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jueves, 21 de julio de 2011

Ponce, Joselito y José Tomás

Entre las reflexiones que ha suscitado la reaparición de José Tomás, una de las que más me ha llamado la atención ha sido la de Joselito, que en una entrevista publicada ayer día 20 en El Mundo decía cosas como que JT “es un hombre tan inmensamente puro, íntegro y con tanto valor que es capaz de ponerse donde otros pensamos ponernos. Y lo hace con cierta naturalidad”.

Relataba, además, Joselito una anécdota que al parecer le sucedió en Arles cuando el de Galapagar estaba empezando. Toreaban Ponce, Joselito y José Tomás y le tocó a JT un toro muy serio que no paraba de escarbar (“de esos que ves que cuando deje de escarbar se arranca y te arrolla”). Parece que Ponce y Joselito estaban en el callejón y Enrique le dijo a José “Ese tío es muy torpe, ¿no? Se lo va a llevar por delante” a lo que José contestó: “¿Torpe? No. Lo que tiene son dos cojones. ¡Qué coño va a ser torpe! Lo que pasa es que ni soñamos en hacer lo que éste hace”.

Más allá de la exageración que suelen tener estas anécdotas creo que reflejan muy bien la distinta personalidad de esos tres genios, tres auténticos figurones del toreo.

Por lo que dicen las crónicas, la relación de Ponce y JT no parece ser muy buena. Y aparentemente Enrique no sale muy bien parado de la anécdota que relata José. Pero creo que sólo aparentemente. Precisamente la entrevista se producía dos días después de que, según las crónicas, Ponce hubiera estado magistral en Mont de Marsan con una mansada de Samuel Flores. Tirando de técnica, de temple, de una tremenda afición y de oficio, Ponce sacó más, mucho más, de los que sus toros (sobre todo su segundo) tenían. Y eso lo la hecho infinidad de tardes a lo largo de su carrera. Por eso, tengo la sensación de que cuando Ponce estaba hablando de torpeza estaba poniendo sobre el tapete su tauromaquia, una tauromaquia basada mucho más en la técnica que en una colocación concreta o el desgarro de su toreo. Lo cual, es obvio, pero no importa repetirlo, no excluye el valor ni el riesgo, como algunos quieren hacer ver. Sin la técnica de Ponce, sin su conocimiento, sin su afición desmedida, sería difícil que hoy se toreara como se torea.

Joselito replica que JT no es torpe, sino que tiene dos cojones y que “lo que pasa es que ni soñamos en hacer lo que éste hace”. Es algo que también da buena muestra de cómo es el de la Guindalera, de por qué le hemos admirado tanto. De cómo fue el primer ídolo total de nuestra particular tauromaquia. Joselito reinventa la liturgia y la pureza, el torero como un ser distinto, misterioso, a veces hosco y otras tremendamente cordial. Pero que siempre marca las reglas. Dentro y fuera de la plaza. Sin la Goyesca del 2 de mayo no sería posible nada de lo que hoy vemos en las plazas. Pero, sobre todo, no sería posible José Tomás, que lleva esa liturgia y esa pureza, dentro y fuera de los ruedos, hasta el extremo. Por eso, la exclamación de Joselito es la del maestro que ve que uno de sus discípulos empieza a surcar caminos que él ya no podrá recorrer. Que siente que sin lo que él ha hecho esas rutas seguirían inexploradas, pero su pundonor y su pasión se ven heridas. Porque querría ser él quien las transitara primero, quien mandara también en los nuevos territorios.

José Tomás recopila y proyecta en su tauromaquia todo lo anterior y le da una dimensión nueva, desde la ética y la pureza. No tiene la técnica de Ponce ni la variedad de José, pero ha depurado la liturgia y la hondura y ha conseguido conectar de forma sublime con los mejores aficionados y con los que no lo son reinventando la absoluta verdad de este misterio. Por eso, frente a aquel toro de Arles, delante de Enrique y de José, JT se coloca en el “vértice del miedo” y comienza a balbucear una nueva verdad que a todos sorprende.

