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domingo, 26 de octubre de 2008

Zaragoza (12 de octubre de 2008) - Una tarde imaginada

Morante lleva años imaginando su tarde soñada. Una tarde de seis toros en la que despliegue su tauromaquia completa. Su inmenso toreo de capote, con el mentón hundido, acompañando el lance con el cuerpo entero, ganando pasos al toro hasta el centro del ruedo en el recibo a la verónica, cerrando las series con una media garbosa, mínima, vaciando el arte y la suerte. De un modo personal y único. Como sólo puede hacerlo quien convierte la lucha en un ritual de belleza.

Podría incluso, si le dan tiempo a protegerse adecuadamente la pierna, picar a un toro. Como lo hizo (y bastante bien) allá por el 2004 en un festival a beneficio de la Fundación Padre Arrupe en Vistalegre.

Y luego, los palos, en alguno de los toros, reivindicando la pureza de pares al sesgo, al quiebro o por los adentros. Sin alharacas ni carreras, sólo las precisas, desde la distancia justa, para cuadrar en la cara del toro, dejar los pares arriba y salir andando.

Con la muleta, toreo desgarrado a veces e inmensamente suave otras. Enseñando al toro a embestir en ayudados por bajo flexionando las rodillas. O dándole aire en estatuarios y ayudados por alto. Series largas de derechazos, templados, de mano baja, largos, ligados, garbosos,… Acabando las series con pases de pecho, trincherazos, kikirikís o pases de la firma. Y con la izquierda conducir la embestida del toro con una tela mínima, imprescindible, conducida con pasión a cámara lenta. Intercalado con un toreo en sepia sobre los pies, tocando los costados del toro, enroscándose en la muleta, desengañando la embestida. Una forma distinta de lidiar a cada toro según lo exija su comportamiento. Mostrando su amplio repertorio, con todo el clasicismo y el arte, a veces arrebatado y otras lánguido, casi desganado, pero siempre puro, perfecto.

Morante ha soñado cientos de veces con esa tarde perfecta y lo ha intentado con insistencia.

Pero no hay manera. Siempre deja momentos que justifican el viaje (como aquel sexto toro de la beneficencia de Madrid), pero no acaba de cuajar la tarde imaginada. Ni siquiera cuando ha elegido toros en el campo de distintas ganaderías y se encierra en un coso protegido de la lluvia y del viento, como el de Zaragoza. Ni siquiera cuando lo hace el mismísimo día del Pilar. Vaya usted a saber si porque la del Pilar es una advocación menos aficionada que la Macarena, la Estrella, la Piedad del Baratillo o la Esperanza de Triana, pongamos por caso.

En fin, que Morante ha puesto fin a su temporada en Zaragoza matando seis toros, dejando apuntes de su esencia, pero sin redondear la tarde soñada por él y por sus partidarios.

Una peregrinación a Zaragoza el día del Pilar siempre está justificada. Si uno la hace, además, en poco más de hora y cuarto en el AVE es toda una delicia. Y si aprovecha para acercarse a la plaza del Pilar y ver un momento de la ofrenda, pues tiene el día hecho.

Luego, en el confortable coso de la Misericordia, con una cubierta desplegable que se hace casi siempre necesaria en un lugar como aquel y en fechas como estas, vimos a Morante lancear bien a la verónica (sobre todo en un par de ellas), y dio otra en el quite absolutamente sublime. Torerísimo comienzo de faena con la muleta con pases por alto y trincherazos y dos buenas series con la derecha, con algún pase inmenso. Poco más.

Prácticamente nada con el soso y flojo segundo (de su apoderado, que no parece tener el mismo ojo con los toros que con los toreros).

El tercero, de Fuente Ymbro, era un toro inmenso, altísimo, de casi seiscientos kilos, que tampoco dio opciones y Morante abrevió. Gran bronca de muchos (ya enfadados para entonces de cómo se adivinaba el final del asunto) y palmas por bulerías de sus incondicionales, que no éramos pocos.

