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domingo, 31 de agosto de 2008

San Sebastián de los Reyes (29 de agosto de 2008) - Estados de ánimo

En el toreo, como en todas las actividades humanas (más aún si son artísticas), los estados de ánimo influyen de forma notable en cómo transcurra la lidia y cuál sea el resultado del matador.

Lo visto en San Sebastián de los Reyes ratifica que Perera está pletórico, Castella indeciso y Talavante absolutamente desorientado.

Los toros de Núñez del Cuvillo no fueron un dechado de virtudes, pero tampoco tenían un aspecto especialmente amenazador ni intenciones propias de alimañas. Fueron toros más bien sositos, unos con algo más de guasa que otros, que permitían estar delante y tratar de interpretar el toreo que puede esperarse en una plaza de Castilla en fiestas.

Castella, con su primero, muy mal lidiado en los primeros tercios (salvo por la colocación de las banderillas, que fue eficaz), quedó inédito con la capa. Con la muleta empezó de forma torera la faena en el tercio. Luego, demostró un buen entendimiento del animal y sacó algunos pases estimables, aunque faltó decisión y más claridad de ideas. Hubo detalles, retales, pero sin una idea de faena. La media estocada cayó manifiestamente baja.

Con el cuarto, peor lidiado aún y nuevamente sin toreo de capa, brindó su faena al público y empezó desde el centro del ruedo, pero el toro se revuelve pronto y desluce lo que el matador trataba fuera una forma rápida de poner al público en su favor. Dio series con ambas manos, con más voluntad que hondura y finalizó con un arrimón y pases cambiados. Después de un pinchazo, trató de volver a poner al público de su lado con manoletinas y pases ajustados. Dio resultado. Tras una estocada casi entera se le concedió una oreja. Hubo voluntad del francés y está algo mejor que hace unos meses, pero se echa de menos la clarividencia y el arrojo de la temporada pasada.

Perera demostró que está sublime en técnica, valor, hondura y mente clara. Lanceó con buen trazo al segundo de la tarde aunque el toro salía suelto del encuentro con el capote. Bien el picador y los banderilleros. Comenzó la faena de muleta con ocho o nueve pases por alto sin moverse un ápice. Sencillamente impresionante. Luego, dio buenas series con la derecha, pero la faena bajó algo al cambiarse la muleta de mano, porque el toro derrotaba y huía del engaño. Aún así, toreo de quietud y dominio, a falta de arte, que no era posible. Al volver a la diestra el toro había dejado de embestir. Estoca entera, aunque algo trasera y baja.

Con el quinto, un toro más complicado y peligroso, la faena de muleta fue maciza. Lo dejó crudo en el caballo y quitó de forma vistosa con verónicas, pase por la espalda y revolera. Citó desde el centro del ruedo, haciendo sin inmutarse dos pases cambiados a un toro que llevaba una velocidad endiablada. Luego, series muy buenas con la derecha, con pases hondos, dando sitio al toro y mandándole mucho,… A pesar de que el toro cabecea, consigue que no le toque la muleta. Luego, una serie grandiosa al natural, lenta, templada,.. hasta ligar de forma magistral con el de pecho. Al final, circular lentísimo, tres en uno, arrimón con varios circulares invertidos, bernardinas,… Todo en el centro del ruedo. Estocada ligeramente caída de lenta ejecución y dos orejas después de que el toro se aguantara la muerte y el matador ordenara que nadie le diera un capotazo, para dignificar aún más el momento.

Por su parte, Talavante estuvo espeso toda la tarde. En el tercero trataba de parecer técnico, pero se le notaba sin sitio. El toro ayudaba muy poco y tras series sin mucha historia se dio un arrimón para tratar de justificar la faena. Infame con la espada pinchó innumerables veces y descabelló también unas cuantas.

