La conferencia que ha dado esta mañana Agustín Díaz Yanes en el Aula Antonio Bienvenida de la Plaza de Toros de Las Ventas dentro del ciclo que organiza cada año la peña de los de José y Juan es una de las reflexiones más lúcidas y comprometidas que he escuchado en mucho tiempo sobre la tauromaquia actual. Como decía al final alguno de los presentes, es una conferencia que debía divulgarse en todos los foros de reflexión taurina.
Una pena que entre los presentes no hubiera ningún profesional, al menos, ninguno conocido (el propio Agustín ha afirmado, con agudo sentido del humor, que estaba seguro de que estaban entrenando). Pero más desasosegante aún es que no hubiera empresarios ni presencia visible de medios de comunicación (a esta hora, no hay rastro de la conferencia en ninguno de los principales portales taurinos), a excepción de Andrés Amorós.
Agustín ha sido presentado por Ramón Ramos, Catedrático de Sociología, Presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y, a lo que parece, buen aficionado desde niño, cuando acudía con su padre, veterinario de las plazas de Madrid, a los reconocimientos. Este es el nivel de los aficionados que necesitamos y los que pueden defender la Fiesta desde planteamientos mucho más modernos que los que habitualmente utiliza la gente del toro y los cansinos aficionados a los que todo les parece mal y fraudulento.
Este ha sido, precisamente, el comienzo de la conferencia de Díaz Yanes. Ha afirmado que no cree en el fraude taurino, al menos en el fraude organizado. Que no cree en ganaderos corruptos, toreros cobardes y empresarios mezquinos. Que no es afín a la afición que se considera catedrática y está continuamente juzgando negativamente a todo el estamento taurino. Que no hay culpables a los que acusar.
Cree que la Fiesta adolece de una crisis de agotamiento y confusión. Una crisis que es cíclica (como lo son las de la economía), y que, sin embargo, en este momento es más peligrosa que otras veces porque ha coincidido con los ataques externos al mundo del toro.
Entiende que hay una crisis de agotamiento porque se ha acabado un ciclo, porque la evolución del toreo ha llevado a un toreo cada vez más estético (incluso manierista), pero con menos emoción. Siempre ha existido un equilibrio inestable entre la emoción que proporciona el toro y la estética que consigue realizar el torero con su arte. Si no se consigue emoción o un arte absolutamente excelso, el espectáculo no arrebata, no consigue crear algo mejor que la propia vida. Es sólo estética, pero estética hueca.
Se ha remontado a la época de Joselito y Belmonte para explicar cómo crearon, en una época de absoluta crisis taurina, el toreo moderno. Crean algo que el público necesita, pero que no sabe lo que es. En esa nueva tauromaquia, Joselito alienta a los ganaderos a criar un toro nuevo, un toro que permita esa nueva forma de torear. Y eso es lo que hace que haya castas hasta ese momento preponderantes que pierden absoluta importancia, creciendo de forma sustancial las castas que mejor se adecúan al toreo ligado y por bajo.
Los escritores son los primeros que se dan cuenta del cambio se sensibilidad y la tauromaquia engancha a los intelectuales, de modo que la mejor generación poética española (la del 27) es un grupo en el que la mayoría son buenos aficionados.
Ese nuevo toro por el que apuesta Joselito fue objeto de crítica, pero fue el que propició salir de la crisis y regenerar el toreo.
En la actualidad no hay acuerdo sobre el tipo de toro que hace falta y eso da lugar a equívocos, porque en la actualidad se torea estéticamente muy bien, pero el público exige una perfección en la colocación, el cite, en el modo de torear,… que nadie se la ha explicado al toro. Y el toro no sabe (decía con gracia) que tiene que embestir de forma uniforme, continuada, por bajo,… Porque parece que si no, no pasa nada en el ruedo.
