1 de Abril
Toros de Cebada Gago
López Chaves, silencio tras dos avisos y silencio.Luis Vilches, silencio y saludos.César Girón, silencio y ovación.
Apenas guardo apuntes en mi hoja de hoy, ha pasado la tarde y no ha pasado nada, nada de nada, ni una minúscula coma de la Tauromaquia se moverá por una tarde aburrida como esta tarde ¿si acaso consiguiéramos que no retornen los toros de Cebada, como no habrán de retornar –por menos- tantos toreros?
-¡Quillo!¡Anda que te va a jartá de escribir hoy!
De presentación, regular, la armadura fina como de costumbre, pero no tanta leña como para hacer la hoguera de todos los años -¿comprende alguien que una capa burraca se aplauda de salida como si fuese un pelo jabonero o un Atrevido de Antoñete? Por lo demás: toros innobles, mentirosos, sosos, mansos, con menos que casta, a los que no se dio un solo quite con el capote, complicaron la vida de los banderilleros e impidieron completamente el lucimiento de los toreros, que estuvieron más que dignos, sobre todo si consideramos que –¡oh temeridad!- Cesar Girón –nieto del gran César Girón- sólo había toreado 2 tardes el año pasado, aunque una fuese el 15 de Agosto, cuando –excepcionalmente- ni yo acudí porque tenía visita (creo que le concedieron una oreja inglesa)
López Chaves es un torero siempre interesante de ver, caló pronto a la alimaña que fue su primero y anduvo nervioso y movido delante de la cara del toro, a base de voluntad ligó 2 series insulsas por la falta de trasmisión del animal, que daba unos tornillazos de miedo. ¿Le pudo haber dado más distancia? Qué más hubiera dado, no habría veta de la que sacar mineral ni de lejos. La muerte se le complicó porque el toro desarrolló sentido y sensibilidad con los pitones, buscando al puntillero y haciendo pasar un quinario con el descabello al de Salamanca que escuchó 2 avisos. La verdad es que para toros así hay que buscar una alternativa a la puntilla, pero yo entiendo que, tras pasar una vez por esa arboladura astifina, López Chaves se sintiera justificado a pesar de que la estocada cayó tendida. Como cayó tendida en el quinto de la tarde, con menos peligro, pero más triste –eran toros sin alma- y al que no sacó ni un pase, porque no lo había.
-Pues para no tener apuntado nada se está poniendo usted estupendo:
El sol se queda montado en el tejado de la Maestranza a las 8 de la tarde y lo modulan las banderas que hacen de toldo ora sí ora no y uno recibo el picor de la luz como quien resiste un último puyazo.
Esa hora, que es la del quinto toro, es la de una paloma que se irá haciendo famosa, porque llega todas las tardes y se posa en el albero a tomar nota de lo que pasa, mira un poco va y se vuelve al palomar porque –crítica fina- cuando lo que hay no importa, a ella no le interesa. El toro quinto de hoy se llamaba Rociero, pero la paloma no es blanca. Atentos al animal, a la paloma, claro, porque en algún lance pondrá su pico.
En el primer toro de Luis Vilches vimos poner unas banderillas estupendas a un peón de brega sacado de un cuadro de Botero y que nos demostró –patética y heroicamente- el efecto del miedo: tiene más mérito y debería estar premiado en algún concurso tomar así el olivo, con esos kilos y de cabeza al cemento del callejón, que dejar los garapullos en la grupa del animal. Hubo banderillero más aliviado que los puso como un par de electrodos, con proyecto técnico de por medio, más cerca de la penca del rabo que del morrillo del animal. Este toro fue un manso solemne que empujo al matador a las tablas donde se expuso sin más fortuna, demorando el matar que es el morir. El quinto parecía que valía algo más, pero pronto cortaba los viajes, acuchillando el aire de un buen pase de pecho, además Luis Vilches se dejó enganchar muy pronto –acaso era imposible no dejarse enganchar- y el toro se defendió hasta el final. Fue bueno el volapié pero el torero quizá podría haber sacado más, templando, calmando la embestida, pero el rendimiento no compensaba quizá la entrega total o simplemente no se puede ante tanto vacío.
-Pues del sexto toro no lleva usted apuntado nada
-¡Las ganas de irme, le parece poco!
Del primero de César Girón diremos que se picó fatal y en la misma puerta de chiqueros porque era un manso de toda mansedumbre, parafraseando a Wittgenstein: de lo que no se puede hacer faena, hay que no torear. Palmas a la voluntad y 2 pases sueltos. En el Sexto sonó la banda –sin banderilleros toreros como ayer, parecía hasta entonces que estábamos solos en la Plaza- y se adivinó una posibilidad de extremaunción. Me asombró que César Girón ligase dos series buenas, con gusto y temple, por la inexperiencia prevenida antes, por lo que modifiqué mi juicio –sí, sí, lo tiene apuntado- y creo que deja en blanco la hoja de servicios, lista para otra oportunidad, como sus compañeros de terna. No hubo luz al final del túnel, pero escapamos pronto de la Plaza.
-Menos mal que no había apuntado usted nada:
-Quite, quite, que si quiere le cuento que a mi vuelta paré en la capilla del Cachorro y como se lo ponga en verso tendrá pregón para largo.
-¿Y por qué no me lo cuenta usted?
-Porque esas cosas quedan entre Él y yo.
-¡Qué costumbrista le ha quedado!
-Es que vengo de los toros.
-Se comprende. Será la costumbre.
-Mire que empiezo el pregón…
-Con lo de la paloma ha habido suficiente.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
1 comentario:
Impresionante.
No sé si olvidarme de ir a la Maestranza del viernes al lunes para que aún me sorprendan más tus crónicas.
(Y lo del Cachorro se espera, aunque sea para la época del Pregón...)
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