Al sexto lo recibió con algunas verónicas de buen trazo y quitó por gaoneras (aunque no demasiado ajustadas). Empezó por alto en el tercio la faena de muleta y después de sacárdselo a los medios dio una serie buena con la derecha. Otras dos con la misma mano fueron poco más que correctas y a partir de ahí empezó a despegarse, el toro a engancharle la muleta, a desarmarle,… Con la izquierda lo intentó sin éxito. Y, como el toro hizo amago de rajarse, se fue a tablas y se puso en un sitio donde era imposible que el toro pasara. Nadie sabe muy bien por qué (hemos visto casos en los que los toreros, con mansos de solemnidad, hacen su faena en tablas, pero sabiendo dónde se ponen y qué pretenden, lo cual aquí, o no sucedía o no se trasladó al tendido).

Tarde, en fin, de una faena importante y otras dos con algunos detalles. Y una plaza más en la que hemos visto torear.

sábado, 30 de agosto de 2008

Enrique Ponce

Tenía pensado hacerlo hace tiempo, pero tras haber visionado en Tendido Cero el triunfo de Enrique Ponce en Bilbao y Málaga, ¡qué mejor momento! En pleno furor Tomista, en plena apoteosis de Perera, en plena perfección del Juli, en pleno arrebatamiento de Cayetano, en plena locura Morantista, en pleno empaque de Manzanares, en plena madurez del Cid, yo quiero hablar de Enrique Ponce al que, con demasiada frecuencia, veo denostar a los aficionados nuevos.

Yo me he aficionado a los toros, dos veces, por Enrique Ponce.

La primera vez, durante su ascenso, en el año 92 en el que TVE retansmitió en directo su triunfo en Valencia en un día de San José inolvidable para mí, porque vi los toros con mi madre como cuando era muy pequeño. El años siguienta ya estaba estudiando en Madrid y lo pude ver tiunfar en Las Ventas. Y fue maravilloso.

La segunda vez en la faena más bella que mis ojos podrán recordar nunca, en la Feria de Abril del 2006, que me hizo apuntarme toda la temporada y hacerme abonado de la Maestranza la siguiente (de entre todos mis títulos académicos este es del que más orgullos estoy).

Porque Enrique Ponce ha llevado más gentes a los toros que nadie nunca antes en la historia del toreo.

Porque Enrique Ponce ha soportado, él solo, los abonos de todas las plazas de primera y segunda durante más de 10 años, como Espartaco.

Porque, como Espartaco, le pudo a todos los toros y a todos les hizo faena, llevando el toreo a los lugares donde apenas llegaba, asegurando siempre la diversión de la gente.

Porque introdujo otra vez la estética en la faena, disipada tras el triunfo del ojedismo, del espartaquismo y del rinconismo. Su toreo ayudado, que otros llaman accesorio, es de una belleza absoluta.

Porque quien ha matado tantos miles de toros, sólo puede ser uno de los toreros más valerosos de la historia del arte.

Porque su competencia con Joselito resucitó el toreo de copa, la sana rivalidad.

Gracias Catedrático, gracias maestro, porque ha hecho usted Historia.

lunes, 18 de agosto de 2008

El Puerto de Santa María (10 de agosto de 2008) - Competencia sorda (III)

El domingo se notaba en el Puerto que había un acontecimiento grande. La gente había acudido de todos lados a vivir un festejo probablemente irrepetible: por la plaza, por los toreros y por el deseo de ambos de reivindicar su diferencia.

Pero, al fin, sólo hubo destellos de la particular tauromaquia de cada uno, en vez del raudal de sensaciones que la gente deseaba. Cierto que los toros cabecearon todos una barbaridad, que ninguno rompió a bueno de verdad, que les falto humillar y entregarse. Pero aún con animales de este tipo e incluso peores hemos visto a ambos matadores demostrar más personalidad. Tal vez también ellos se fueron desilusionando ante la imposibilidad de que aquello fuera la tarde (su tarde) soñada.

Para los aficionados, hubo detalles. Pero supieron a poco. Para quienes trataban de hacerse tomistas, tomasistas, morantistas,… la tarde fue probablemente la ratificación de lo extraño que son los aficionados a los toros. De lo absurdo que puede ser seguir a un torero.

