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sábado, 5 de abril de 2008

LA BREGA

4-4-2008 (Novena de Abono)
Toros de Torrealta
Javier Conde, silencio y pitos.
Sebastián Castella, aplausos y silencio.
Alejandro Talavante, silencio y silencio.


Hoy he soñado que estaba anunciado en los carteles de la Feria de Abril y, lo que es peor, que el año pasado ya había estado anunciado y que, incluso, había llegado a lidiar un toro, sin gracia ni estilo ni suerte, pero estoqueado al fin y al cabo, algo así como Antonio Barrera. Al principio la noticia me llenaba de alegría aunque yo estaba fuera del mundo taurino y seguía –en el sueño- mi vida de oficinista, recibiendo la felicitación de quienes me tratan, incluso me había hecho un traje de torear, pero el sueño se fue convirtiendo en pesadilla y luego en angustia, porque el miedo me inundaba, y no veía la hora de escapar de la muerte segura, de salir de este despropósito kafkiano. En el sueño llamaba incluso al bufete de Garrigues para preguntar qué pena me caería si finalmente no acudía, si acaso sería responsable civil subsidiario de la muerte, también segura, de mis tristes compañeros de terna...

Lo dejo aquí, como es sabido, nada aburre más que un sueño ajeno, pero quiero que entiendan ustedes el alivio que he sentido hoy en La Maestranza, primero por volver y segundo por no tener que hacer el paseíllo, nos parecía que había pasado un milenio desde la última tarde o al menos una temporada.

Esto tiene ya otro son, y mi sueño: remordimiento de haberme perdido a los encendidos Victorinos y su tragedia de hercúlea épica murciana, minoica y de Salteras.

Quienes me rodeaban se sentían hoy defraudados y aburridos, pero yo me he divertido mucho porque, en comparación y excluyendo los toros del jueves, el encierro de Torrealta –pese haber sido rechazado casi entero en los reconocimientos- y haber sido de desigual presentación, con un ejemplar, el cuarto, de estampa finísima (un toro guapo guapo). Decíamos, que el encierro de Torrealta ha dado mucho juego, los toros han tenido fuelle y tranco, alegría en el caballo ¿es esta la sangre que embiste? y que ha sido lamentablemente desaprovechada por los matadores.

Lo más destacado ha sido la cuadrilla de peones y picadores que acompaña a Castella que nos ha brindado dos lidias excepcionales, maravillosa la brega de Curro Molina al segundo de la tarde, sin un capotazo de más, todo muy suave, dejándolo en la suerte justa para que los banderilleros cuartearan y reunieran los palos en la cara del toro con agilidad, prestanza y belleza. ¡Olé las cuadrillas buenas que con su brega salvan la tarde y salvan un toro!

En el quinto de la tarde el toro descabalgó, tras un extraño e ¿inteligente? ardid al picador, que quedó a merced del toro, pero éste no se vengó en su segunda puya y lo recibió de lejos, recogiéndolo, parándolo y dándole lo justo. Muy aplaudido, primer candidato, de lo visto, sino al mejor tercio de varas, desde luego a la mejor pica.

En cuanto a los matadores ¿por qué tiene tantos detractores a priori Javier Conde? El toreo es extenso, ancho y largo, y lo mejor es la diferencia o al menos la personalidad, ¿qué tienen que decirnos los toreros clónicos? La Maestranza es una “academia de danza” y es el lugar ideal para que el malagueño dé un recital de torería flamenco. Eso sí, debería vencer el miedo y esa tendencia a torear de entrada demasiado con el pico de la muleta, a su primero lo llevó a los medios con disposición, pero luego sólo hubo un deambular sin encontrar alegría, en su segundo y pese a unas templadas verónicas de recibo –tras un parón inexplicable en la lidia- e incluso un lance de muleta tan abierto el compás, cayó una bronca monumental, que, de ser esto Sevilla y no lo que es –la globalización- hubiera debido esperar a la muerte del animal, porque el torero -mediático o no- se está jugando la vida, esa es la verdad.

Pero ya sabemos que se acerca la Feria, la gran fiesta de la mentira y de la hipocresía que nosotros no pisaremos, y por eso a nosotros nos gustan los toros y la Semana Santa, las dos fiestas de la verdad, en la primera porque la muerte se aparece a cara descubierta, en la segunda porque la muerte aparece velada, en el rostro tapado del nazareno que en su máscara de capirote es más verdadero que con el clavel reventón en la solapa de la mentira.

Nos duele la bronca a Javier Conde porque sabe más a bronca al personaje que al dolor que nos producía, con Curro o Morante, lo que pudo ser y no.

Sebastián Castella ha cambiado el terno de mariscal azul napoleónico por un precioso traje aguamarina, pero no ha perdido su desmedida ambición, el son de los toros anunciaba una tarde de gloria para él y pudo conseguirlo, pero la ambición lo atropella, y, salvo en los pases por alto, que son más del toro y su empuje y del valor del torero que del sometimiento de la embestida, nos quedamos sin verlo, no supo o no pudo concebir una faena que fue de más a menos en todo su lote, la obsesión del pase por alto y el no saber buscar la media distancia justa dejó ahogado a sus toros sin poder sacar más, por no cuidarlos. Hay que señalar la secuencia de arranque de su primero: tras derramar agua de un búcaro de Triana en la arrastrada muleta, ligó tres estatuarios, una trinchera y trincherilla o pase de la firma que ligó con un pase de pecho en conjunto monumentales con quietud tomista. Y aquí se quedó. A este le recetó una estocada soberbia que deslució con bajonazo al segundo que rectificó. Recordamos también unas verónicas que eran al final unos delantales arrastrados y con gusto.

El toreo es Metamorfosis, las capas han cambiado en mariposas, los sombreros en montera, los cuchillos en estoques, los trapos en muleta, los rejoneadores en picadores, los adornos en alamares y todo en conjuntó es resto inútil de belleza que adorna y da grandeza.

Y el torero debe sufrir su Metamorfosis y ser héroe, esto lo hizo el débil Talavante del año pasado, acreciéndose en gigante, porque si no, no es nada en la Plaza, carece de presencia, es ausencia, abulia, náusea, nada, y el riesgo es enorme porque José Tomás va a Madrid, porque el Juli y Manzanares aprietan y porque como no diga cosas grandes no dice nada y eso sólo se puede conseguir con el toro de verdad y aquí, yo lo he visto y sé que no es un bluf ni flor de un día, pero debe trasformarse a la luz de la luna belmontina que lo transfigure o desaparecerá en las sombras.

En el primero brindó a una moza de buen ver, dicen, porque no la identifiqué ¿será eso? Ojalá, eso suele tener arreglo, porque si no...

En conjunto tarde entretenida en detalles, no entendemos porque no se dan la réplica al quiete los toreros, -se vieron chicuelinas muy ceñidas y estatuarias- y nos quedamos con la brega, la brega de segundo y quinto, porque el toreo tiene muchos tercios, muchos más que tres.

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