No es torpeza ni son cojones. Es ese hilo del toreo del que hablaba Alameda. Un hilo que mañana se estira en una prolongación propicia: Ponce, Juli, Manzanares, Puerto, JT y Saldívar. No hace falta que sea la misma tarde. Habrá quienes el viernes, vestidos de luces, en el callejón, hablen de torpeza, de pureza y de cojones. Y otros que vuelvan a hablar de lo mismo el sábado, a la misma hora y en el mismo sitio.

Por eso estaremos allí.

lunes, 4 de julio de 2011

José Tomás y la Teoría Económica

En medio del afanoso proceso de conseguir una entrada para ver a José Tomás en Valencia y en Huelva he recordado una de las primeras clases de Teoría Económica que recibí en la Universidad, en la que se nos explicó el modo en que la economía servía para determinar los criterios de asignación de los bienes escasos.

Dicen los clásicos (los clásicos capitalistas, se entiende) que cuando existe una demanda superior a la oferta, el mejor mecanismo de asignación es el mercado. El precio. Que el precio de los bienes debe incrementarse hasta aquel en que la demanda esté dispuesta a adquirir los bienes disponibles.

No obstante, como recuerdan Stiglitz y Walsh ((Microeconomía. Ed. Ariel, 4ª edición, 2009, págs. 53 y ss.), el sistema de precios no es sino uno más para asignar los recursos. También existen otros basados en el racionamiento, es decir, en mantener los precios en un nivel concreto en el hay mucha más demanda que la que se puede satisfacer y utilizar otros criterios para asignar los bienes.

Técnicamente, cuando la cantidad que los individuos pueden recibir de un bien es menor de la que les gustaría en las condiciones en las que se ofrece, se dice que está racionado. Y los diferentes sistemas de racionamiento son distintas maneras de decidir quién recibe los recursos escasos de la sociedad.

Entre los sistemas de racionamiento, los tres a los que tradicionalmente se alude son el de "colas", el de "loterías" y el de los "cupones". Hay racionamiento mediante "colas" cuando en vez de ofrecerse los bienes escasos a quienes estén dispuestos a pagar más por ellos, se ofrece al que esté dispuesto a hacer más tiempo cola. Hay racionamiento mediante loterías cuando la asignación se realiza mediante un proceso aleatorio (un sorteo). Y hay racionamiento mediante cartillas o cupones (sistema muy utilizado en tiempos de guerra o de posguerra), cuando a cada individuo se le permite sólo comprar un determinado número de unidades de un bien; entre los cupones, hay algunos que no se pueden vender (en cuyo caso son tan ineficientes como los demás) y otros que sí. Cuando no se pueden vender, explica la teoría económica que suele surgir el mercado negro.

Lo de las entradas de José Tomás es el perfecto ejemplo de cómo pueden aplicarse a la vez todos estos sistemas de racionamiento que la teoría económica considera ineficientes para asignar recursos. Como los precios de los festejos en los que interviene son inferiores a los que el público estaría dispuesto a pagar por verle y son exactamente los mismos que los de las otras corridas que se celebran en la misma plaza, los precios no son un criterio de asignación de las entradas. De este modo, existe un racionamiento que se solventa acudiendo a los tres sistemas citados: algunas entradas se venden en taquillas, asignándose mediante el sistema de colas, otras se "sortean" entre los que han reservado con antelación y como en cualquiera de los sistemas de venta hay unos cupos concretos, el mercado negro se dispara. Todo ello, sin entrar en los "compromisos" y otras martingalas de los empresarios y taurinos al uso.

