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domingo, 6 de abril de 2008

Cuadrado, Círculo, Vértice, Raya

5-04-2008

Toros de El Ventorrillo
El Juli, oreja y saludos.
Manzanares, oreja y saludos.
Miguel Ángel Perera, saludos tras aviso y dos orejas.

Si el toreo es la geometría de los espacios que ocupan hombre y toro las formas geométricas pueden ayudarnos a entender los estilos de torear: en un torero ancho y largo se dan todas a la vez y ninguna al mismo tiempo, hoy en cambio se han visto finísimamente delimitadas en el estilo peculiar de cada matador.

La tarde ha sido maravillosa, una gran tarde de toros, en los que los pura sangre Domecq han sido bravos y con clase (segundo, sexto), pero también alimañas encastadas (primero), noblotes (tercero) o mansos solemnes ( cuarto y quinto).

Hemos disfrutado de tres grandes faenas y una excepcional de Manzanares que dio la más perfecta expresión de lo que es el toreo clásico, puro y eterno. En total se cortaron 4 orejas. Pero también hemos visto picar excepcionalmente bien –sobre todo al bravo segundo que protagonizó un tercio de varas solemne- y dar una lidia coherente, rápida, aseada y bien banderilleada a todos los animales. Hubiéramos acabado en 2 horas si no fuera porque no nos cansábamos de aplaudir.

¡Qué tres grandes toreros, qué tres grandes cuadrillas, qué dos toros más buenos!

Y hay que decirlo así -con admiración- para que se entienda que las “figuras” si lo son, lo son por algo y que, sobre la base de ciertos planteamientos es difícil fallar y, por lo general, dar espectáculo es más sencillo de lo que pareciera con la buena voluntad de los empresarios.

La feria, clónica del año pasado en su resolución, ha salido definitivamente del túnel cavado la semana torista.

Vayamos a la geometría.

Cuadrado: cuando un toro no pasa, cuando un toro es una alimaña, cuando un toro te busca, cuando un toro te quiere quitar de en medio, hay que pararlo y hacerlo ir y venir, mandando, por aquí pasas, por aquí vienes, por donde yo digo, como haciéndolo desfilar por el patio de una plaza militar, con los pies rectos y atornillados, trazando un cuadrado del forzado de pecho hacia un lado, ligado con el forzado de pecho hacia el otro: ordenando, para cerrar con estocada en lo alto que fije la cuadratura. Eso ha hecho el Juli en su primero donde no sólo se la ha jugado sino que ha demostrado un poder sobre los toros, un dominio que me ha parecido cuasi sobrenatural, porque podría haberse aliviado y no lo ha hecho, su toreo no es necesariamente de mando, sino bullidor y vistoso, pero ha dicho aquí estoy yo y el toro que no aceptaba ni la derecha ni la izquierda, ha hecho cuadrados alrededor del torero, que los ha tenido “cuadrados” para tirarse y dar una de las estocadas de la feria (hoy no hubo ni un pinchazo). El segundo del Juli fue un manso que pasaportó con esa brevedad que pedimos a los principiantes cuando, pobres, se tienen que justificar. Hoy era todo cartesiano con el Juli. Queden para el recuerdo dos muletazos: los pies atornillados y los dos imponentes forzados de pecho, sobre los que voló la hipotenusa del volapié.

Círculo: Manzanares ha trazado círculos de pasión sobre el albero en su segundo, el toro hizo un tercio de varas propio de un animal bravo, yendo de largo y metiendo los riñones de forma soberana, parado de lejos por el picador, contenido y justo en el castigo. Un quite por gaoneras de Perera hizo prever que las condiciones del toro se mantendrían en el último tercio. Fue tal el dominio de Manzanares sobre el animal que al final se rajó, si no, era animal de vuelta al ruedo. Contemos las series de Manzanares: sus círculos de oro, porque ha sido la expresión del toreo más puro, más Manzanares, más Ordoñez. Ha cincelado derechazos, naturales y pases de pecho con una plasticidad y serenidad absolutas, en círculos de dentro hacia fuera, recordemos a Rilke en su poema sobre Paquiro de los Neue Gedichte:

ése, que en oro y seda rosa malva
se vuelve de pronto y como a un enjambre
de abejas, a las que de pronto despectivo tolerase,
al aturdido le deja bajo el brazo franco

el paso, mientras sus cálidas miradas se alzan
de nuevo levemente conducidas
y como aquel círculo, afuera, se aplacara
en el brillo y lo oscuro de sus ojos,
y en cada palpitación de los párpados,

hasta que apuesto, impasible, y sin odio
apoyado en sí mismo, sereno, sosegado,
hunde casi blandamente el estoque
en la gran ola que rueda y retorna,
y su ímpetu se ahoga en el vacío.


Aquí el estoque cayo tendido y se perdió una oreja, pero daba igual, la faena estaba cincelada con maestría y empaque, el toro como dijimos se fue a tablas, así fue la secuencia de los hechos en la muleta: un pase a media altura y el toro ya en los medios, en la primera tanda dos derechazos hondos coronados por uno de pecho estimable, ¡ay! pero en la segunda tanda por la derecha se desató la locura del olé profundo, embarcada la suerte con toda la panza de la muleta, baja la mano, largo el recorrido, de punta a rabo el de pecho y después los naturales larguísimos, parando el tiempo, coronados con un ayudado a media altura sereno, sosegado, inmenso como un cartel o un mural. Lástima que se rajara el toro porque la plasticidad de este toreo es cumbre. Y el toro había sido bravo y acometedor, con empuje, por eso tuvo más mérito Manzanares, aguantando mucho y haciendo belleza.

Raya: el segundo de Manzanares, y éste es el punto oscuro de la pelea fue como el segundo del Juli, un manso profesional, abrevió y punto y aquí se trazo la raya que partía en dos la corrida, de lo movido y brioso a lo aburrido, pero de la raya nos salvó el Vértice.

Vértice: igual que José Tomás torea en el vértice del miedo, la heterodoxia de Perera hace que su toreo, aunque imprevisible, tenga por eje su vertical figura, por donde se pasa a los animales a una distancia de absoluto pavor y en ocasiones como hoy con absoluta hondura, al primero, noble y soso, lo hizo girar alrededor de la columna de su cuerpo, pero se acabó pronto el animal, hablaríamos más de esa faena sino es porque la segunda merece decir más: el toro se venía de largo, alta el fuste verde de Perera, se lo pasó como un péndulo varias veces de frente y por la espalda y empezó una serie de series con la mano baja en la que él era el vértice y el toro seguía su juego embebido en la muleta hasta armar un lío gordo, a mí no me gusta su estética vertical, pero corrió la mano baja, el toro quedo completamente burlado y enganchado al trapo. Se quedó además –ojedistamente- en los pitones del toro. Y lo mató soberbiamente. Dos orejas a ley, en el vértice de la Plaza

Hemos salido felices con caleidoscopios en los ojos: cuadrado, círculo, vértice, sólo faltó la curva hiperbólica de una verónica honda aún no vista.

Hoy han hecho a Curro académico de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, hay quien dice que el toreo no es un arte, yo creo que no son arte muchas de las cosas que se venden como tal y que, aunque es difícil equiparar el toreo a los más altos productos de la inteligencia humana, no está lejos de la danza o la supera, tiene el son de la música y la geometría de las matemáticas y un misterio y un duende, al borde de la muerte, que es de donde nos redime el arte.

Para decir esto no hay que ser postmoderno, sólo sensible.

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