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sábado, 17 de mayo de 2008

Madrid (17 de mayo de 2008) - El signo de los tiempos

Debe ser el signo de los tiempos. De un arte señorial y noble primero, campero después y que volvió a las plazas para reivindicar un modo austero de conducir y alancear al toro, se ha pasado a un ejercicio vistoso, alegre, deportivo, circense y muy poco torero.

Nada hay que objetar al hecho de que Pablo Hermoso de Mendoza haya colocado al rejoneo en un lugar destacado de las ferias, que haya reivindicado su dignidad, que haya acabado prácticamente con las colleras,… Pero, a cambio, tenemos que resignarnos a que no se valore el buen toreo a caballo y que sean las cabriolas y las muestras de doma lejos del toro las que lleguen al público.

La corrida que ha enviado hoy el maestro Capea a las Ventas con este nuevo hierro específico para rejones (San Pelayo) ha resultado sosa, ha manseado, ha tenido una importante tendencia a refugiarse en las tablas y se ha parado pronto. Por eso, los rejoneadores no han podido lucirse como acostumbran y se han tenido que esforzar notablemente para conseguir algunos pasajes de interés.

El triunfador ha sido Andy Cartagena, que en el sexto ha cortado las dos orejas después de una monta espectacular y vistosa, que ha llegado con fuerza a los tendidos. Pero en cuanto al toreo, los peros son muchos: no ha llegado bien a los embroques, ha clavado pasado el estribo casi siempre, ha hecho muchísimas pasadas en falso (convertidas, eso sí, en ovaciones al volverse al respetable y apuntarle con la banderilla) y ha matado de un bajonazo infame. Pero que el público ha vibrado, no cabe duda. Y que ha pedido con fuerza las dos orejas, tampoco. Ha sido la decisión de la mayoría. Respetable y acatada, como sucede en la política. Pero fruto de la sugestión y el espectáculo, no del rigor y los cánones. Como si de una campaña electoral se tratara. Es el signo de los tiempos.

En su primero, el toro le tocó en varias ocasiones al caballo, aunque consiguió llevarle enganchado bien a la grupa en un par de ocasiones. Lo mejor, una banderilla larga al violín puesta a cámara lenta.

Pablo Hermoso ha cortado una oreja en el quinto después también de una faena con algunos momentos de conexión con el público, pero en la que tampoco destacó especialmente el toreo a caballo, salvo cuando enceló al toro de salida en el centro del ruedo y un par de momentos en que lo enganchó bien a dos pistas con Chenel.

En el segundo, demostró también su buen manejo de las monturas y de las suertes, pero el toro fue tan soso y parado como sus hermanos (a excepción de quinto y sexto, que duraron algo más). No hubo tampoco brillantez ni trofeos.

Y Joao Moura (padre), sin cortar trofeos, fue quizá el que hizo la monta y el toreo más ortodoxo. Después de treinta y cuatro años en esto, es evidente que sus influencias no son las que han tenido Pablo y Andy, sino la de los viejos caballeros portugueses y españoles de mediados del siglo XX. Eso se nota en su estilo y se agradece. Aunque se le ve congestionado a veces por el esfuerzo y en ocasiones algo falto de reflejos y cometiendo errores en los encuentros. Pero tiene una monta rigurosa y unos caballos magníficos (de una belleza sublime el bayo con el que cerró sus dos faenas).

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