Para esta labor: defender lo nuestro, reivindicar la necesidad de una cobertura justa en los medios y poner de manifiesto las debilidades de los argumentos de los antis hace falta una estructura con organización, estrategia y medios. No bastan los llamamientos al buenismo de los aficionados. Ni siquiera el trabajo serio y bienintencionado de muchos que han elaborado datos económicos, de asistencia, recaudación,... Hace falta una estructura que agrupe la tauromaquia. Como la que existe en cualquier otra actividad cultural (cine, teatro,…). Una estructura seria con medios suficientes que represente una interlocución única con las administraciones y los medios y que organice la promoción y la defensa de la tauromaquia.
Sin embargo, crear esta estructura es
tremendamente complicado en lo taurino por muchas razones. Primero, por una
inercia histórica que hace que cada uno de los partícipes del negocio taurino
mire sólo por sus propios intereses y a corto plazo. Y después, o tal vez como
origen de lo anterior, porque sus actores son muy endebles económicamente y su
relevancia en el sector es mudable con tremenda facilidad: los toreros y las ganadería
que hoy son importantes no saben si lo serán dentro de tres o cuatro años y los
empresarios dependen por lo general de contratos con las administraciones
públicas de duración muy limitada. Tal vez por eso, los únicos que de verdad
tienen una organización fuerte y poderosa, son banderilleros y picadores, con
una organización sindical de férreas convicciones y consignas…
Además, los distintos estamentos
taurinos han mirado siempre con recelo a los que pasan por taquilla. El
fenómeno asociativo vinculado con la actividad taurina (peñas, asociaciones,
foros,…) es único y masivo en un país como España, donde tan reacios somos a
cualquier tipo de organización de la sociedad civil. Pero es, en general, y
salvando muy pocas pero notables excepciones, un asociacionismo lúdico. Y, en
todo caso, con asociaciones independientes sin coordinación real para realizar
tareas comunes. Además, empresarios y toreros prefieren público de aluvión y
aplaudidores entregados antes que aficionados exigentes y críticos. Por eso, no
han aprovechado y han echado tierra sobre numerosos trabajos desinteresados de
aficionados que, vinculados al mundo académico o profesional, han realizado
aportaciones de muchísimo valor en los últimos años. Y más podrían haber hecho de
haber tenido una mínima ayuda por parte de los que viven de esto. Hay quien
dice que la mediocridad de la mayoría de los que conforman el sector taurino es
la causa de este comportamiento con aquellos aficionados, a los que ven como
potenciales enemigos que pueden ponerles en evidencia.
También por este motivo, los únicos
intentos serios de crear una cierta organización (Mesa del Toro y similares)
han acabado en un rotundo fracaso. Se trataba de representar a los sectores,
con una dotación presupuestaria insuficiente y donde los puestos no se eligieran
entre profesionales reputados, sino por cooptación entre los mismos de siempre,
sin experiencia ni capacidad en las labores a las que la institución estaba
llamada.
Sin embargo, a pesar de las
dificultades y de los fracasos anteriores, esta estructura que defienda y
promocione la Fiesta es imprescindible y urgente. Imprescindible porque los
ataques que está recibiendo la Fiesta en este momento vienen de muy diversos
ámbitos y hay que hacerles frente de forma contundente y profesional. Y urgente
porque, a pesar de los antis, la Fiesta vive ahora un momento bueno en número
de festejos, que permite un discurso optimista y una financiación aceptable;
pero nada garantiza que si los ataques continúan este optimismo pueda
mantenerse.
Esta estructura debe partir de los
profesionales, pero debe organizarse al margen de estos. Debe tener carácter
independiente, con una financiación suficiente y estable (un porcentaje o
cantidad fija por cada entrada vendida), unos objetivos claros y un mandato
concreto. Debe tener una cabeza visible independiente de los taurinos, con
experiencia profesional en la gestión y aglutinar un equipo de profesionales
de, al menos, la comunicación, la economía, el derecho y la veterinaria. No
debe suplantar las reivindicaciones concretas de cada sector, ni las relaciones
entre estos, sino promocionar y defender la tauromaquia en su conjunto. Tratar
de hacerla más visible en los medios, ser interlocutor con todas y cada una de
las Administraciones y defender jurídicamente a cada profesional o aficionado
que sea agredido por los antitaurinos, o al conjunto de la tauromaquia cuando
esta sea agredida en medios, manifestaciones ilegales, etc.
Si fuera posible, deberían añadirse,
para mí, dos actuaciones promocionales clave. Por un lado, la creación de unos
premios anuales de la tauromaquia con una gala del mismo nivel que las
existentes para el cine (Goya) o teatro (Max). El esquema ya está inventado y
en la tauromaquia lo ha iniciado, con pocos medios y un alto nivel de
excelencia, el Foro de la Juventud Taurina. Pero hay que hacerlo aun más
grande, incluir más categorías y conseguir que se retransmita en TVE igual que
se hace con los Goya o los Max. La segunda sería incentivar y ordenar la
investigación universitaria en toro a la tauromaquia en sus diversos ámbitos.
La Universidad es un espacio en el que se han hecho cosas muy interesantes,
pero deslavazadas. Darle coherencia y algo de financiación puede ser clave para
el futuro.
Los detalles de la forma de
organización de este ente, su dirección, control, etc. exceden de este
análisis. Se han hecho propuestas al respecto: Ángel Moreno y Andrés Verdeguer plantearon
una líneas maestras sobre una Academia de la Tauromaquia; en Francia el ejemplo
de organización es extraordinario; otros han hablado de extraer ideas del
Fútbol, o de la Academia del Cine,… Lo cierto es que, a diferencia de Francia
donde aficionados con un alto nivel profesional han estado involucrados en la
gestión de la Fiesta desde hace muchos años, en España la iniciativa tiene que
partir de los estamentos profesionales (UCTL, ANOET, Unión de Toreros y
similares). Pero deben hacerlo sólo para convocar y estructurar algo que, una
vez creado, sea gestionado por profesionales. Será un acto de generosidad.
Tanta, que les puede asegurar la pervivencia de sus empresas por mucho más
tiempo que si no se hace nada.
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