A su juicio, en la actualidad hay, básicamente, tres tipos de toros: 1) uno grande y parado, que se parece mucho al de antes de la revolución de Joselito, pero al que se pide que se le haga el toreo moderno, lo cual es imposible; 2) uno pequeño y débil, que se cae y que no proporciona emoción alguna; y 3) uno bien presentado, pero equilibrado, exigente, el toro ideal que hay que defender. Pero este tercer tipo de toro sólo se ve muy escasamente en Madrid, algo en Sevilla, más en Bilbao y un tanto en Francia. Sin embargo, este debería ser el toro que saliera casi siempre.
Se queja (algo que ya hemos comentado aquí en alguna ocasión) que los ganaderos no pueden lidiar en Madrid lo mejor de sus camadas, sino lo más grande. Se prima el volumen sobre la calidad. Y esto hace incluso que tradicionales ganaderías con emoción no puedan venir a Madrid por el tipo de toro que ahora se exige, lo cual es una pérdida notable para el aficionado y para la Fiesta.
Ha realizado también un análisis tremendamente inteligente y crítico con la lidia actual. Partiendo de que al toro se le exige una barbaridad en la muleta, ha ido desgranando todo lo que se hace antes que, sin suponer toreo, va quebrantando al toro haciéndolo pasar múltiples veces y correr una barbaridad. Propone que sean los subalternos los que paren al toro, que al toro se le deje donde esté cuando salgan los caballos y no que se le lleve al burladero del 6 (en Madrid), que no hay que pegar el segundo puyazo a contraquerencia cuando el toro ha demostrado que no es bravo, que se permita picar al toro donde sea más conveniente para este,… Es decir, una lidia donde sólo se den los capotazos justos por los banderilleros y que el matador sólo los dé si es para lucirse. Sólo de este modo el toro medio, que al fin es el que más abunda, podrá llegar algo más entero al tercio de muerte y permitir una cierta faena de muleta.
Ha repasado también la suerte de varas, agradeciendo que se vayan incorporando nuevas cuadras con caballos y petos menos pesados, porque de otro modo el toro, al estrellarse contra ese muro que son picador y caballo, desiste de la lucha al ver que en su combate no podrá ganar nunca. Esto merma la acometividad del toro, su codicia y su ímpetu posterior.
Pide, en fin, un pacto entre los aficionados por un toro más equilibrado, por ese toro que permite el toreo actual, un toro que él prefiere, como creo que muchos, de menos volumen y más movilidad y emoción. Y un pacto que también permita la libertad de creación del toreo, porque no todos torean, no todos pueden torear, como Joselito, Belmonte, Antoñete, Ordóñez o Bienvenida. Hay también lugar para otros toreros, para otra forma de torear, y no hay quien pueda desarrollar su tauromaquia si constantemente se le dice dónde tienen que ponerse o qué tienen que hacer (comentaba, ya en el coloquio, que él no sabría hacer una película con un montón de gente diciéndole dónde tiene que poner la cámara o qué tiene que decirle a los actores que hagan).
Una conferencia, como digo, absolutamente excepcional. Breve (no más de treinta o cuarenta minutos), pero lúcida y valiente como pocas. Planteando referencias ineludibles de por dónde debemos caminar. De alguien que conoce bien la tauromaquia y que busca el modo de que perdure y evolucione. Porque, como ha indicado (como también nosotros hemos comentado aquí y en distintos foros) con el tipo de toro que sale en Madrid y con esa supuesta “exigencia” a los toreros, ¿qué vemos al fin y al cabo en la Feria de San Isidro? Hay una gran parte de corridas “invisibles”, corridas en las que si has llevado a alguien que confías en que pueda hacerse aficionado, es casi imposible que lo consigas. Y en esto está, al fin, la supervivencia de la Fiesta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Por lo que se infiere del magnífico resumen ha tenido que ser extraordinario.
Que lo recuerde cuando lleguen las cejaelecciones, dado que ya se pronunció...
Publicar un comentario