Cada año, cuando uno acude a Sevilla en primavera a empaparse de soledad y misterio, de bullicio y alegría, de rúan y capa, de Gran Poder y Macarena, sabe que existe la incertidumbre del tiempo, y que no puede descartarse que la lluvia obligue a una procesión íntima, a un rosario personal que sustituya al rito en la calle. Más aún el viernes santo, que parece haberse convertido en una jornada de pluviosidad segura (¡muy curioso el artículo de Antonio Burgos de ayer en el que explicaba por qué el trianero Cachorro se había hecho sevillista!).
Pero si uno anuncia su reaparición en los toros allá por el final del invierno para un 17 de junio en Barcelona no es previsible que el tiempo pueda ser un inconveniente. De hecho, de la formulación habitual "Con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide" uno tenía más dudas de si la autoridad no iba a tratar de poner alguna pega (¡toquemos madera!) y evitar que todo Barcelona se convirtiera en la referencia mundial del toreo.
Y ahora resulta que desde mediados de semana han bajado las temperaturas, en media España ha empezado a llover y para este fin de semana dan agua en casi todas las regiones... menos en levante.
Creo que, por poco, nos vamos a salvar.
Va a resultar ahora que la Moreneta se ha hecho aficionada. ¡Que vayan encargando un capote de paseo con su rostro pintado!
viernes, 15 de junio de 2007
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