Vimos a un José Tomás tan puro como siempre, aunque tal vez algo más ausente, con menos sitio. Probablemente la culpa la tuvo la cornada del primer toro al intentar un pase de las flores totalmente prescindible en aquel toro. No se miró ni se acercó a la enfermería hasta que acabó la tarde. Lo mejor lo vimos en con la capa: el quite por chicuelinas ceñidísimas en su primero, las gaoneras en el tercero y las verónicas del quinto. También hubo algunos pasajes buenos con la diestra en el primero, pero lo demás fue bastante anodino, insípido, de escasa transmisión. Algo que con este torero rara vez sucede.

Morante estuvo decidido y nos ofreció algunos instantes de magia. Con el segundo, un toro al que no quiso ver en los primeros tercios, demostró valor y raza con la muleta, sacando series de naturales de mucho sabor y mérito. En el cuarto, vimos pasajes de toreo antiguo, pases personalísimos, una faena nada convencional que tuvo su epílogo curioso en la serie que dio tras escuchar el torero un fandango que Manuel Orta le cantó justo al lado de donde estábamos. En el sexto, cuya salida se demoró porque José Antonio estaba en la enfermería recibiendo acopio de oxígeno y urbasón, hubo sólo una tanda al natural de interés; por lo demás, no se acopló con un toro que le desarmó varias veces.

En definitiva, que disfrutamos de la tarde, que hubo cosas que contar, pero que la expectación no se vio colmada, como tantas veces.

La ortodoxia del sábado (Juli, Manzanares y Perera), le ganó la partida a los heterodoxos (José Tomas y Morante). Así fue esta vez. Y otra será lo contrario. O triunfarán todos. Hay que seguirlos viendo, cuanto más cercanos en los carteles de una feria, mejor. Porque hay una competencia sorda que no llega a los aficionados, un deseo de crecerse ante el triunfo de los compañeros que está presente en cada torero, permanece en su memoria de corrida en corrida, para dar la réplica la misma tarde o la siguiente. ¡Qué envidia de aquellas ferias de antaño que repetían a las figuras dos o tres tardes seguidas…!

sábado, 16 de agosto de 2008

El Puerto de Santa María (9 de agosto de 2008) - Competencia sorda (II)

En la tarde del sábado, el Juli estuvo en torero grande, pero sin acabar de pisar a fondo el acelerador. Tengo la impresión que se trataba de demostrar más la capacidad que el arrebato. Y lo consiguió. Con un toreo hondo, como en los lances de recibo o en las chicuelinas a su primero, en el comienzo de faena a este toro (por alto y sin moverse en el tercio), en algunos de los derechazos,…

En el cuarto, buen recibo también llevándolo a los medios con la capa y una faena de muleta dando mucho sitio al toro en series largas, aunque con algunos parones que deslucían el conjunto.

Manzanares tuvo el mejor toro de la corrida: el segundo, con el que desplegó toda su inmensa torería. La lidia fue perfecta: desde el recibo con la capa, hasta el inmenso tercio de banderillas, pasando por un puyazo perfectamente ejecutado. Ya con la muleta, sacó el toro a los medios de forma muy artística y personal, finalizando con un enorme cambio de mano. El toreo en redondo, con series cortas, tuvo un arte y una hondura excepcionales. Con la izquierda bajó un punto el tono de la faena. Pero al volver a la mano derecha dio una serie absolutamente memorable: redondo completo, templado y profundo, cambio de mano al ralentí y gran pase de pecho. Todo ello ligado, gustándose, con distinción,… Al final, tras una gran estocada, el toro vendió cara su muerte, con bravura, resistiéndose a caer, incorporándose después de caer un par de veces, para rodar luego sin puntilla. Se le dio la vuelta al ruedo, sobre todo, por ese comportamiento en el momento de la muerte y por su empuje en el único puyazo que se le dio. Quizá faltó comprobar cómo hubiera acudido por segunda vez al caballo (aunque se le hubiera señalado sólo con el regatón). Y, a nuestro juicio, al toro le faltó también una mejor embestida por el pitón izquierdo. Pero, sin duda, el toro demostró bravura y propició una gran faena. Si eso es lo que se premia, bienvenido sea.

