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viernes, 16 de mayo de 2008

Madrid (15 de mayo de 2008) - Ahí quedó

El Cid cogió la muleta y la espada, hizo caso omiso de las protestas al toro, y se fue prácticamente al centro del ruedo. Allí, sin probaturas, citó al animal con la mano izquierda, se lo trajo toreado y ligó la primera serie de naturales largos y profundos. Luego, siguió toreando de la misma guisa al natural como si tal cosa, cada vez más hondo, con más sabor. Se colocaba en el sitio justo para que el toro pudiera venir desahogado, embarcarlo y ligar las series. Y fue gustándose por momentos, desmayando la mano izquierda a la vez que la llevaba hasta atrás en cada pase.

Cuando mudó de mano, dio también un par de series con mucho empaque. Hubo sobre todo un par de naturales y un derechazo para hacerles una estatua. Y muy bien rematadas todas las series con pases de pecho de cabeza a rabo.

Unos pases de adorno pintureros, sevillanos,… Y a matar. Bueno, a intentarlo. Porque hace falta tener mala suerte para pinchar una faena como esa después de haber matado como mató al primero. No es la primera faena de dos orejas que emborrona en Madrid. Y las veces anteriores necesitaba mucho más el triunfo. Pero también ahora resulta frustrante. Después del primer pinchazo (hubo más) se echó la muleta sobre el rostro en un gesto de impotencia, de rabia y de dolor.

Pero el toreo quedó ahí. Sublime. Para seguirlo degustando en la memoria, para que pongan el video en las escuelas de tauromaquia un par de veces por semana, para que los novilleros aprendan cómo se hacen las cosas, para que los que vienen a Madrid una tarde con ninguna otra plaza contratada no duden a dónde hay que irse, ni qué es lo que hay que hacer para poner a todo el público de acuerdo. Para el recuerdo. Y para el agradecimiento a un torero de verdad.

Nunca he sido muy partidario de este torero, que es sin duda quien mejor torea a los victorinos y que tiene una zurda prodigiosa. Pero siempre había un punto en sus faenas que me hacían dudar. Ayer me convenció rotundamente, sin fisuras.

También en el segundo, un toro más flojo al que dio mucha distancia y también se trajo toreado. Sobre todo con la mano diestra, porque al natural el toro va peor y la faena perdió algo de intensidad. A pesar de lo cual recetó una gran estocada y hubo petición de oreja no concedida por el Presidente.

Juan Bautista, por su parte, no dio continuidad a sus anteriores triunfos en esta misma plaza. En parte por una mayor complejidad de sus toros y en parte por una cierta falta de acople, dejó sólo ligeras pinceladas de su estilo. Sobre todo en algunas series con la derecha en el cuarto.

Y Talavante sigue sin encontrarse. Está espeso, sin ideas. Sus toros permitían un lucimiento que no hubo. A veces los llevaba a media altura, otras los conducía hacia fuera, le tocaban la muleta, variaba las distancias sin saber dónde quería hacer la faena,… Algunos detalles con la capa y la estocada en su primero, lo único destacable. Cierto que es joven y que lleva muy poco tiempo de matador. Que no es extraño que se note el cambio de escalafón. Pero cuando se ha estado en figura un año, resulta complicado justificar con la edad un cambio tan profundo en el toreo y, sobre todo, en la actitud.

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