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domingo, 28 de octubre de 2007

Clarín

El pasado domingo escuchamos atentamente el nuevo "Clarín" de Radio Nacional y a su flamante director: Adolfo Rodríguez.

No está mal. Es una suerte que cuente con una hora (curiosamente, el doble que ha tenido durante la temporada) y un acierto las diversas entrevistas. Resulta sospechoso, sin embargo, la insistencia en que el centro del programa lo va a constituir "el toro". ¿Vamos a volver a dividirnos entre toristas y toreristas? ¿Sólo se considerará a los toreros que maten los de Miura y Cebada Gago? Con el enorme respeto que tengo a El Fundi y la coincidencia en que ha hecho una buena temporada, ¿sólo van a destacarse por el nuevo presentador este tipo de torero o va a darse también información y se va a valorar como se merecen a las figuras? ¿Nada que decir de lo que han hecho este año El Juli, Ponce, José Tomás, Castella, Manzanares, Cayetano,...?

Se notaba un especial interés en que todo fuera novedoso, en que no quedara ni rastro de la época anterior. De Fernández Román nada se sabe. ¿Por qué le han "cesado"? Ya nos extrañó cuando en verano, un domingo, le sustituyó el ahora nuevo director. Las terribles invectivas cifradas que lanzó contra su predecesor sólo podían estar justificadas en una tremenda seguridad de que era él, y no el entonces titular del programa, quien contaba con el favor de los superiores. Precisamente por eso, muy feo el gesto.

El mundo del toro, incluso en lo informativo, es terriblemente cerrado. Imposible saber por qué se coloca a un torero y no a otro en una feria, por qué alguien entra en una sustitución, cómo se eligen las ganaderías, los criterios reales para conceder plazas de toros (no los de las baremaciones ajustadas para dárselas a quien se ha seleccionado previamente), los intereses cruzados entre toreros, apoderados, ganaderos, empresarios, periodistas, los dineros que se trajinan,...

Justo al contrario que lo que sucede en el mundo del deporte, donde uno sabe hasta las peores miserias de cada jugador.

Hasta que esto no cambie será difícil acercar de verdad a nuevos públicos a las plazas. Podrán ir un día (a ver a José Tomás, a echar una tarde en San Isidro o en la Feria de Sevilla, o como complemento a las vacaciones de verano en El Puerto o en Málaga). Pero no se harán aficionados. Porque no podrán seguir el invisible hilo que mueve la Fiesta. Porque nadie se lo explica.

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