Son muchos días seguidos sin ver toros en Madrid. El jueves, por una comida que se presume amable y acaba como el rosario de la aurora a eso de las siete de la tarde, el viernes, sábado y domingo por aquello de inaugurar una ganadería en Nimes (ya hablaremos de eso en detalle) y el lunes porque hay quien se empeña que hay que ir de viaje a mantener una reunión insustancial em horarios que no permiten la vuelta antes de la hora del festejo.
Volvía a la corrida de la prensa como quien acude a un rito personal, íntimo, que le han hurtado durante mucho tiempo. Pero la verdad es que el material tampoco da para mucho...
Los toros han resultado insulsos y mansos (algo inhabitual en esta ganadería). ¡Algo habrá que hacer!
Abellán estuvo dispuesto en sus dos toros aunque no redondeó ninguna de sus dos lidias. En parte porque los toros no tenían mucha gracia y en parte porque para sacar algo en claro habría de comprometerse con una habillidad muy particular. A cambio, destacar el magnífico par de banderillas de su cuadrilla al primero de la tarde, manso de solemnidad al que los rehileteros aguantaron de forma excepcional.
El Juli estuvo, como siempre, en maestro, pero los toros no le permitieron más. Detalles y tensa espera a la feria del aniversario.
Y Miguel Ángel Perera volvió a demostrar que está en un momento dulce de forma y que, sea quien sea quien acude a verle, tiene que encontrar una honestidad al menos del nivel de la suya.
Pero, al final, tarde sin mucha historia...
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