eso no convierte a cada "Parlamento" es una fuente nueva de legitimidad democrática, sino en un mero instrumento de organización funcional de la única fuente de poder soberano que es el conjunto de los españoles. Y, en consecuencia, no es lícito, ni legítimo, ni legalmente admisible, que una parte del todo legisle para diferenciarse de la fuente originaria del poder que ejerce. Y, por otro, porque el espectáculo taurino tiene una entidad que supera ampliamente los límites geográficos del Estado español. Y el sur de Francia es un ejemplo muy cercano geográficamente a Cataluña que evidencia como la afición taurina no requiere un pasaporte del sur de los Pirineos.
En lo que respecta a los animales, una primera consideración obvia: los animales no tienen "derechos", cualidad exclusivamente humana. Otra cosa es que, por respeto a nuestra condición humana, se nos exija tratar a los animales de un modo acorde con su naturaleza. Pero el debate será siempre entre seres humanos, y los derechos que resultan de la organización jurídica de la que sólo nosotros nos dotamos y sólo en atención a lo que corresponde a los valores e intereses de la raza humana. Esto ha sido siempre evidente para quienes compartían su vida con la naturaleza en el ámbito rural, para quienes amaban (aman) a los animales, pero son conscientes de que hay que tratarlos como animales, como corresponde a cada animal. Pero en una sociedad cada día más urbana mucho creen que los animales hablan, se casan, tienen hijos a los que llevan al colegio y con quienes se sientan a comer en una mesa viendo la televisión,... Y de este supino desconocimiento de los animales surgen propuestas descabelladas de ecologistas de salón que nunca han visto a un animal en su hábitat.
Precisamente porque la cuestión es tratar a los animales conforme a su naturaleza y en tanto sirvan a la especie humana, la Iniciativa Legislativa Popular adolece de dos tremendan incongruencias: una sustancial y otra anecdótica. Empezando por esta última, prohibir los toros y autorizar y "proteger" los corre-bous es de un cinismo cósmico. El trato que recibe el toro de lidia en una corrida de toros se compadece de forma bastante coherente con su naturaleza (de hecho, se le permite "luchar" y desarrollar su instinto, y lo hace), y eso no sucede (o sucede en mucho menor medida) en los corre-bous. Que haya que proteger los corre-bous por razones electorales y prohibir los toros porque no impacta en las urnas es sólo una muestra más de lo falaz de los términos en los que se ha planteado la discusión.
Pero decía que había una incongruencia sustancial. Si los toros se prohiben por la defensa del animal, habría que prohibir la cría y consumo de cualquier animal. O dicho de otro modo: salvo que uno considere que no cabe ninguna forma de consumo de carne y de cría y domesticación de los animales, la Fiesta es el ámbito en el que a un animal se le trata de forma más respetuosa con “su” identidad y “sus” caracteres propios, como ha demostrado de forma magistral el filósofo francés Francis Wolff en su genial libro “La filosofía de las corridas de toros”. Por tanto, si no se considera razonable, adecuado o posible prohibir la cría y consumo de animales, lo que no es coherente es prohibir las corridas de toros, que suponen un modo de relación con el animal mucho más acorde con su naturaleza que la que se mantiene, por ejemplo, con los pollos, desde su nacimiento hasta su pronta muerte, pasando por un engorde rápido de hormonas.
Otra cosa es que lo que se pretenda defender es que no puede haber un espectáculo en el que haya quien se "divierta" con el sufrimiento de un animal. Porque aquí, después de recordar que ningún aficionado va a la plaza a ver sufrir a un animal, y menos a divertirse a su costa, de lo que estamos hablando es de un ejercicio de libertad. Esto es, de si unos cuantos pueden imponer su visión del mundo y de la ocupación del tiempo libre al resto (aunque este resto sea una minoría). Y aquí, la respuesta es contundente: no es posible. Más aún, es un ejercicio totalitario.
Prohibir los toros es limitar la libertad: la libertad de creación del torero, la libertad de sentimiento y de celebración festiva del espectador, la libertad de empresa del ganadero y del organizador de espectáculos taurinos, la libertad de los Ayuntamientos para incorporar los toros como parte de su patrocinio cultural y festivo. Y es importante recordar que la libertad no es fraccionable. Que la historia nos enseña que cuando se empiezan recortando derechos y libertades a determinados colectivos, o en determinados espacios, lo habitual es que el poder público acabe considerando que sólo él puede determinar qué derechos y libertades son procedentes en cada momento y para cada individuo o grupo de individuos. Lo cual no suele traer buenas consecuencias.