Al cuarto, de el Pilar, lo recibió también muy bien a la verónica y lo dejó colocado para el segundo puyazo con un recorte genial. Al toro le dieron una pésima lidia y cogió al banderillero Manuel Bueno en el que estaba llamado a ser su último par de banderillas en activo. ¡Ya es mala suerte! Parece que cogió el estoque de verdad porque no veía posibilidades algunas y que, después de sacárselo al tercio, cambió de idea y volvió a su mozo de espada para que le cambiara el estoque por la ayuda. Pero obviamente la gente no tenía ni idea de aquello y supuso que sucedía exactamente lo contrario, manifestando ostensible su desaprobación (por decirlo de modo fino). Empezó con la derecha en una serie buena y arriesgada. Luego, se lo lleva a los medios y da pases enormes también con la diestra, de mano arrastrada. Igual que en el tercio, donde remata una tanda con un pase de pecho para repetirlo por los siglos de los siglos. Y luego un ayudado por alto ligado con un natural que justificaría, por sí sólo, haber seguido a Morante durante toda la temporada. ¡Dios mío, qué manera de llevar al toro! A partir de ahí el toro se queda mucho más corto aún y se echa. Le ha podido del todo. Media caída después de un torrente de emociones varias. Genial e impredecible.

El quinto, de Zalduendo, también de muchísima presencia, fue muy soso y no dio ninguna opción.

Al sexto, de Núñez del Cuvillo, lo recibió con una larga de rodilla en el tercio y una buena serie a la verónica. Buen quite de dos verónica y media. Pone banderillas el de la Puebla con soltura y clasicismo. Muy bien, sobre todo, el tercero, por los adentros. Impresionante la torería para sacarse al toro a los medios. Da algún pase bueno, pero el toro no repite. Insiste en el centro mismo del ruedo, pero no hay manera.

La elección de los toros y no otra cosa frustró una vez más que Morante tuviera su tarde imaginada. Pero el viaje no fue en vano. Sin ser buena, la corrida dejó apuntes de un torero único, imprescindible, ajeno a la vulgaridad generalizada en que se convierte muchas veces el espectáculo.

Y fue una prueba más de que de toros (de criarlo, de seleccionarlos, de elegirlos en el campo) no sabe nadie. Porque no me creo yo que no se haya puesto empeño y buena voluntad en seleccionar los de esta tarde o los del 10 de agosto de el Puerto de Santa María. Y ya saben ustedes cómo han salido las dos corridas.

Seguiremos esperando que otra tarde (la próxima temporada ya) pueda desplegar toda su tauromaquia. ¿En Sevilla, por ejemplo, el Domingo de Resurrección?

domingo, 19 de octubre de 2008

Madrid (5 de octubre de 2008) - El factor suerte

Hay combinaciones de toros y toreros que sólo se pueden ver en Madrid. En general, se trata de toreros o novilleros ignotos que buscan una última oportunidad con ganaderías que hace ya muchas décadas tuvieron un prestigio pero que hace ya decenios que no saben qué es la casta. Aunque a veces surgen otros carteles propios de Madrid, que son aquellos de toreros que por extrañas razones del mercado (o de su propia irregularidad) no han acabado de entrar en el circuito de las ferias, pero que han demostrado gusto exquisito y saber hacer, con ganaderías a las que les cuesta hacerse un hueco, pero que están en un buen momento.

El del sábado era uno de estos carteles. Toros de Peñajara (que había echado una corrida extraordinaria –y desaprovechada- en San Isidro) para Frascuelo, Morenito de Aranda y Joselillo. Una combinación como esta resulta complicado verla en Sevilla o en El Puerto, en La Coruña o en Logroño, en Olivenza o Brihuega, en Málaga o Bilbao, por poner sólo algunos ejemplos. Pero es una combinación que puede funcionar. Que, de hecho, puede funcionar mucho mejor en el ruedo que la mayoría de las combinaciones que algunos toreros que despuntaron como novilleros, pero que hace años que dormitan en una desesperante mediocridad.

