Lo que está ocurriendo este año en Madrid por San Isidro es una suerte.
Es una suerte, por ejemplo, que hasta hoy ningún día se haya puesto el cartel de no hay billetes. Y que no haya huecos sólo en los altos del cinco y del seis, sino que haya mucho cemento suelto repartido en los tendidos de sombra. Es una suerte que hoy las casetas de la reventa oficial estuvieran vendiendo sus entradas al mismo precio que en taquilla.
Si el asunto continúa con esta progresión, y los políticos se muestran tan lúcidos para resolver la crisis como han demostrado en el debate de hoy, en dos o tres años no habrá ningún problema para conseguir los abonos que uno quiera. La feria se habrá reducido y los carteles serán mejores, mucho mejores.
Por eso es por lo único por lo que uno puede ver con optimismo una tarde como la de hoy. Tarde de dos toreros valientes y entregados (Iván Fandiño, que confirmaba alternativa y Morenito de Aranda) y un torero que si quiere ser fiel a su estilo va a ser imposible que Madrid le respete (Antonio Ferrera).
Considerar que los errores de estos empresarios y las insoportables tardes que estamos sufriendo son el germen de una regeneración de la forma de ver toros en Madrid es la única posibilidad de no mandar al garete la afición, los abonos y la necesidad de reconfigurar la vida diaria para poder venir tarde tras tarde durante un mes entero.
Los toros de hoy (Pereda y La Dehesilla) han sido mansos en toda la profundidad del término y en las diversas variantes (en malo) que este adjetivo conlleva para los bóvidos de lidia.
Los toreros, como queda dicho, se dividen en dos grupos. Aquellos a los que Madrid ha agradecido el esfuerzo (Fandiño y Morenito) y aquel a quien ha protestado todo lo que hacía (Ferrera).
Fandiño confirmó con el único toro que se dejó dar algunas series. Y las dio, con la derecha, ligando y bajando la mano. Con la izquierda no pudo tener el mismo lucimiento (el toro protestaba) y cogió rápido el estoque de verdad. Pinchó y mató de una estocada algo caida que impidió un reconocimiento algo mayor a las palmas y el saludo desde el tercio. Llama la atención la decisión y limpieza en una tarde en la que se jugaba tanto. El último de la tarde era manso en peligroso, se le picó poco y mal y llegó entero a la muleta, protestando y buscando todo lo que se movía. Le dio un golpe fuerte en la mano y lo volteó por tratar de sacar faena donde era evidente que no la había. A este le recetó una estocada magistral antes de ir por su propio pie a la enfermería.
Antonio Ferrera no conectó con el público de Madrid. En banderillas (que fueron aplaudidas por parte del público) porque esta plaza, si tiene que elegir entre ver poner los pares de forma vistosa o cuadrando en la cara del toro prefiere esto último. Que probablemente no sea el único modo de emocionarse en un tercio de banderillas, pero es la opción mayoritaria de este público. Como gusta, con la muleta, que el torero se cruce, que toree templado, lento, bajando la mano, citando alante y vaciando atrás la embestida. Y como Ferrera tiene otro estilo (digamos que algo más apresurado y al hilo del pitón), unos lo expresan de forma improcedente mediante gritos y expresiones poco cariñosas y otros con su indiferencia. En el segundo, además, pinchó de forma reiterada, lo cual encrespó más aún al personal. El cuarto fue un inválido y hubo quien lo pagó con el torero al considerar que no hizo lo suficiente para que lo devolvieran. En evitación de males mayores, con la muleta dio sólo un par de pases y mató con eficacia de estocada entera algo caida...
Morenito de Aranda ha tenido el peor lote, porque ninguno de sus dos toros han servido para dar ni una serie en condiciones. El tercero de la tarde era muy peligroso y el torero ha estado con una seriedad tremenda. Y el quinto, que manseó hasta lo indecible en los primeros tercios, parecía que podía dar alguna posibilidad en el toreo al natural pero fue sólo un espejismo.
Al final la gente salía contenta... por los cojones.
martes, 12 de mayo de 2009
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1 comentario:
Ya se sabe, corrida de expectación, corrida de decepción. Juass. ¡Qué cartel!
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