La faena al quinto de la tarde fue algo menos lucida, en parte porque el toro no propiciaba el mismo tipo de toreo (era bastante más tardo y con poca transmisión) y en parte, suponemos, porque después de torear como lo hizo en el segundo, uno debe quedarse casi desfondado. Aún así, hubo algún lance bueno de recibo y pases buenos con ambas manos en series cortas e irregulares. Inmenso el volapié con el toro completamente parado.

Y Perera volvió a reivindicarse como el gran descubrimiento de la temporada. Por técnica, valor, regularidad y arte. A su primero lo recibió primorosamente con la capa y le recetó un tremendo quite por gaonera (ajustadas, sin moverse, serio,…). El comienzo de la faena, en el tercio, con ayudados por alto desde una apabullante quietud, pase por bajo y de pecho, compendiaba toda una tauromaquia. Luego, series con ambas manos de muchísima templanza a un toro que no transmitía demasiado, pero al que exprimió todo lo que tenía. Hasta meterse al final entre los pitones y sacar pases de tremenda emoción. Recetó una estocada perfecta a cámara lenta. Los que la hayan grabado, por favor, que la envíen a todas las escuelas de tauromaquia para explicar cómo se ejecuta un volapié.

Y lo del sexto fue la constatación de cómo el buen toreo puede con todo. Hasta con un toro cariavacado y anovillado que fue protestado desde que salió y con el que era prácticamente imposible que se diera importancia a lo que se hacía. De hecho, los primeros tercios fueron técnicamente correctos, pero nada artísticos. Y al torero le costó meterse en la faena de muleta, pero mediada ésta, cuando le cogió el son a un toro que se movía con más velocidad que los anteriores, consiguió pases de lo más estimables, especialmente toreando al natural, en algunas series excepcionales. Al final, arrimón, pases inmensos desde la absoluta cercanía de los pitones, naturales a pies juntos dando algo más de sitio (con caída a merced del toro, buen quite de las cuadrillas, con un Manzanares especialmente acertado, y pase de pecho conforme se incorpora). Otra gran estocada y dos orejas ganadas a ley contra la presentación del toro, su comportamiento y el enfado del público.

Una tarde en fin, de buen toreo, entretenida, variada,… La lidia de los toros fue magnífica, el tercio de varas se ejecutó muy bien, vimos grandísimos tercios de banderillas, se toreó bien de capote y de muleta y se estoqueó a la primera y por arriba a todos los toros.

Esto es lo que uno entiende por una gran tarde de toros. Más allá de que siempre cabe un toro con más presencia y más codicia, que se le den un par de puyazos en vez uno por toro y que las faenas tuvieran más ajuste y duración porque los toros lo permitieran.

Hubo quien habló de una tarde de toros histórica y quien la criticó por constituir, a su juicio, el triunfo del toreo “moderno”. A mi juicio, ninguna de las dos se ajusta a lo que allí sucedió. Que fue (y no es poco) que disfrutamos con el buen toreo en tres de sus mejores versiones de estos comienzos del siglo XXI.

El Puerto de Santa María (9 y 10 de agosto de 2008) - Competencia sorda (I)

Lo del fin de semana en el Puerto de Santa María era el mejor reflejo de la sorda competencia que se libra en la cumbre.

Sin duda, la mayoría acudía (acudíamos) sobre todo al mano a mano de José Tomás con Morante. Como alguien explicó, se enfrentaban los dos mayores heterodoxos del toreo actual. La sobriedad de JT frente al barroquismo de Morante; el valor (con arte) frente al arte arrebatado y, a veces, también valeroso; la capacidad de llenar las plazas en cada comparecencia frente a quien arrastra una legión de devotos (diversa en número en cada ocasión) en busca del milagro. Era, en fin, un acontecimiento. Y la afición se sustenta tanto en la espera de estos festejos como en el recuerdo de las grandes tardes (a veces, también, en lo que uno está viviendo, pero eso sucede de tanto en tanto y dura tan poco…).