Junto a esto, surge el asunto de los abonos. JT "tira" de los abonos y consigue incrementar de forma extraordinaria el número de abonados. Algo que, en principio, redunda en beneficio de la Fiesta porque así hay más gente que va a ver más festejos. Sin embargo, esto se rompe cuando hay ferias pequeñas en las que es más cómodo, seguro y barato comprar todo el abono que tratar de conseguir una entrada en reventa (Huelva). Algo que los propios empresarios, con la ayuda de los informadores taurinos se encargan de difundir, dando cuenta de cómo se va incrementando el número de abonos y la imposibilidad de que salgan entradas sueltas a la venta.

Uno se pregunta si no sería más sencillo dejar que fueran los precios los que asignaran las entradas. Precios reales que fueran diferentes en cada corrida de toros. Lo cual no obstaría que quien fuera a ir a toda una feria (o a la mayoría) comprara su abono con el descuento (o la preferencia) pertinente. Pero tengo para mí que hacer que la gente compre un abono entero para ir a una sola tarde, porque eso le resulta más económico que acudir a la reventa (caso de Huelva) es un sinsentido absoluto.

Tal vez José Tomás no quiera que sea el dinero el que determine quién puede verle en la Plaza. Pero con sistemas así se hace inevitable que los que vayan sean porque han pagado un precio muy alto y, además, casi siempre en reventa. Porque no se premia a quienes fueron otras veces a la plaza, quien va a ver a otros toreros a otras plazas, quien va a novilladas,... La ausencia de una organización profesional de la Fiesta hace imposible que la asignación fuera "meritocrática" que es otro criterio no más descabellado que la capacidad física para estar varios días a la intemperie para ver si al abrirse las taquillas la cola permite obtener al menos una entrada.

José Tomás es un torero imprescindible para la Fiesta por muchos motivos. En primer lugar, por su toreo: su verdad, su liturgia y su magisterio. También porque es el único que ha entendido realmente ciertos elementos esenciales de los cambios que permitirán la pervivencia de la tauromaquia: convertir cada tarde en un acontecimiento, menos festejos pero con triunfo casi siempre asegurado, mantener el misterio que siempre ha rodeado a los héroes (a los toreros), etc. Además, manda en los despachos como casi nadie lo había hecho en los últimos años. Y todo ello lo hace aunando de forma extraordinaria el clasicismo con la más absoluta modernidad. Por eso, no se entiende muy bien que no exija cambios radicales que impidan que para adquirir entradas para sus festejos haya que seguir acudiendo a los escenarios del lumpen en transacciones similares a las que se hacían en los años del estraperlo y las corralas. Y que sean estos personajes, y no él mismo o los distintos estamentos vinculados con la Fiesta, los que obtengan los oportunos beneficios que su arte genera.

domingo, 3 de julio de 2011

Madrid (26 de junio de 2011) - Estampas costumbristas

La corrida del pasado domingo en Madrid no da para una crónica taurina (lo que salió por chiqueros impidió cualquier atisbo de actuación artística), pero sí permite una curiosa reseña costumbrista.

Una reseña para contar, es un ejemplo, que uno llega a la plaza con media hora de antelación para poder comprar tranquilamente su entrada y dar antes del festejo una vuelta por las exposiciones de rigor, agenciarse un programa, degustar unos tragos,... Uno llega media hora antes y debe pasar más de veinte minutos en la cola para comprar su entrada, al tórrido sol de finales de junio. Las taquillas son las que son y para qué vamos a abrirlas todas pudiendo haber sólo tres o cuatro abiertas. Para qué vamos, además, a preparar información básica para los turistas (mayoría que ocupan la cola) que explique en su idioma lo que van a ver, les informe sobre los precios y les ayude a agilizar la compra en la taquilla. Para qué vamos a poner unos carteles que indique a estos neófitos que quienes han comprado entrada por internet no tienen que hacer cola sino que deben pasarse por la máquina expendedora adecuadamente camuflada que hay en el recoveco más recóndito de la plaza...