Lo que sucede es que a este ritual le hace falta su punto de suerte. Y cuando el asunto se pone de no salir, no hay nada que hacer.

La corrida de Peñajara no se pareció en nada a la de mayo. Hubo animales con una pinta preciosa (el berrendo en colorao que hizo segundo). Pero desiguales de presentación, muy flojos y de descastado comportamiento.

Con este material, los toreros no pudieron dejar más que apuntes.

Frascuelo, apuntes de un toreo añejo que echamos tanto de menos… Algún lance bueno de salida a su primero, un extraordinario recorte para dejar al toro en suerte y pases muy toreros por bajo para empezar la faena. Pero poco más. Un toro este primero, por cierto, al que dieron un buen primer puyazo y con el que vimos un buen tercio de banderillas (sobre todo en los pares de Luis Carlos Aranda). En el cuarto, destacar sólo los capotazos de recibo al toro. Luego, no se confió con la franela, dio un recital con la espada y escuchó pitos.

Morenito de Aranda, que en San Isidro tuvo una actuación más que digna compartiendo cartel con Ponce, brindo al público la muerte del segundo. Pero ese toro tenía una sosería y una flojera descomunales y no hubo nada que hacer con él. En el quinto, que tuvo una lidia complicada, aunque finalmente los banderilleros pudieron parear con acierto, Morenito demostró muy buena disposición, pero el toro pasaba sin gracia unas veces, se quedaba a mitad del muletazo otras, o salía suelto, cabeceaba,… Un regalito con el que poco se pudo hacer, más que estar digno.

Y Joselillo, acostumbrado a enfrentarse por esas plazas de Dios con las corridas más aparatosas y peligrosas de la cabaña “brava”, supongo que vería en esta tarde una de las pocas oportunidades para poder meter la cabeza en otro tipo de carteles. Pero no hubo suerte. Con el tercero, un toro protestado por su fea presencia y que además flojeó, sólo pudo hacerle pasar, sin ninguna gracia por ambos pitones, y dejar una gran estocada. Impresentable la actitud de quien vocifera “miau” durante la faena de muleta o grita que cómo pueden dejar salir un “novillo” así a la primera plaza del mundo. ¡Pena que no pidan los antecedentes de penales y hagan un análisis de alcoholemia en la puerta del siete! El sexto era, para compensar, un toro gordísimo y de feas hechuras que cayóse y devolvieron. El sobrero era un jabonero ¿o canoso? de Jandilla. ¿De Jandilla? Aquí hay algo sospechoso. Sospecha que se incrementaba cuando uno comprueba que era nacido en noviembre de 2002. ¡Casi seis años! A saber las plazas que llevaría recorridas este animalito, o los meses que lleva en los corrales de Madrid… El toro también flojea (es lo mínimo que puede hacer si ha tenido la vida que se adivina en los últimos catorce o dieciocho meses) y hubo bronca monumental al palco por no cambiarlo. El toro era muy noble, pero no podía con su alma. Quiere embestir por abajo y por derecho, pero no le queda un ápice de fuerza para desarrollar su buen carácter. No hay transmisión, a pesar de lo cual Joselillo traza bien los pases en el centro del ruedo. Imposible que la gente le dé importancia a una faena bien construida y rematada con una gran estocada.

Una pena que estos interesantes carteles que uno solo puede ver en Madrid suelan acabar de este modo. ¡La afición que podría hacerse si hubiéramos visto lo que llevábamos imaginado desde casa!

(Y una pena que una corrida como, al parecer fue la del sábado de Victorino, no fuera aprovechada. Me la perdí por un viaje fugaz y emocionado a la nostalgia de los años más jóvenes y a las certezas que ya no volverán).

lunes, 6 de octubre de 2008

Madrid (3 de octubre de 2008) - El gran dilema ético

La tarde del viernes en Las Ventas, la de la encerrona de Perera, ha sido una de las tardes que más he sufrido en una plaza de toros.