Pero se incluía también en el Bono Real una corrida (la del sábado) que reunía probablemente los tres toreros que, dentro de la ortodoxia, han demostrado lo mejor de lo que llevamos de temporada: la maestría de El Juli, la hondura de Manzanares y la técnica, el valor, el temple y la regularidad de Perera. Tres toreros que querían demostrar que esa ortodoxia podía hacer disfrutar tanto, o más, que el apasionamiento de los heterodoxos. Fuera quedaban, sobre todo, la experiencia y rotundidad de Ponce y la juventud y distinción de Cayetano. Pero para un par de tardes, los carteles eran de lo mejor que uno puede soñar.

Después, sale el toro y pone un elemento de azar añadido a la diferente inspiración y lucidez que cada día depara a los maestros.

Al final, se impuso la razón y el orden frente a la imaginación. La reivindicación del toreo más convencional frente al estoicismo y la fragilidad. Aunque hubo pinceladas de cada uno de los toreros para poder vislumbrar la grandeza de los cinco artistas que nos habían congregado. Cada uno de los cuales justificaría por sí sólo el viaje. Además de que el Puerto y sus tabernas, por sí solos, también nos convocan a esta peregrinación anual.

viernes, 15 de agosto de 2008

Y llevaba cornada. Mano a mano en El Puerto. (10-VIII-2008)

Para quien no acude con frecuencia a los toros la corrida habrá supuesto una decepción profunda, para quienes hemos aceptado que la tauromaquia es una carrera de fondo en la que sólo la asistencia, una tarde tras a otra, a todos los festejos es la única garantía para asistir a los milagros, también. Pero sólo porque JT con su pasmosa regularidad y entrega nos tenía mal acostumbrados y sólo porque el sorprendente valor y ánimo de Morante nos lleva desconcertando un año. ¡Ay la ilusión de los taurinos! Pero es que todo se salió del guión, del guión que marca el toro con sus astas y su genio. Los de Nuñez del Cuvillo tenían más de andarines, gazapones y de Miura que de bravos, y no pudo ser. En otras circunstancias habríamos salido casi felices por el trazo imaginado de unas verónicas de Morante, por su valor al natural con el difícil primero, desengañando al toro con un trazo limpio de gladiador y, sobre todo, con la bonita faena a su segundo, con profundos ayudados que eran a la vez naturales, derechazos y ayudados por alto y por bajo, profundos y llenos de gracia. Sólo Morante tiene la esencia. Y por eso cerca de nosotros un cantaor le tiró lo que dicen que fue un Fandango, pero que a mí me pareció una saeta, a Morante, vestido de nazareno o malva y azabache, como un cristo solar de Andalucía en el centro de un agosto imposible. Por ahí tenía que ir la corrida, pero no. El primer toro de JT fue recibido con un silencio litúrgico y expectante, a los quince minutos el torero estaba encampanado, pero no por asumir el riesgo y atacar al animal como es su costumbre, sino por un claro defecto técnico en un pase de las flores, un cambiado mal ejecutado que lanzo al toro contra la tripa del torero. Dábamos por finiquitada la inversión tomista seguros de que llevaba al menos un puntazo, pero no. Siguió toreando toda la tarde, pero fuera de su sitio, aunque es más cerca que el de muchos, y sólo hubo alguna ráfaga de quietud pasmosa. Echábamos en falta el toreo por imanación o hipnosis el que quita la vulgaridad del lance. Hubo hasta pitos con el descabello (los primeros en las dos temporadas) en su segundo. Lo que no sabíamos es que llevaba hasta tres cornadas, una de ellas en la axila y terrible. Aguantó impertérrito hasta el final, pero así no puede ser, el gesto de honradez y compañerismo es admirable. Y que llevaba cornada lo supimos luego. ¿Qué hubiera dado la tarde sin cogida? Nunca lo sabremos, porque con toros peores JT ha sacado mucho, aunque no lo vimos en su primero en su sitio, como decíamos, no estaba (mixtifiquemos) transfigurado. Por su parte Morante fue atendido de una crisis respiratoria antes de la lidia del sexto y el cantaor repitió la saeta a la nada, al quiero y no puedo. Pero de estas ilusiones incumplidas, de la atronadora ovación de bienvenida a ambos, también hay que vivir y que sufrir. Que se repita el cartel las veces que haga falta.

sábado, 9 de agosto de 2008

Citius, Altius, Fortius

Ya no me acuerdo se si la idea es mía o, más probablemente, de si la he copiado, pero me parece muy buena. Si el ideal olímpico es Citius, Altius, Fortius: más rápido, más alto, más fuerte, el ideal taurino es justamente el contrario: más lento, más bajo, más suave. Quizá por eso los aficionados somos tan gorditos, y tan felices.

