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domingo, 11 de mayo de 2008

Madrid (10 de mayo de 2008) - El Catedrático

La corrida de ayer, en casi cualquier otra plaza, no se hubiera celebrado. En Sevilla el mes pasado, sin ir más lejos, se suspendieron corridas con menos motivos. Había estado lloviendo todo el día, a ratos con vehemencia. Pero media hora antes, más o menos, cesó la lluvia. El cielo continuaba encapotado, el día frío y los ánimos muy poco propicios para el festejo. Pero se quitaron las lonas y el pisoplaza apareció inmaculado, perfecto para los toreros. Y se decidió tirar pálante.

A partir de ahí sólo hubo algunos momentos con muy ligeras gotas, pero fue algo breve y menudo. Sin importancia.

Lo que ocurrió en el ruedo, sin embargo, sí tuvo su enjundia. Y lo tuvo, básicamente, porque hubo toros. Que permitían el toreo. Con sus dificultades e imperfecciones, pero haciendo posible, con colocación, oficio y voluntad, el viejo rito.

Sin embargo, a los toreros se les notó una cierta imposibilidad para estar por encima de sus oponentes en el modo en que esta plaza lo requiere. Y no es que no hubiera pasajes de buen toreo o falta de voluntad o de motivación. Es que siempre quedó la sensación de que debía haber ocurrido algo más, que el guión debía haber sido algo distinto.

Eso sucedió, por ejemplo, con Manolo Sánchez en su primero. Tuve que verlo desde las pantallas interiores porque llegué unos minutos tarde y aquí son estrictos prohibiendo el acceso, aunque estés junto al lado de las escaleras (bien hecho por los acomodadores). Y cotejé luego la opinión con algún aficionado que sí había estado en el tendido, que tenía las mismas sensaciones. El toro, al que se le hicieron bien las cosas durante la lidia, había mostrado algún signo puntual de debilidad. Y al llegar a la muleta, Manolo Sánchez se lo llevó al centro del ruedo y comenzó su faena con la derecha, a media altura, sin obligarle. El toro iba de dulce, y el toreo tenía sabor. Los muletazos bien trazados, las series largas y amplios descansos entre serie y serie para que el toro se repusiera. Pero al no obligarle, se quedaba todo a medio gas. Cuando había la sensación de que no se hubiera caído, y de que hubiera aguantado una faena más de verdad. Al echarse la muleta a la izquierda (el mejor pitón del toro) tardó en acoplarse, pero cuando lo hizo y echó abajo el engaño consiguió los momentos más lucidos. Al final, encima mató mal. Con lo cual, que tuvo un toro como el que probablemente no vuelva a tener en Madrid, y no tuvo la decisión, la claridad, el valor o el conocimiento torero para deslumbrar al público. Muy mala señal cuando se trata de un torero con tantos años de alternativa y que no puede desperdiciar una oportunidad así si de verdad quiere dejar alguna huella en los años que le queden como matador.

Su segundo fue más complicado, y aunque lo intentó por ambas manos, lo hizo sin la colocación adecuada y sin convicción. Tampoco superó al toro.

Eugenio de Mora estuvo dispuesto toda la tarde y dio pases. Muchos pases. Pero que recordemos… Bueno, si caigo ya se lo digo luego. Vamos, que hubo mucha cantidad, pero poca sustancia. Su primero, aunque algo flojo, era un toro con clase. Pero Eugenio no se colocó bien en los cites, tiró de él con mucha violencia y vaciaba los pases hacia fuera. Todo lo cual condujo a que la faena careciera de hondura y el toro acabara en el suelo varias veces por la combinación de su flojera y de la violencia del torero. En las notas apunté que se le debía agradecer el esfuerzo, pero que hizo una faena muy vulgar. Tal vez sea exagerado, pero no se me ocurre tampoco ahora una forma mejor y menos dolorosa de resumirlo. Con la espada, fatal.

En el quinto, un toro que fue bien al caballo, no terminó de acoplarse con la muleta. El toro iba un poco rebrincado y cabeceando. Pero cabe la duda de qué hubiera pasado si se hubiera colocado en su sitio, le hubiera aguantado y obligado por abajo. Por que cuando lo hizo con la izquierda, casi al final de la faena, el toro humilló. Nuevamente, después del bajonazo, nos quedó la sensación de que había más juego en el toro.

Por su parte, Antonio Barrera tuvo una actuación decorosa, demostrando unas notables dosis de valor. Aunque a sus faenas le faltaron empaque. A su primero lo recibió en el centro del ruedo con un pase cambiado escalofriante (algún día habrá que hablar de cómo, cuándo y por qué hay pases que se pone de moda…). Luego, dio un par de series con la derecha trayéndose bien al toro, aunque sin demasiado ajuste. Por la izquierda no logró acoplarse y cuando volvió a la derecha el toro ya se quedaba corto. Finalizó con unas manoletinas impresionantes a un toro que aún venía con cierto tranco, rematando con un vistoso adorno. Después de una estocada casi entera el toro se fue a morir a chiqueros.

Al último de la tarde lo recibió con verónicas bastante aceptables, una de ellas especialmente honda. Con la muleta, volvió a citar al toro desde el centro del ruedo, pero esta vez para ligar una tanda de derechazos. Siguió con varias series con esa misma mano, dando también mucha distancia. Con la izquierda, nuevamente, hubo menos ajuste. Pero lo cierto es que el toreo con la diestra, por la distancia, llegó fuerte a los tendidos, que a la muerte del toro pidieron una oreja que no se concedió.

Personalmente creo que al torero de Barrera le falta profundidad, hondura y ajuste. Pero no es de recibo que, cuando estaba siendo ovacionado por una buena parte de la plaza al finalizar una serie en el tercero, alguien gritara: “¡Hoy aquí huele a pueblo!”. ¿A qué tipo de pueblo? ¿A villa manchega? ¿Pueblo blanco andaluz? ¿Puerto pesquero de levante? El tipo aquel, que no tenía, por cierto, ni voz ni hechuras de catedrático, quiso empequeñecer el elogio. Acto ruin en sí mismo, pero más si se hace asociando el pueblo con la vulgaridad. ¿O es que Camas –Romero y Camino- es capital de provincia? ¿Y Jerez –Paula-? ¿Borox –Domingo Ortega-? ¿Galapagar –José Tomás-? ¿Chiva –Ponce-? ¿O es que hay alguna figura que haya nacido en París, Londres o Nueva York y aún no nos hemos enterado?

¡Vaya fauna!

1 comentario:

José María JURADO dijo...

"En Sevilla el mes pasado, sin ir más lejos, se suspendieron corridas con menos motivos"

No estoy de aucerdo, las cancelaciones en Sevilla fueron todas justas y necesarias, distinto es que la empresa sea tan cafre como para no saber mimar el ruedo tan bien como en Madrid, que nos privó de ver a Morante, Juli y Manzanares juntos. En su pecado de avarienta la empresa se llevó a un presidente por delante (el primero de los 2 que ha "dimitido" ya Salvador Vega).

Si Salvador Vega torea manda un parte, Presidente. Pásalo.


En cuanto a Madrid, este señor dijo la verdad: Madrí es un inmenso pueblo manchego ¡y a mucha honra!¡Que sí!