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miércoles, 29 de abril de 2009

La canción de la más alta hora


Juan Pedro (gatos y burros)
Ponce
Morante y el misterio
Nazaré (alternativa)
(28 de Abril)

Que se sepa, cuando alguien gritó ¡música! en el tercero de la tarde, el aficionado que replicó “¡la música está abajo, en el ruedo!” era un servidor, tan poco dado a los exabruptos, pero rendido ante la más absoluta emoción: con toro, sin toro, con embestida, sin embestida, daba igual, al hilo de las tablas del sol se produjo la belleza, la belleza inextricablemente imbricada al sentimiento más hondo.

Si el toreo de Morante es expresivo, la expresividad alcanzó sus más altas cotas en la faena a este toro, se vació por completo, exprimiendo cada embestida al servicio del esplendor, llegando, en el colmo del lirismo, a la cita culturalista: cites de frente entre pitón y pitón como los de Pepe Luis y Manolo Vázquez. El toreo valiente y natural. Naturales limpios, naturales rotos, trincheras y trincherillas hondas y salvajes. Daba igual que el toro no valiera, como el cantaor sin recursos ni garganta nos conmueve con la pena negra y subterránea, así chilló de trágica la plaza, así gritaba su tragedia la faena.

No era el duende y la gracia, el giro enlazado y la cadera rota adecuada para la embestida alegre, era la soledad sonora, la música callada del toreo que no necesitó más melodía que la del aislado aviso, cornetín que preludiaba el fin de la gloria pura. Solo de viento y tristeza fugaz.

La pieza que compuso Morante era de filiación angustiante como la de la Beneficiencia en Madrid de 2007, una alta elegía sonora, una soleá en la que le iba poniendo alfileres de sangre roja y ritmos tersos a la gran degolladora.

Se lidiaron uno burros descastados y putrefactos de Juan Pedro Domecq.

Anduvieron por allí Enrique Ponce, que esta ausente, y Antonio Nazaré que tomó la alternativa: no es justo que al toricantano y al catedrático les echen esa porquería.

Pero de la porquería cristalizan brillantes, como los pases, uno tras otro, soledad tras soledad, uno a uno, pétalos de Morante.

Como la corola de orquídea fucsia en la que se durmió el tiempo y el toro al vuelo del capote antes de que en el río del albero se escribiera esta faena de agua triste y fugaz.

La canción de la más alta hora.

2 comentarios:

L.C. dijo...

Ese mismo día, después de la retransmisión de la corrida, Digital + emitió un reportaje de la serie que tiene sobre ganaderías dedicada a la de Juan Pedro. En el programa, el ganadero hacía reflexiones tremendamente lúcidas sobre la bravura, la selección, cómo debe ser un toro bravo,... Incluso hablaba de que siempre después de un fracaso se analiza y se encuentra la razón.

No sé si tras dos años como los que lleva en La Maestranza ha hecho la reflexión. Supongo que sí. El problema es que no llegaremos a enterarnos de las conclusiones.

Nuevamente por el ocultismo y la escasa (y ayuna de calidad, en general) información sobre la Fiesta.

José María JURADO dijo...

Todo es secreto en esto, lo peor es cuando descubramos que detrás del secreto no hay nada: las ganaderías estásn solas y no existen los mayorales.

Sólo el pijerío y, con la crisis, ya ni eso.