Haber podido estar la tarde del viernes en Algeciras ha sido (personalmente) muy importante. Incluso más allá de lo que sucediera en el ruedo, hay historias de lucha y esperanza que merecen mucho la pena. Y hay quienes acompañan desde la generosidad de un modo impagable.
Pero después de todo, íbamos a ver una corrida de toros. Como cuando de niños perseguíamos al Niño de la Capea, a Julio Robles, a Paquirri, a Esplá o a Espartaco cuando bajaban las escaleras del hotel camino del coso de la Era de los Mártires.
En Algeciras eran José Tomás y Perera. A decir verdad, era José Tomás, que había decidido volver en Algeciras y hacerlo mano a mano con Perera. Porque si hay algo que caracteriza a José Tomás, y que admiran y odian por partes iguales sus acérrimos partidarios y sus detractores es la capacidad de elegir dónde torea, qué toros lidia, con quién comparte cartel y cuánto cobra por hacerlo. Otros lo han soñado, pero de los que lo han intentado él ha sido el único que lo ha podido llevar a cabo. Y eso enerva visceralmente a muchos, a casi todos los mediocres que inundan los callejones de las plazas de toros.
De lo que sucedió en el ruedo han tenido ustedes noticia cabal. Si no, lean El Mundo, Cuadernos de Tauromaquia, ABC, Taurología, La Razón, La Vanguardia, El País,... Y busquen las imágenes, que las hay en abundancia.
No tiene sentido glosar aquí cada uno de los lances de José Tomás, cada serie de pases de muleta,... La importancia de José Tomás supera la descripción detallada de sus faenas. José Tomás impresiona por el rito. Por el supremo respeto al hecho de vestirse de torero. Por cómo hace cada una las cosas cuando está en el ruedo.
El viernes toreó de forma sublime con capote y muleta. Con una variedad infinita (recuerdo aquí aquellas palabras de Vidal glosando la faena de Curro Romero a Soneto una Feria de Otoño: "ha dado más variedad de pases en cuatro minutos que el resto del escalafón en toda la temporada"). Y lo hizo todo con una cadencia, una templanza y una naturalidad escalofriantes.
Los toros no acompañaron. Y aun así, su maestría se sobrepuso.
Que muchos de quienes estábamos en la plaza íbamos a verle triunfar... ¡Por supuesto! Que eso nos hizo engrandecer fases menores ¡Para nada!
Como tampoco nos hizo disfrutar menos del inmenso toreo de Perera (indulto aparte). Que tuvo en la de Algeciras una de sus tardes más importantes. Como reivindicación de una forma de entender la profesión tan dura como gratificante (esa independencia junto a Cepeda). Y por un toreo que, más allá de las cercanías, nos recordó al de su año de explosión en figura, engrandecido por un poso de sabiduría que sólo dan los años.
Perera toreó extraordinariamente bien. Espoleado por José Tomás, que no sólo llena incluso las tardes que no torea en las ferias en las que se anuncia sino que saca lo mejor de sus compañeros cuando se anuncian con él.
A quienes dicen que José Tomás debía competir en más ferias y con todos los toreros debería recordársele que José Tomás ha toreado con todas las figuras actuales del escalafón. Y que todos ellos han sacado lo mejor de ellos mismos la tarde en la que se anunciaron con el de Galapagar. Que alguno de ellos intente hacer lo mismo en número festejos, en elección de compañeros, en imposición del caché,... Y veremos qué sucede.
José Tomás es fundamental en estos años porque reivindica la pureza del rito, la naturalidad como esencia del toreo, la variedad, la improvisación y la creación de nuevos pases (o la reinterpretación de otros). Además de exhibir su profunda libertad dentro y fuera del ruedo. Pero también es fundamental porque exige lo mejor de quienes se anuncian con él.
Ha conseguido que cada tarde que se anuncia sea un acontecimiento. Un acontecimiento que trataremos de no perdernos mientras podamos.
domingo, 1 de julio de 2018
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