Es ya muy tarde. Después de los toros, como todos los años el día de la Beneficencia, nos hemos juntado un grupo de viejos amigos en la acogedora morada de unos magníficos anfitriones. ¡Qué suerte (también para nosotros) que viváis tan cerca de la plaza!
No hay tiempo, pues, para una crónica. Ni siquiera para una crónica de urgencia de lo que sucedió en el sexto de la tarde. O de la cornada o voltereta (aún no sé bien lo que pasó) en el quinto.
Baste decir que no se puede torear mejor con la capa de lo que Morante ha toreado al sexto. El recibo por verónicas, abundantes, mecidas, garbosas, con temple y hondura. Saliéndose a los medios ganándole pasos al toro y remantando con una media que era sólo un punto y sguido.
El quite después del primer puyazo, también verónicas, más templadas aún (¿cómo se puede sostener el capote a cámara lenta?). Y después del segundo, por delantales arrebatados, con un punto gitano del de Jerez.
En banderillas (sorpresa para muchos, aunque lo habíamos visto en algún festival), Morante ha demostrado que los rehiletes son una suerte más. Y que se puede templar poniendo banderillas. En los dos primeros pares, en todo lo alto, ha citado y esperado al toro en una distancia corta. Pero el delirio ha venido en el tercero, cuando ha ejecutado un par al quiebro junto a las tablas con total exposición y de una torería tan añeja como nos había demostrado varias veces antes en la forma de dejar colocado el toro frente al caballo. Otra forma de poner banderillas. Y primer par al quiebro en lo que llevo visto de la temporada aquí en Madrid.
Con la muleta, el toro no permitía una faena ligada de series largas. Morante ha hecho una mezcla imposible de faena artística y arrimón. Ha sacado pases inverosímiles, con una hondura inexplicable, a un toro que se quedaba cada vez más parado. Se ha colocado más allá de Ojeda, José Tomás y Talavante. Y ha habido algunos pases que, cada uno de ellos aislados, justificarían una tarde entera y un viaje de quinientos kilómetros (algún sevillano se veía en los tendidos). Ha habido un natural de entre los que ha dado después de coger la espada de verdad que es todo un tratado del toreo al natural. Como ha explicado con ejemplos variados lo que es un trincherazo. Y pases enroscándose en toda la muleta, con sabores añejos y olores a azahar. Pases variados, eternos, mezclando el adorno y el toreo fundamental (todo lo que hizo a este toro lo fue). Intensidad, emoción y arte en propociones desiguales en cada pase, pero perfectas para cada ocasión.
El metisaca en el costado le ha privado de la Puerta Grande. Pero qué más da. A partir de esta noche comienza el peregrinaje. El viernes vuelve a Madrid. ¿Y dónde va después? Hay que seguirle. Porque con una inspiración como la que le vino a las nueve de la tarde, cualquiera, sepa de toros o no, se convierte al morantismo.
Maldito parné, que nos obligará a seguir juntando letras mientras José Antonio se juega la vida y extiende su arte.
¿Para cuándo su próxima encerrona?
miércoles, 6 de junio de 2007
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