Lo de Olivenza el fin de semana ha sido de auténtico ensueño. Por el ambiente festivo, por la agradable compañía y por las enormes faenas que hemos podido degustar.
La plaza es incómoda en sus accesos y en sus localidades. Pero el público es excepcional: respetuoso, agradecido, exigente, consciente de la importancia de cada cosa que se hace, nada bullicioso y entregado con los toreros. Casi una Maestranza en pequeñito. El callejón y la barrera a rebosar de ganaderos, toreros, críticos y demás fauna del mundillo. Destacaba, ¡cómo no! el Faraón.
La tarde del sábado tuvo una faena que recordaremos para siempre: la que Ponce hizo al cuarto toro de la tarde. Fue un homenaje a toda la historia de la tauromaquia. Por sabiduría, estética, despaciosidad y variedad. Toreó como si estuviera con un par de amigos y delante de una vaquilla preparando la temporada. Pero estaba delante de una plaza a reventar y con un toro serio delante.
Todo lo que hizo tuvo importancia. Y todo llevaba un poso de años de sabiduría y de engarce entre los mayores y los más jóvenes. Citó con el cartucho de pescao como Pepe Luis, dio un tres en uno magistral en el centro del ruedo recordando al mejor Ortega Cano, citó con la punta de la muleta en la arena, casi de frente, para, dándole la vuelta, enlazar un pase de pecho (justo igual que lo hace Javier Conde),... Concluyó con circulares invertidos con la pierna flexionada recordando aquellas faenas suyas de los comienzos con ese toreo por bajo tan particular.
Dio muestras, en fin, de lo enciclopédico de su arte, de su momento de madurez, del magisterio. Resulta impresionante ver lo que puede dar de sí este torero.
A su primero lo había lidiado con maestría y le había sacado, con profesionalidad y aguante, pases que nadie hubiera imaginado que el toro pudiera tener. Pero fue sólo el prolegómeno.
Ferrera mostró su toreo: voluntarioso, pero algo brusco. Pone todo su interés en agradar y uno sabe que por falta de esfuerzo no va a quedar. Pero desde las banderillas (que clava con un salto circense en el embroque que desluce el encuentro) hasta la faena de muleta (previsible), pasando por el capote (demasiado ligero) uno siente que es un torero de un recorrido limitado.
Castella, por su parte, tuvo un lote infame. No pudo hacer casi nada, aunque se le adivinaron ganas y no sé si algunas dudas...
Pero esa tarde todo quedaba eclipsado por una faena que compendida muchos tomos del Cossío.
lunes, 3 de marzo de 2008
Olivenza (1 de marzo de 2008) - Homenaje a la historia de la tauromaquia
Etiquetas:
Antonio Ferrera,
Enrique Ponce,
Sebastián Castella
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