Esta
necesidad de defenderse y promocionar la tauromaquia de ataques exteriores no
debe ocultar la necesidad de mejorar internamente, algo que alcanza a toreros,
ganaderos, empresarios y a la propia organización del espectáculo. Empecemos
por esto último.
El
espectáculo hay que hacerlo más atractivo y ágil. No me estoy refiriendo a
algunas propuestas recientes para reducir la presencia de la sangre en la
plaza; creo que el rito es el que es y que cuanto menos se le toque, mejor.
Pero respetando el rito, hay muchas cosas que se pueden hacer: reducir tiempos
muertos (el hecho de que en Madrid los caballos de picar salgan por el 7/8 es
acertadísimo), dotar de sentido real a los primeros tercios y no convertirlos
en meros trámites, cuidar las cuadras de caballos y el modo de hacer la suerte
de varas, huir de banderillas puestas de una en una o para salir del paso,… Hay
que conseguir que desde que salga el toro a la plaza todo sea de interés
incluso para los que no son aficionados. Recientemente, varias veces que he
acudido a la plaza con gente que acudía por primera vez me han preguntado por qué los toreros no
empezaban directamente con la muleta si antes era todo desordenado, nadie
aplaudía y no se tenía en cuenta. Tocaba entonces explicar la importancia de
los tres tercios, pero sin que lo sucedía en el ruedo refrendara lo que uno
explicaba.
Junto
a esto, debe mejorarse la comodidad de las plazas. Es un grito que algunos
venimos manteniendo desde hace muchos años. No es de recibo en el siglo XXI
tener que soportar las rodillas del espectador de la fila de atrás en la
espalda después de haber pagado en muchos casos más de 70 u 80 euros por una
entrada. O tener serias dificultades para acceder a la localidad por tener que
pasar delante o por encima de cuarenta o cincuenta espectadores ya acomodados.
Y no es de recibo mojarse en una localidad, o soportar el inclemente sol de
agosto a las siete de la tarde, o que el viento ponga en riesgo una faena o
exija colocarse en terrenos que no son los más adecuados para la lidia. El “los toros con sol y moscas” no forma
parte del rito. Las plazas deben ser cómodas, mucho más cómodas. Y para ello
hay que hacer todas las reformas que sean necesarias, sin comprometer la
grandeza arquitectónica de muchos de los cosos. Avances técnicos hay. Pero hay
que pagarlos.
Esta
necesidad de financiar las innovaciones en las plazas pone de manifiesto una de
las principales debilidades del sector taurino: la propiedad de las plazas de
toros. Financiar la mejora de los cosos cuando, en muchos casos son de
propiedad pública y sólo se dan unos pocos festejos a lo largo del año es algo
difícilmente asumible y, en todo caso, no formará nunca parte, con razón, de
las prioridades de la Administración en un momento como éste.
La
estructura de propiedad de las plazas, además, deja en manos de la
Administración (generalmente Ayuntamientos) la decisión de que se celebren o no
espectáculos taurinos, cuándo, cuáles y a qué precio, ya que todo eso suele
regularse en los Pliegos que rigen la concesión de las plazas. Y esto no es
razonable.
Uno
es bastante aficionado. Pero antes es ciudadano. Y como tal, reconozco que es
perfectamente legítimo que quienes ganen unas elecciones municipales gobiernen
con su programa. Y si en este se incluye que en las fiestas patronales el
Ayuntamiento sufragará teatro y fuegos artificiales, pero no toros, es legítimo
(incluso exigible) que así lo hagan. O si creen que los recintos municipales
hay que destinarlo a según qué usos entre los que no están los festejos
taurinos, así lo hagan. Otra cosa es que incumplan o impidan el cumplimiento de
contratos vigentes, lo cual constituye un acto de flagrante prevaricación que
deberá tener sus consecuencias…
Estar,
por tanto, en manos de las Administraciones, es sencillamente suicida. Porque
sus intereses serán siempre mudables en función de encuestas y preferencias del
más variado espectro. El hecho de que los cosos sean privados tampoco garantiza
que las cosas se hagan bien si la propiedad no tiene interés en que así sea (no
hay más que ver las ferias que ha habido en Sevilla en las dos últimas
temporadas). Pero, al menos, permitirá una estrategia a largo plazo de la
plaza, que con trabajo e inteligencia, debería ser más eficaz que la que puede
hacer un gestor provisional bajo un pliego de condiciones de corta duración.
Hay
que, pensar, por eso, en cosos de propiedad privada que puedan tener distintos
usos y que den una rentabilidad (vía explotación de bajos comerciales,
aparcamientos, etc.) que hagan sostenible la inversión.
Y no
estaría de más pensar en recintos provisionales de alta capacidad y comodidad,
que hagan desaparecer las tradicionales plazas portátiles de estabilidad
incierta. Si el Circo del Sol poder dar sus espectáculos en las principales
capitales del mundo en una carpa, no hay razón para que no haya cosos modernos
y portátiles que permitan dar toros en localidades que, por la razón que sea,
no tienen plazas de toros o su dueño no quiere dar toros o programa
espectáculos manifiestamente mejorables.
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