Entrar en un cartel para sustituir a un compañero no debe ser plato de gusto.
Pero hay quien agradece la oportunidad y la aprovecha. Es lo que le sucedió a Diego Urdiales, que después de haber toreado sólo tres corridas el año pasado (entre ellas, el comentado indulto a un victorino en Logroño) ha entrado en San Isidro sustituyendo a Serafín Marín.
Y a pesar de ese corto bagaje, demostró mayor cuajo torero que casi todos los que hasta ahora han pasado por la Feria.
Su primero fue un gran toro, al que toreó con mucho gusto por ambos pitones. Bien colocado, bajando la mano, templando, gustándose y con cierta variedad. Mató muy mal y eso le privó de cortar una oreja.
Lo del cuarto fue otra cosa. Un toro de encaste Torrestrela de 645 kilos y casi seis años. Un toro, por tanto, cuya lidia en los primero tercios fue complicada, pero con el que Urdiales estuvo tremendamente serio en la faena de muleta. El toro tenía un recorrido corto, pero a base de aguantarle y de llevarle dominado consiguió robarle pases muy estimables. Valor, entrega, seriedad y buen toreo. Además de una estocada auténticamente excepcional, echándose arriba con una decisión impresionante. Oreja cortada a ley que debe abrirle más puertas.
Por su parte, Fernando Cruz dejó un buen quite en el primer toro de Urdiales. Luego, en el primero que le correspondía, estuvo como ausente, frío, sin acabar de acoplarse.
Con el quinto, al que se le dio una lidia infame, salió más decidido. Pero el toro tenía un punto violento que hizo que le punteara en casi todos los muletazos. Poco a poco fue consiguiendo la distancia y el temple para evitarlo, pero sin conseguir nada artístico.
El Capea tiene una cuadrilla auténticamente excepcional. Al nivel de las mejores que podamos ver en cualquier plaza en las corridas de las figuras. Pero el señor, como diría el clásico, no da razón a los vasallos para esta entrega. No le faltó interés y la plaza no le acogió con cariño. Pero su toreo tampoco dio razones para el alborozo. Muchos pases, pero sin especial interés. Ni por la colocación, distante, ni por el temple, ausente, ni por la gracia, que no pudimos o supimos entrever.
De momento dos modestos que no estaban en las quinielas, Joselillo y Diego Urdiales, ha hecho lo más destacado. Es lo que tiene Madrid. Para bien y para mal.
Porque, que nadie se engañe, esto es sólo la llave para que les den más oportunidades. Ganas parece que no les falta. Pero para tener el oficio, el temple y el reposo necesarios para cuajar de verdad un toro hay que torear más. Mucho más.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
...pero las ferias ya están hechas ¡y de qué forma!
Publicar un comentario