Ya explicábamos hace unos días cómo la Feria de San Isidro estaba llena de condicionantes que incidían de forma directa en lo que sucedía en el ruedo. Pero, al fin y a la postre, es eso, lo que sucede entre el toro y el torero, lo único que realmente importa. Lo que hace único a la Fiesta, lo que nos lleva un día tras otro, porque si en algún momento surge el milagro, es único, excepcional.
Y eso es, precisamente, lo que ha faltado este San Isidro. Ha habido buenos momentos de toreo (en seguida vamos a ello) pero no ha habido ninguna faena de la que seguiremos hablando dentro de dos, cinco o quince años. No ha habido nada como lo de la confirmación de Aparicio, como aquel toreo de capote de Morante a un toro de Juan Pedro, como José Tomás un 5 de junio o la tarde de su primera salida a hombros, como aquel César Rincón del noventa y uno, como las faenas a Beato, a Cantapájaros, a Bastonito,… Madrid es enorme porque ha visto faenas como esas. Y en este San Isidro no hay nada igual que recordar.
Quizá lo más parecido fue la vuelta al ruedo de la cuadrilla de Castaño, que sin duda es un acontecimiento histórico. El asunto ha ocupado bastantes minutos en medios generalistas (ayer mismo, en el informativo de las nueve de la tarde en Antena 3) y eso es ya un triunfo. En las redes sociales y los medios taurinos se ha dicho de todo, a favor y en contra de la vuelta al ruedo antes de que se iniciara la faena de muleta. No creo que ese debate sea muy relevante. Lo sustancial es que la lidia de los cuatro toros que correspondió a esa cuadrilla fue realmente brillante y ejemplar. Y que eso llevó a la plaza a un momento de gran emoción después de las banderillas del último de los cuatro toros, algo que no tiene precio. Una pena que no todas las cuadrillas tengan el mismo sentido de la lidia y que no todos los matadores incentiven la brillantez en todos los tercios.
En las faenas de los de a pie ha habido cosas importantes, aun sin llegar al nivel que las hagan ser recordadas a lo largo de los años. Hemos visto detalles de Talavante frente a los victorinos (aunque la tarde no tuvo el nivel que se esperaba) y una faena más compacta algunos días después que le valió la única Puerta Grande para un torero de a pie. También detalles de Castella y Manzanares esa tarde, que fue, al cabo, la más redonda de la Feria (también la primera en la que se acabaron las entradas lo cual, probablemente, no es casualidad).
Perera ha estado a un gran nivel. Puede dar grandes tardes de toros este año. Fandiño ha pagado con sangre su entrega después de torear realmente bien. Nos quedamos con ganas de verle más veces. Ferrera también ha evolucionado mucho y ha dejado momentos importantes, aunque en algunos momentos la lidia se hizo un punto lenta. Aguilar ha estado muy serio. Teruel mostró detalles de clasicismo, aunque para mí sigue siendo una incógnita. Y Uceda volvió a demostrar que tiene una clase excepcional pero, como siempre, sigue sin creérselo del todo, sin apostar de forma rotunda; una pena.
Mención aparte, siempre es así, merece Morante. Que está en un año de gracia creo que no hay duda (véase Córdoba o Istres). En Madrid este año había hecho una apuesta muy fuerte pero no ha podido darse el triunfo que espera con tanto ahínco como la afición. Aun así, he de reconocer que me encantó en el último toro que lidió el día de la Beneficencia: la primera serie de la faena de muleta fue majestuosa y el final de la lidia con ayudados por bajo rodilla en tierra rezumaron toda la torería rondeña y sevillana. Habrá tiempo de verle en Valencia, Huelva, El Puerto, Ronda,… Seguro que coincidimos en momentos de inspiración y gloria.
Los mejicanos, por su parte, han dado un golpe de atención. A menos Juan Pablo Sánchez, bien Silveti y Sergio Flores y muy importante Joselito Adame, a quien deberían abrírsele más huecos en las ferias.
Respecto a los toros, la corrida más completa fue, a mi juicio, la de Victoriano del Río, lo cual demuestra que el problema no es que haya un encaste, o dos o veinticinco, sino que las ganaderías estén en buen momentos y que los ganaderos sepan lo que tienen. La de Adolfo fue una corrida encastada pero no llegó con bravura y nobleza a la muleta.
Interesante la de Bohórquez, que refrenda que Murube sirve también para toreo a pie. Victorino no echó una buena corrida el día de Talavante, aunque el viento condicionó de forma importante la lidia de algunos. Ha habido también toros sueltos de otras ganaderías que hubieran permitido faenas de más importancia que las que vimos.
Ha acabado, en fin, un San Isidro más. Con cosas importantes pero sin faenas que perduren en la memoria. Una feria, además, que obligaría a plantearse muchas cosas en relación con la asistencia de la gente a la plaza, el comportamiento en el tendido, la presentación de los toros, el viento, a qué debe llamarse exigencia,… Mucho para pensar si hubiera, en los gestores, quien quisiera empezar a marcar las pautas del futuro en vez de comenzar a entonar la Misa de Requiem.
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1 comentario:
Un año más: ¡cuánto lo siento!
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