¡Ay de aquellos años en los que había una tarde, al menos una, de la Feria de la Comunidad, de toreros y ganadería de renombre! ¡En las que incluso podía llegar el triunfo!
Este año los carteles evidenciaban una desgana (o desfachatez) asombrosa. Pero el domingo era tarde de ceremonias. Tarde de ceremonias y de nada más.
La ganadería de Adelaida Rodríguez ganaba antigüedad (léase, que era la primera vez que lidiaba toros en la Plaza de Las Ventas). Los toros estaban bien presentados y alguno se dejó. Pero poco, muy poco. Y sin que ello significara en ningún momento bravura ni casta. Si así andan los que luchan por hacerse un hueco cómo no estarán los que se han ganado ya un puesto entre las ganadería de prestigio y han dejado de notar la presión de tener que convencer a las figuras que pidan sus toros… ¡Cómo estarán! ¿Cómo en Sevilla?
Confirmaba alternativa y abría cartel José Calvo, torero valenciano con más de trece años de alternativa que se dejaba caer por el coso de la calle de Alcalá. El año pasado toreó una sola corrida, en Valencia, debió hacerlo bien y aquello le ha servido para que le coloquen en Madrid. Pero como la suerte no acostumbra a repetirse, pasó lo que resultaba más probable, que se le notaran las carencias propias de la falta de oficio. Para mi gusto, le tocó el mejor toro (el primero) y no supo aprovechar todo lo que tenía, que no era un cortijo en cada pitón, pero sí dos o tres corridas más que asegurarse y con las que seguir insistiendo. Toreó bien en algunas series, pero sin intensidad, sin bajar la mano, poder al toro,… Esta vez no pudo ser. Entre otras cosas porque se eternizó en sus dos toros con el descabello. El cuarto era un toro imposible y la faena resultó completamente intrascendente.
López Chaves está más placeado. Y algo se le nota. Pero también menos de lo que sería de esperar. En su primero, un toro con sus complicaciones, estuvo algo despistado. Y en el quinto, un toro que iba, dio bastantes pases, pero casi siempre fuera del sitio en el que podía parar, templar y mandar. Toreo al hilo del pitón y tirando líneas.
Andrés Palacios nos hizo ilusionarnos con alguna de las verónicas que instrumentó en el recibo al tercero, pero a la faena de muleta le faltó hondura. Muchos pases, pero pocos templando la embestida y llevando toreado al animal. Algo mejor en los adornos por bajo y buena estocada. En el sexto empezó la faena de muleta con varios pases por alto sin moverse; buena disposición y muchos pases, pero en general acelerados y con enganchones. El publico le agradeció la disposición.
Tarde aburrida. ¿Tarde de presagios? ¿De más ceremonias de la nada? ¿De más nada sin ni siquiera ceremonias, ni liturgias, ni emoción,…?
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