Tengo para mí que la Iniciativa Legislativa Popular, por quien la impulsa y por quien la apoya, no es sino una manifestación más de quienes tratan de imponer legalmente su visión del mundo y la exigencia de que todos nos comportemos conforme a lo que ellos consideran correcto. O sea, una manifestación del más puro totalitarismo.
Por eso, más aún que por la defensa de la tauromaquia, hay que tratar de impedir que llegue a aprobarse. Porque lo que está en juego es mucho más que si vamos a poder ir o no a Barcelona a ver a José Tomás. Lo que se discute mañana en Cataluña es si cada individuo puede actuar conforme a sus creencias, valores y principios, siempre que esto permita a todos los demás actuar también conforme a sus creencias, valores y principios, o si hay quien puede determinar cuáles son las mejores creencias, valores y principios, a los que todos tenemos que ajustar nuestro comportamiento.
Ustedes me dirán.
Es una pena que lo taurino sólo llegue a las portadas de los periódicos o a los informativos cuando se trata de dar malas noticias (prohibiciones o cornadas), pero no cuando hay que celebrar la pujanza de una manifestación cultural de primer orden. No en el día a día de la temporada. Narrando los triunfos y los fracasos de toreros y ganaderos. Como ha sido siempre. Y como corresponde, si hubiera la más mínima ética periodística, a su importancia social y económica como segundo espectáculo de masas en España. Aunque de esto, además de una profesión periódistica bastante mediocre en general, también tienen la culpa los taurinos con su ostracismo, opacidad y nula capacidad para mirar más allá de su cuenta de resultados diaria.
En cualquier caso, es evidente que lo que se ha planteado como un debate animalista es, sin embargo, una discusión identitaria. Y, en el fondo, un debate sobre la libertad.
Si los que proponen la iniciativa y los que la apoyan fueran honestos (que es obvio que no lo son) dirían que quieren prohibir los toros para extirpar de Cataluña un espectáculo asociado con España. Pero el problema es que, planteado así, la discusión es relativamente simple. Por un lado porque, aunque les pese, en España hay una sola soberanía que reside en el conjunto del pueblo español. Y porque todo el pueblo español lo ha querido, nuestro país se ha organizado de un modo en que los distintos territorios que lo componen pueden legislar y organizar su convivencia dentro de determinados límites. Pero eso no convierte a cada "Parlamento" es una fuente nueva de legitimidad democrática, sino en un mero instrumento de organización funcional de la única fuente de poder soberano que es el conjunto de los españoles. Y, en consecuencia, no es lícito, ni legítimo, ni legalmente admisible, que una parte del todo legisle para diferenciarse de la fuente originaria del poder que ejerce. Y, por otro, porque el espectáculo taurino tiene una entidad que supera ampliamente los límites geográficos del Estado español. Y el sur de Francia es un ejemplo muy cercano geográficamente a Cataluña que evidencia como la afición taurina no requiere un pasaporte del sur de los Pirineos.
En lo que respecta a los animales, una primera consideración obvia: los animales no tienen "derechos", cualidad exclusivamente humana. Otra cosa es que, por respeto a nuestra condición humana, se nos exija tratar a los animales de un modo acorde con su naturaleza. Pero el debate será siempre entre seres humanos, y los derechos que resultan de la organización jurídica de la que sólo nosotros nos dotamos y sólo en atención a lo que corresponde a los valores e intereses de la raza humana. Esto ha sido siempre evidente para quienes compartían su vida con la naturaleza en el ámbito rural, para quienes amaban (aman) a los animales, pero son conscientes de que hay que tratarlos como animales, como corresponde a cada animal. Pero en una sociedad cada día más urbana mucho creen que los animales hablan, se casan, tienen hijos a los que llevan al colegio y con quienes se sientan a comer en una mesa viendo la televisión,... Y de este supino desconocimiento de los animales surgen propuestas descabelladas de ecologistas de salón que nunca han visto a un animal en su hábitat.