He sufrido con el dolor en la cara del torero después de la cogida al entrar al matar a su segundo. Al ver cómo volvía poco tiempo después para seguir con su gesta (después de haber sido operado sin anestesia ninguna). Cuando el quinto se lo llevaba literalmente por delante al comenzar la faena de muleta. Y al comprobar cómo a pesar de no poder prácticamente moverse siguió con la lidia después de que le colocaran un torniquete y dio una estocada sensacional (como la de los otros cuatro toros que mató) y se marchó caminando a la enfermería.

Lo de Perera ha sido una gran proeza, un nuevo interrogante y una pequeña decepción.

Una gran proeza por su modo de sobreponerse a tantos elementos adversos. A un sector de la plaza tremendamente frío. A una temperatura casi invernal. Y a un viento abundante y racheado. A toros poco propicios. A subalternos contratados para la ocasión que no siempre estuvieron a la altura. Y a dos cogidas espeluznantes.

Pero una proeza, sobre todo, por el gran toreo desplegado. Un toreo de quietud y te temple. De mando y de mano baja. Toreo grandioso al tercero y el cuarto. Series ligadas, perfección estética, naturales lentísimos,… Y con estocadas perfectamente ejecutadas a la primera en todos sus toros.

Todo ello, ante el interrogante del sentido de la Fiesta. El gran interrogante y dilema ético al que hemos hecho referencia otras veces, que es el de la licitud de que alguien arriesgue su vida en este combate ritual. Una cuestión que se acentúa cuando el torero sigue empeñándose en torear a pesar del tremendo dolor y de la merma de facultades que supone una cornada. Y más aún tras la segunda, que ponía en riesgo la circulación de la sangre en toda su pierna. El pundonor se convierte aquí en una pieza clave ante la cual uno no puede permanecer impasible. Pero resulta duro, muy duro, ver cómo sigue el espectáculo con un hombre tan castigado.

De hecho hubo muchos que exigían a gritos que lo llevaran a la enfermería quisiera o no y que abandonaron la plaza cuando vieron cómo el torero seguía jugándose la vida. Reconozco la grandeza de la gesta del torero, pero entiendo también a los que no podían soportar más el sufrimiento y no entendían el sentido que tenía aquel esfuerzo sobrehumano.

Y, al final, con el frío y el mal cuerpo de tantos sobresaltos, una pequeña decepción. Que supongo compartirá también el torero. Porque no pudo demostrar, ni de lejos, de lo que es capaz. A pesar de que vimos muy buen toreo fue mucho más el que los elementos se empeñaron en impedir.

Perera quería reivindicar su gran toreo. Y rematar con una tarde redonda en Madrid lo que ha sido una temporada única, con triunfos en todas las plazas. Con un gran toreo día tras día.
Y sólo pudo hacerlo en parte. A pesar de darlo todo y de estar en un momento en el que todo lo ve fácil. Pero ni los toros ni el viento colaboraron, y la mala suerte de las cornadas impidió una mayor rotundidad. Lo que vimos está entre las cinco o seis mejores faenas en esta plaza durante esta temporada. Pero podía haber sido aún mejor.

No descartaría yo que volviera a intentarlo en la misma Plaza y no mucho más allá de la próxima temporada… Puede hacerlo cuando quiera. Tiene valor, arte, poder y gracia para triunfar en Madrid con un solo toro o cuajar a seis seguidos.

(Por cierto, al igual que se critica la ausencia de lonas y la tablilla en las suspensiones de La Maestranza, debemos criticar la cursilería del encargado de la megafonía de Las Ventas. Hay que ser redicho para decir que “… una vez realizada la exploración y debido a la intencionalidad del diestro, volverá al ruedo de la capital”. Un hervor le falta a alguno).