Lo más destacado de la tarde de hoy es que fue breve. A eso de las nueve menos diez ya había caido el sexto de la tarde y el personal estaba volviendo a sus casas (los menos) y abarrotando el resto las tabernas cercanas.
Es cierto que hubo también otras cosas: muchos mosquitos, más calor que los demás días, menos atención de camareros en los tendidos, mayor alegría en los nuevos bares instalados en las terrazas de dentro de la plaza, menos fotos de la exposición del ABC (o se han roto, o ha habido quien ha encontrado el modo fácil de decorar la habitación de los niños),...
Y algo de toreo también. Pero sin abusar. De forma discreta, para evitar las críticas de la ostentación.
El ambiente se había empezado a caldear desde por la mañana. Habían rechazado la mitad de la corrida anunciada de Garcigrande y se había remendado con tres toros de Peñajara. En los foros habituales, ya había quien había incitado a la rebelión contra los toros de la gandería titular por falta de trapío. Y como en los peores augurios, la realidad sobrepasó lo previsible. Los toros de Garcigrande (1º a 3º), no muy aparatosos, eran, además, muy flojos. En concreto, el segundo y el tercero, terriblemente inválidos.
Ante esto, surjen dos preguntas evidentes: ¿tiene sentido que se rechacen por trapío los toros en la plaza; no deberían verlos antes los veterinarios y la autoridad en el campo y decidir allí si tienen o no presencia para Madrid? Pero, además, cuando un torero ve un toro manifiestamente imposible como el segundo, ¿por qué empeñarse en hacerle una lidia que haga que se mantenga en pie en vez de evidenciar su manifiesta invalidez para tratar de forzar que se cambie?
Volvemos, pues, a las absurdar reflexiones de hace más de diez años y que creíamos olvidadas...
Los de Peñajara eran más escurridos de carnes, pero más aparatosos de pitones. Lo que habitualmente se conoce como el efecto por el cual una cuerna inmensa tapa escasas hechuras. Teníamos esperanza en su comportamiento, pero tampoco fueron un desachado de virtudes (el quinto, especialmente violento).
Pero, a pesar de todo, no fue una tarde para irnos de vacío.
Aparicio toreó muy bien a su primero al natural, en el centro del ruedo, en dos series magistrales con algunos pases de excepción. Pero a partir de ahí decidió que no había que seguir insistiendo y mató de pinchazo y estocada.
En el cuarto, lanceó a la verónica de forma sublime, con una verónica y una media de auténtico empaque. Pero en la faena de muleta no consiguió acoplarse y nos quedamos con la sensación de que algo más se le podría haber sacado. Eso sí, Aparicio nos hizo emocionarnos cuando, nada más empezar en el tercio esta faena al cuarto, se lanzó corriendo al centro del ruedo para citar desde allí. Exactamente igual a lo que sucedió en el 94. Pero ni el toro era igual, ni los espectadores estaban igual de predispuestos, ni Aparicio está en el mismo nivel de forma. La faena no siguió los mismos derroteros, pero para los que estuvimos entonces, esto ha sido un recuerdo ilusionante.
El Juli ha pechado con el peor lote, a pesar de los cual ha estado técnico y serio toda la tarde. Poco más. Por desgracia.
Y Castella ha vuelto, en el sexto, a emocionar al público y conseguir callar a todos para fijarse en lo que estaba haciendo (nada fácil, tal y como iba la tarde). El comienzo con los pases cambiados en el centro del ruedo nos ha recordado al Castella de sus mejores momentos la temporada pasada y algunas de las series que ha dado con ambas manos reafirman la valía de este torero. Aún así, la faena no ha sido compacta, ha tenido momentos irregulares que demuestran que este año las cosas no están tan rodadas y que hay que insistir en la concentración y en la técnica.
En resumen, una tarde que, sin ser llamativa, ha dejado muchos detalles para el aficionado.
miércoles, 4 de junio de 2008
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