Decíamos hace una semana que años atrás la Feria de Otoño rescataba del olvido a toreros artistas. Hoy ha vuelto a hacerlo. Juan Bautista se ha roto con el quinto de la tarde, toreándole de verdad con pases de mano baja, temple y gusto. Acompañando con la cintura el viaje y llevando al toro más allá de donde éste quería.
No es verdad (dicho sea con el debido respeto a los expertos) que el toro fuera excelente. El toro huía de los engaños y acabó en tablas porque el torero le pudo. De hecho, la faena no fue muy larga porque el toro no se crecía ni permitía más series ni de más muletazos.
En todo caso, el toro embestía con nobleza y humillando, y eso fue suficiente para que el francés reivindicara el pellizco que pueden sentir los nacidos mucho más al norte de la tierra de María Santísima.
Comenzó la faena de muleta citando de lejos, casi desde el centro del ruedo, y lo embarcó muy bien en varias series con la derecha, bajando cada vez más la mano y consiguiendo que el toro no se fuera a las tablas. Con la izquierda, hubo dos series excepcionales. Toreo hondo, lento y profundo.
Cuando el toro tuvo al fin una escapatoria se fue a las tablas del uno. Y allí, bernardinas ajustadas y otro recital de toreo con la izquierda.
Tras la estocada recibiendo, las dos orejas fueron el reconocimiento de un toreo distinto. De gusto y de pellizco. Más allá de la testosterona y los arrestos (necesarios también), la grandeza del toreo está en el arte. Y algunos están tocados de forma providencial: los Curros, Aparicio, Paula, Luguillano, Morante, Manzanares,... Y Juan Bautista. Con más oportunidades y un par de inviernos entre América (para la técnica) y Andalucía (para el cante jondo) puede congregar a una legión de seguidores que peregrinen para verle dibujar pases imborrables.
De su primero (el segundo de la tarde) nada que decir. Toro manso, que no pasaba y toreo insustancial. Digamos, a toro pasado, que se estaba reservando.
Abellán cortó una oreja en su primero. Un toro, este sí, de auténtico lujo. Aunque no peleó bien en el caballo, en la muleta se venía de lejos . Y Abellán, honesto, lo lució, citándole desde el centro del ruedo. Nunca le obligó y la tuvo que rectificar la colocación varias veces. Hubo pases de calidad con ambas manos (en especial algunos al natural) y, sobre todo, mucha transmisión: por la calidad del toro y por la distancia que siempre le dio el torero. Pero también quedó la sensación de que el toro merecía una faena más compacta y más ordenada. Algo más de claridad en las ideas. Lo mató de una estocada hasta la bola y recibió una oreja. En este toro, con el capote, vimos quites de Abellán y Bautista por chicuelinas, repetición que se antojaba un poco ridícula ¿no sabe nadie ya torear a la verónica? Y lo banderilleó magistralmente José Manuel Montoliú, que se desmonteró con la oportuna autorización del maestro tras una atronadora ovación.
También en el otro toro de Abellán se demonteró el banderillero (el Chano) después de dos pares de brillante ejecución. Pero fue lo único destacado de ese toro, complicado y brusco, con el que Abellán lo intentó, pero al que no pudo sacar nada medianamente aseado. Con el estoque tampoco estuvo muy fino. Pero mejor marrar en este que en el primero, que fue lo que le pasó a Perera.
Miguel Ángel, con el tercero, un toro con complicaciones, estuvo brillante. Demostró técnica e inteligencia. Su buen momento, en definitiva. Lo llevó muy tapado por la derecha, aguantándole mucho y toreando muy bien. Con la izquierda le saca series que parecen imposibles. Toreo templado y de aguante. Pero al final, la estocada muy trasera y en los bajos hizo que la petición fuera escasa. Aún así, tuvo que salir a saludar dos veces, después de que algunos le recriminaran su intención de dar la vuelta al ruedo.
En el sexto (remiendo de Martelilla con nobleza, pero poca casta y escasísima fuerza), después de un buen saludo a la verónica y un tercio de varas muy medido aunque muy bien ejecutado, Perera hizo una faena aseada pero sin transmisión. Series cortas, mucho aire entre tanda y tanda, temple en los pases y arrimón al final de la larga faena, que concluyó con bernardinas muy ceñidas en el centro del ruedo y una estocada hasta la bola ligeramente desprendida. Con esa estocada en su primero hubiera recibido la oreja. Pero a veces la suerte se tuerce. Y eso es lo que le pasó al extremeño.
En todo caso, entretenidísima tarde de toros en Las Ventas. Nada que ver, José María, con aquellas de los años noventa que apagaron tu afición. Comentábamos hoy unos amigos que lo que tiene mérito es haber resistido a aquellos años.
En fin, ¿qué les darán a los toros que ya no se caen?
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