Desde el pasado domingo por la noche, portales
y blogs taurinos se hacen eco de unos comentarios de El Juli después de su
corrida en Dax y a la respuesta que ha dado días después André Viard.
Yo estuve en Dax el fin de semana. Coincidiendo
con la feria “Toros y Salsa” se han celebrado los cuartos encuentros de Derecho
Taurino organizados esta vez por el Colegio de Abogados de Dax, con asistencia
de cerca de cien juristas, la inmensa mayoría franceses. Han sido unos días de encuentro
y reflexión sobre diversos aspectos jurídicos de la Fiesta, que permiten también
compartir vivencias con aficionados de otros lugares. Por supuesto, fuimos a
los festejos del sábado y del domingo, tras el cual surgió este enfrentamiento.
No quiero entrar a explicar en detalle lo que
dijo El Juli y la respuesta de Viard y los orígenes de esta polémica, pues ya
ha habido quien lo ha hecho de forma brillante, se esté o no de acuerdo con sus comentarios (desde diferentes posiciones,
puede consultarse, por ejemplo, Taurología o Recortes y Galleos). Pero sí me
gustaría hacer algunas reflexiones sobre la afición francesa y sobre el debate
acerca de las figuras, el trapío y la responsabilidad de cada uno en el futuro
de la Fiesta, del cual la discusión entre Juli y Viard no es sino una derivada
muy menor.
He de reconocer que cuando volvía a casa desde
Dax en coche el domingo por la noche, al escuchar en los programa taurinos lo
que había escrito El Juli lo primero que me llamó la atención es la referencia
al comportamiento de la afición francesa. Y me llamó la atención porque lo que
había comentado con algunos aficionados en los encuentros era el gran comportamiento
que habíamos apreciado en aquella afición. Un comportamiento que se traduce en
una actitud tremendamente seria y respetuosa con todos los profesionales
durante la corrida, combinada con cuatro elementos que raramente se encuentran
tan bien conjugados: interés por el conjunto de la lidia, aceptación por los
distintos modos de interpretar el toreo de cada matador, deseo de disfrute y diversión
con lo que suceda en el ruedo y manifestación contundente pero exquisita en las
formas cuando algo de lo que sucede en el ruedo contraviene las elementales
normas de la tauromaquia (incorrecta forma de dejar al toro en suerte, puyazos
mal ejecutados, colocación deficiente del torero, toreo manifiestamente
despegado –más allá de las diferentes colocaciones que distintos toreros pueden
tener para interpretar su peculiar tauromaquia-, etc.). Un comportamiento en
fin, alejado tanto de la vulgaridad de las plazas menores como de la
unidireccionalidad de criterio y la violencia en las formas de aficiones como
la de Madrid. Una delicia, en fin.
Quiero creer, por eso, que El Juli no se
quejaba tanto de la actitud del público durante el festejo, sino más bien de circunstancias
que probablemente hubieran existido antes de la corrida y en la que se comparaba
la presencia de los toros a lidiar ese día con la de los Fuente Ymbro del día
anterior. Como después se compararía la pujanza de unos y otros. Creo que este
es el verdadero debate que subyace entre Juli y Viard, en el que ambos han
dicho (a mi juicio) cosas sensata e insensateces. Y en esta cuestión me temo
que estoy alejado por igual de ambos. De Viard porque creo que sigue
insistiendo en el tamaño y en la presencia cuando tengo para mí que habría que
ver muchos más vídeos antiguos y darse cuenta que los toros de plazas de
primera tenían en torno a un 20% menos de peso que el toro actual. Y sus
pitones eran a menudo de menor longitud, menos astifinos (lo de las fundas, en
esto, ha sido demoledor) y en no pocas ocasiones la conformación no era tan
aparatosa ni tan igualada como en la actualidad. A cambio (y por eso tampoco
estoy de acuerdo con El Juli) eran toros con más viveza, más movilidad y más
emoción; un toro que no quieren ver ni en pintura las figuras actuales y que
conduce inexorablemente a toros con menos casta y bravura. O sea, que para mí
hay que ir a toros más pequeños y menos cornalones, pero más bravos y
encastados. La emoción tiene que ponerla el comportamiento del toro, no una
mastodóntica presencia.
A partir de ahí, una discusión como esta es
realmente nefasta para el toreo planteada en los términos en los que los dos lo
han hecho. Y que dos personajes excepcionales en su contribución a la Fiesta
estén enfrentados en
un momento como éste es algo que nos perjudica a todos. Ciertamente, no es la
única ni la más grave. Mucho más extravagante resulta leer en el último número
de la Revista Taurodelta que J. A. Gómez Angulo, presidente de la Comisión nombrada
para la Tauromaquia por el Ministro de Cultura afirme aquello de 'Que no nos vengan a decir que los franceses
nos pueden dar lecciones'. ¡Vivir para ver! Primero, descalifica a toda una
parte de la industria y de la afición, que está dando muestra de vitalidad y
que configura la Fiesta como algo transnacional (elemento esencial para su
pervivencia). Luego, muestra una prepotencia que olvida lo que ha hecho, por
ejemplo, gente indiscutible en su aportación como Francis Wolff y otros sobre
los cuales cada uno tendrá su opinión pero que cuya aportación es también muy
importante (desde el propio Viard a Castella pasando por Simón Casas, el Museo
de Pablo Romero en Nimes, miles de aficionados que visitan cada año las plazas
y ganaderías españolas…). Esperemos que sea un despiste o una afirmación sacada
de contexto (en la entrevista parece referirse, sobre todo, a la composición de
la Comisión, sin que sea una afirmación general). Pero desde luego, no es un
enfrentamiento con Francia, con su afición y con su modo de engarzar la Fiesta
con la cultura la primera actuación pública que se esperaba de la Comisión.
Un fin de semana en Dax, en fin, que ha dado mucho que hablar. Y en el que, al menos yo, he seguido aprendiendo mucho de los franceses, que me siguen impresionando y dando envidia de cómo se preocupan de la Fiesta, cómo la aman y la defienden y cómo disfrutan de todo lo que tiene que ver con ella.
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