Una inmensa muleta roja y amarilla ondea en el Estadio Olímpico de Beijing, antes Pekín.

Mañana es la final olímpica del toreo, en el Puerto de Santamaría.

miércoles, 6 de agosto de 2008

De verano

Cuando uno repasa el calendario para el mes de agosto de algunos toreros dan ganas de ponerse malo. Sólo con los viajes, una persona normal acabaría agotada; si además hay que torear, dan ganas de quedarse en casa. Si no hay forma humana de seguirlos, ¿cómo pueden ellos estar en forma y tener la mente clara tarde tras tarde?

Visitar en un mes Pontevedra, La Coruña, Vitoria, El Puerto de Santa María, Gijón, Málaga, Bilbao, San Sebastián, Almería, Cuenca, Algeciras, Sanlúcar de Barrameda,… más algunas localidades del sur de Francia es una experiencia culturalmente muy enriquecedora si uno puede aprovechar para visitar sus monumentos, pasear por sus calles y hablar con sus gentes. Degustar sus platos típicos, recorrer sus restaurantes, rezar a sus patronos y catar sus vinos. Conocer sus costumbres, compartir sus fiestas, escuchar sus leyendas, indagar en sus miedos,…

Pero a ellos les queda poco más que llegar al Hotel a media mañana, echar una cabezada en el hotel que compense el mal sueño de la madrugada, esperar a que el apoderado o el primero de la cuadrilla les mienta sobre el lote de la tarde, malcomer un ensalada, dormitar media hora, recibir a los aficionados que se saltan la prudencia y las normas de la buena educación llegando hasta la habitación del hotel y, después de despedirlos del mejor modo posible, comenzar a calzarse el traje de luces. Furgoneta, patio de cuadrillas, paseíllo, espera, triunfo y puerta grande. O fracaso y bronca, si la tarde no está de triunfar. O silencio e indiferencia, que es la peor recompensa que un torero puede recibir.

Y vuelta al hotel, y a la ducha, y a la furgoneta, y al sueño intermitente después de haber comido algo rápido en cualquier restaurante de carretera.

Ni los turroneros y feriantes penan tanto como los toreros que faenan todas las tardes de agosto.
A cambio, eso sí, de una buena recompensa. Que al menos eso sacan en limpio las figuras que cargan sobre su taleguilla el peso de la temporada.

Para la mayoría de los aficionados, las fiestas de su ciudad son las únicas en las que ven toros en directo. El único modo de pulsar el estado y la evolución de la Fiesta. De comprobar cómo andan ganaderías y toreros. Y quien fracasa una tarde (por un mal lote, por falta de concentración, por cualquier indisposición, por un mal sueño,…) a los ojos de ocho o nueve mil espectadores es un mal torero al que no hay que repetir el año siguiente. Un juicio tan injusto como inevitable para quien el perímetro del toreo se circunscribe a su término municipal.

Por eso es tan grande el mérito de quienes tarde tras tarde colman los deseos de cada público, de esos aficionados que podrían dejar de serlo si en los dos o tres festejos de su feria no ven triunfar a las figuras.

¡Mis mejores deseos para esa media docena de toreros que, una temporada más, van a hacer que los públicos sientan justificada su asistencia a la plaza! Sin ellos, todo lo demás sería una vana ilusión.

lunes, 4 de agosto de 2008

Tenemos entradas 2

Un año más

¿recuerdan?

http://lagrantemporada.blogspot.com/2007/08/vmonos-al-puerto.html

Para la gran final del mundial taurino que se disputa en EL PUERTO el próximo 10 de Agosto, con las dos figuras legendarias, José Tomás y Morante de la Puebla, no lo escribo por dar envidia sino para qué si no.