Precisamente porque la cuestión es tratar a los animales conforme a su naturaleza y en tanto sirvan a la especie humana, la Iniciativa Legislativa Popular adolece de dos tremendan incongruencias: una sustancial y otra anecdótica. Empezando por esta última, prohibir los toros y autorizar y "proteger" los corre-bous es de un cinismo cósmico. El trato que recibe el toro de lidia en una corrida de toros se compadece de forma bastante coherente con su naturaleza (de hecho, se le permite "luchar" y desarrollar su instinto, y lo hace), y eso no sucede (o sucede en mucho menor medida) en los corre-bous. Que haya que proteger los corre-bous por razones electorales y prohibir los toros porque no impacta en las urnas es sólo una muestra más de lo falaz de los términos en los que se ha planteado la discusión.
Pero decía que había una incongruencia sustancial. Si los toros se prohiben por la defensa del animal, habría que prohibir la cría y consumo de cualquier animal. O dicho de otro modo: salvo que uno considere que no cabe ninguna forma de consumo de carne y de cría y domesticación de los animales, la Fiesta es el ámbito en el que a un animal se le trata de forma más respetuosa con “su” identidad y “sus” caracteres propios, como ha demostrado de forma magistral el filósofo francés Francis Wolff en su genial libro “La filosofía de las corridas de toros”. Por tanto, si no se considera razonable, adecuado o posible prohibir la cría y consumo de animales, lo que no es coherente es prohibir las corridas de toros, que suponen un modo de relación con el animal mucho más acorde con su naturaleza que la que se mantiene, por ejemplo, con los pollos, desde su nacimiento hasta su pronta muerte, pasando por un engorde rápido de hormonas.
Otra cosa es que lo que se pretenda defender es que no puede haber un espectáculo en el que haya quien se "divierta" con el sufrimiento de un animal. Porque aquí, después de recordar que ningún aficionado va a la plaza a ver sufrir a un animal, y menos a divertirse a su costa, de lo que estamos hablando es de un ejercicio de libertad. Esto es, de si unos cuantos pueden imponer su visión del mundo y de la ocupación del tiempo libre al resto (aunque este resto sea una minoría). Y aquí, la respuesta es contundente: no es posible. Más aún, es un ejercicio totalitario.
Prohibir los toros es limitar la libertad: la libertad de creación del torero, la libertad de sentimiento y de celebración festiva del espectador, la libertad de empresa del ganadero y del organizador de espectáculos taurinos, la libertad de los Ayuntamientos para incorporar los toros como parte de su patrocinio cultural y festivo. Y es importante recordar que la libertad no es fraccionable. Que la historia nos enseña que cuando se empiezan recortando derechos y libertades a determinados colectivos, o en determinados espacios, lo habitual es que el poder público acabe considerando que sólo él puede determinar qué derechos y libertades son procedentes en cada momento y para cada individuo o grupo de individuos. Lo cual no suele traer buenas consecuencias.
Tengo para mí que la Iniciativa Legislativa Popular, por quien la impulsa y por quien la apoya, no es sino una manifestación más de quienes tratan de imponer legalmente su visión del mundo y la exigencia de que todos nos comportemos conforme a lo que ellos consideran correcto. O sea, una manifestación del más puro totalitarismo.
Por eso, más aún que por la defensa de la tauromaquia, hay que tratar de impedir que llegue a aprobarse. Porque lo que está en juego es mucho más que si vamos a poder ir o no a Barcelona a ver a José Tomás. Lo que se discute mañana en Cataluña es si cada individuo puede actuar conforme a sus creencias, valores y principios, siempre que esto permita a todos los demás actuar también conforme a sus creencias, valores y principios, o si hay quien puede determinar cuáles son las mejores creencias, valores y principios, a los que todos tenemos que ajustar nuestro comportamiento.
Ustedes me dirán.
sábado, 12 de diciembre de 2009
Este extraño calor del otoño (II) - José Tomás, Bilbao y Sevilla
Ayer, la empresa Pagés difundió un comunicado informando que José Tomás no acudiría a Sevilla la próxima temporada y acusando al diestro de ser el único responsable de la ruptura de las negociaciones. Dice la empresa, según recoge el portal burladero.com, que "se había aceptado todas las peticiones del torero e incluso estaba dispuesta a asumir cuantiosas pérdidas con tal de contratarle para el Domingo de Resurrección, pero en el último momento José Tomás ha decidido no aceptar la importante oferta económica de los empresarios Eduardo Canorea y Ramón Valencia".
