El segundo de la tarde, Agitador de nombre, ensabanado según el programa, pero carbonero según la tradicional nomenclatura de las capas de los toros de lidia fue un gran toro, un toro de los que gustan en Madrid y un toro con el que uno no puede dejar de reventar los tendidos. El toro tuvo movilidad, nervio y transmisión, mucha transmisión. Pero además humilló y siguió la muleta por ambos pitones. Por si fuera poco, Pedro Iturralde ejecutó de forma impecable la suerte de varas. Paco Ureña tuvo el mérito de enseñar al toro, de colocarlo muy bien para el picador y de no escatimar ningún esfuerzo. Pero la faena de muleta fue irregular, no llegó a la rotundidad que todos hubiéramos querido. Y falló con los aceros. Es cierto que el público de Madrid tiene cierta tendencia a ponerse del lado de este tipo de toros; pero con toros así es con los que han triunfado y han roto de forma inapelable el escalafón durante muchos años los toreros que venían con absoluta necesidad de hacerse un hueco en esto. Toreros que llegaban con hambre, no sólo de triunfo... El quinto fue otra cosa, decía mucho menos y en las cercanías pareció apagarse más. La oportunidad había pasado.
Cesar Jimenez no tuvo el mejor lote. Ninguno de los dos sirvieron de verdad. Pero dio la sensación de torear demasiado para sí, de olvidarse del público hasta un punto que parecía realmente ausente.
El Payo tuvo el otro toro bueno de la corrida, el tercero bis (el tercero fue devuelto con una rapidez inusitada y sin que apenas hubiera habido protestas). Y demostró un buen manejo del capote y un toreo al natural de verdadera buena nota. Pero no estructuró la faena, ni se colocó ni remató la faena como tiene que hacerse en una plaza como esta. En el sexto volvió a mostrar que traza muy bien los pases, pero le faltaba colocación y garra, con lo que tampoco dijo mucho.
Una corrida en fin, con un toro de mucho interés y otro que también hubiera permitido más.
Grandísimo tercio de varas de Iturralde, haciendo perfecta la suerte. Y buen primer puyazo de Tito Sandoval (en la segunda vara, el peón le metió directamente al toro debajo del peto antes de sacarlo con un capotado que le hizo dar una voltereta). Efrén Acosta no fue ni una sombra de quien hace años tanto llegó a emocionarnos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario