Como
aficionado, admiro a los toreros. A todos y cada uno de ellos. Sé lo difícil
que es llegar a tomar la alternativa y cómo llegar a ser figura es casi
imposible. Sé también lo mudable que es la fortuna en el mundo del toro y cómo
una cogida puede truncar una vida o una carrera de éxito. Por eso, pretender
decir a los toreros qué tienen que hacer para mejorar la presencia de la Fiesta
en la sociedad, para salvaguardarla y llevarla a la modernidad, me parece
temerario. Porque es lícito que se jueguen la vida con los toros que quieran y
por el dinero que consideren. Porque no saben qué será de ellos ni de los suyos
mañana…
No
obstante, creo que no estaría de más que, de vez en cuando, las principales
figuras reflexionaran si no deberían cambiar ciertas actitudes para mejorar la
situación de la Fiesta. Me refiero a asuntos tan sencillos como ser más
trasparentes a la hora de explicar por qué quieren tal o cuál ganadería o
compañeros, a dar entrada en sus carteles a toreros jóvenes con interés, a
ampliar el abanico de ganaderías que torean y los compañeros con los que lo
hacen,… La premisa de la Fiesta es la emoción y cuando los carteles se repiten
tarde tras tarde, nada impide que en el ruedo exista esa emoción. Pero uno
puede legítimamente suponer que la emoción será menor que si cambian los toros
y son otros toreros los que entran en liza. Esto no quiere decir, sería
absurdo, que Morante tenga que matar toda la camada de Miura. Pero sí que no es
obligatorio que mate toda la de Zalduendo, ni que se acartele de forma perpetua
con Manzanares. Como Juli podría torear algo menos de lo de Garcigrande e
incorporar otras ganaderías en su repertorio.
Y no
estaría de más que intervinieran de forma más activa en la promoción de la
Fiesta, que acudieran a la presentación de los carteles de algunas ferias (como
se está empezando a hacer) y que aprovecharan su tirón mediático para hacer oír
en los medios su voz hablando de la verdad del toreo.
Esta
promoción de la Fiesta desde los toreros puede hacerse incluso sin aparecer… El
ejemplo paradigmático es el de José Tomás. Creo que ningún buen aficionado
puede cuestionar la verdad de su tauromaquia, aunque después unos opten por
respetar su actitud de comparecer cada vez en menos festejos (y en menos plazas
de relevancia) y otros lo critiquen de modo furibundo por ello. En todo caso,
creo que la expectación que despierta cada comparecencia de José Tomás, el
hecho de convertir cada festejo en un acontecimiento tratando de cuidar al
máximo todos los detalles y su extremo compromiso cada tarde son elementos que
deben invitar a la reflexión de sus compañeros.
Junto
a los toreros, los otros grandes protagonistas de la Fiesta son los ganaderos.
Sin ellos, sin su devoción y trabajo continuado para criar el toro bravo, ésta
no sería posible. Ellos son los que más ha sufrido económicamente la crisis en
los últimos años y los que han visto reducir paulatinamente su importancia en
la estructura de la tauromaquia. Todo esto cuando se ha logrado el toro mejor
presentado de la historia, con mayor bravura, nobleza y duración.
Sin
embargo, uno tiene la sensación de que la uniformidad en la presentación y el
comportamiento de los toros es cada vez mayor. Probablemente, en cuanto a la
tipología, esto se ha propiciado por la “autoridad” alentada por cierto tipo de
aficionados y de críticos que, años después, cuando muchas ganaderías han
sucumbido a la presión de un trapío inalcanzable, claman por el retorno a una
variedad de encastes cuya desaparición ellos mismos, o sus antecesores en
cierto modo de ver la Fiesta, propiciaron (el que lo hicieran sin valorar las
consecuencias, no elimina su culpa, la agranda).
En lo
relativo al comportamiento, es más que probable que la uniformidad se deba a
que para la mayoría de ellos, los prescriptores son los propios toreros, y no
los aficionados. De este modo, ciertas virtudes que se aprecian desde el
tendido, se convierten en inevitables riesgos en el ruedo y hacen que los
toreros traten de evitar según qué tipo de acometividad. Sería, por eso,
recomendable, que el ganadero mirara algo más a los tendidos y a la emoción que
desde ellos se reclama. No para evitar la nobleza en la embestida, sino para
que ésta se aúne con la imprescindible bravura.
Además
de esa imprescindible labor de búsqueda de un toro bravo y noble, desde la
variedad de cada encaste y cada ganadería, los ganaderos deben ser conscientes
de que son poseedores de uno de los elementos claves en la defensa de la
Fiesta: la ecología de sus explotaciones ganaderas y el modo de cría del toro
bravo. Abrir estas explotaciones a los aficionados y al público en general es
imprescindible para que una sociedad cada vez más alejada de lo rural entienda
por qué es valioso el ganado bravo y cómo su lidia y muerte en la plaza
permiten unas explotaciones muchísimo más sostenibles ambientalmente que las
que cobijan las razas de engorde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario