En tardes como la de ayer, uno se da cuenta de lo difícil que es esto.
Lo difícil que es para un ganadero criar un toro que, respetando el tipo de su encaste, sirva para Madrid y además acuda bien al caballo y embista siempre por abajo permitiendo una faena lucida. Lo difícil que es para los toreros modestos cambiar su suerte cuando tienen que vérsela con corridas complicadas en las que, además de valor, hace falta mucha técnica para poder sacar algo vistoso. Lo difícil que es para las cuadrillas de estos matadores lidiar bien a unos toros en los que esa buena lidia es imprescindible para que luego saquen lo que tienen de bueno y aminoren los defectos. Lo difícil que es, además, hacer todo esto en una plaza llena porque la corrida está en el abono, sabiendo que si el mismo cartel se anuncia cualquier otro domingo en la plaza están sólo los habituales y los extranjeros que tienen incluida la visita a los toros (un par de ellos, no más) en el circuito turístico del día.
Y lo difícil que es que, a pesar del enorme beneficio que esta corrida supone para la empresa, se hagan las cosas bien. Que funcione, es un ejemplo, la megafonía. Porque no funcionó, por dos veces consecutivas, cuando trató de anunciar que al finalizar el paseíllo, como todos los 16 de mayo, se guardaría un minuto de silencio en recuerdo de la muerte de Joselito el Gallo en Talavera hace ya… Como se viene haciendo, por otro lado, todos los años. Pero el personal no se enteró por qué era el minuto de silencio y muchos se imaginaron que eran en recuerdo del último Guardia Civil asesinado por ETA. Con lo cual, al igual que el día anterior (cuando sí se guardó por este motivo) una voz del tendido gritó mediado el silencio: ¡Viva España! Pues ¡viva! Pero para mí que ni el que gritó, ni los que le respondieron, ni la mayoría de los que se callaron sabían por qué lo estaban haciendo. Con lo barato que debe ser un equipo de megafonía que funcione.
Para mí, la de hoy es también una crónica difícil. Les cuento. Esta es la primera vez que veo lidiar en la plaza una corrida de toros que he visto antes en el campo. Gracias a la amabilidad de los ganaderos, un domingo de abril pude visitar la finca y ver en el cercado los toros separados para esta corrida. Por eso, ayer asistía con un especial interés a ver lo que hacían en el ruedo. A ver triunfar a los toros. Es, quizá, la primera tarde en la que he sido “torista”. En la que he tratado de fijarme más, mucho más, en los toros que en el lucimiento de los toreros. Pero aún así es difícil, terriblemente difícil, valorar si el nulo resultado artístico de la tarde se debió sólo a los toros o a que no todo se le hizo como se debiera.
Y me explico. La corrida no fue una corrida fácil, brava y colaboradora. Los toros, en distinta intensidad, mansearon, cabecearon, tenían una embestida difícil, reponían (sobre todo a partir del segundo o tercer muletazo) y no humillaban con claridad. Pero tenían otras virtudes. Por ejemplo, que varios de ellos iban de lejos y que cuando se les obligaba acababan humillando y obedeciendo. Obviamente, conseguir mandarles era terriblemente complicado. Pero, ¿hubiera sido posible haber visto algo más si se les hubiera picado bien, se les hubiera lidiado en condiciones y los toreros les hubieran obligado desde el inicio de las faenas por bajo, en vez de tratar de pegarse con ellos –como hicieron algunos- o de empezar las faenas por arriba –como sucedió otras veces-? ¿Y hubiera servido el segundo que salió con buen tranco, pero al que devolvieron después de que se lastimara en un tremendo topetazo que se dio con el caballo de picar que guardaba la puerta cuando se fue hacia él desde muy lejos sin que nadie tratara de retenerle por no estar colocado cada uno donde debía? Sinceramente, no lo sé. No soy capaz de valorarlo. Me temo que los toros fueron algo peores de lo que traté de vislumbrar, pero que también unas manos más expertas y una lidia más cuidadosa nos hubieran hecho ver otra corrida.
Nada que objetar, en todo caso, a la actitud de los tres matadores. Que estuvieron dispuestos y tratando de sacar lo que su experiencia, conocimiento y sentido del toreo les dicta a cada uno.
Rafaelillo, por ejemplo, al que en primero lo lanzó un par de veces por los aires. La primera, por empeñarse de forma insistente en darle un pase de pecho desde un lugar en el que quedaba descubierto y la segunda porque el toro aprendió muy rápido y reponía mucho. Pero que estuvo ahí con valor e interés. En el cuarto, también lo intentó, pero se quedaba un tanto al hilo del pitón y le costó bajar la mano a un toro que cuando se le obligaba mucho, sí pasaba algo mejor.
Iván Vicente, por su parte, intentó hacer su toreo de buen corte. Pero no era la tarde para ello. El segundo bis iba de lejos, pero cabeceaba mucho cuando se le llevaba a media altura. Mediada la faena se le vio algún pase más templado. En el quinto, un sobrero del Jaral de la Mira, también intentó hacer las cosas bien, pero sin llegar a conseguirlo. En gran parte porque el toro no lo permitía y en otra porque tal vez le faltó algo de experiencia.
Y Javier Valverde nos dio el susto de la tarde en el sexto, que le cogió de muy mala forma en el pecho, aunque finalmente parece que no le caló. Su primero fue el toro más parado de la corrida y él tampoco pudo poner la emoción que faltaba. Además, falló con los aceros y después de varios pinchazos el toro se echó por dos veces sin que le clavara una estocada en condiciones. En el sexto, con mucha transmisión, que se arrancaba de lejos, pero con dificultades varias, se la jugó limpiamente y le acabó volteando. Valor, sin duda, no le faltó.
Por lo demás, la Infanta Elena asistió con invitados diversos al Palco Real, pero se quedó sin que le brindaran ni un solo toro. No sé si porque los toreros se han hecho todos republicanos a semejanza de JT o si es por no brindar toros a los que no venían muchas posibilidades. En todo caso, que teniendo la posibilidad de acudir todas las tardes, la Infanta haya venido a esta por primera vez en San Isidro, creo que sería para que toreros modestos como estos trataran de agradecérselo. Pero ellos sabrán.
sábado, 17 de mayo de 2008
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