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sábado, 10 de abril de 2010

Todo es nuevo

Novillos: Espartaco
Luis Miguel Casares
Cristian Escribano
Esaú Fernández


Una quincena de toros no es una Cuaresma, pero tiene un matiz penitencial y devocional que se manifiesta en el rito complicado de peregrinar a la Plaza en punto cada día y en la no menor cruz de traer aquí con belleza y alegría registro de lo vivido.

Se hará lo que se pueda y si no, nos queda Francis Wolff

Lejos de las obligaciones laborales y los atascos farolilleros son los viernes y sábados los días que prefiero para ver toros, a la ilusión de estrenar la feria se añade hoy la de estrenar los fines de semana.

Como el Domingo de Resurrección sucedió casi en un ámbito espiritual, es hoy cuando todo nos parece nuevo: han reformado las gradas, sigo en mi balcón del 10, junto a una de las infinitas columnas toscanas que rematan el tendido con su sencilla belleza, pero nos han separado demasiado del pretil enrejado que cubre la también nueva colgadura de gala roja.

Parece que estamos en clase Business y tanta comodidad nos incomoda. Algunos abonados se han dado de baja. Vendrán sólo a tardes sueltas. Se nota la crisis y el cansancio de tantos platos de jamón del malo…

Muchos extranjeros y muchas extranjeras nos acompañan estos días primerizos, ¿para cuándo una guía en distintos idiomas que les ayude a comprender la lidia? Los anglosajones son muy maleducados y las anglosajonas muy guapas.

Y como todo es nuevo empezamos con una novillada que ha resultado todo un éxito. Viene sucediendo en los últimos años, porque los toros se han elegido bien, (¡ay si se hiciera otro tanto en el resto de tardes!).

Cuando los toros se mueven y no se caen es imposible aburrirse. Los novilleros han dado muestra de mucha clase, se han acoplado por intervalos excepcionalmente bien a la incansable embestida de los toros de Espartaco. Gracias a esta movilidad hemos podido disfrutar de buenos tercios de banderillas y la banda del maestro Tejera ha sonado al menos tres veces.

Cada uno de los toreros ha tenido su cara y su cruz, su toro de triunfo y su toro más complicado, para medir la técnica. Pero han estado muy profesionales. El nivel de vigencia en la Plaza de estos días es mayor, se agradece, pero hay que ser comprensivos con los que empiezan, es muy difícil que un novillero pueda bajar la mano más de dos series seguidas, aunque el toro sea pastueño. Quizá el espectador no lo ve, pero la confianza y el riesgo que asume un torero en esta lid exige un valor al alcance sólo de los escogidos, porque en ese momento el cuerpo se olvida de su existencia.

Midámoslos con el justo rasero, pero no olvidemo que “lo bueno es enemigo de lo mejor” (JRJ)


Luis Miguel Casares no se acopló con su primer toro, pero en el segundo, tras un precioso tercio de banderillas, enlazó dos tandas preciosas, que hicieron estallar a la banda, luego se quedó sin ideas. Se dejó ir un gran toro.

Cristian Escribano, en su segundo demostró los naturales defectos técnicos, perdiéndole la cara al toro, descubriéndose mucho, lo que da mucho más valor a la gran faena que hizo al principio en el que ligó dos series de derechazos, rematados con preciosos ayudados y ajustados pases de pecho, de un temple mayúsculo. Al natural: lo que decía, el miedo natural a bajar la mano. La distancia que dio en los cites y el arranque de faena con los pases cambiados son de nota muy alta.

Y de Esaú Fernández, único sevillano (Camas) de la terna, destacaré su forma de andar en la cara del toro, de torearlos, esto es, de llevarlos por donde quiere, aunque no supiera en ocasiones a dónde, pero dominaba sus caminos. Este poder es muy importante, porque le dará regularidad, pero echamos en falta algo de desmayo, del duende camero.

Sólo un bloque de edificios ofende los tejados de la Plaza desde mi sitio, creo que la Maestranza es, ante todo, una forma de estar bajo el cielo. Importa poco lo que pase en el ruedo, estamos en un lugar del mundo por donde giran las telúricas corrientes de lo sagrado.

Desde el otro lado de sombra sólo rompe el cielo la torre de la Giralda.

Esto, con ser un tópico, hoy era nuevo, tan nuevo como mi nuevo libro, toreado al alimón con el dibujante Pablo Pámpano, prologado por Lorenzo Clemente y editado por Siltolá que ya lo anuncia en su web.


Va a ser una Gran Temporada. ¿Verdad, que sí, Javier Sánchez Menéndez?

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