Counters

lunes, 25 de junio de 2007

Algeciras (22 de junio de 2007) - Hay futuro

Lo primero, mi agradecimiento a Aurelio, Alicia y sus tres extraordinarios hijos. No se puede ser mejores anfitriones. En lo taurino y en lo festivo. ¡Qué forma más agradable tienen en Andalucía de celebrar las fiestas!

La plaza de Algeciras es una plaza cómoda que, por si el ambiente no fuera suficientemente distendido, paran a mitad de la corrida para tomar la merienda. A nosotros nos la dieron en la puerta y fue un placer degustarla en la buena compañía de los nuevos amigos y los cinco chavales con los que vimos esa tarde de toros. Con jóvenes con ellos, el futuro de la Fiesta está asegurado.

Me recordaron mucho a mis años de niños. En los que, como he contado alguna vez, ir a los toros estaba siempre asociado a la fiesta. A los cacharritos y los algodones de azúcar. También era así ahora para ellos. Y a pesar de su infinita juventud todos habían visto muchas tardes de toros. Y eran capaces de emocionarse con el toreo bueno y justificar al torero cuando aquello no iba bien. Se alegraban cuando se cortaban orejas porque sabían que aquello era reconocimiento del esfuerzo pero, sobre todo, parte de la diversión compartida. Y eran conscientes del enorme riesgo de todos los que están en el ruedo. Y se levantaron como un resorte gritando ¡vaya sirvengüenzas! cuando algunos energúmenos tiraron almohadillas después de la desafortunada actuación del picador del sexto toro. Con muy buen juicio, se indignaron con esa forma de proceder y explicaban ellos mismos que si había que protestar era al final de la faena.

Con ellos, esto no se acaba. Hay futuro y está en estos chavales que asocian los toros a la fiesta.

Aunque sería conveniente que los profesionales pusieran también su granito de arena. Los ganaderos, pongamos por caso. La ganadería anunciada era de Román Sorando, pero los toros lidiados finalmente eran de Lagunajanda. Uno consiguió enterarse por la tablilla, pero no porque a la entrada se indicaran con ningún cartel. No digo yo que no lo pusiera en ningún sitio, pero desde luego muy anunciado no estaba.

Y los toros salieron rematadamente malos. Sin atisbo de bravura, nobleza ni fuerza. Con toros así ni todos los niños del mundo salvan la Fiesta. No sé de quién es la culpa. Pero alguien debería recapacitar. Si era previsible que los toros salieran así, es una falta de verguenza. Y si el ganadero no podía siquiera intuirlo, es para preocuparse. Porque si la crianza de los toros de lidia es un juego de azar, nos estamos jugando a los dados una parte sustancial de nuestra cultura.

Con este material, en su primero, Ponce demostró el temple y la técnica acostumbradas (aunque no por ello menos meritoria). Conseguir que aquel animal no se cayera y que, además, resultaran estéticos algunos de los pases a media altura es de una inteligencia prodigiosa. Con el cuarto, que se dejó algo más (no mucho) Ponce bordó el toreo una vez más. Dio pases de antología, ligó mucho las series, se trajo al toro siempre desde lejos, acompañando y guiando de forma magistral la embestida. Especialmente brillante el inicio de faena (trincherazo de cartel) y la última fase, cuando impidió que el toro se fuera a tablas a pesar de haberse rajado de forma manifiesta y le sacó aún varias series. Para concluir con un toreo artístico y despacioso con una rodilla en tierra. Lo mató de una estocada y dos descabellas, dejando en una oreja lo que hubiera sido una faena de dos orejas de clamor. ¡Vaya temporada que lleva el de Chiva!

A Talavante he vuelto a verle desdibujado. Debo reconocer que estoy deseando verle una faena de las suyas, en el sitio que dicen que emociona. El del Domingo de Resurrección en Madrid, el de Valencia, el de Sevilla,... Pero sólo en Madrid en la tarde del aniversario vi algo que no parece comparable. Y ni en Castellón, ni en Toledo ni en Algeciras he tenido suerte. Su primer toro no podía con su alma y nada de lo que hizo, ni siquiera cuando se acercó más al toro, transmitía emoción ni hacía sentir el riesgo que sin duda había. El quinto lo dejó bastante crudo pero no consiguió con la muleta acoplarse con él. Dio algún natural bueno, pero hubo muchos enganchones y una falta de sitio preocupante. Con la espada, un auténtico suplicio.

Cayetano tuvo la mala suerte que devolvieran al tercero, que parecía salir con algo más de impulso, pero que se rompió la mano de forma ostensible. En el que salió en su lugar, dio algunos pases buenos, pero sin llegar a ligar las series. Aguantó algunos parones del toro y se colocó en buen sitio, pero había ciertas dudas y aquello no llegó a cuajar. No tengo claro que, como alguno dijo, no hubiera podido con el toro. Creo que el toro no daba mucho más de sí, pero que es posible que tampoco el torero tuviera su mejor tarde.

Lo del sexto fue de juzgado de guardia. Por la actitud del público y por la de Cayetano. El toro, en el primer encuentro con el caballo, derribó. El picador se vengó en el siguiente puyazo, pegándole un montón de tiempo y con una intensidad que no tienen explicación alguna. Y todo ello, ante la indiferencia del matador. Parece ser que, además, Curro Vázquez se encaró con el público de no muy buenos modos. Y otros espectadores lanzaron almohadillas al ruedo y alguno, una botella al picador cuando se retiraba. El escándalo impedía entonces nada razonable. Y aunque el torero hizo varias veces el amago de intentarlo, el toro estaba derrotado y aquello era imposible.

Volvamos a las preguntas:

1.- ¿Por qué no ofrecen tauromaquia como asignatura en las escuelas de primaria? ¿No sería mejor que una educación para la ciudadanía cuyo programa no se ha conseguido consensuar?

2.- ¿No hay forma de asegurar algo más de fuerza y casta en los toros?

3.- ¿No serían los toreros jóvenes los que deberían espolear al maestro, y no a la inversa?

No hay comentarios: