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viernes, 8 de junio de 2007

Madrid (7 de junio de 2007) - No es esto

Lo bueno de tener abono es que uno no tiene que gastarse sumas desorbitadas en las entradas de una tarde como esta. Obviamente, los que han pagado más de mil euros por una entrada no son aficionados a los toros (o, al menos, esta tarde no ejercían de tales). Estarían haciendo negocios o haciéndose arrumacos, que de todo hay. Es un gesto de poderío y no de temple.

Luego, cuando sale el toro, acaba desbaratando los ánimos de los aficionados y la disposición de los toreros. La rotunda falta de casta, mansedumbre y sosería de los toros de esta tarde debería obligar a reflexionar a alguien.

Siempre se acusa al ganadero el primero. Más que nada porque él es el que ha sleccionado los animales. Y a los toreros ("¿por qué las figuras no vienen con toros de verdad?"). Pero, tal vez, suponiendo que los ganaderos quieren que sus toros embistan y que los toreros quieren triunfar en Madrid (que no es mucho suponer), puede ser que el problema esté en el reconocimiento. Esto es, en que unos señores anónimos e irresponsables (¿quién les exige que den la cara y expliquen lo que hacen?) deciden si los toros presentados al reconocimiento les parecen guapos, altos y musculosos. Y si no son su tipo, los mandan de vuelta a la dehesa. De esta forma, el oscurantismo hace que no se pueda buscar a responsables reales. Porque los ganaderos y los toreros se ven obligados a traer aquello que creen que pasará el reconomiento. O sea, a Madrid lo más grande ("burro grande, ande o no ande"). Y al final, ni anda, ni embiste, ni tiene casta, ni nada que se le parezca. Eso sí, cuernos afilados y que metan miedo.

Aun así, lo de hoy no era de lo más mastodóntico de la temporada, sino más bien todo lo contrario. Pero como aquí nunca se sabe cómo se hacen estas cosas, es imposible conocer si estos toros eran o no la primera opción del ganadero y de los toreros.

La solución, para mí, es clara: anúnciense para cada corrida los toros que viene, imprímase su fotografía en el cartel y el que quiera que venga y el que no se quede en su casa. Pero no protesten. Y que sean los ganaderos y los toreros los que elijan los toros (siempre que tengan la edad y el peso mínimo reglamentarios). Ni veterinarios ni mandangas. Y, eso sí, al final de la corrida que el mayoral y el ganadero salgan un minuto al tercio a que el personal le manifieste lo que piensan de los bichos que han echado.

(No sé si serviría para siempre. Pero un par de temporadas o tres yo lo probaría).

Así las cosas, los tres toreros hoy han tenido momentos buenos y han demostrado una disposición extraordinaria.

El Juli, a su primero, soso y flojo, le ha sacado mucho más de lo imaginable a base de no obligarle nada y de hacerle todo con una perfección tan apabullante como fría. Ha tapado las complicaciones y las miserias del toro. Pero era imposible que eso calara. Ha conseguido series con ambas manos y algunos de los pases han sido rotundos en el trazo y la hondura. Aunque es obvio que no ha conectado con el tendido, porque el animal que tenía enfrente no permitía lucimiento estético alguno. Y sólo con la técnica y el conocimiento enciclopédico de el Juli no pueden cortarse orejas a este tipo de toros. Eso sí, que alguien diga cuántos toreros más hubieran conseguido sacar a ese toro los pases de el Juli.

El cuarto fue un despropósito de toro, donde la sosería no era adjetiva, sino ontología misma. El Juli dio algunos pases con ambas manos, pero no había quien levantara aquello. No hizo nada mal, pero algunos se empeñaban en pitarle de forma reiterada. La ruindad de ciertos individuos de la plaza no tiene límites. Detrás de mí y a mi vera, aficionados exigentes, gente sencilla con más de treinta años de abono decían que ellos no les dejarían entrar en la Plaza. Y no creo que hubieran leido mi blog.

Castella ha demostrado su momento de forma y su valor. Sobre todo con el segundo de la tarde, al que ha cortado una oreja. En el recibo con el capote, a pies juntos, el toro le ha enganchado varias veces y no ha resultado nada lucido. Con la muleta, ha abierto la faena con estatuarios sin moverse del sitio y con unos pases por bajo memorables. Luego, varias series con la derecha han tenido mando y profundidad. Al cambiarse la muleta a la izquierda el toro se quedaba más corto y a partir de ahí la faena ha sido sobre todo de arrimón y de valor (quedaba la duda de si el toro hubiera ido desde más lejos por el lado izquierdo). Ha acabado con unas manoletinas, una buena estocada y dos descabellos. El quinto ha sido protestado por su presentación, con grandes broncas al Presidente por no cambiarlo ("¿que querían, que lo cambiaran por malo?"). El toro era malo de solemnidad y no ha permitido a Castella otra cosa que arrimarse y tratar de sacar pases que no vinieron. Lo despachó con un bajonazo (eso sí, hasta la bola), pero el toro no merecía otra cosa.

Talavante ha tenido en el tercero a un toro manso. De esos que definen lo que es la mansedumbre (salir huyendo del castigo en el caballo, refugiarse en las tablas junto a toriles,...). Vamos, un regalito.El pacense lo ha intentado, pero a aquellos no se le podía torear de forma alguna. En el sexto ha sacado al toro una faena inimaginable. El toro, soso y con embestida poco clara, no permitía ligazón y continuidad en la faena. Pero Talavante, a base de llevarle dominado y de consentirle cuando era necesario ha conseguido una faena perfecta, con pases cada vez más profundos y un final de faena apoteósico (el pase de pecho, creo que todavía lo está dando). Lo ha matado de media y dos descabellos y el posible premio se ha quedado en una ovación.

Una pregunta inocente, ¿vuelven a repetir cartel estos toreros en alguna Feria?

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