Es evidente que un planteamiento así es absolutamente maniqueo. Nosotros hemos hecho un esfuerzo tremendo y el torero es un intransigente.
Quienes profesionalmente nos dedicamos a negociar contratos sabemos que cuando se produce la ruptura de cualquier negociación, ambas partes tienen razones sobradas para acusar a la otra de intransigente. En un caso como este, el problema que tenemos los aficionados es que carecemos de datos.
Álvaro Núñez del Cuvillo, según recoge cope.es, ha indicado que a José Tomás le ofrecían menos de lo que cobraba en algunas plazas de segunda (Jerez, Huelva o El Puerto de Santa María) y poco más de la mitad de lo que cobra en plazas de primera como Córdoba o Madrid. Sin duda, esta es otra visión de la noticia.
Cuánto deba cobrar un torero es algo siempre sujeto a discusión. Y José Tomás, en esto, es absolutamente intransigente. Cobra lo que cree que debe cobrar. Y sabe que eso supone muchas veces que las empresas pierdan dinero. Y, en ocasiones, que pierdan mucho dinero. Pero es su forma de ver cómo deben distribuirse los ingresos que genera el negocio taurino. Lo cual es absolutamente respetable.
Por eso, lo que ha hecho la empresa de Sevilla, acusando al torero y no dando dato alguno, es poco elegante.
A mí, como aficionado, lo que me gustaría es que las cuentas del toreo fueran más claras. Saber, por ejemplo, lo que paga la empresa Pagés a La Maestranza, lo que paga a cada torero, a cada ganadero, lo que ingresa por entradas en cada corrida, lo que percibe por Digital +,... Sólo de este modo podríamos valorar cada uno si lo que pide el torero es mucho, o si lo que hace es intentar un equilibrio más acorde de los ingresos con los riesgos (o sea, que el empresario de Sevilla, que riesgo no va a tener mucho porque la asistencia a la Plaza varía escasamente haga los carteles que haga, tenga escasos beneficios, como corresponde a cualquier negocio sin riesgo; y que los toreros, que algo de riesgo sí que asumen, sean los que se lleven casi todo lo que genera el negocio taurino).
El hecho de que José Tomás cobre mucho dinero, en contra de lo que podría pensarse, no va en detrimento de los ingresos de los demás toreros, sino que supone un efecto positivo para los honorarios de todos ellos. Como en su momento supuso el alza que impuso Manolete, El Cordobés o cualquier otra figura de las que ham mandado en el escalafón.
Y, además, el de Galapagar ha dado muestras suficientes de que lo que le importa no es el dinero que cobre, sino dejar claro que sus honorarios los fija él. Y que la empresa tiene que tragar. El ejemplo más claro ha sido lo que ha sucedido en Bilbao. El año pasado no fue y la empresa argumentó lo mismo: que había pedido una cantidad imposible y que había sido intransigente al no aceptar una reducción de veinte o treinta mil euros. El torero calló. Este año, coincidiendo con el centenario del Club Cocherito, irá a Bilbao por el dinero que no quisieron pagarle el año pasado. Y justo cuando se cerró la negociación, el torero anunció que donaba íntegros los honorarios a obras de beneficencia en Bilbao. Entonces, ¿era un problema de dinero o de otra cosa?
A mi juicio, la explicación es siempre la misma: JT está reivindicando un nuevo modo de organizar la Fiesta. Y, por desgracia, es el único que lo hace. Supongamos que tuvieran actitudes similares Morante, Ponce, Juli, Manzanares, Castella, Cayetano, Perera, Luque y dos o tres más. A más de uno le dan convulsiones sólo de pensarlo.
Con la ausencia de JT en el cartel del Domingo de Resurrección, se caen también de Sevilla los toros de Núñez del Cuvillo, aunque la empresa quería que fueran aunque no fuera el de Galapagar y ha mostrado su extrañeza porque el ganadero se niegue. Pero esto da para otro debate.
Ahora habrá que ver dónde hace el paseíllo en esa fecha, si en Málaga, como otros años -aunque en éste la gestión la lleva Rivera, con el que es evidente no hay una química especial- o si tendrá algún gesto reivindicativo: Huelva, El Puerto, Jerez o Córdoba, por su cercanía, o Madrid. Ya veremos...
(Por cierto, José María, perdón por invadir tus dominios... Ya nos dirás cómo lo ve un abonado de La Maestranza)
Es evidente que un planteamiento así es absolutamente maniqueo. Nosotros hemos hecho un esfuerzo tremendo y el torero es un intransigente.
