En medio del afanoso proceso de conseguir una entrada para ver a José Tomás en Valencia y en Huelva he recordado una de las primeras clases de Teoría Económica que recibí en la Universidad, en la que se nos explicó el modo en que la economía servía para determinar los criterios de asignación de los bienes escasos.
Dicen los clásicos (los clásicos capitalistas, se entiende) que cuando existe una demanda superior a la oferta, el mejor mecanismo de asignación es el mercado. El precio. Que el precio de los bienes debe incrementarse hasta aquel en que la demanda esté dispuesta a adquirir los bienes disponibles.
No obstante, como recuerdan Stiglitz y Walsh ((Microeconomía. Ed. Ariel, 4ª edición, 2009, págs. 53 y ss.), el sistema de precios no es sino uno más para asignar los recursos. También existen otros basados en el racionamiento, es decir, en mantener los precios en un nivel concreto en el hay mucha más demanda que la que se puede satisfacer y utilizar otros criterios para asignar los bienes.
Técnicamente, cuando la cantidad que los individuos pueden recibir de un bien es menor de la que les gustaría en las condiciones en las que se ofrece, se dice que está racionado. Y los diferentes sistemas de racionamiento son distintas maneras de decidir quién recibe los recursos escasos de la sociedad.
Entre los sistemas de racionamiento, los tres a los que tradicionalmente se alude son el de "colas", el de "loterías" y el de los "cupones". Hay racionamiento mediante "colas" cuando en vez de ofrecerse los bienes escasos a quienes estén dispuestos a pagar más por ellos, se ofrece al que esté dispuesto a hacer más tiempo cola. Hay racionamiento mediante loterías cuando la asignación se realiza mediante un proceso aleatorio (un sorteo). Y hay racionamiento mediante cartillas o cupones (sistema muy utilizado en tiempos de guerra o de posguerra), cuando a cada individuo se le permite sólo comprar un determinado número de unidades de un bien; entre los cupones, hay algunos que no se pueden vender (en cuyo caso son tan ineficientes como los demás) y otros que sí. Cuando no se pueden vender, explica la teoría económica que suele surgir el mercado negro.
Lo de las entradas de José Tomás es el perfecto ejemplo de cómo pueden aplicarse a la vez todos estos sistemas de racionamiento que la teoría económica considera ineficientes para asignar recursos. Como los precios de los festejos en los que interviene son inferiores a los que el público estaría dispuesto a pagar por verle y son exactamente los mismos que los de las otras corridas que se celebran en la misma plaza, los precios no son un criterio de asignación de las entradas. De este modo, existe un racionamiento que se solventa acudiendo a los tres sistemas citados: algunas entradas se venden en taquillas, asignándose mediante el sistema de colas, otras se "sortean" entre los que han reservado con antelación y como en cualquiera de los sistemas de venta hay unos cupos concretos, el mercado negro se dispara. Todo ello, sin entrar en los "compromisos" y otras martingalas de los empresarios y taurinos al uso.
Junto a esto, surge el asunto de los abonos. JT "tira" de los abonos y consigue incrementar de forma extraordinaria el número de abonados. Algo que, en principio, redunda en beneficio de la Fiesta porque así hay más gente que va a ver más festejos. Sin embargo, esto se rompe cuando hay ferias pequeñas en las que es más cómodo, seguro y barato comprar todo el abono que tratar de conseguir una entrada en reventa (Huelva). Algo que los propios empresarios, con la ayuda de los informadores taurinos se encargan de difundir, dando cuenta de cómo se va incrementando el número de abonos y la imposibilidad de que salgan entradas sueltas a la venta.
Uno se pregunta si no sería más sencillo dejar que fueran los precios los que asignaran las entradas. Precios reales que fueran diferentes en cada corrida de toros. Lo cual no obstaría que quien fuera a ir a toda una feria (o a la mayoría) comprara su abono con el descuento (o la preferencia) pertinente. Pero tengo para mí que hacer que la gente compre un abono entero para ir a una sola tarde, porque eso le resulta más económico que acudir a la reventa (caso de Huelva) es un sinsentido absoluto.
Tal vez José Tomás no quiera que sea el dinero el que determine quién puede verle en la Plaza. Pero con sistemas así se hace inevitable que los que vayan sean porque han pagado un precio muy alto y, además, casi siempre en reventa. Porque no se premia a quienes fueron otras veces a la plaza, quien va a ver a otros toreros a otras plazas, quien va a novilladas,... La ausencia de una organización profesional de la Fiesta hace imposible que la asignación fuera "meritocrática" que es otro criterio no más descabellado que la capacidad física para estar varios días a la intemperie para ver si al abrirse las taquillas la cola permite obtener al menos una entrada.
José Tomás es un torero imprescindible para la Fiesta por muchos motivos. En primer lugar, por su toreo: su verdad, su liturgia y su magisterio. También porque es el único que ha entendido realmente ciertos elementos esenciales de los cambios que permitirán la pervivencia de la tauromaquia: convertir cada tarde en un acontecimiento, menos festejos pero con triunfo casi siempre asegurado, mantener el misterio que siempre ha rodeado a los héroes (a los toreros), etc. Además, manda en los despachos como casi nadie lo había hecho en los últimos años. Y todo ello lo hace aunando de forma extraordinaria el clasicismo con la más absoluta modernidad. Por eso, no se entiende muy bien que no exija cambios radicales que impidan que para adquirir entradas para sus festejos haya que seguir acudiendo a los escenarios del lumpen en transacciones similares a las que se hacían en los años del estraperlo y las corralas. Y que sean estos personajes, y no él mismo o los distintos estamentos vinculados con la Fiesta, los que obtengan los oportunos beneficios que su arte genera.
lunes, 4 de julio de 2011
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3 comentarios:
Muy buena entrada Lorenzo. A ver si JT te lee y lo arregla un poco.
Muy de acuerdo tambien con tus opiniones sobre el.
Saludos
Paco Diaz
Lorenzo, ya te puedes imaginar que, por deformación profesional, la entrada me ha encantado. Pura microeconomía aplicada. Además, las conclusiones taurinas las suscribo plenamente.
Un abrazo.
Muchas gracias a ambos por los comentarios.
Paco, creo que efectivamente sería bueno que le dieran una vuelta a este asunto de los precios.
Juan, me alegro que te haya gustado. Que coincidamos en lo taurinos está bien y es incluso esperable, pero lo mismo había algún gazapo. Y magnífica la entrada sobre la pintura de Pablo Pámpano.
Lo dicho, muchas gracias.
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