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viernes, 1 de mayo de 2009

Una oreja al cambio

Torrealta en horas muy bajas
Fandy (sic)
Manzanares
Talavante


Seguimos hundiéndonos en la más profunda desesperación taurina, a mí alrededor ya son varios los que han desertado ante el desierto solar del albero y bastantes los que se han juramentado ante la Piedad del Baratillo para no renovar el abono, ese sacrilegio.

La verdad es que esto ha sido siempre así: “el toreo es un milagro y por eso es tan bello”, dicen que dijo Morante el día de los Victorinos.

Como experiencia personal apunto que tras larguísimas tardes de cemento y sol en Madrid, en los 90, sin ver nada más que el paseíllo deserté absolutamente.

Y me perdí los primeros años de JT, etc.

No creo que me suceda esta vez porque cada día siento una punzada de ilusión nueva cuando vengo a la Plaza y porque bajo los arcos de la Maestranza me encuentro infinitamente más feliz que en cualquier otro lugar, con la excepción hecha, quizá, de mi propia casa y de la Plaza de San Marcos, en Venecia, que ganaría mucho si en ella se volvieran a correr toros, de lo que hablaré otro día.

Pero esta deserción de aficionados, esta falta de bravura, es el verduguillo de la Fiesta: mientras haya toros para indultar en Barcelona la razón estará de nuestra parte, sin toros, no habrá nada que razonar.

Con estos toros es imposible que se forme una afición porque a poco que se repita otra feria, una generación se queda sin ver torear. Lo que le debemos a JT es incontable, precisamente por esto.


Frente a la patente extinción de la bravura lo del precámbrico se queda corto.

Algunos de mis compañeros proponen hacerse del tenis porque Nadal gana siempre y, después de todo, la tierra batida y el albero se dan un aire. Además en el tenis tampoco se sabe cuanto dura el festejo y los sets son de seis puntos -creo- como los seis toros seis.

Vamos a lo poco que vamos:

los toros de Torrealta en la línea del encaste Domecq, la nada.

Se corrieron 2 sobreros y el del Serrano dio algo de juego, permitiendo el triunfo de Manzanares que nos ha vuelto a redimir de la apatía.

Esta vez sí que, en un arrebato de inspiración, ejecutó el cambio de manos marca de la casa recibiendo a cambio una merecida oreja. Porque la faena, sobre un toro sin fuelle, tuvo el temple del derechazo largo y hondo, de mano baja, y se compuso en las tres o cuatro tandas que el toro permitía, resultando soberbia la estocada.

Sin embargo en su segundo Manzanares adoleció de una gran falta técnica, les pasa a muchos artistas, sin ir más lejos Alejandro Talavante hizo ayer una exhibición de toreo negativo.

Talavante, que debe aprender a coger el capote, en su primero tuvo poco que hacer, pero en el segundo estuvo completamente en sombra, en estado OFF total, empeñado en torearlo porque sabía, como sabíamos todos, que el toro, aunque flojito, era de triunfo.

Una pena.

Sucede que si no hay toro de carril no les sale la faena pensada. Y de carril nada de nada, eso ya no existe.

En cuanto al Fandy (permítanme escribirlo así porque es lo que le pega a una estrella pop) ¡qué decir! Mantazo tras mantazo. En cuanto a las banderillas todos los pares que ejecutó, sin excepción, fueron a toro pasado y sin emoción. El feriante que viene una vez al año y que ha oído hablar de él en los rumbosos programas de Canal Sur lo aplaudió mucho. Pero no.

Esperamos hoy a Ferrera, pero sobre todo a los toros de Fuente-Ymbro, para ver banderillas poco ortodoxas, pero explosivas.

De momento es Manzanares el triunfador del ciclo, pero poco importa.

Esperamos un cambio, queremos darle dos orejas al cambio, al cambio de manos de la nefasta empresa gestora de la Plaza de Sevilla y, ya de paso, una larga cambiada revolucionaria a los maestrantes, que por algo es hoy es 1 de Mayo y el único rojo que veremos será el de la muleta de los toreros, ¿dónde están los sindicatos?

Donde los toros bravos ¿dónde?

Al vuelo: cartel del Domingo de Resurrección, Morante, Talavante y el Mangante. ¡Ay esos toros de antes!

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