Quienes profesionalmente nos dedicamos a negociar contratos sabemos que cuando se produce la ruptura de cualquier negociación, ambas partes tienen razones sobradas para acusar a la otra de intransigente. En un caso como este, el problema que tenemos los aficionados es que carecemos de datos.
Álvaro Núñez del Cuvillo, según recoge cope.es, ha indicado que a José Tomás le ofrecían menos de lo que cobraba en algunas plazas de segunda (Jerez, Huelva o El Puerto de Santa María) y poco más de la mitad de lo que cobra en plazas de primera como Córdoba o Madrid. Sin duda, esta es otra visión de la noticia.
Cuánto deba cobrar un torero es algo siempre sujeto a discusión. Y José Tomás, en esto, es absolutamente intransigente. Cobra lo que cree que debe cobrar. Y sabe que eso supone muchas veces que las empresas pierdan dinero. Y, en ocasiones, que pierdan mucho dinero. Pero es su forma de ver cómo deben distribuirse los ingresos que genera el negocio taurino. Lo cual es absolutamente respetable.
Por eso, lo que ha hecho la empresa de Sevilla, acusando al torero y no dando dato alguno, es poco elegante.
A mí, como aficionado, lo que me gustaría es que las cuentas del toreo fueran más claras. Saber, por ejemplo, lo que paga la empresa Pagés a La Maestranza, lo que paga a cada torero, a cada ganadero, lo que ingresa por entradas en cada corrida, lo que percibe por Digital +,... Sólo de este modo podríamos valorar cada uno si lo que pide el torero es mucho, o si lo que hace es intentar un equilibrio más acorde de los ingresos con los riesgos (o sea, que el empresario de Sevilla, que riesgo no va a tener mucho porque la asistencia a la Plaza varía escasamente haga los carteles que haga, tenga escasos beneficios, como corresponde a cualquier negocio sin riesgo; y que los toreros, que algo de riesgo sí que asumen, sean los que se lleven casi todo lo que genera el negocio taurino).
El hecho de que José Tomás cobre mucho dinero, en contra de lo que podría pensarse, no va en detrimento de los ingresos de los demás toreros, sino que supone un efecto positivo para los honorarios de todos ellos. Como en su momento supuso el alza que impuso Manolete, El Cordobés o cualquier otra figura de las que ham mandado en el escalafón.
Y, además, el de Galapagar ha dado muestras suficientes de que lo que le importa no es el dinero que cobre, sino dejar claro que sus honorarios los fija él. Y que la empresa tiene que tragar. El ejemplo más claro ha sido lo que ha sucedido en Bilbao. El año pasado no fue y la empresa argumentó lo mismo: que había pedido una cantidad imposible y que había sido intransigente al no aceptar una reducción de veinte o treinta mil euros. El torero calló. Este año, coincidiendo con el centenario del Club Cocherito, irá a Bilbao por el dinero que no quisieron pagarle el año pasado. Y justo cuando se cerró la negociación, el torero anunció que donaba íntegros los honorarios a obras de beneficencia en Bilbao. Entonces, ¿era un problema de dinero o de otra cosa?
A mi juicio, la explicación es siempre la misma: JT está reivindicando un nuevo modo de organizar la Fiesta. Y, por desgracia, es el único que lo hace. Supongamos que tuvieran actitudes similares Morante, Ponce, Juli, Manzanares, Castella, Cayetano, Perera, Luque y dos o tres más. A más de uno le dan convulsiones sólo de pensarlo.
Con la ausencia de JT en el cartel del Domingo de Resurrección, se caen también de Sevilla los toros de Núñez del Cuvillo, aunque la empresa quería que fueran aunque no fuera el de Galapagar y ha mostrado su extrañeza porque el ganadero se niegue. Pero esto da para otro debate.
Ahora habrá que ver dónde hace el paseíllo en esa fecha, si en Málaga, como otros años -aunque en éste la gestión la lleva Rivera, con el que es evidente no hay una química especial- o si tendrá algún gesto reivindicativo: Huelva, El Puerto, Jerez o Córdoba, por su cercanía, o Madrid. Ya veremos...
(Por cierto, José María, perdón por invadir tus dominios... Ya nos dirás cómo lo ve un abonado de La Maestranza)
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