Buena tarde de toros la del domingo en el Puerto. Aunque algo extraña.
Porque no resulta usual que reaparezca un torero de casi sesenta años después de muchos años sin torear. Porque es una rareza que Ponce no abra cartel. Y porque es cuando menos curioso que un torero que ha dicho que quería torear menos este año (el mismo Ponce) llegara justo después de haber cortado dos orejas y un rabo a un toro el día anterior en Vitoria (ahí mismito, vamos) y que tuviera que salir, ceremonioso, después de lidiar su segundo toro y entretenerse en cortar tres orejas, porque al día siguiente le tocaba torear en San Sebastián.
Pero más allá de estas curiosidades, lo cierto es que hubo toreo. Y del bueno. En dos estilos distintos, sin acabar de romper del todo ningún toro ni ninguna de las faenas, pero con grandes momentos para el disfrute.
Galloso, como decimos, reaparecía. Uno puede entender humanamente que lo haga (por necesidad económica, por matar el gusanillo o porque le apetezca), pero como aficionado es mucho más difícil de asumir. Porque esto de lidiar cuatreños es una cosa muy seria. Y cuando no se está preparado, uno puede dejar apuntes de lidia añeja, pero es difícil que cuaje un toro. Y, entretanto, deja una sensación de falta de sitio y de inseguridad en el público que no hay modo de justificar.
Todo lo contrario que Ponce y Perera, dos de los toreros con más técnica, conocimiento y sitio del escalafón. En dos estilos diferentes y a los que, por eso mismo, resulta especialmente agradable ver en una misma tarde.
Ponce es un maestro completo. Con un dominio de todos los toros grandioso. Los entiende y lidia a la perfección. Y le da a cada uno la faena que precisa. Con su primero, comenzó torerísimo con pases por bajo marca de la casa y un cambio de mano rodilla en tierra inmenso. Luego, series muy templadas con la derecha, sin dejarse enganchar nunca, llevando el toro a media altura y ligando perfectamente los pases. Importantes y largísimos los pases de pecho. Por la izquierda el toro se quedaba más corto, pero a pesar de ello el de Chiva le sacó, pase a pase, dos series más. Volvió a la derecha para seguir el toreo el redondo y finalizar con pases ayudados para colocar al toro en suerte. La estocada resultó caída, pero la petición de las dos orejas fue unánime y la presidenta, que supongo no quiere más líos, los dio sin rechistar.
En el quinto, un toro más complicado, Ponce llevó directamente toda la lidia. Una auténtica lección de puesta en escena en la cual ir mostrando al público cuáles eran los defectos del toro a la vez que con la lidia pulcra y precisa se iban limando y el toro aprendía quién mandaba allí. En banderillas, el tercero de la cuadrilla a punto estuvo de resultar cogido al refugiarse en el burladero después de tratar de parear, pero se repuso y colocó un grandísimo par. Con la muleta, Ponce, a base de colocación, técnica y poder, sacó series buenas de un toro que no regalaba ni una embestida. El toro se fue quedando cada vez más parado y Ponce acortando los terrenos iba obligándole a pasar. Mató muy bajo, a pesar de lo cual se pidió y concedió una oreja.
Ponce demostró una tarde más su técnica prodigiosa, su enorme afición, sus ganas de no quedarse nunca atrás de no dar un solo toro por perdido,… Se le podrá criticar que le falta hondura (o que no la aplica en demasía), que tiene un toreo previsible, que en general acompaña la embestida más que mandarla, que no obliga a los toros,… Pero todo eso no hace sino mostrar la dimensión única de figura de quien aplica los registros precisos para poder torear a casi todos los toros. Con un toreo a veces medido, pero importante. Un claro espejo para los que empiezan. No tanto para imitar o seguir su tipo de toreo (que además de casi imposible, sería una vulgaridad), pero sí por afición, constancia y estilo propio.
Como Perera, mucho más joven y con un modo de torear que nada tiene que ver con el de Ponce, pero a quien también es una delicia ir a ver cada tarde. La dimensión que dio en el Puerto fue sencillamente genial. El tercero de la tarde era un toro andarín, que reponía pronto y hacía hilo. Y así es muy difícil torear. Pese a ello, le enjaretó muy buenas verónicas en el recibo de capa y le hizo un quite con el capote a la espalda sensacional. Con la muleta comenzó a pies juntos, pero no había manera de evitar que el toro se le viniera encima. Como cuando le dio distancia para torear con la derecha. Por eso, acortó las distancias y, primero con la derecha y luego al natural, obligó muchísimo al toro, a quien ya no le quedó más remedio que seguir el engaño, que era lo único que veía. Y hacerlo siendo por abajo, yendo más allá, mucho más allá, de lo que su instinto y su casta le pedían. Siguió acercándose y sacó dos tandas muy cerca de los pitones antes de matar de una estocada perfecta. La oreja que le dieron era un premio menor a la inteligencia y el valor derrochados.
Una inteligencia y un valor, no obstante, que se quedaron pequeños al lado de lo que sucedió en el sexto, en el que aguantó lo indecible y logró una comunicación perfecta con el público. Este toro era más parado, se colaba y no quería pasar, interrumpiendo la embestida a mitad del muletazo. Perera se colocó entre los pitones, aguantó impasible todas las coladas y los parones (uno por pase) y a base de aguantar, poder y obligar, logró series enormes y emoción a raudales. No se puede exponer más. Sin duda, si el toro embiste y acomete, se podrá torear más largo, pero no se puede estar más puro, hondo y valiente con un toro tan complicado. Todo era de verdad, sin aspavientos. Recetó otra estocada hasta la bola tirándose literalmente entre los pitones después de dos pinchazos arriba porque el toro no se movía.
Perera es el torero que mejor ha aunado las distintas tauromaquias que hasta ahora han sido: la del rito que acompañaba a Joselito desde la famosa goyesca, la del toreo largo, dando distancia y ligando de Ponce, Rincón,… la del aguante y las cercanías de José Tomás,… Todo está en su cabeza, en su corazón y en sus muñecas y lo dosifica en función de lo que requiera cada animal. Hay que verle, seguirle por las plazas, admirar cómo sigue creciendo y cómo se entrega cada tarde.
EXASPERA ver cómo la presidenta del viernes volvió al Palco como si tal cosa. Bueno, como si tal cosa no, porque el público la abroncó de forma ostensible desde que ocupó el lugar que ensucia con su sola presencia.
VOLVEREMOS el día 23, en la esperanza de que Morante pueda reaparecer.
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3 comentarios:
Hola, Lorenzo
¡qué bien que sigas al pie del cañón! Así nos ahorramos el sol y las moscas.
¿Vendrás el 15 a la de Sevilla?
Pepe Moral
Oliva Soto
Miguel Ángel Delgado
Creo que es un catel bonito, es el poco futuro de la afición sevillana.
¡Qué raro ha sido lo de Galloso!
Lo que son las cosas, la han hecho el 14 y nocturna y yo sin enterarme...
Esperemos que al menos la Virgen salga mañana a las 8 en punto...
Pues sí, al pie del cañón o de lo que toque. Ya me contarás la madrugadora salida de la Virgen de los Reyes.
Parece que lo de adelantar al día 14 y convertirla en nocturna tiene sentido. Y el cartel no tenía mala pinta.
Yo el 15 estuve en la reaparición de Israel Lancho. Ahora mismo lo cuento.
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