Finalizada la Feria de Abril y a unas semanas para
que empiece San Isidro han sucedido ya bastantes cosas para poder hacer unas
primeras reflexiones sobre cómo va la temporada.
Lo primero que hay que apuntar es que es previsible
que continúe el descenso en el número de festejos. Pero eso no tiene que ser
malo si se aumenta la calidad de cada corrida y hay mayor afluencia de público
cada tarde (Sevilla es un ejemplo). El futuro no está, a mi juicio, en tratar
de volver a las cifras de hace cinco o seis años, sino en que cada cartel tenga
alicientes para que la gente acuda al tendido y en que, al final del mismo,
salga toreando.
Para eso, lo primero que tienen que ayudar son los
toros. Y aquí, las primeras ferias han dejado también hechos incontestables: ha
habido muchos toros buenos a los que no se les ha sacado todo el partido que
tenían; y algunos hierros, por falta de casta, de fuerza y de emoción han
echado al traste tardes importantes (la del domingo por la tarde en Olivenza, por
ejemplo, por no mencionar otras en Valencia o Sevilla).
Estos dos meses han demostrado también que no es
cuestión de encastes, sino de bravura, nobleza y emoción. En Sevilla, por
ejemplo, la corrida de Miura salió muy buena. Pero también salieron excelentes
algunos toros de Juan Pedro-Parladé. Y a cambio, lo de Miura en Valencia no
sirvió, ni lo de Cuadri en Sevilla,… Victorino tampoco ha saldado con especial buena
nota su paso por Valdemorillo, Castellón y Sevilla. De Juan Pedro, Garcigrandes,
Núñez del Cuvillo, Victoriano del Río o el Pilar ha habido de todo, pero sigue
echándose de menos algo más de emoción. Es imprescindible que el toro, sin
perder la nobleza en las embestidas, tenga un mayor vigor y acometividad. En
caso contrario, es muy difícil que haya un triunfo rotundo, a menos que el
torero sea absolutamente excepcional.
Mención aparte merece Fuente Ymbro, que parece que
busca ese mayor picante y en tardes como la de Sevilla demuestra en algunos de
sus toros lo grande que puede ser la Fiesta. Una pena que le cueste tanto a las
figuras apuntarse a lidiar esta ganadería. Una muestra, por otro lado, de que hablar
de “monoencaste” es, según a qué efectos, bastante poco ilustrativo.
Sobre los toreros, también este comienzo de
temporada empieza a marcar distancias. Sin duda, el torero que, al menos hasta
su cornada, se encontraba en mejor momento era el Juli. Lo demostró en Olivenza
y lo ratificó con una rotundidad aplastante el Domingo de Resurrección en
Sevilla. Así se sale a una plaza de toros, en una de las corridas más
importantes de la temporada y después de haber encabezado una lucha desigual
con los que mandan en los despachos y en los micrófonos (más allá de que uno
pueda estar de acuerdo o no con algunos postulados o que crea que las cosas
podían haberse hecho mejor, algo en lo que creo que el propio Julián estará de
acuerdo). Esperemos que se recupere pronto y que vuelva con la misma rotundidad
con la había empezado a temporada hasta que tuvo que salir apresurado de la
Maestranza por la puerta de la enfermería. Su compromiso con la Fiesta fuera de
los ruedos, con actos como el tentadero para niños en Olivenza, es inapelable y
debe ser reconocido.
A cambio, Manzanares se encuentra lejos de su mejor
momento. No remató en Valencia, estuvo ausente el Domingo de Resurrección y en
la corrida de los seis toros se salvó por la campana, gracias al inmenso cariño
del público y a un toro extraordinario y muy acorde con su estilo. Pero esas
dos orejas no pueden ocultar una tarde mal planteada. Mucho tiene que ganar en
disposición y en claridad de ideas para volver a la frescura con la que ha
conseguido tantos triunfos.
Morante, como siempre, es un genio que transita al
margen de lo que otros hagan. La faena de Valencia fue excepcional y el toreo
de capote del día 15 en Sevilla quedará para los anales. Este torero tendrá sus
días. Pero seguirle permite encontrarse de vez en cuando con lo sublime y con
un concepto único y universal de la Fiesta. Dentro de su falta de regularidad,
parece que este año la disposición y la forma son mejores que el pasado. En San
Isidro tiene tres tardes y seguro que veremos cosas grandes. El anuncio que ha
hecho para Canal + Toros, absolutamente de 10.A partir de ahí, Talavante sigue con sus improvisaciones, pero le falta verdadera claridad delante de los toros. Castella sigue sin convencer(nos) a muchos. Fandiño y Mora, grandes esperanzas de la pasada campaña, han tenido detalles pero no tiene la rotundidad que se exige para saltar al grupo de los que mandan. A cambio, Nazaré sale reforzado de Sevilla (aunque tiene que tener más rotundidad y creérselo más). Y Manuel Escribano es un hombre que se ha ganado que le den sitio, mucho sitio; si se puede torear tan bien y tan hondo a un Miura, hay que verle con muchos más toros. Igual que a Castaño a quien siempre es un placer ver en la plaza, por su decisión y por la extraordinaria cuadrilla que tiene, a la que da sitio y oportunidades.
El Cid sigue apagado. Luque, como apuntó Ignacio Sánchez Mejías, es muy inteligente, pero ocupa unos lugares en los carteles que no se han refrendado con triunfos rotundos. Jiménez Fortes demuestra que quiere ser alguien en esto, pero tiene que demostrarlo con mejores armas y convicción. Ferrera y Fernando Cruz han estado bien, pero tal y como están las cosas hay que romper de forma rotunda en cada faena.
En el escalafón de los novilleros, la mañana de Olivenza fue un vendaval de alegría. Garrido, Lama de Góngora y Miguel Ángel Silva estuvieron a gran altura. Pero la sorpresa y la mayor emoción vinieron de la mano de Posada de Maravilla. Tienen que aprender, que irse haciendo. Pero hay mimbres, buen toreo y personalidad en muchos de ellos. La estructura no es fácil para irse haciendo, pero el futuro exige plantearse con seriedad si queremos dar oportunidad de verdad (como Olivenza) o estrellar a chavales (como ha sucedido en general en el ciclo de abril en Madrid).
En las Plazas algo ha empezado a cambiar, como parece demostrar el nuevo enfoque de Málaga (habrá que leer la letra pequeña). Veremos qué pasa en Zaragoza, en Alicante, en Burgos,… Insisto una vez más: tenemos una Fiesta que, aunque no mediante subvenciones, como acusan torpemente los antitaurinos, depende en lo esencial de la Administración porque los cosos son de su propiedad. Por tanto, sus decisiones sobre el modo de explotarlos condiciona cuántas corridas y cuántas novilladas se dan, a qué precios, en qué fechas,… O si directamente no se dan, como ha pasado en San Sebastián sin necesidad de prohibir nada. El sector debería plantearse muy seriamente este asunto.
Y, en fin, la dimensión cultural de la Fiesta sigue
dando grandes alegría. De entre las novedades editoriales recientes, dos
publicaciones imprescindibles: “Joselito, el toreo mismo” de la Fundación Real
Maestranza de Caballería de Sevilla y “La geometría y el ensueño”, antología editada
por la Fundación José Manuel Lara en la que Carlos Marzal selecciona poemas de
temática taurina de los últimos sesenta años con joyas de Umbral, Claudio
Rodríguez, Jacobo Cortines, Fernando Quiñones,… y José María Jurado.