Uno no debe, sin embargo, quejarse de esas cosas. Da tiempo a entablar conversación con alegres estudiantes americanas que no guardarán en su retina lo que pasó en la plaza, pero sí lo modernos que son los españoles organizando sus cosas.

Estas esperas, además, generan ocupaciones variopintas, oportunidades profesionales, algo que en épocas como esta es algo de agradecer. Por ejemplo, ese tipo de edad indefinida, desaliño apabullante, olor nauseabundo y ausencia de conocimiento alguno de idiomas (maneja sólo el español, y con dificultad), que pretende ahorrar minutos de cola a los desprevenidos, indicándoles que no van a poder comprar las entradas que quieran en taquilla y que él las tiene (eso sí, a cinco veces su precio). Lo de los reventas en días como estos, con menos de un cuarto de plaza cubierto, es sencillamente delirante.

Uno va acercándose a taquilla pensando en estas cosas y comprueba que han cambiado los toros de la ganadería anunciada. No está mal, con decenas de miles de toros en el campo que al parecer "sobran" esta temporada, se reseña una corrida para Madrid y seis o siete días después, se percatan de que no sirve. Pero no passssaaaaa nada, se cambian los toros y a correr. (A lo que se ve, no es preciso ni que vengan las figuras ni que estemos en San Isidro para que haya lío en los corrales. ¡Vaya tropa!).

Como ha habido cambio de toros y el Reglamento permite la devolución de las entradas, debiéndose anunciar esta circunstancia al público, la empresa pone un pequeño folio explicativo (no sé yo quién habría comprado la entrada con antelación y va a cambiarla ahora, pero esto es otra guerra...). Eso sí, lo del folio es parte de la gymkana a la que quieren someter a los turistas. "Los toros de la ganadería anunciada... han sido sustituidos... lo que se anuncia a los efectos oportunos". Antes, cuando pasaban estas cosas, el cartel decía con claridad que se podían devolver las entradas. Esta empresa, sin embargo, prefiere la literatura policíaca a los carteles de ultramarinos, y con ese "a los efectos oportunos" despierta la imaginación y el ansia de saber de aquellos curiosos que lo lean. Todo un alarde de ingenio para cumplir la ley (nosotros lo hemos anunciado), burlando su finalidad (que la gente sepa que puede cambiar sus billetes).

Después de todo esto, uno entra a falta de dos minutos para que salgan los alguacilillos, no hay programas (para qué vamos a hacer de sobra, pensará la empresa), no hay tiempo para ver las exposiciones, la copa hay que pedirla de forma apresurada y llega uno más justo a su sitio que en las tardes de San Isidro. Realmente, la forma de montar el espectáculo en la primera plaza del mundo es para ponerle un monumento a seis o siete.

Lo que después salió por chiqueros fue un absoluto despropósito, con toros flojos y descastados, dos devueltos, lo que sumado a un "remiendo" en la corrida ya remendada hizo que viéramos toros de cuatro ganaderías (María Gascón, Javier Pérez Tabernero, Domínguez Camacho y El Sierro). Y alguno más pudo ser si se hubiera devuelto al quinto bis, flojísimo toro que el Presidente se empeñó en no devolver, supongo que para no hacer aquello más interminable.

Los toreros, Joselillo, Joselito Adame y Pepe Moral, pusieron voluntad y evidenciaron que quieren ser algo en esto, que tiene maneras y cierto oficio, que mejorarían si les dieran más oportunidades y con toros que permitieran algo más el lucimiento. Adame, además, sufrió una pequeña cornada a la que se sobrepuso para no perder su oportunidad. Como curiosidad, Adame instrumentó unas lopecinas en el segundo, toro al que se picó bastante bien.

La corrida, al cabo, un despropósito infinito. Una nueva experiencia de lo peor del casticismo y de la urgente necesidad de que la "plaza de temporada" no se convierta en una plaza de saldo que recoja a turistas despistados a los que, además, se pretende engañar cuando hacen tranquilamente al sol la cola para comprar su entrada.